La enfermedad renal crónica (ERC) se define como la presencia de alteraciones estructurales o funcionales en uno o ambos riñones durante un tiempo prolongado, generalmente a partir de los 3 meses (1). Se trata de un deterioro progresivo e irreversible de la función renal, en el que los mecanismos compensatorios del organismo, aunque intentan mantener la función renal, terminan favoreciendo la progresión de la enfermedad. Una vez diagnosticada, la ERC suele convertirse en una afección crónica y de por vida (2).
Etiología
La enfermedad renal crónica es una condición multifactorial, lo que significa que su aparición y progresión pueden deberse a múltiples causas. Entre los factores que influyen se encuentran la edad, la raza, la predisposición genética, factores ambientales, las infecciones, las enfermedades sistémicas y la dieta (3).
Causas primarias
Edad
La edad es uno de los factores de riesgo más importantes en el desarrollo de la enfermedad renal crónica. A medida que los perros envejecen, sus riñones experimentan un deterioro funcional, lo que aumenta la probabilidad de desarrollar esta afección. Entre los cambios renales asociados al envejecimiento se incluyen la reducción del número de nefronas funcionales y la disminución de la tasa de filtración glomerular (3).
Predisposición genética
Algunas razas de perros presentan una mayor predisposición genética a desarrollar enfermedad renal crónica, lo que las hace más susceptibles a esta afección. Razas como el Bóxer, el Shih tzu, el Caniche y el Labrador Retriever muestran una mayor incidencia de ERC en comparación con otras razas (3).
Causas secundarias
Infecciones crónicas y enfermedades inflamatorias
Las infecciones bacterianas crónicas, como la pielonefritis, pueden provocar un daño renal progresivo que, con el tiempo, puede derivar en enfermedad renal crónica. Las infecciones persistentes del tracto urinario pueden ascender hasta los riñones, causando inflamación y fibrosis renal. Además, enfermedades inflamatorias sistémicas como el lupus eritematoso sistémico o la glomerulonefritis también pueden comprometer la función renal y contribuir al desarrollo de la ERC (3).
Toxinas y drogas nefrotóxicas
Diversas sustancias pueden dañar directamente el tejido renal y favorecer el desarrollo de enfermedad renal crónica. Entre las más comunes se encuentran el anticongelante que contiene etilenglicol, algunos medicamentos como los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), y ciertos metales pesados. La exposición prolongada o en dosis elevadas a estos agentes puede provocar un daño renal agudo que, si no se trata adecuadamente, puede evolucionar hacia una afección crónica (3).
Enfermedades sistémicas
Diversas enfermedades sistémicas pueden favorecer el desarrollo de la enfermedad renal crónica en perros. Entre las más comunes se encuentran la hipertensión, la diabetes mellitus y el hipertiroidismo. Estas condiciones pueden afectar negativamente la función renal (3).
Factores dietéticos
La alimentación juega un papel importante en el desarrollo y la progresión de la enfermedad renal crónica. La obesidad y una dieta deficiente, especialmente las dietas ricas en proteínas y fósforo pueden agravar la condición renal. Un consumo excesivo de proteínas incrementa la carga de trabajo del riñón al elevar la presión de filtración glomerular, lo que, a largo plazo, puede provocar daño estructural y funcional en los tejidos renales (3).
Factores ambientales
Exposición a contaminantes ambientales
La exposición a toxinas ambientales, como pesticidas, herbicidas y productos químicos industriales, se ha asociado con la enfermedad renal en los animales, incluidos los perros. La inhalación o ingestión prolongada de estos contaminantes puede contribuir al daño renal, especialmente en zonas con alta actividad industrial o uso intensivo de agroquímicos (3).
Deshidratación y reducción de la perfusión renal
La deshidratación crónica, ya sea por una ingesta insuficiente de agua o por exposición prolongada al calor, puede contribuir al desarrollo de la enfermedad renal crónica en perros. La deshidratación disminuye el flujo sanguíneo renal y reduce la tasa de filtración glomerular, lo que puede ocasionar lesiones isquémicas en el tejido renal con el tiempo (3).
Fisiopatología de la enfermedad renal crónica
La fisiopatología de la enfermedad renal crónica es compleja y multifactorial. En las etapas iniciales las nefronas intersticiales remanentes responden al daño renal mediante mecanismos compensatorios, como la hipertensión glomerular y la hiperfiltración. Sin embargo, estos procesos adaptativos favorecen el daño progresivo, la inflamación y la fibrosis del tejido renal (3).
Con el tiempo los glomérulos y túbulos sufren cambios estructurales irreversibles conducen a una disminución progresiva de la tasa de filtración glomerular (TFG). Este deterioro culmina en la insuficiencia renal. La enfermedad renal crónica se caracteriza precisamente por esta pérdida gradual e irreversible de la función renal, reflejada principalmente en la disminución sostenida de la TFG (3).
Esta enfermedad se clasifica en cuatro etapas según la gravedad de la disfunción renal. Las primeras etapas suelen ser subclínicas o presentar signos leves, por lo que a menudo pasan desapercibidas. A medida que la enfermedad progresa, los riñones desarrollan cambios estructurales progresivos, tales como fibrosis, glomeruloesclerosis y atrofia tubular, que disminuyen su capacidad para filtrar desechos y mantener el equilibrio de hídrico y electrolítico (3).
Con el tiempo, los mecanismos compensatorios se vuelven insuficiente, lo que provoca la acumulación de productos de desecho en la sangre y da lugar a signos clínicos como letargo, anorexia y vómitos. Este deterioro se ve agravado por procesos inflamatorios, estrés oxidativo y la activación de las vías profibróticas, que aceleran la lesión renal progresiva. En particular, el compartimiento tubulointersticial, que rodea a las nefronas, es especialmente vulnerable al daño durante la ERC, contribuyendo así a la pérdida gradual de la función renal (3).
Etapas de la enfermedad renal crónica y signos clínicos
Las etapas de la enfermedad renal crónica se basan en el nivel de función renal medido por la concentración de creatinina sérica del paciente, la cual aumenta cada vez más a la par que se pierde la función renal (1).
Etapa 1
En la etapa 1 la función renal se mantiene generalmente intacta y los perros no suelen mostrar signos clínicos. La tasa de filtración glomerular es normal o está levemente disminuida sin signos obvios de disfunción renal. Al análisis de laboratorio puede haber proteinuria. Su detección temprana es crucial para prevenir la progresión de la enfermedad renal. El nivel de creatinina se encuentra por debajo de 1.4mg/dl (3).
Etapa 2
En la etapa 2 hay una moderada disfunción renal con signos clínicos como polidipsia y poliuria en algunos casos. La tasa de filtración glomerular está moderadamente reducida y los niveles séricos de creatinina elevados (de 1.4 a 2.9mg/dl). Generalmente hay proteinuria y presión sanguínea elevada. El manejo nutricional se da mayormente en esta etapa (3).
Etapa 3
Esta etapa representa una disfunción renal severa, donde los riñones ya no pueden filtrar adecuadamente los deshechos de la sangre. Hay signos clínicos más marcados como pérdida de peso, vómitos, letargia y pobre condición del manto. La tasa de filtración glomerular está severamente reducida y los niveles séricos de creatinina significativamente elevados (2.1-5.0mg/dl). Los perros con enfermedad renal en etapa 3 requieren manejo intensivo (3).
Etapa 4
En la etapa 4 los riñones funcionan a menos del 10-20% de su capacidad normal y la falla renal es inminente. Signos como vómitos, anorexia, deshidratación y úlceras orales se vuelven severos. Los niveles de creatinina son extremadamente altos (> 5.0mg/dl) y la producción de orina es mínima o estar ausente. La proteinuria e hipertensión están generalmente presentes (3).
Diagnóstico
El diagnóstico de la enfermedad renal crónica en perros requiere de una evaluación clínica precisa, que incluya una historia clínica detallada, el examen físico y las pruebas de diagnóstico (3).
La historia clínica puede ayudar al diagnóstico mediante la presencia de signos clínicos de la enfermedad renal crónica, aunque no están presentes en todos los casos. Signos clínicos como pérdida de peso, masa muscular y condición corporal, así como un aspecto descuidado, poliuria, polidipsia, vómitos, halitosis, estomatitis ulcerativa y gastroenteritis pueden indicar la sospecha de enfermedad renal en el paciente (4).
Durante el examen físico, los riñones se sienten pequeños e irregulares a la palpación, lo cual se puede confirmar con una radiografía o ultrasonografía abdominal. Ocasionalemente puede haber renomegalia cuando hay una neoplasia renal, pielonefritis u obstrucción uretral (4).
En el análisis bioquímico se presenta azotemia con orina poco diluida, acidosis metabólica e hiperfosfatemia. Además, algunos perros pueden presentar hipokalemia, anemia no regenerativa, hipoalbuminemia e infección bacteriana del tracto urinario, proteinuria e hipertensión (4).
Tratamiento
El tratamiento de la enfermedad renal crónica es conservativo, centrándose en corregir los desequilibrios presentes en esta enfermedad, mejorar los signos clínicos y ralentizar su progresión; ya que es de por vida al ser irreversible (4).
El manejo nutricional se enfoca en el mantenimiento de la masa muscular magra y una condición corporal óptima. Las dietas formuladas para esta condición suelen tener una mayor densidad calórica en comparación con los alimentos de mantenimiento para adultos. Esto permite cubrir los requerimientos energéticos con un menor volumen de alimento, lo cual ayuda a reducir la distensión gástrica y las náuseas asociadas (4).
Las dietas con ácidos grasos omega-3 contribuyen a disminuir la hipertensión intraglomerular, preservar la tasa de filtración glomerular, reducir el estrés oxidativo y, en consecuencia, aumentan la supervivencia del paciente. Además, para controlar la proteinuria, estas dietas suelen ser bajas en proteínas, aunque de mejor calidad (4).
Se ha sugerido el uso de probióticos y prebióticos, ya sea incorporados en el alimento o administrados como suplementos, ya que redistribuyen una cantidad pequeña de nitrógeno en el tracto gastrointestinal para su eliminación, disminuyendo así el grado de azotemia (4).
La hiperfosfatemia se asocia con la progresión de la enfermedad renal crónica y una reducción de la expectativa de vida. La concentración de fósforo sérico puede disminuirse mediante una dieta baja en fósforo, y/o administrando quelantes de fosfato como suplemento. Entre estos, se ha demostrado que el quitosano o chitosan con carbonato de calcio como quelantes del fosfato disminuyen las concentraciones séricas de fósforo en mascotas con enfermedad renal crónica. Por otro lado, la anemia no regenerativa puede tratarse manteniendo un buen estado nutricional y estimulando la producción de glóbulos rojos (4).
Existen varios tratamientos para la acidosis metabólica. Algunas dietas para la insuficiencia renal se formulan con un agente alcalinizante, como citrato de potasio que también sirve de fuente suplementaria de potasio. La restricción proteica también ayuda a disminuir el riesgo de acidosis. En casos necesarios puede utilizarse bicarbonato de sodio como suplemento alcalinizante (4).
Los suplementos o terapias que combinan múltiples componentes pueden representar una alternativa eficaz para el tratamiento de la enfermedad renal crónica, al abordar simultáneamente varios de sus signos clínicos y complicaciones, en lugar de tratar cada alteración de forma aislada con un producto distinto.
En los pacientes que se encuentran deshidratados se prefiere la administración intravenosa de fluidos a otras vías parenterales. Se puede prevenir la deshidratación en aquellos animales con ERC aumentando la ingesta oral de agua, disponiendo de agua limpia y fresca en todo momento, alimentando con dietas formuladas enlatadas o añadiendo agua a las dietas formuladas secas (4).
Conclusiones
La enfermedad renal crónica (ERC) es progresiva e irreversible, clasificándose en 4 etapas. Por esto, el enfoque del tratamiento se basa en impedir la progresión de la enfermedad. Para ello, es importante el diagnóstico temprano, aunque en la etapa 1 suela ser difícil de notar algún signo que evidencie la ERC.
La alimentación adecuada, así como la corrección o ralentización de los signos clínicos mediante tratamientos adyuvantes como en suplementos de soporte nutricional son la principal herramienta para disminuir la progresión de la ERC y mejorar la calidad de vida de la mascota, prolongando su expectativa de vida.