Introducción La producción porcina moderna enfrenta desafíos significativos relacionados con enfermedades infecciosas, estrés ambiental y la creciente preocupación por la resistencia a los antibióticos. En este contexto, la inmunomodulación emerge como una estrategia clave para fortalecer el sistema inmunológico de los cerdos, mejorar su ...
Hola Natalia, en concordancia contigo con respecto a la estrategia de salud porcina redireccionada hacia la inmunomodulación; ahora bien, en casos clinicos específicos como los ocasionados por PRRS, ¿cual estimas debiese ser el enfoque en esas granjas "positivas estables" frente al virus de PRRS que en su línea de producción poseen recirculación del mismo? ¿Algún inmunomodulador que permita responder mejor frente a dicha infección?
Hola Jorge, muchas gracias por tu comentario y por traer a colación un escenario tan relevante como el de las granjas “positivas estables” frente al virus del PRRS. Coincido plenamente en que este tipo de sistemas requiere un enfoque inmunológico y de manejo muy particulares.
En estos casos, el objetivo no es “eliminar” el virus —lo cual rara vez es factible a corto plazo—, sino modular la respuesta inmunitaria para mantener la estabilidad clínica y productiva, reduciendo los efectos de la recirculación viral.
Desde el punto de vista inmunológico, la estrategia debe centrarse en:
1. Reducir la inflamación crónica de bajo grado asociada a la infección persistente por PRRS, evitando un gasto energético innecesario que comprometa la respuesta inmune específica.
2. Favorecer la maduración y competencia del sistema inmune (tanto innato como adaptativo), especialmente en lechones destetados y en cerdas de reemplazo, que suelen ser los más susceptibles a disrupciones inmunológicas.
En términos prácticos, se ha observado que algunos inmunomoduladores fitogénicos y compuestos con acción hepatoprotectora pueden ser de utilidad en estos contextos:
* Silimarina y extractos de alcachofa, por su efecto antioxidante y modulador de citoquinas proinflamatorias (IL-6, TNF-a), contribuyen a preservar la función hepática y reducir el estrés oxidativo sistémico, frecuente en cuadros de PRRS persistente.
* ß-glucanos y manano-oligosacáridos, de origen fúngico o levaduriforme, estimulan la inmunidad innata y mejoran la respuesta vacunal, además de modular la microbiota intestinal, factor clave en la inmunocompetencia.
* En algunos sistemas, se ha documentado el uso de polisacáridos sulfatados derivados de algas (por ejemplo, Ulva armoricana) como coadyuvantes para mejorar la calidad inmunológica del calostro y la transferencia pasiva en lechones, lo que puede ser particularmente beneficioso en hatos con historial de PRRS.
Más allá del inmunomodulador en sí, el éxito depende de integrar su uso dentro de un programa de manejo inmunitario sostenido, que incluya control de coinfecciones (por Mycoplasma hyopneumoniae, Streptococcus suis, etc.), correcta rotación y actualización vacunal, monitoreo serológico continuo para evitar recirculación inadvertida, y estrategias nutricionales orientadas a reducir el estrés oxidativo (vitamina E, selenio, metionina, etc.).
En resumen, en granjas “positivas estables” frente a PRRS, la inmunomodulación debe concebirse como una herramienta de soporte y estabilización, no como sustituto de la bioseguridad ni de la vacunación. Implementada con criterio técnico, puede mejorar la resiliencia inmunitaria del hato y reducir el impacto clínico y productivo de la recirculación viral.