Este parámetro no es uno más sino que puede resultar decisivo al calcular el resultado económico del tambo. Pero lamentablemente, suele dar pie a malos entendidos que es necesario aclarar.
En los últimos tiempos, se suele escuchar cada vez más discutir sobre este ítem en la producción agropecuaria, y el tambo no es la excepción. De modo que es interesante poner la lupa en él, y aclarar algunos conceptos.
Cuando se habla de costo de oportunidad, en realidad no hay un único sino que hay más de uno. Y son dos: uno es el costo de oportunidad del dinero, y otro es el de la tierra. En ambos casos se refiere al ingreso que se deja de percibir por destinar dinero y tierra en este caso a la actividad tambo.
En el caso del costo de oportunidad del dinero, consiste, por ejemplo, en los intereses que se dejan de percibir por aplicarlo a la producción en lugar de afectarlo a otra actividad, sea un plazo fijo o cualquier otro destino que genere un retorno.
Y por otro lado está el costo de oportunidad de la tierra, y sobre él nos enfocaremos. A ese efecto, es importante plantear las preguntas de cómo calcularlo, y, quizás la más importante, para qué considerarlo. Porque hay varias aclaraciones a realizar, ya que se suelen barajar números que no corresponden a la realidad.
El cómo…
Es la primer pregunta a plantear es cómo calcularlo, porque aunque puede parecer obvio. No lo es. Tomemos el caso de El Ombú, tambo en el cual su dueño, Carlos F. ha decidido comenzar a considerar el costo de oportunidad de la tierra al medir el resultado económico anual, es decir lo que deja de ganar anualmente por no arrendar su campo para agricultura.
Para ello, ha tenido en cuenta los valores de arrendamientos (agrícolas) que se pagan en la zona. El promedio calculado es el equivalente a 16 quintales de soja/Ha. De modo que parecería que ese es el costo a considerar para las 500 hectáreas de su campo, “de alambre a alambre” como se suele decir, que debería aplicar en su caso.
El resultado obtenido es un importe nada despreciable, al que debería hacer frente el tambo. Pero en realidad no toma en cuenta algunos detalles que no son menores, algunos evidentes y otros no tanto…
Para empezar, tener en cuenta que cuando se compara con ese arrendamiento accidental por una campaña, es justamente eso, por una sola campaña, de modo que no está contemplado el tema de la rotación de cultivos, y en muchos casos tampoco el aporte de fertilizantes, que no son temas menores ni mucho menos. Mientras que, en el caso del tambo, se aplican ambas prácticas, que no hacen ni más ni menos que conservar el principal activo de la empresa agropecuaria: el capital suelo.
Y hay más a tener en cuenta. Si uno considera ese supuesto arrendamiento de 16 quintales de soja/Ha, el pool que los pague lo haría por un suelo agrícola, y solamente sobre la superficie a sembrar, dejando de lado el resto de la misma, sea por los desperdicios que puede haber (lagunas, bajos, montes, casco, caminos, etc.) y no por la totalidad de la superficie…
Pero la cosa no queda allí sino que además falta considerar la parte impositiva. Porque en caso de arrendarlo por ejemplo un pool, se deberían aplicar los descuentos correspondientes por el pago de impuestos: por un lado de impuesto a las ganancias. Y por otro, según la provincia considerada, la alícuota de ingresos brutos. Y no se crea que es un porcentaje insignificante cuando se suman ambos impuestos, sino que pueden representar una importante proporción del arrendamiento “bruto”, hasta llegar finalmente a lo que podríamos denominar arrendamiento neto. Y en gran parte porque a la hora de calcular el impuesto a las ganancias, el arrendador tiene muy pocas posibilidades de descargar gastos porque justamente delegó en otro la explotación, de modo que ya no le toca correr con muchos de los gastos, especialmente los de producción, que antes tenía.
Hay varios puntos a considerar cuando se considera el supuesto costo de oportunidad, como para no deslumbrase con espejismos que no son reales.
Y, lo más importante, el para qué…
Esta es la segunda pregunta a plantearse, y quizás la más importante. Es decir, cuando decidimos que además de los costos propios de la actividad, el tambo se haga cargo además del costo de oportunidad, especialmente el de la tierra, quizás debamos preguntarnos primero el para qué.
Porque es muy probable que no pueda hacer frente a dicho costo, y el resultado económico sea negativo (y aun teniendo en cuenta todas las salvedades a las que hicimos referencia en el primer párrafo de la nota). En ese caso, ¿cuál sería la conclusión de obtener entonces? ¿Qué el tambo no es una actividad rentable cuando debe hacerse cargo de ese costo? ¿Y a su vez, qué se debería hacer con el tambo ya no es rentable, reducirlo e incluso cerrarlo?
Además no como un ejercicio puntual sino volver a calcularlo año tras año para terminar de convencerse que el tambo no es capaz de pagar el costo de oportunidad, y su resultado sigue siendo negativo.
Y entonces, a su vez, la pregunta a formular sería: ¿y entonces para qué me sigo dedicando al tambo si es una actividad que solamente da pérdida año tras año…? ¿Porque heredé el tambo, varias generaciones en esto, y no puedo desprenderme, de modo que prefiero perder plata todos los años, en una especie de ejercicio masoquista permanente? Parecería que las respectivas respuestas tienen poco argumento para exhibir, o que hasta parecen disparatadas.
Es decir que es importante conocer las posibles respuestas ante esta pregunta, y que puede esclarecer cuál es el propósito de considerarlo.
Es importante saber cómo calcular el costo de oportunidad de la tierra, pero lo es mucho más tener en claro el “para qué”…
Ahora, si el hecho de haber considerado el costo de oportunidad termina siendo solo un ejercicio, porque no conllevará a tomar alguna de las decisiones mencionadas, entonces cabe de nuevo la pregunta: ¿para qué se considera el costo de oportunidad de la tierra entonces? ¿Porque otros lo hacen y quiero seguir esa tendencia, o simplemente para comprobar año tras año, si el tambo se “banca” cargar con ese sobre costo que es pesado y puede transformar un resultado positivo en negativo?
No queda claro entonces el motivo por el que habría que tomarlo en cuenta dentro de los costos.
Quizás sea un buen ejercicio, para quienes lo vienen aplicando (o están pensando en hacerlo), el real motivo de tenerlo en cuenta, y qué conclusiones han llegado luego de ver sus resultados.