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Cuando la barba de tu vecino veas afeitar, pon la tuya a remojar (II)

Publicado: 12 de julio de 2023
Por: Carlos Buxadé Carbó. Catedrático de Producción Animal. Profesor Emérito. España
En esta segunda parte de mi nota (la primera parte se publicó la semana pasada, en el boletín nº 168 del boletín de ÁGORA TOP GAN) pretendo, en la medida de lo posible, explicar técnicamente lo que realmente está sucediendo en los Países Bajos con la grave problemática suscitada por el exceso de nitrógeno en una parte importante de su S.A.U. y, paralelamente, por una emisión realmente muy elevada de Gases Efecto Invernadero (GEI).
Evidentemente, en las zonas afectadas, nadie pareció acordarse, en su momento, de aquel viejo adagio que dice: “vale más prevenir, que curar”.
Pero, la problemática planteada no es, ni mucho menos, exclusiva de las Países Bajos, aunque, en este Estado de la U.E. – 27, se presente de una forma muy manifiesta. Así, en este contexto, podríamos citar, en España, a título de ejemplo, a la Región de Murcia, que presenta, en algunas de sus zonas, una muy elevada contaminación por nitratos de origen agrario (agrícola y ganadero).
En lo que atañe al nitrógeno, su utilización masiva como fertilizante químico (en razón de su eficacia para aumentar la productividad agraria) lleva a una alteración de su ciclo natural; dicho en otras palabras: los ecosistemas no son capaces de absorber, en el tiempo y de forma sostenible, tanto nitrógeno, generándose el problema.
Este problema se agrava cuando en unas zonas con una alta producción agrícola también concurre una elevada actividad pecuaria.
Como está muy estudiado, la producción ganadera contribuye a la emisión de GEI; así la fermentación entérica de los herbívoros libera directamente metano (CH4). Por otra parte, las excretas emiten, además de metano, amoniaco (NH3), óxidos de nitrógeno (NO, NO2, N2O) y otros compuestos orgánicos volátiles no metánicos (COVNM)
En el contexto de la producción animal y en el ámbito que aquí se comenta, hay que tener muy en cuenta al estiércol (compuesto por el excremento de la base animal y otros compuestos orgánicos, por ejemplo, restos de las camas) y los purines (residuos orgánicos, generados en las ganaderías, constituyendo una mezcla de deyecciones sólidas y liquidas a las que hay que sumar el agua de los bebederos y de los abrevaderos, los restos de comida, el agua de lavado, etc.).
Insisto, cuando, en una zona donde coincide una muy alta producción agrícola con una elevada densidad censal de animales de renta (caso de las regiones que estamos comentando) no queda otro remedio, guste o no, que tomar las oportunas medidas técnicas, que suelen necesitar ser drásticas, con el fin de restaurar los equilibrios medioambientales.
En este contexto, ya lo comentaba la semana pasada, en mayo del año 2019, el Tribunal Administrativo de los Países Bajos dictó una sentencia en la que enfatizaba que los Países Bajos no cumplían la Directiva de Nitratos de la Unión Europea.
La mencionada sentencia paralizó de inmediato la continuidad en la construcción de una serie de importantes infraestructuras al obligar a presentar, en todo proyecto, el cálculo de las emisiones de nitrógeno en su fase constructiva y a lo largo de su vida útil.
Posteriormente, en el año 2022, surgió el Plan Nacional neerlandés cuyo ambicioso objetivo, para el año 2030, es reducir a la mitad las aportaciones de nitrógeno en todo su territorio. Para ello ha establecido las importantes ayudas que explicaba.
Pero, no nos engañemos y tomemos, todos, buena nota. Estas ayudas obligan, repito obligan, en el caso de los ganaderos que las perciban, a no retomar de por vida su actividad pecuaria en ningún otro lugar del país y, consecuentemente, queda significativa y definitivamente trastocado su modo de vida (con todas las consecuencias a que ello pueda dar lugar).
Obviamente, a la situación a la que se ha llegado, en el caso de los Países Bajos, no es fruto de un día, ni de un año, ni de unos pocos años; es la consecuencia de “mirar hacia otro lado” durante mucho, mucho tiempo (al igual que nos ha pasado en España, por ejemplo, con el Mar Menor y está pasando en otras muchas regiones del Mundo).
Y claro está, llega un momento en que la mencionada situación se hace técnicamente insostenible y no queda más remedio que tomar las mencionadas medidas técnicas que, en general, resultan ser muy duras (en función, claro es, de lo avanzado que está el problema).
Se trata de medidas técnicas globales y multifactoriales, que cuestan mucho dinero a los contribuyentes (que son los que siempre, finalmente. “pagan el pato”) y generan mucho dolor a los afectados, a sus familiares, a su entorno y a la propia sociedad rural.
La razón del problema es clara: se actuó políticamente (en el sentido amplio del término), durante mucho tiempo, con una visión cortoplacista y así, irremediablemente, llega un momento en que la situación explota.
Y, claro es, al abordar técnicamente la solución de la mencionada situación, se lesionan irremediablemente, insisto, muchas cosas, tanto a nivel humano cómo a nivel profesional (y no olvidemos aquí, por si acaso, que la tasa de suicidios en los Países Bajos es elevada, supera los 12 para cada 100.000 habitantes y que la misma casi se ha triplicado en el último medio siglo).
Concluyendo: creo se podría afirmar que las consecuencias referenciadas son el coste directo a pagar (del indirecto, no quiero escribir), por causa de la reiterada falta de visión técnica y de la negligencia, reales.

Columna de opinión publicada en el Boletín Ágora TOP GAN, 1ª semana julio 2023 - Año V - Nº 169 y en engormix.com por gentileza del Dr. Carlos Buxadé Carbó
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Autores:
Carlos Buxadé Carbó
Universidad Politécnica de Madrid - UPM
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