Los bovinos pueden verse afectados por diferentes dolencias, entre ellas, las infecciones producidas por bacterias de la familia Clostridiaceae. Las enfermedades clostridiales son toxi-infecciones, no contagiosas, producidas por bacterias del género Clostridium, que se encuentran ampliamente distribuidos en la naturaleza. Son bacilos esporulados, anaeróbicos, por lo que todas las enfermedades clostridiales necesitan de un factor desencadenante que produzca las condiciones adecuadas de baja tensión de oxígeno en los tejidos, para poder activarse, reproducirse en cantidad suficiente y desencadenar la enfermedad.
La mayoría de estos agentes infecciosos se encuentran en suelos ricos en humus y pueden multiplicarse en el suelo en épocas cálidas (enfermedad telúrica). También se localizan en el tracto gastrointestinal de los bovinos, dispersándose al medio ambiente por medio de la materia fecal, por lo que la concentración de terneros y novillos son el ámbito propicio para la instauración de estas enfermedades, entre ellas, el carbunclo sintomático, enterotoxemia, gangrena gaseosa, botulismo y tétanos.
El carbunclo sintomático o mancha de los terneros, también denominada pierna negra, o gangrena enfisematosa, es producida por el Clostridium chauvoei. Es una infección endógena, es decir que la bacteria está presente en la musculatura del animal previamente a que se desencadene la enfermedad. Los Clostridium son ingeridos vía oral en forma de esporos, una forma de resistencia al medio ambiente. Estos circulan por el torrente sanguíneo, transportados por los glóbulos blancos (macrófagos) y se almacenan en el hígado, masas musculares, diafragma y miocardio, donde permanecerán latentes, a la espera de una ocasión para expresarse. Metabólicamente, durante la tasa de crecimiento de los terneros, hasta los dos años de edad, el tejido muscular presenta un bajo nivel de oxigenación. Esta circunstancia, asociada a la acción de los traumatismos que sufren los animales sobre las grandes masas musculares, indigestión aguda o luego de un ejercicio excesivo, genera las condiciones para que la flora clostridial realice su anclaje en los mismos. Esto explica el hecho de que la mancha sea una enfermedad de los animales jóvenes y que se encuentren lesiones distribuidas en diversos músculos del animal. El agente por sí mismo no es el causante de los daños ni de la muerte, sino que son sus diferentes tipos de toxinas y enzimas las responsables de los síntomas clínicos, de los cambios anatomopatológicos observables a la necropsia y de la muerte del animal. Localizadas las bacterias en la lesión, pasan a la fase de multiplicación exponencial, confiriéndoles todos los atributos de patogenicidad y de producción de toxinas y enzimas, las que terminan otorgándole su máxima potencia para provocar una sepsis generalizada y posterior muerte de los animales.
Las clostridiosis son de curso rápido y ocurren generalmente en forma de brotes, aunque bajo ciertas condiciones pueden producir también, muertes en forma de goteo. Los brotes, una vez iniciados, son prácticamente imposibles de detener, por lo que el enfoque sanitario de estas enfermedades debe apuntar siempre a la prevención de las mismas.
Los animales afectados presentas signos clínicos de decaimiento, estado depresivo, tumefacción en áreas afectadas, tendencia a apartarse del rodeo, fiebre y muerte aguda.
En los casos agudos generalmente se observan animales muertos, cuando las lesiones son en diafragma o miocardio. En los casos sub agudos hay depresión, estasis ruminal, anorexia, postración y temblores. Si las lesiones se dan en los miembros hay claudicación grave, inflamación y crepitación a la palpación, producida por las burbujas de gas generado por las bacterias, acompañada al comienzo de calor y dolor, volviéndose luego fría, con edema e indolora.
En la necropsia se observa exudado espumoso por nariz y ano, decúbito lateral con el miembro afectado extendido y rígido. Los músculos afectados se encuentran edematosos y con presencia de gas, lo que confiere cierto grado de crepitación al tacto, presentando una coloración oscura, rojo vinoso y el tejido subcutáneo de la zona afectada está teñido de sangre, con edemas y exudado y se aprecia un marcado olor rancio.
Los animales afectados pueden tratarse con antibióticos, pero una vez desencadenada la enfermedad, poco se puede hacer. En caso de presentarse un foco, se recomienda el cambio de potrero y una inmediata vacunación de los animales, con revacunación a los 15-21 días o de acuerdo a las recomendaciones del laboratorio elaborador y del veterinario actuante.
El método más efectivo y económico para el control de esta enfermedad, son los planes de vacunación sistémicos del rodeo, de acuerdo a las necesidades de cada establecimiento. Es por ello que en aquellos campos en donde la incidencia de la enfermedad es alta y dada la presentación de casos en animales al pie de la madre, se recomienda la vacunación previa al parto, con el fin de proporcionar inmunidad vía calostro al ternero joven, o en su defecto, la vacunación entre los 3 y 6 meses edad (pie de la madre). El plan se basa en el logro de una buena inmunidad basal en los terneros y el mantenimiento de esa inmunidad hasta los 2 años de edad, con un control adecuado de la alimentación y manejo de los animales. Esto se logra con la vacunación en doble dosis al destete y refuerzos cada 6 meses como máximo. Así mismo, se recomienda la utilización de vacunas provenientes de laboratorios reconocidos, para asegurarse su eficacia inmunológica.