Promotores del crecimiento: Ractopamina

La intensificación de la ganadería va aparejada a la utilización de substancias capaces de potenciar el crecimiento de los animales, conocidas como promotores de crecimiento. De entre ellos, los más usados son los antibióticos promotores del crecimiento, cuyo empleo ha sido prohibido ya en numerosas partes del mundo, como en la Unión Europea, debido a la aparición de resistencias antimicrobianas.

Los antibióticos no son las únicas substancias empleadas como promotores de crecimiento en la producción animal, buen ejemplo de ello son los beta-agonistas como la ractopamina, que actúan promoviendo la síntesis de tejido muscular. Sin embargo, estas substancias químicas no cuentan con estudios suficientes que avalen su seguridad alimentaria y, por ello, han sido prohibidas en numerosos países.

La tendencia actual se dirige hacia la utilización de substancias naturales capaces de reemplazar a los aditivos químicos.

Se entiende por antibiótico promotor del crecimiento o AGP (Antibiotic Growth Promoter), a cualquier medicamento capaz de inhibir el crecimiento bacteriano y que es administrado a dosis subterapéutica. Los AGP han sido utilizados durante más de 50 años en la producción animal demostrando una gran capacidad para controlar el crecimiento microbiano, favoreciendo la productividad de los animales.

A pesar de que el efecto beneficioso sobre la productividad es ampliamente reconocido, los mecanismos por los cuales se produce aún no están claramente descritos. Ciertos autores aseguran que la reducción de las colonias microbianas en el intestino es la responsable del efecto beneficioso. Según indican, hasta el 6% de la energía neta que ingiere un animal se pierde en el crecimiento microbiano, de forma que, al reducirse el número de colonias microbianas, dicha energía se destina al crecimiento. 

Otra hipótesis que relaciona el uso de AGP con la mejora del crecimiento de los animales, está relacionada con la liberación de citoquinas proinflamatorias como parte de la respuesta inmunitaria frente a las colonias microbianas. La liberación de dichas citoquinas estimula la liberación de hormonas catabólicas a diferentes niveles, incluido el tejido muscular. De esta forma, si se reduce la cantidad de colonias bacterianas, se reducirá de forma proporcional la intensidad de la respuesta inmunitaria y, con ello, la liberación de hormonas catabólicas.

A pesar de que el mecanismo de acción de los antibióticos promotores del crecimiento no esté concretamente establecido, su efecto beneficioso sobre la productividad ha sido ampliamente descrito y, por ello, han sido utilizados de forma habitual en todo el mundo.

Actualmente, el uso de los AGP en producción animal está prohibido en numerosos países debido a la generación de resistencias. Se entiende por resistencia antimicrobiana (RAM) la capacidad adquirida de los microorganismos para multiplicarse en presencia de un agente antimicrobiano. Se ha demostrado que el uso de antibióticos a dosis subterapéuticas favorece la aparición de resistencias, razón por la cual el uso de AGP en la producción animal está siendo limitado en todo el mundo. El primer país en prohibir el uso de antibióticos como promotores de crecimiento en animales fue Noruega en 1986. Dicha prohibición se extendió a toda Europa en junio de 2006.

Además de los antibióticos, se han desarrollado numerosas substancias capaces de promover el crecimiento de los animales. Entre ellas cabe destacar los beta-agonistas, compuestos que han sido ampliamente utilizados para potenciar el crecimiento de los animales. Un buen ejemplo de ello es la ractopamina.

La ractopamina clorhidrato es un compuesto que actúa como agonista de β-adrenoreceptores. Un compuesto de color blanquecino que, al igual que otros beta-agonistas, se comporta como análogo estructural de las catecolaminas epinefrina y norepinefrina. Estas moléculas son estructuralmente muy similares y ambas se unen de forma específica a cuatro receptores de membrana conocidos como adrenoreceptores. Estos receptores están presentes en el tejido adiposo y en el tejido muscular.

Los adrenoreceptores están presentes en el tejido adiposo y en el tejido muscular. La activación de dichos receptores, presentes en el tejido adiposo de cerdos y rumiantes, y de los receptores presentes en los adipocitos en el caso de las aves, estimula la lipolisis, obteniendo animales con una menor infiltración grasa.

Además, los receptores β-adrenérgicos también están presentes en el tejido muscular esquelético, donde su activación incrementa la síntesis proteica.

La ractopamina activa dichos receptores adrenérgicos, reduciendo el contenido graso de los animales e incrementando la acumulación de proteína en el tejido muscular esquelético. De esta forma, los animales presentan un mayor crecimiento y menor índice de conversión.

Debido a la ausencia de evidencias que demuestren que el uso de compuestos beta-agonistas carece de efectos adversos para la salud humana, estos han sido prohibidos en más de 160 países, incluyendo la Unión Europea, Rusia y China.

En el caso de la Unión Europea, fue la EFSA (European Food Safety Association) la organización que alzó la voz en contra de la ractopamina, a través de una recomendación en 2009, en la que alertaba de que no existían datos suficientes para asegurar su inocuidad en humanos. El uso de beta-agonistas en producción animal está prohibido en la UE a través de la Directiva 96/22/EC4.

En el caso de los Estados Unidos, el uso de la ractopamina en la producción está autorizado por la FDA (Food and Drug Administration) como promotor del crecimiento tanto en lechones, terneros y pavos. Sin embargo, grandes empresas como Tyson, el mayor productor y exportador de carne de cerdo del país, ha anunciado que prohibirá a sus productores la utilización de ractopamina a partir de febrero de 2020, con el fin de poder exportar y competir en el mercado internacional. Esta prohibición hace necesaria la búsqueda de soluciones capaces de reemplazar a la ractopamina.

En la última década existe una tendencia creciente a la prohibición de todas aquellas substancias químicas que promueven el crecimiento de los animales. Esta tendencia está impulsada a nivel institucional con numerosos estudios y recomendaciones encaminados a esclarecer los posibles efectos adversos sobre la salud humana asociados al uso continuado de este tipo de promotores del crecimiento.

A ello, hay que sumarle una mayor concienciación a nivel social sobre el uso de aditivos químicos en la producción animal, que presiona aún más a las instituciones para la investigación de los efectos de dichos compuestos.

Sin embargo, no debemos olvidar que han sido este tipo de aditivos químicos como los antibióticos promotores del crecimiento (AGP) los que han permitido la intensificación de la producción animal, haciendo accesible la proteína animal a todos los estratos sociales.

Entonces, ¿cuál es la solución? Debemos buscar productos naturales capaces de reemplazar a los aditivos químicos como la ractopamina, que permitan mantener elevados niveles productivos.

De entre las diferentes soluciones naturales presentes en el mercado, caben destacar los pronutrientes. Son moléculas exclusivas de las plantas capaces de regular el funcionamiento fisiológico de los animales. Actúan a nivel metagenético estimulando la síntesis de proteínas funcionales. Una mayor síntesis de proteínas tejido específicas está relacionado con la mejora de la funcionalidad orgánica.

Se ha demostrado que existen pronutrientes que actúan como acondicionadores intestinales, capaces de estimular la regeneración del epitelio intestinal, aumentado la absorción de nutrientes esenciales como aminoácidos y vitaminas y, con ello, promoviendo el crecimiento de los animales.

El uso de soluciones naturales obtenidas a partir de extractos vegetales, como los pronutrientes acondicionadores intestinales, constituyen una excelente herramienta para reemplazar aditivos químicos como los AGP.