La dermatitis alérgica representa una de las causas más comunes de consulta veterinaria en perros. Esta condición no solo afecta la salud y el bienestar del animal, sino que también genera un alto nivel de estrés y preocupación en sus cuidadores.
Su naturaleza es compleja, ya que puede tener distintos orígenes. De hecho, en algunos casos, un mismo perro puede presentar simultáneamente más de un tipo de dermatitis alérgica. Entre las formas más comunes se encuentran la dermatitis atópica y la dermatitis alérgica por picadura de pulgas, entre otras (1).
Principales tipos de dermatitis alérgica en perros
Dermatitis atópica
La dermatitis atópica canina se ha definido tradicionalmente como una enfermedad cutánea de origen alérgico, inflamatoria y pruriginosa (que causa picazón), que afecta a perros con una predisposición genética. Se caracteriza por la aparición de signos típicos y está comúnmente asociada con la producción de anticuerpos IgE frente a alérgenos ambientales, como el polen, los ácaros del polvo o el moho (2).
Sin embargo, en la actualidad se entiende más como un síndrome clínico que como una enfermedad única. Esto se debe a que puede presentarse con variaciones importantes entre pacientes, tanto en sus signos clínicos como en factores desencadenantes. Esta visión más amplia permite abordar el diagnóstico y tratamiento de forma más individualizada, considerando las particularidades de cada caso (2).
Patogénesis de la dermatitis atópica
Con el conocimiento actual, se ha determinado que los perros con dermatitis atópica presentan, al menos en parte, alteraciones hereditarias en la función de la barrera cutánea. Estos defectos genéticos comprometen la integridad de la piel, reduciendo su capacidad para actuar como defensa frente a agentes externos. Como resultado, la piel se vuelve más permeable a alérgenos ambientales, como el polen, los ácaros o el moho, lo que facilita su ingreso y aumenta la probabilidad de que el sistema inmunológico del animal desarrolle una respuesta alérgica (sensibilización) (3).
Una vez que los alérgenos penetran en el organismo a través de la piel comprometida, son captados por las células de Langerhans, que los procesan y presentan a los linfocitos T. Esta interacción activa la respuesta inmunitaria y desencadena una polarización de las células Th2 (3).
Las células Th2 liberan citoquinas que estimulan la producción excesiva de IgE específica frente a los alérgenos implicados. Estas mismas citoquinas favorecen una respuesta inflamatoria mediadas por eosinófilos, lo que contribuye a la aparición de signos clínicos típicos: prurito intenso, inflamación cutánea y lesiones dermatológicas recurrentes (3).
Las células Th2, al activarse por la exposición a alérgenos, liberan diversas citoquinas pruritogénicas, entre las que destaca la IL-31. Esta citoquina desempeña un papel central en la generación del prurito, ya que, al unirse a su receptor específico en las terminaciones nerviosas cutáneas, activa la vía de señalización JAK/STAT, un mecanismo clave en la amplificación de la respuesta inflamatoria y prurítica (3).
La activación de la vía JAK/STAT induce la transcripción de genes que codifican diversas moléculas proinflamatorias, lo que intensifica la inflamación local. Esta respuesta inflamatoria no solo perpetúa el prurito y las lesiones cutáneas, sino que también contribuye al deterioro progresivo de la barrera cutánea (3).
La inflamación crónica resultante no solo intensifica el prurito, sino que también favorece el autotraumatismo debido al rascado y lamido excesivo. Este comportamiento agrava el daño cutáneo y perpetúa el ciclo inflamatorio. Además, la inflamación interfiere con la síntesis de proteínas y lípidos esenciales para la integridad de la barrera cutánea, lo que debilita aún más su función protectora. Como consecuencia, la piel se vuelve más vulnerable tanto a la penetración de nuevos alérgenos como a la colonización por microorganismos patógenos, especialmente bacterias (3)(4).
Signos clínicos
El eritema y el prurito están presentes en la mayoría de los casos de dermatitis atópica y suelen ser los primeros signos clínicos en aparecer. No obstante, cuando el prurito es leve, puede pasar desapercibido para el propietario. En estos casos, puede identificarse de forma indirecta mediante hallazgos como excoriaciones y pelos quebrados o teñidos por la saliva del animal debido al lamido constante (Figura 1) (5).
La mayoría de las manifestaciones clínicas son consecuencia de autotraumatismos e infecciones secundarias. Aunque las pequeñas pápulas eritematosas se consideran lesiones primarias características de esta enfermedad, rara vez se detectan de forma evidente en la práctica clínica. En su lugar, es más común encontrar lesiones secundarias asociadas a la inflamación crónica y al rascado persistente, como excoriaciones, alopecia autoinducida o signos de infección bacteriana o fúngica secundaria (Figura 2) (5).
Figura 1. Pelo teñido por saliva
Fuente: Favrot, Clinic signs of canine atopic dermatitis. 2014
La mayoría de las manifestaciones clínicas son consecuencia de autotraumatismos e infecciones secundarias. Aunque las pequeñas pápulas eritematosas se consideran lesiones primarias características de esta enfermedad, rara vez se detectan de forma evidente en la práctica clínica. En su lugar, es más común encontrar lesiones secundarias asociadas a la inflamación crónica y al rascado persistente, como excoriaciones, alopecia autoinducida o signos de infección bacteriana o fúngica secundaria (Figura 2) (5).
Figura 2. Alopecia autoinducida
Fuente: Favrot, Clinic signs of canine atopic dermatitis. 2014
Muchos de estos signos no son específicos, por lo que la distribución de las lesiones se representa un valor diagnóstico importante. Las áreas que se ven afectadas con mayor frecuencia incluyen el pabellón auricular, las axilas, el abdomen, las extremidades, los labios y la región perineal. Sin embargo, estas áreas raramente se ven comprometidas de forma simultánea, excepto en casos crónicos (5).
Alérgenos más comunes
Los alérgenos asociados con la dermatitis atópica canina incluyen ácaros del polvo y almacenamiento, polen, esporas de moho, epitelio de otros animales, insectos e incluso materiales como la lana (6).
Dermatitis alérgica por picadura de pulgas (DAPP)
La dermatitis alérgica por picadura de pulgas (DAPP) es una reacción de hipersensibilidad provocada por componentes de la saliva de la pulga Ctenocephalides felis (conocida como pulga del gato), considerada el agente causal más frecuente en perros. Aunque no todos los animales infestados desarrollan signos clínicos, existe una predisposición individual: algunos perros pueden tolerar infestaciones significativas durante períodos prolongados sin manifestar signos evidentes, lo que genera cierta controversia respecto a la uniformidad de la respuesta alérgica (7).
Patogénesis de la dermatitis alérgica por picadura de pulgas
La dermatitis alérgica por picadura de pulgas se produce como resultado de una reacción de hipersensibilidad tanto inmediata, mediada por inmunoglobulina E (IgE), como retardada, mediada por células. En animales previamente sensibilizados, la picadura de pulga desencadena una reacción inmediata, caracterizada por la aparición de pápulas eritematosas bien delimitadas, que suelen desarrollarse en un plazo de aproximadamente 15 minutos. Esta reacción inicial puede persistir entre 2 y 4 horas (7).
Posteriormente, las lesiones iniciales tienden a desaparecer de forma gradual en las siguientes 12 horas. En su lugar, suelen desarrollarse pápulas eritematosas más pequeñas y firmes, rodeadas de una zona de edema. Estas lesiones secundarias pueden persistir entre 24 y 48 horas, aunque en algunos casos pueden durar hasta 96 horas (7).
En perros con DAPP se ha evidenciado un aumento en la expresión de las interleucinas IL-4, IL-5 e IL-13 lo que indica la activación de células Th2. Esta respuesta está asociada a un proceso inflamatorio característico de las reacciones de hipersensibilidad tipo I (7).
Signos clínicos
Lesiones agudas
El prurito intenso es el signo clínico más característico en todos los casos de DAPP, y puede llegar a ser muy intenso. Los perros afectados suelen mostrar comportamientos evidentes de incomodidad, como girar bruscamente para morderse o rascarse con insistencia, revolcarse sobre el lomo o frotar la parte posterior del cuerpo contra diversos objetos (8).
Las lesiones inducidas por el prurito suelen localizarse en la región lumbosacra, la base de la cola y las patas traseras, aunque con el tiempo pueden extenderse hacia el abdomen y los flancos. Las picaduras de pulgas provocan la aparición de pápulas y placas eritematosas, las cuales pueden persistir entre 2 y 3 días en caso si se realice un tratamiento (8).
En casos de prurito severo no controlado, pueden desarrollarse erosiones y ulceraciones. A medida que el proceso se prolonga, es común observar lesiones secundarias como pelos quebrados, descamación, excoriaciones e incluso liquenificación de la piel (8).
Figura 3. DAPP con signos agudos como alopecia y eritema
Fuente: Bensignor. Clinical signs of flea allergy, 2014.
Lesiones crónicas
Cuando la DAPP no se trata o se maneja de forma inadecuada, puede evolucionar hacia una forma crónica. En estos casos, es frecuente la presencia de pioderma bacteriana secundaria, además de signos como liquenificación, hiperpigmentación, formación de costras y alopecia persistente (8).
Las lesiones suelen permanecer localizadas en la región dorsolumbar, formando lo que comúnmente se conoce como el “triángulo de la DAPP”. No obstante, en algunos pacientes, las lesiones pueden extenderse a otras zonas del cuerpo. En casos excepcionales, las lesiones pueden ser generalizadas (8).
Figura 4. Fase crónica de DAPP con alopecia, eritema y excoriaciones
Fuente: Bensignor. Clinical signs of flea allergy, 2014.
Dermatitis piotraumática
La dermatitis piotraumática, también conocida como “Hot spot”, es una de las manifestaciones clínicas más frecuentes asociadas a la dermatitis alérgica por picadura de pulgas (DAPP). Esta condición se presenta con mayor frecuencia en perros de pelaje denso como los Golden Retrievers y los Pastores Alemanes (8).
Las lesiones suelen localizarse en la parte inferior de la grupa, aunque también pueden presentarse en las mejillas, los flancos u otras zonas del cuerpo de fácil acceso para el rascado y lamido. Clínicamente, se caracterizan por áreas de alopecia, eritema y supuración, y en fases más avanzadas, por la aparición de placas erosionadas o ulceradas. El prurito es generalmente intenso, y las lesiones suelen resultar dolorosas al tacto (8).
Figura 5. Dermatitis piotraumática por DAPP
Fuente: Bensignor. Clinical signs of flea allergy, 2014.
Diagnóstico
El diagnóstico de la dermatitis alérgica en el perro requiere una evaluación clínica cuidadosa por parte del veterinario, basada en una historia clínica detallada y un examen físico exhaustivo. Es fundamental realizar preguntas clave sobre relacionadas con la intensidad del prurito, el entorno en el que vive el animal y la presencia de otras condiciones médicas concurrentes (1).
Es imprescindible evaluar la posible presencia de ectoparásitos, como pulgas o ácaros, así como infecciones cutáneas secundarias. También deben considerarse los tratamientos previos y su eficacia (1).
La aparición de signos similares en otros animales del hogar, o incluso personas, puede sugerir una infestación por ectoparásitos. Por otro lado, la presencia de signos gastrointestinales como vómitos, heces blandas o flatulencias puede orientar hacia una posible alergia alimentaria (1).
El examen físico debe ser minucioso e incluir técnicas complementarias como el peinado antipulgas y la otoscopia, incluso cuando no se observan signos clínicos evidentes en los oídos. Esto se debe a que las alteraciones otológicas suelen manifestarse únicamente cuando la enfermedad ya se encuentra en una fase moderadamente avanzada (1).
Es fundamental inspeccionar cuidadosamente aquellas zonas donde las lesiones pueden pasar desapercibidas, como las patas, las garras, la piel perianal, y las áreas intertriginosas como las regiones axilar e inguinal, así como los pliegues cutáneos (1).
Para alcanzar un diagnóstico preciso, se recomienda realizar una citología cutánea y ótica (en caso se sospeche de otitis), así como raspados cutáneos para descartar otras enfermedades dermatológicas (1).
En situaciones donde no sea posible realizar estudios complementarios debido a limitaciones económicas, la respuesta al tratamiento puede utilizarse como herramienta diagnóstica. Se recomienda evaluar la eficiencia del tratamiento antiparasitario o antipruriginoso a los 14 días de iniciado, ya que esta observación puede aportar información valiosa para la toma de decisiones clínicas (1).
Tratamiento
El manejo de la dermatitis alérgica en perros requiere un enfoque integral, adaptado a las causas subyacentes y a los signos clínicos específicos de cada paciente. El tratamiento debe ser individualizado y estar orientado a control de los factores desencadenantes como al manejo de las complicaciones secundarias (9).
Uno de los pilares fundamentales del tratamiento consiste en identificar y, en la medida de lo posible, eliminar o reducir la exposición a los alérgenos relevantes, ya sean de origen ambiental o alimentario (9).
Además, es esencial controlar las infecciones cutáneas secundarias, ya que agravan la inflamación, y contribuyen al deterioro de la barrera epidérmica. La restauración de esta barrera constituye un objetivo terapéutico clave, que puede alcanzarse mediante el uso de productos tópicos específicos y una nutrición adecuada (9).
Los baños terapéuticos ofrecen múltiples beneficios en el manejo de la dermatitis alérgica. Contribuyen a aliviar temporalmente el prurito, eliminar alérgenos ambientales y microbianos presentes en la piel y el pelaje, y reducir la proliferación bacteriana en la superficie cutánea (9).
En casos donde el prurito es generalizado, los corticoides suelen ser una opción de tratamiento frecuente. Los corticoides sistémicos ofrecen un alivio rápido y eficaz, especialmente en episodios agudos. Sin embargo, su uso prolongado no es recomendable, ya que puede asociarse a efectos adversos importantes, lo que limita su aplicación en tratamientos a largo plazo (9).
Entre los antiinflamatorios más utilizados en el tratamiento de la dermatitis alérgica canina se encuentran la prednisona y prednisolona, generalmente en presentación oral. En casos de inflamación localizada, se pueden emplear corticoides de uso tópico, como la triamcinolona o hidrocortisona, recomendados especialmente cuando el proceso inflamatorio no es generalizado (9).
Además, la suplementación con ácidos grasos esenciales, particularmente los ácidos grasos Omega 3 (EPA y DHA), puede ejercer un efecto antiinflamatorio complementario. Su uso regular ha demostrado ser útil para reducir la dosis necesaria de corticoides en tratamientos prolongados, lo que contribuye a disminuir efectos secundarios asociados al uso crónico de estos fármacos (9).
En la actualidad, se dispone de nuevos fármacos no esteroidales que ofrecen un control eficaz del prurito y de los procesos inflamatorios asociados a las dermatitis pruriginosas, sin los efectos adversos típicos de los glucocorticoides. Estos tratamientos representan una alternativa terapéutica prometedora y segura para el manejo a mediano y largo plazo (9).
Uno de los fármacos más destacados es el oclacitinib, un inhibidor de la enzima Janus quinasa (JAK), que ha demostrado una alta eficacia en el control del prurito en perros, incluidos aquellos diagnosticados con dermatitis atópica (9).
Una vez controlado el prurito, es fundamental abordar la causa subyacente para lograr una mejoría sostenida a largo plazo. En casos de dermatitis alérgica por picadura de pulgas, resulta indispensable establecer un plan riguroso y periódico de desparasitación, tanto en el animal como en su entorno (9).
La reducción de la carga microbiana en la piel también es un componente clave del tratamiento. Los baños terapéuticos con productos que contienen clorhexidina, antifúngicos, iones de hipoclorito, ente otros, pueden ayudar a controlar la colonización secundaria por bacterias y hongos, favoreciendo la recuperación de la barrera cutánea (9).
En cuanto a los alérgenos ambientales, un diagnóstico preciso es fundamental para su identificación. Esto facilita minimizar el contacto del perro con dichos alérgenos, lo que contribuye a mejorar el pronóstico a largo plazo (9).
Conclusiones
La dermatitis alérgica, incluyendo tanto la dermatitis atópica como la dermatitis alérgica por picadura de pulgas, es una causa frecuente de prurito intenso en perros, lo que afecta de manera significativa su bienestar y calidad de vida. Estos cuadros clínicos pueden agravarse debido a la fuerte respuesta inflamatoria frente a los alérgenos y a las autolesiones derivadas del rascado constante, realizado en un intento de aliviar el malestar.
El manejo efectivo de estas patologías requiere un enfoque multifactorial, ya que su origen es complejo y puede variar entre individuos. Comprender las diferencias entre las distintas formas de dermatitis alérgica y sus causas es fundamental para implementar un tratamiento adecuado, específico y sostenible en el tiempo.