El "Desperdicio Invisible" en la Planta de Piensos: Ingeniería del Ahorro Energético

Un reciente trabajo de grado de Jorge Orlando Pérez Rodríguez, asesorado por Gabriel Jaime Rivera León, de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD), aborda un desafío crítico para la competitividad del sector agroindustrial colombiano: la brecha de la eficiencia energética. Este exhaustivo análisis, enfocado en la empresa Italcol de Occidente, productora de alimentos concentrados, se centra en diseñar un mecanismo de medición eficiente por proceso para atajar la gestión ineficiente de recursos energéticos, una tarea esencial en el contexto de las economías emergentes.

El estudio, que sienta un precedente metodológico, parte de una realidad financiera que captura la atención del productor: el consumo eléctrico promedio de la planta se encuentra significativamente por encima del estándar. Mientras que el consumo estándar óptimo se establece en 23,5 kwh por tonelada producida, la empresa registra un promedio de 28,5 Kwh/ton. Esta diferencia de 5 Kwh/ton se traduce en un sobrecosto operativo constante y un impacto financiero directo que reduce los márgenes de ganancia. Además, subraya un problema de fondo para el académico: la necesidad de pasar de la simple facturación global a una gestión energética basada en el rendimiento real de los equipos.

Para los profesionales que buscan una actualización rápida y para los productores que necesitan el para qué de la inversión, la investigación proporciona el mapa exacto de la ineficiencia. Mediante el uso de herramientas de diagnóstico como las matrices de consumo y los diagramas de Pareto, el estudio identificó de manera inequívoca al proceso de Peletizado como el principal consumidor de energía en las operaciones de la planta.

Esta conclusión es la joya de la corona a nivel práctico. Significa que las iniciativas de optimización, en lugar de diluirse en mejoras generales de la infraestructura, deben dirigirse con precisión hacia la línea de peletizado. Las acciones sugeridas, como la posible instalación de motores de alta eficiencia en la peletizadora y la implementación de una metodología de monitoreo constante de los indicadores de rendimiento energético (EnPIs), son las que generarán el retorno de inversión más rápido y significativo.

El valor del monitoreo constante fue validado por los datos: el mes de noviembre, a pesar de registrar un aumento en el volumen de producción, fue el más eficiente, alcanzando el menor consumo de energía por tonelada. Esto demuestra que la medición granular no solo identifica problemas, sino que también permite detectar y replicar las mejores prácticas operacionales que surgen de la experiencia diaria del equipo.

Para los académicos y referentes técnicos, el valor del estudio reside en su rigor metodológico dentro de un contexto normativo laxo. El trabajo subraya un desafío latente en Colombia: la ausencia de políticas específicas que regulen o incentiven de manera obligatoria la reducción del consumo energético, una situación que pone a la industria nacional en desventaja competitiva frente a estándares internacionales como la norma ISO 50001.

La principal contribución metodológica es la transición de la organización desde un cálculo global de consumo, que enmascara las ineficiencias, a un mecanismo de medición detallado por proceso. Este cambio es fundamental para la implementación de un sistema de gestión de energía (SGE). El uso de los diagramas de Pareto no fue casual: permitió visualizar que un pequeño número de procesos (el peletizado) es responsable de la mayor parte del consumo, enfocando el capital y el esfuerzo de mejora. Sin esta segmentación y análisis de causa y efecto, las empresas colombianas que carecen de grandes capitales para soluciones de amplio espectro, seguirán viendo mermada su competitividad.

La investigación no es solo un reporte de consumo, sino la hoja de ruta para integrar la eficiencia energética como un pilar estratégico de sostenibilidad y costos. Al adoptar este nivel de detalle en la medición, la agroindustria se alinea con las exigencias de un mercado global que valora crecientemente la reducción de la huella de carbono y la responsabilidad ambiental, elementos que, en última instancia, son tan vitales para el precio final como la materia prima.