Una reflexión sobre lo que está en juego entre eficiencia, salud humana y bienestar animal en el momento más invisible de la producción avícola.
Como veterinaria, he aprendido que los detalles que parecen menores muchas veces son los que más impacto generan. Uno de ellos es cómo capturamos y enjaulamos a los pollos de engorde al final de su ciclo productivo. Un momento breve, pero crítico. Porque lo que ocurre ahí no solo afecta a las aves, sino también a las personas que las manejan y a la rentabilidad del sistema.
¿Qué métodos se compararon?
El estudio evaluó cinco estrategias:
- Captura manual de una sola pierna (UML)
- Captura manual de dos piernas (BML)
- Captura manual en posición vertical (VM)
- Captura manual en bandeja (TM)
- Captura mecánica (MC)
Cada una con ventajas y desventajas, dependiendo del ángulo con el que se mire: ¿menos estrés para el ave?, ¿menos lesiones?, ¿menos esfuerzo físico para el operario?, ¿más velocidad?
¿Qué encontraron?
El enfoque vertical (VM), donde el ave se sostiene con ambas manos, parece ser el más respetuoso con el bienestar animal: menos vocalizaciones, menos lesiones, menor estrés fisiológico. Pero también es el más lento, y eso pesa en una industria donde el tiempo es dinero.
Por otro lado, la captura mecánica, que podría parecer la más moderna, no resultó tan eficiente en cuanto a ergonomía ni bienestar. Su impacto depende del diseño del equipo, el entrenamiento de los operarios y la configuración del entorno. No hay soluciones mágicas si no se cuidan los detalles.
En cuanto a la captura por una o dos patas, aunque más rápida, se asocia con más estrés, lesiones en extremidades, contusiones y una peor percepción del consumidor si se visibilizara ese proceso.
Mi opinión: eficiencia no puede ser excusa para el maltrato
Lo que me deja pensando este estudio no es solo cuál método es “mejor”, sino qué decisiones estamos priorizando en cada granja, cada día. Porque no es lo mismo elegir un sistema porque es más económico que porque reduce el sufrimiento. ¿Qué lugar le estamos dando al bienestar animal cuando nadie lo está mirando?
Y no olvidemos a quienes están en el otro extremo de la cadena: los trabajadores avícolas. Los movimientos repetitivos, las posturas forzadas, la presión por cumplir con objetivos de captura pueden pasar factura en la salud física y mental de estas personas. La ergonomía también es parte del bienestar.
Para mí, el equilibrio está en formar equipos, diseñar procesos y elegir herramientas que no sacrifiquen ninguna de las tres dimensiones: ni la vida del animal, ni la salud del trabajador, ni la viabilidad económica del sistema.
Incorporar tecnología es parte del camino, sí. Pero no sirve automatizar si no hay ética detrás, si no formamos a las personas que van a usar esas máquinas, si no hay protocolos claros, si seguimos creyendo que el bienestar es “opcional”.
Porque al final, lo que está en juego no es solo la forma de agarrar un pollo. Es la forma en que decidimos cuidar —o no— a todos los que forman parte de este sistema.