n nuestro sector agrario, el relevo generacional no es un problema nuevo ni mucho menos, pero lo cierto es que, con el paso del tiempo, se vuelve más acuciante y, como lo comentaba la semana pasada, no se vislumbran soluciones reales a corto plazo. Esta realidad añade un interrogante más al futuro, a corto – medio plazo, del mencionado sector.
En este contexto hay que tener en cuenta, basándonos en el estudio publicado el año pasado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y alimentación (MAPA), que España, al igual como sucede en términos generales fundamentalmente en los estados miembros (EEMM) occidentales de la U.E. -27, se encuentra sometida a un importante proceso de envejecimiento general de su población. Actualmente, más del 22 por ciento de la población española tiene ya más de 65 años.
En este sentido, las previsiones del INE (Instituto Nacional de Estadística) no son demasiado optimistas. Según las mismas, de mantenerse las tendencias demográficas actuales, en el año 2050, más del 31 por 100 de la población española tendrá más de 65 años y más del 11 por 100 tendrá más de 80 años. A partir de este año, estos porcentajes probablemente se reducirán, en razón de la esperanza de vida de la población española estimada para aquel entonces.
Naturalmente, estas realidades tienen su reflejo directo en el mundo agrario (agrícola y ganadero).
Del total de personas ocupadas en España (trabajadores activos, unos 19 millones), sólo del orden de un 4 por 100 (750.000) trabaja en el sector agrario; de ellos sólo algo más del 35 por 100 son menores de 41 años (280.000).
Expuesto desde otra perspectiva: también solo un 4 por 100 de los jóvenes que trabajan (7,1 millones) lo hacen en el sector agrario (unos 280.000).
Estas cifras ya dan una primera imagen de la realidad del sector agrario español y de su fuerza laboral (y si vamos a considerar el porcentaje de población autóctona activa en el medio rural, estas cifras pueden reducirse significativamente).
Entrando un poco más en detalle, en el caso de las mujeres activas en el sector agrario (unas 170.000), menos del 33 por 100 son jóvenes mientras que, en el caso de los hombres activos en el sector agrario (unos 580.000), este porcentaje de jóvenes supera el 37 por 100. Es evidente que el sector agrario atrae poco a las mujeres jóvenes activas; sigue el proceso de masculinización de este sector.
La triste realidad es que el número de jóvenes ocupados en el sector agrario va descendiendo con el tiempo (en los últimos 15 años del orden de un 10 por 100).
Ello significa que la población joven ocupada va teniendo, con el paso del tiempo, menos peso en el sector agrario. Actualmente, año 2025, se puede estimar que el número de jóvenes activos en el sector agrario, número que se va reduciendo año tras año, se puede situar actualmente en unos 260.000 (frente a unos 750.000 ocupados totales en este sector); de ellos solo, insisto, unas 60.000 son mujeres). Con menos de 25 años de edad solo laboran en el sector agrario unos 35.000 hombres y menos de 9.000 mujeres.
En definitiva, como lo exponía al principio de la presente nota, el paulatino envejecimiento general de la población española afecta muy directamente al medio rural.
Personalmente, en razón de la realidad social en la mayoría de nuestro medio rural, la dureza del trabajo cotidiano en un elevado porcentaje de los casos y la carencia de una rentabilidad adecuada en el tiempo, veo complicado, a corto plazo, un cambio significativo en las tendencias expuestas.
Es posible que la creciente aplicación, en el campo, de las nuevas tecnologías, empezando por la robotización, pueda estar ayudando a reducir el problema del relevo generacional en el medio rural, pero no lo va a solucionar, porque se trata de una compleja cuestión de gran calado social (en el sentido amplio del término) y también, insisto, económico, que necesita de la aplicación de medidas de gran entidad.