Querer lo que tenemos, mientras procuramos tener lo que queremos.

En una empresa en la que tuve el honor de trabajar durante 22 años, enfrentábamos una situación financiera extremadamente complicada. Varios meses sin inversión, un concurso preventivo de acreedores, sueldos atrasados y un incontable listado de necesidades básicas insatisfechas.

En lugar de pensar estrategias para lograr los mejores resultados productivos, aparecían averías que requerían atención urgente, los operarios solían descuidar tareas específicas de manejo para atender esas roturas, las que se reparaban provisoriamente por no contar con los elementos adecuados. Se hacía lo imposible para tratar de que las cosas sigan funcionando como sea para mantener la producción.

Sin embargo, esos galpones que, de no ser por el trabajo incesante de la gente no serían capaces de proveer las condiciones mínimas de alojamiento a las aves y esos implementos que pedían a gritos ser renovados, todavía podían estar peor.

Un gigantesco incendio forestal incontrolable, consumió miles de hectáreas de bosque nativo, dentro del cual están ubicadas las granjas, y destruyó, de un día para otro, una gran parte de las instalaciones de la empresa, incluyendo la mortandad de las aves alojadas en ellas.

Para quien no lo vivió, es imposible imaginar tan terrible escenario. Fue realmente caótico, hasta el punto que el mercado pronosticaba el final de la empresa, ya que no se divisaba una manera de sobreponerse a semejante catástrofe.

Sin embargo, todo el personal, sin importar su puesto de trabajo o su jerarquía, se concentró en dar mucho valor a lo que quedó en pie. Se reubicaron aves que sobrevivieron, se desarmaron algunos galpones para reparar otros y en base a un esfuerzo memorable, se logró mantener la empresa funcionando sin desabastecer a los clientes y poder planificar una reconstrucción paulatina de las instalaciones.

Ya pasó bastante tiempo de aquel terrible momento y gradualmente van llegando las inversiones para renovar equipamiento. Mientras tanto, se sigue manteniendo con amor y cariño a esa infraestructura que, de nos ser así, hace varios años hubiesen cumplido con su vida útil.

En los tiempos tan vertiginosos que nos toca vivir, la inversión en tecnología, es imprescindible para mantenerse en el mercado. Pero mientras esa inversión llega, es prioritario valorar, querer, cuidar y agradecer a esas instalaciones o equipamiento viejitos, que tantos servicios brindaron y seguirán brindando hasta que llegue su modernización o reemplazo.

Querer lo que tenemos, mientras procuramos tener lo que queremos.

Julio Ricardo Buratti