A mediados del siglo XX la demanda creciente de alimentos a bajo costo motivó el desarrollo de tecnologías para el sector agropecuario. Es así que en los últimos años la avicultura implementó la utilización de sistemas intensivos de producción, incrementando la eficiencia productiva. Estos cambios surgieron a partir de avances en el mejoramiento genético, nutrición, manejo, prevención y tratamientos de enfermedades, así como a las propias características biológicas de las aves como, por ejemplo, la alta velocidad reproductiva, excelentes índices de conversión y una gran capacidad de adaptación a diversas situaciones propias de sistemas intensivos, donde las aves permanecen hacinadas en jaulas durante toda su vida productiva.
A causa de ello, en las últimas tres décadas la producción mundial de huevos ha aumentado en más del 150%. Gran parte de este crecimiento se ha registrado en Asia, donde la producción casi se ha cuadruplicado, convirtiendose en la mayor región productora de huevos, con más del 60% de la producción mundial.
En todo el mundo, la mayor parte de los sectores de la producción animal, incluido el sector avícola, están cada vez más sujetos a reglamentos y normativas, así como al juicio de la opinión pública. Hay una mayor atención y sensibilización sobre el impacto (real o percibido) de la ganadería sobre el medio ambiente y la salud.
Las preferencias y los deseos de los consumidores van cambiando con gran velocidad, especialmente en los países desarrollados, dando cada vez mayor importancia no sólo a la calidad del producto en sí, sino también a la forma en la que éste es producido.
Sector avícola argentino
En Argentina el consumo aparente actual de carne de ave es de 44 kg/habitante/año y el de huevos de 272,8 unidades/habitante/año según datos de la Cámara Argentina de Productores Avícolas (CAPIA 2018).
Por su parte, el Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA) remarcó que Argentina es uno de los países con mayor consumo per cápita de huevo, posicionandose en el quinto puesto, y es el octavo productor del mundo. Los huevos aportan nutrientes de alto valor biológico y es uno de los alimentos de menor costo para los consumidores.
La producción intensiva de huevos en la Argentina es una actividad de más de 40 años, observándose que existe una gran heterogeneidad en el sector productivo. Sobre un universo de más de 22.000 granjas, solamente 950 establecimientos se encuentran registrados en SENASA, el 41% de los cuales se concentra en la provincia de Buenos Aires, en segundo lugar con el 30% se encuentra Entre Ríos y en tercer lugar con el 10% se ubica la provincia de Santa Fe. El 72% de la producción se realiza en establecimientos que operan en la informalidad.
El sector de huevos para consumo en Argentina está representado por empresas que poseen un stock dinámico de más de 40 millones de aves en postura, con una producción anual de 12.535 millones de huevos, de los cuales el 4% se exporta (lo que representa unas 2.900 toneladas) y el resto se consume en el mercado interno según informes de CAPIA (2018). La comercialización se realiza como huevos frescos o industrializados. Lo que se destina a exportación, en su mayoría es industrializado como albúmina o yema y también como huevo en cáscara para lo cual se ha requerido la aprobación de la certificación sanitaria que posibilita que Argentina exporte huevo en cáscara a Estados Unidos, condición que también se ha logrado con otros países. Asimismo, el sector emplea a 18.000 personas de manera directa, la inversión se estima en u$s 150 millones, con una facturación del 0,2% del PBI y un gasto de u$s 12 millones en artículos veterinarios.
El sector productor de huevos para consumo a nivel industrial es el único en la avicultura actual que utiliza jaulas para alojar las gallinas en toda su vida útil o, al menos, en el prolongado período de postura. Las jaulas tradicionales aportan una superficie de 432 cm2/ave, algo menos que la superficie que ocupa una hoja de papel tamaño A4. Son tan estrechas que los animales no pueden moverse, únicamente algunas aves acceden al comedero y deben rotar para que todas puedan comer. Sin embargo, no siempre los huevos para consumo fueron producidos de este modo. Hasta mediados del siglo XX las gallinas se mantenían durante todo su ciclo de vida en el interior de galpones, que disponían en algunos casos de salida a predios exteriores (free range). En el ambiente del galpón se incluía, para cubrir el piso, viruta de madera blanda o arena para absorber las deyecciones, lo cual además permitía que las aves expresaran
su natural comportamiento de acicalarse las plumas y realizar baños de arena. En la etapa de postura de huevos se proveían nidales, con viruta o paja en su interior, de modo que también dispusieran de un ambiente similar al hábitat de sus antecesoras silvestres.
En la década del 60 el sistema free range, es decir a piso en galpones con salida al exterior, representaba el 31% de los sistemas productivos, el 19% era en jaulas y el 50% restante a piso en galpones sin salida al exterior En el transcurso de sólo veinte años, en la década del ´80, el escenario era otro: únicamente el 2% permanecía en sistemas free range; el 96% utilizaba jaulas y el 2% galpones sin salida al exterior. En la actualidad la mayor parte de los productores dispone de instalaciones con jaulas tradicionales y en los últimos años se han incorporado jaulas para todas las etapas (cría-recría-postura) con mayor tecnología, que incluyen recolección de huevos y eliminación de materia fecal de modo automático.
Aunque las aves de corral son muy diferentes de las personas, se piensa que pueden experimentar estados emocionales como el dolor o la frustración. Es, por consiguiente, necesario aplicar consideraciones éticas a la producción avícola, así como encontrar la forma de garantizar un bienestar satisfactorio a un número tan grande de animales.
Bienestar animal en aves de postura
En el año 1965 el denominado Comité Brambell en el Reino Unido postuló las 5 libertades mínimas de las que todo animal debería gozar: voltearse, cuidarse corporalmente, levantarse, echarse y estirar los miembros. Sus miembros comenzaron a tratar la importancia del comportamiento en relación al bienestar animal, destacaron la necesidad de su estudio científico y aceptaron que los animales tenían sentimientos, lo que iba en contra de la tendencia conductista del momento. Según Donald Broom, un especialista en bienestar animal, “el concepto de bienestar se refiere al estado en el que un animal trata de adaptarse a su ambiente”. Esto significa que las condiciones del ambiente en el que se encuentren los animales influirán directamente en su bienestar, a tres niveles: el funcionamiento adecuado del organismo, lo que entre otras cosas supone que los animales estén sanos y bien alimentados; el estado emocional del animal, incluyendo la ausencia de emociones negativas tales como el dolor y el miedo crónico, y la posibilidad de expresar algunas conductas normales propias de la especie. En 1993, el Consejo de Bienestar para los Animales de Granja (Farm Animal Welfare Council) del Reino Unido, formuló las nuevas cinco libertades aún vigentes (Figura 1).
Figura 1 | Cinco libertades mínimas de las que todo animal debería gozar establecidas por el Consejo de Bienestar para los Animales de Granja
(Farm Animal Welfare Council).
Desde comienzos del nuevo milenio, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), como organismo internacional de referencia en bienestar animal, fue estableciendo principios recomendatorios dentro del Código de Animales Terrestres para que los países miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC), entre ellos Argentina, armonicen su legislación nacional en esta materia.
La legislación de la Unión Europea ha establecido reglamentaciones y es posible identificar los alimentos desde su origen, garantizando inocuidad y sistemas de manejo que contemple las normas de bienestar animal vigentes.
Para la producción de huevos específicamente, estableció para sus países un período de transición con una fecha límite en el año 2012 para la implementación de sistemas libres de jaula.
En Estados Unidos ocurrió algo similar y el estado de California estableció prohibir el uso de jaulas convencionales a partir del año 2015. En este sentido, desde hace más de 10 años el SENASA ha venido desarrollando diferentes normas, manuales y materiales de comunicación, además de actividades específicas de capacitación, que han permitido concientizar a los actores y avanzar en línea con el cumplimiento de los principios de bienestar animal internacionalmente reconocidos.
A partir del año 2017 nuestro país firmó con la Unión Europea el “Arreglo Administrativo sobre Cooperación Técnica en Bienestar Animal”, en el cual se expresa el compromiso de ambas partes para fortalecer la cooperación en materia de Bienestar Animal e intercambiar enfoques y objetivos en línea con normas internacionales de la OIE. En el mismo, se establece un esquema que facilitará el diálogo y el intercambio de información técnica y científica, así como la organización de reuniones para discutir y coordinar distintas actividades y proyectos. Además, muestra el compromiso de la Argentina con la calidad de sus alimentos y la confianza de sus socios comerciales. Un aspecto interesante es que este concepto no sólo lo exigen los consumidores sino que también lo están liderando las empresas de la industria alimentaria.
De este modo, empresas como McDonald´s, Bimbo, Unilever, Kellog´s, Nestlé, Kraft Heinz y en Argentina la empresa de alfajores Havanna y Hellmann´s, entre otras, se abastecen de huevos provenientes de sistemas libres de jaula o bien están en una etapa de transición y han puesto una fecha límite a sus proveedores.
Sistemas libres vs. jaulas
La principal ventaja de la utilización de jaulas radica en aspectos sanitarios, ya que se controlaron enfermedades parasitarias como la coccidiosis aviar y otros parásitos internos y externos, al evitar el contacto con el suelo y la materia fecal. Sin embargo, en las instalaciones actuales que mantienen libres a las gallinas, la observación diaria del estado general del lote es relativamente más sencilla; un empleado puede recorrer un aviario moderno con 30.000 gallinas en 30 minutos, identificando problemas sanitarios y mortandad en todo el lote, lo cual no sería posible de realizar en ese mismo tiempo en animales en jaulas ya que implicaría observar 250 jaulas/minuto. La disposición de las jaulas en baterías tradicionales con varios niveles, habitualmente hacen más compleja la identificación de animales enfermos o muertos, especialmente en los niveles superiores. En términos de eficiencia de producción, se ha observado en las jaulas menor consumo de alimento, menor mortandad, menor número de huevos quebrados; todos estos factores inciden en el costo de producción estableciendo ventajas comparativas con los sistemas libres de jaulas.
Los sistemas libres de jaulas tienen como ventaja que aportan mayor espacio y, por lo tanto, aspectos básicos e inherentes al comportamiento animal pueden expresarse. Uno de estos aspectos es que pueden moverse y desplazarse, ya que las jaulas tradicionales son tan estrechas que no es posible y esta condición, además, afecta aspectos fisiológicos por cuanto hay mayor frecuencia de osteoporosis y fragilidad ósea, acompañada de escaso desarrollo muscular en los miembros locomotores, asociados a la inacción.
La fatiga de las ponedoras en jaula es uno de los problemas metabólicos vinculados a este tipo de producción. El hábitat que ofrecen las jaulas genera stress en los animales manifestado por altos niveles de corticosteroides y parámetros sanguíneos anormales.
En Argentina, si bien son escasos los establecimientos con estas características, existe incertidumbre en los productores para animarse a innovar hacia sistemas libres de jaulas. En consecuencia, los estudios que se realicen en aspectos de eficiencia productiva y rentabilidad económica, etología, sanidad, entre otros, aportarán información necesaria para el sector productor de
huevos de consumo.
CONSIDERACIONES FINALES
Las buenas prácticas en bienestar animal no son un requisito más a cumplir impuesto por mercados externos e internos, sino una herramienta dentro de las cadenas de valor que tienen como fin promover la calidad e inocuidad de los productos. Es importante entender que su atención es una inversión con un alto retorno en beneficios que se proyecta a la seguridad alimentaria, a la sustentabilidad y al impacto ambiental de la producción animal.
Es tarea para el futuro donde, al igual que lo sucedido en otros países del mundo y por sobre la dimensión ética, el bienestar animal se constituya como un atributo de valor (agregado) en las cadenas de producción y comercialización de animales, que sea premiado –a razón de incentivo- y demandado individualmente por cada persona o consumidor y, colectivamente, por la sociedad en su conjunto. Para lograr un huevo de calidad es, por lo tanto, necesario que la sanidad de las gallinas, su alimentación y su bienestar estén garantizados.
Fuentes consultadas: FAO, SENASA, Ministerio de Agroindustria de la Nación, CAPIA, Welfare Quality, FAWEC, OIE, Humane Society Internacional, World Animal Protection, Certified Humane
Publicado en Revista VISION RURAL - Año XXVI • Nº 129. SEPT.-OCTUBRE 2019. ISSN 0328-7009