Este artículo ha sido publicado 
en Mundo ganadero. 169: 60-62. 2004 Gadea J.
Introducción  
En la actualidad, la inseminación artificial porcina es una técnica 
  reproductiva de amplia aplicación en todo el mundo desarrollado. Sin 
  embargo, el grado de utilización en los diversos países es muy 
  variable. En los países europeos de nuestro entorno, la aplicación 
  de la inseminación artificial es muy elevada, superando en muchos países 
  el 80% de las reproductoras (Holanda, Francia, Alemania, España, Noruega, 
  Finlandia, etc.). Por el contrario, en los Estados Unidos el porcentaje de utilización 
  de la inseminación artificial es aún reducido (del orden del 50%), 
  aunque en los últimos años se ha producido un incremento muy destacable. 
  Según las últimas estimaciones, la práctica totalidad de 
  las inseminaciones (99%) se realiza con semen refrigerado a 15–20ºC 
  (Johnson et al., 2000).
  
  El uso de semen congelado queda hoy día limitado a casos muy específicos, 
  o bien asociado a la introducción en las explotaciones de nuevo material 
  genético de alto valor para inseminar determinados animales puros en 
  las granjas de selección, o bien asociados a labores de investigación. 
  Sin embargo, el uso de semen congelado puede hoy en día aportar ciertas 
  ventajas sobre el semen refrigerado como son el transporte a largas distancias 
  o la conservación durante un tiempo muy prolongado (años) con 
  unos resultados productivos que progresivamente mejoran y se acercan a los obtenidos 
  con semen refrigerado.
Este artículo tiene como objetivo revisar, a la luz de las últimas 
  investigaciones, la aplicación que puede tener en condiciones comerciales 
  el semen congelado, analizando las ventajas y limitaciones que esta técnica 
  presenta.
  
  Desarrollo histórico
En el año 1949 el equipo del Dr. C. Polge en Cambridge (Reino Unido) 
  usa por primera vez con éxito el glicerol como agente crioprotector para 
  congelar espermatozoides. Este hecho supuso un espectacular desarrollo de los 
  sistemas de congelación de todos los tipos de células y la paulatina 
  implantación del uso de semen congelado en la inseminación artificial 
  bovina. Técnicamente la congelación de semen bovino se ha mantenido 
  básicamente en condiciones muy parecidas a las iniciales hasta nuestros 
  días y ha sido la base para las grandes mejoras productivas en las razas 
  lecheras como herramienta fundamental en la difusión genética 
  de los caracteres productivos.
Por el contrario, en la especie porcina la aplicación inicial de las 
  técnicas de congelación espermática no se obtuvo el éxito 
  esperado. Y no es hasta 20 años después, en 1970 también 
  en Cambridge, cuando obtienen las primeras camadas a partir de semen congelado 
  mediante la deposición del mismo a nivel uterino mediante una intervención 
  quirúrgica (laparotomía) (Polge et al., 1970). En estos trabajos 
  está implicado el mismo Polge, junto a Salomon e Ian Wilmut (que posteriormente 
  se hará mundialmente famoso como creador de la oveja clónica Dolly). 
  Un año después, en 1971 se obtienen las primeras camadas con inseminación 
  cervical mediante el uso de catéteres de inseminación en diferentes 
  laboratorios (Crabo y Einarsson, 1971; Pursel y Johnson, 1971; Graham et al., 
  1971).
Se produce un cambio radical cuando en el mismo año 1975, en Estados 
  Unidos (Pursel y Johnson, 1975) y en Alemania (Westerndorf et al., 1975) se 
  desarrollan dos métodos de congelación que pueden ser aplicados 
  a nivel comercial y que en esencia son los que se continúan utilizando 
  hoy en día. Ambos métodos utilizan diluyentes que están 
  basados en la utilización de la yema de huevo y glicerol como agentes 
  crioprotectores, una concentración elevada de azúcares y la adición 
  de un agente detergente (Orvus et paste). 
El método alemán (Westerndorf et al., 1975) utiliza un medio 
  que consta de lactosa (11%) y yema de huevo (20%) y envasa las muestras seminales 
  en pajuelas de 5 ml. Mientras que el método americano Beltsville descrito 
  por Pursel y Johnson (1975) utiliza el medio denominado BF-5 (Beltsville freezing 
  – 5), en cuya composición se incluye glucosa, yema de huevo y Tris 
  como agente regulador del pH, y las muestras seminales se colocan sobre nieve 
  carbónica para congelarse en forma de píldoras (pellets) de un 
  centenar de microlitros. 
El método alemán es el que ha perdurado con ciertas modificaciones 
  como el uso de pajuelas de menor volumen (0.5 ml) o ajustes en las condiciones 
  de adición del glicerol (Almid et al., 1988) y es el más frecuentemente 
  empleado en la actualidad.
Durante la década de los 90 se mejoraron las condiciones del proceso 
  de congelación con el estudio de nuevos envases, curvas de congelación, 
  etc. En este periodo la Facultad de Veterinaria de Upssala en Suecia ha sido 
  un referente mundial, con los trabajos dirigidos por el profesor Rodríguez-Martínez. 
  En esta misma década se realizaron importantes estudios sobre las bases 
  de la crioconservación y las particularidades del proceso en la especie 
  porcina, donde destacan los trabajos de los británicos PF Watson y WV. 
  Holt. 
  
  Ventajas de la inseminación artificial y del uso del semen congelado
La inseminación artificial como técnica reproductiva aporta una 
  serie de ventajas, entre las que se encuentran:
  -  La amplia difusión del material genético del verraco seleccionado 
    que alcanza para inseminar un mayor número de hembras.
-  Mejoras sanitarias en la explotación, al evitar el contacto directo 
    macho-hembras por lo que se impide la transmisión de enfermedades por 
    vía venérea y por contacto.
-  Se evalúa continuamente la capacidad de producir espermatozoides 
    de calidad suficiente para asegurar la fecundación.
-  Supone de forma indirecta mejorar el control de los resultados reproductivos 
    de la explotación.
-  Reducción en el número de verracos por hembra, con la consiguiente 
    reducción en costes de adquisición, alojamiento, alimentación, 
    etc. Ese dinero ahorrado puede ser destinado a la compra de verracos de mejor 
    calidad genética.
Pero la utilización de semen congelado en el sistema de inseminación 
  puede ofrecer unas ventajas adicionales:
  -  Permite el intercambio de material genético a larga distancia y 
    durante un periodo muy largo (años). Este periodo de tiempo puede ser 
    crucial para efectuar un control sanitario o genético del semen/verraco 
    antes de su uso. Eso es posible hoy con el diagnóstico de enfermedades 
    infecciosas basado en el estudio de la presencia de ADN del agente infeccioso 
    mediante técnicas de PCR (Reacción de polimerasa en cadena) 
    y el desarrollo de marcadores genéticos asociados a la producción 
    es un proceso creciente.
 
 
-  Creación de bancos genéticos. De interés evidente 
    en el caso de la conservación de razas en peligro de extinción 
    (un claro ejemplo es el notable trabajo desarrollado por el Dr. Poto del Instituto 
    Murciano de Investigación Agroalimentaria en la conservación 
    del Chato murciano) y de grandes posibilidades para la conservación 
    de líneas o extirpes de especial interés.
 
 
-  Estos bancos de genes también pueden ser importantes a nivel comercial 
    por ejemplo para asegurar la conservación de líneas genéticas 
    valiosas ante posibles situaciones desfavorables (epizootía, incapacidad 
    para recogida, infertilidad/subfertilidad por altas temperaturas, etc).
 
 
-  A nivel práctico permite el introducir material genético 
    de alto valor sin los riesgos derivados de la introducción de nuevos 
    animales en la explotación. Especialmente aplicable a la líneas 
    puras (abuelas).
  Limitaciones del uso semen de congelado
El proceso de congelación/descongelación provoca lesiones en 
  cualquier tipo de célula, pero los espermatozoides son especialmente 
  sensibles a las bajas temperaturas, sufriendo el proceso que se denomina “choque 
  por frío”. Las particularidades que presenta el espermatozoide 
  porcino hace que sea muy sensible al choque por frío (Pursel et al., 
  1973), que produce una alteración de funcionalidad de la membrana espermática 
  y la viabilidad celular se ve comprometida. Estas alteraciones del espermatozoide 
  suponen que la vida media del mismo se ve acortada, es decir, se reduce el tiempo 
  en el cual el espermatozoide puede ser fértil. De tal manera que al usarse 
  en inseminación artificial se obtenían resultados inferiores a 
  los obtenidos con semen refrigerado como el clásico trabajo de Johnson 
  et al. de 1985. En él, se concluía que la fertilidad del semen 
  congelado era sensiblemente menor a la obtenida con semen refrigerado y que 
  podría estimarse en una reducción media del 20% en la tasa de 
  partos. 
La reducción en el rendimiento reproductivo ha sido el gran limitante 
  de esta técnica. Sin embargo, en los últimos años se ha 
  realizado un gran esfuerzo para mejorar la fertilidad del semen congelado en 
  inseminación artificial obteniéndose resultados a nivel comercial 
  muy prometedores (Thilmant 1998, Gadea et al., 2001; Ericksson et al., 2002; 
  Ruiz et al., 2002; Sellés et al., 2003) que suponen tasas de partos por 
  encima del 70% y para algunos machos por encima del 80%. Por tanto, hoy en día 
  con estos resultados sería conveniente evaluar si es rentable comercialmente 
  el uso del semen congelado para determinadas aplicaciones, como el uso para 
  las razas en pureza. En cualquier caso debemos desterrar la idea muy difundida 
  entre el sector que afirma que los espermatozoides porcinos no se pueden congelar 
  de forma adecuada y su uso no permite unos rendimientos reproductivos adecuados 
  porque, sencillamente, no es cierta. Esta misma idea incierta se difunde en 
  sentido contrario cuando hacemos referencia al semen congelado en el ganado 
  vacuno de leche, donde la mayor parte de la inseminación artificial se 
  realiza con semen congelado, cuando la fertilidad obtenida no supera en el mejor 
  de los casos el 70%. 
La utilidad fundamental de esta técnica está asociada a la incorporación 
  de genética de alto valor a nuestra explotación (para razas en 
  pureza, abuelas y bisabuelas). Por tanto los rendimientos reproductivos obtenidos, 
  sin dejar de ser importantes, son secundarios a la consecución del objetivo 
  primario que es la mejora genética de nuestra explotación porcina. 
  Desgraciadamente este uso tan claramente rentable en la actualidad no se está 
  aprovechando quizás debido a un problema en la transferencia de la tecnología 
  al sector. 
Téngase en consideración que si existiera una red de distribución 
  de semen congelado adecuado, que produjera dosis seminales congeladas procedentes 
  de animales de valor genético de excelencia y de calidad seminal suficiente. 
  El ganadero únicamente debería mantener su dosis en un tanque 
  de nitrógeno líquido (tal como hace el ganadero de vacuno lechero) 
  y en el momento adecuado descongelar la muestra sobre un diluyente simple (por 
  ejemplo BTS) y proceder a la inseminación en unas condiciones similares 
  a las del semen refrigerado. El coste adicional de este proceso (en ningún 
  caso elevado) sería fácilmente contrarrestado por las mejoras 
  productivas consecuencia de la introducción en la explotación 
  de material genético mejorante, y no directamente de la fertilidad obtenida 
  en la utilización del semen congelado.
En cualquier caso es posible mejorar los rendimientos reproductivos con semen 
  congelado, permitiendo ampliar su uso a distintas situaciones donde el rendimiento 
  y ventajas superen a las limitaciones. Las vías de mejora han ido dirigidas 
  a optimizar los sistemas de congelación para obtener una calidad seminal 
  aceptable tras la descongelación (nuevos procedimientos de congelación, 
  diluyentes, aditivos, envases, etc.). Pero todavía hay algunos aspectos 
  que pueden mejorar sensiblemente.
  
  Amplia variabilidad entre verracos
La selección de verracos ha sido basada hasta el momento en los rendimientos 
  productivos que éstos ofrecen en la descendencia (índices de crecimiento 
  y conversión, conformación, calidad de canal), cubriendo unos 
  mínimos de calidad seminal que aseguren un rendimiento reproductivo adecuado. 
  Sin embargo, hasta el momento no se ha realizado una verdadera selección 
  de reproductores por su capacidad de congelación como previamente se 
  ha realizado en el vacuno de leche.
En numerosos estudios se han descrito grandes diferencias en la capacidad de 
  congelación que presentan los espermatozoides de machos diferentes (revisado 
  por Johnson, 1985), que afectan tanto a la viabilidad de los espermatozoides 
  tras la descongelación como a la fertilidad in vivo (Johnson et al., 
  1981). De manera tradicional los machos han sido clasificados como “buenos 
  congeladores” o “malos congeladores” (Medrano et al., 2002). 
  Hasta hace muy poco no se sabía nada sobre las posibles causas de esta 
  variabilidad, de manera que la única solución viable es la de 
  optimizar los procesos de congelación para reducir al máximo la 
  variabilidad y descartar aquellos machos realmente malos congeladores (Gadea 
  y cols, 2003). Recientemente se han encontrado los principios de una base genética 
  que justifique estas diferencias (Thurston et al., 2002). Un apasionante nuevo 
  campo de estudio se abre para los próximos años, cuando sea posible 
  detectar mediante el uso de un marcador genético aquellos verracos con 
  mayor capacidad de congelación espermática.
  
  
  Coste de las dosis seminales congeladas
Uno de los problemas a solucionar es el mayor coste que presentan las muestras 
  seminales congeladas. Esto es debido a diversas causas: 
a. El número de espermatozoides por dosis es sensiblemente 
  mayor en el caso de semen congelado frente al refrigerado para asegurar unos 
  buenos resultados reproductivos. Se usan dosis de 5-6 x 109 espermatozoides 
  cuando en refrigerado es de 2-3 x 109. De esta manera, de un eyaculado sólo 
  podemos producir la mitad de dosis que en el uso común.
  
  b. La producción de las dosis es más costosa 
  en tiempo y materiales. Además requiere un equipamiento sofisticado y 
  costoso que sólo es rentable si la producción de dosis congeladas 
  es elevada.
  
  c. El mantenimiento de las dosis en tanques de nitrógeno 
  líquido de las muestras seminales es costoso ya que se necesitan varias 
  pajuelas por inseminación, de manera que el consumo de nitrógeno 
  líquido es importante.
En la actualidad, se está haciendo un esfuerzo en reducir el número 
  de espermatozoides por dosis, que así mismo supondría reducir 
  significativamente el coste de producción y mantenimiento, para ello 
  hay abiertas diversas líneas de actuación:
a. Mejorar los procesos de congelación, para que haya 
  una proporción mayor de espermatozoides viables en el momento de la inseminación.
  
  b. Sincronizar mejor el momento de la ovulación de la 
  cerda con el momento de inseminación de tal manera que aseguremos el 
  encuentro del mayor número de espermatozoides viables con los ovocitos 
  recién ovulados (Larson, 1976). Esto implica, o bien, el empleo de diagnósticos 
  de ovulación mediante el uso de ecografía por vía rectal 
  o transabdominal (Knox y Zas, 2001), o bien, la utilización de protocolos 
  de sincronización de la ovulación con tratamientos hormonales 
  (de Rensis et al., 2003). 
  
  c. Utilización de inseminaciones intrauterinas profundas 
  que permitan reducir el número de espermatozoides por dosis (Roca et 
  al., 2003).
Por nuestra parte, el equipo de investigación Fisiología de la 
  Reproducción de la Universidad de Murcia comenzó a trabajar en 
  congelación de espermatozoides porcinos en el año 1996, gracias 
  a la financiación obtenida en la Comisión Interministerial de 
  Ciencia y Tecnología. En los inicios el objetivo fue la puesta a punto 
  de los sistemas de congelación con una tecnología muy rudimentaria 
  y la aplicación a la conservación de material genético 
  de alto valor tanto de razas en peligro de extinción como el Chato Murciano 
  (Peinado et al., 1998) y animales de razas comerciales. En esa primera etapa, 
  se pusieron a punto los protocolos de congelación, se experimentó 
  con los diversos envases disponibles y se utilizaron nuevas técnicas 
  para evaluar la calidad del semen después de la descongelación. 
  
  
  
  Igualmente se puso a punto la técnica de fecundación in vitro 
  con espermatozoides congelados (Gadea et al., 1998ª y 1998b; Matás 
  et al., 2002), que por una parte permite producir embriones in vitro que tras 
  la correspondiente transferencia permita el nacimiento de lechones (Coy et al., 
  2001). Por otra parte la fecundación in vitro es el sistema más 
  preciso para evaluar la capacidad fertilizante del semen congelado (Selles et 
  al., 2003).
Se han estudiado diversos factores que pueden mejorar la eficiencia de la técnica: 
  la curva de congelación con sistemas automatizados o biocongeladores 
  (Murgas et al., 2001; Ruiz et al., 2002), las condiciones optimas para la descongelación 
  (Sellés et al., 2003), las diferencias en la capacidad de congelación 
  de las diversas fracciones del eyaculado (Sellés et al., 2001), las condiciones 
  en las que se produce la inseminación (Ruiz et al., 2003), así 
  como el efecto de la estación, la línea genética y el verraco 
  en la capacidad de congelación (Gadea et al., 2003). Los resultados de 
  fertilidad del semen congelado a nivel comercial parecen muy prometedores obteniendo 
  tasas de partos superiores al 70% ya alcanzando para algunos verracos más 
  del 80% (Gadea et al., 2001; Ruiz et al., 2002 y 2003; Selles et al., 2003).
  
  
  En los últimos tiempos nos hemos centrado en el estudio de las alteraciones 
  que produce la congelación en la célula espermática y, 
  especialmente, en la desestabilización que se produce durante la congelación 
  del sistema antioxidante del espermatozoide. Esta información sobre los 
  procesos básicos puede se vital para posteriormente aplicarla en el diseño 
  de nuevos protocolos y diluyentes que permitan minimizar el daño espermático. 
  El contenido de glutatión (principal agente antioxidante no enzimático) 
  se reduce durante el proceso de congelación (Gadea et al., 2004), así 
  como se alteran las proteínas de la membrana espermática (Gadea 
  et al., 2004). La adición de este glutatión en los diluyentes 
  hasta el momento no tiene un efecto claro, la aplicación en el medio 
  de congelación no parece tener un efecto positivo (Sellés et al., 
  2003; Matás et al., 2004). Sin embargo, si hay una mejora al añadir 
  este compuesto en el medio de descongelación (Gadea et al., 2000 y 2004). 
  Igualmente estamos estudiando como se modifican las proteínas de la membrana 
  de los espermatozoides por el proceso de congelación (Marco y gadea, 
  2003; Gadea et al., 2004b) información que nos permitirá evaluar 
  si los nuevos procesos son más eficientes.
  
  Esperamos poder seguir avanzando en el conocimiento en este campo para poder 
  transferir los resultados de nuestra investigación al sector productivo.
  
  Conclusiones
El uso del semen congelado en la especie porcina no ha sido muy difundido hasta 
  el momento. Esta técnica aporta unas ventajas muy interesantes para el 
  sector y se dispone de la suficiente experiencia sobre el tema para poderla 
  aplicar de forma satisfactoria en unas determinadas situaciones en condiciones 
  de campo. Al mismo tiempo las investigaciones sobre este campo apuntan a una 
  mejora notable en los resultados reproductivos que permitirán un uso 
  más amplio en un futuro próximo
  
  
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  J. Gadea
  Departamento Fisiología. Facultad de Veterinaria.
  Universidad de Murcia