Durante su cultivo y almacenamiento, los granos son propensos a la contaminación por micotoxinas, y la exposición a estas toxinas es cada vez más común a nivel mundial debido a los desafíos típicos de almacenamiento, los impactos del cambio climático y la escasez de agua. Específicamente, los productos derivados de los granos suelen estar afectados por la presencia simultánea de varias micotoxinas.
Los mohos productores de micotoxinas crecen en numerosos alimentos, tales como cereales, frutas desecadas, frutos secos y especias. Además, algunos cereales, como el maíz, el trigo, el arroz, la cebada y la avena, son una parte esencial de la dieta humana en todo el mundo, y su cultivo y almacenamiento pueden verse afectados por condiciones ambientales propicias para el desarrollo de hongos productores de micotoxinas. Los factores como la humedad, la temperatura y la mala gestión durante el almacenamiento pueden facilitar la proliferación de hongos y la producción de micotoxinas).
Entre las micotoxinas más relevantes desde la perspectiva agrícola, destacan las aflatoxinas, que han sido vinculadas con el cáncer de hígado, así como con el deterioro del crecimiento en niños y la toxicosis aguda. Las fumonisinas, por su parte, han sido asociadas con el cáncer de esófago y defectos del tubo neural. Asimismo, los tricotecenos, incluyendo el deoxinivalenol (DON), son inmunotóxicos y pueden causar gastroenteritis, mientras que la ocratoxina A (OTA) se ha relacionado con enfermedades renales.
En este contexto, es crucial comprender el impacto que las micotoxinas pueden tener en los cereales y su posible transmisión a los productos finales, así como identificar métodos eficientes de detección y control para minimizar los riesgos para la salud pública. A lo largo de las últimas décadas, se ha llevado a cabo una extensa investigación en este campo, lo que ha permitido una mejor comprensión de los tipos de micotoxinas que afectan a los cereales, así como los posibles mecanismos de toxicidad y sus efectos sobre la salud. Para abordar esta preocupación, se han establecido límites máximos de micotoxinas en los alimentos, con el objetivo de proteger la salud pública. La vigilancia y el monitoreo regular de los niveles de micotoxinas en los cereales son esenciales para garantizar la seguridad alimentaria y tomar medidas preventivas adecuadas.
En una investigación se revisaron documentos que aportan en el desarrollo de información que aportan y describen los principales factores y variables que influyen en los cereales destinados al consumo, se revisaron bibliográficamente documentos que presentan resultados importantes en el efecto que causan las micotoxinas.
La investigación concluye que para prevenir la presencia de micotoxinas en alimentos, se deben implementar diversas medidas, como la selección de agentes resistentes a hongos, el control de insectos y plagas, la fertilización y rotación adecuadas de cultivos, la cosecha en el momento óptimo, y un correcto manejo de secado y almacenamiento. En el transporte, es crucial mantener condiciones de sequedad y limpieza. En caso de contaminación, se pueden aplicar métodos físicos, químicos o fungistáticos para inhibir o eliminar las micotoxinas.
Para prevenir efectos negativos en animales, se pueden utilizar detoxificantes enzimáticos o agentes como el ozono, que reduce las moléculas de micotoxinas, convirtiéndolas en sustancias no peligrosas. Los filtros de carbón activo también son útiles para eliminar micotoxinas del aire. Es importante destacar que las micotoxinas se descomponen y pierden toxicidad con el tiempo.
Dado que las micotoxinas representan un riesgo grave para la salud, al contaminar alimentos como cereales, pueden causar intoxicaciones, enfermedades hepáticas, trastornos neurológicos y efectos cancerígenos. Por tanto, es fundamental aplicar medidas preventivas en todas las etapas de la cadena alimentaria para garantizar la seguridad de los productos derivados de cereales y proteger la salud de los consumidores.