Un revelador estudio realizado por investigadores de la Universidad Autónoma Chapingo y publicado recientemente en la Revista Mexicana de Ciencias Pecuarias (
https://doi.org/10.22319/rmcp.v16i2.6802) pone sobre la mesa una problemática crítica para los sistemas vaca-cría en pastoreo: la deficiencia mineral severa, muchas veces invisible hasta que los signos clínicos son irreversibles.
La investigación, llevada a cabo en la región semiárida de Jalisco con vacas Angus y Hereford, arrojó un dato alarmante para los productores de carne: el 100% de los animales analizados presentó deficiencia de cobre (Cu) en suero sanguíneo. A esto se sumó una deficiencia de zinc en el 88% del hato y de sodio en más de la mitad de los ejemplares. Sin embargo, lo más interesante del hallazgo no es solo la carencia, sino el culpable detrás de ella.
Cuando el agua juega en contra
El equipo de investigación no se limitó a sangrar a los animales; realizaron un diagnóstico integral que incluyó forraje y agua. Los resultados mostraron que, si bien el pasto (banderilla, navajita, bermuda y guinea) era deficiente en cobre y zinc —algo común en forrajes maduros y lignificados—, el agua de bebida presentó concentraciones de hierro por encima de los niveles máximos tolerables.
Aquí radica el punto de debate técnico y la lección práctica: el exceso de hierro actúa como un antagonista potente. Aunque el ganadero suministre sales minerales, si el agua o el forraje tienen exceso de hierro, este mineral bloquea la absorción del cobre en el organismo del animal, generando una deficiencia secundaria o condicionada. Es decir, la vaca puede estar ingiriendo cobre, pero el hierro no le permite aprovecharlo.
El semáforo visual: Pelo "oxidado" y otros signos
Para el productor que observa su ganado a diario, el estudio aporta una herramienta de gran valor práctico. Los investigadores generaron un "Índice de clasificación de deficiencia de cobre" (IDCU) correlacionando los niveles en sangre con signos visibles.
Identificaron que, en los casos de deficiencia severa, el 100% de las vacas mostraba el pelo opaco, hirsuto y descolorido. En animales de capa negra o roja, esta decoloración (que a veces se confunde con el efecto del sol) es un grito de auxilio metabólico: la falta de cobre impide la formación de melanina.
Otros signos clínicos observados con alta frecuencia fueron:
Pica o malacia: El 50-60% de los animales buscaba lamer o morder objetos extraños (huesos, piedras, tierra), un comportamiento típico de la deficiencia de sodio y minerales traza.
Problemas reproductivos y locomotores: Se registraron abortos, cojeras y lagrimeo constante, confirmando que la hipocuprosis afecta directamente la rentabilidad del hato al impactar la fertilidad y la inmunidad.
Más allá de la sal mineral
Este trabajo subraya que la suplementación a ciegas puede ser ineficiente. El forraje analizado apenas cubría los requerimientos de proteína y tenía niveles muy altos de Fibra Detergente Neutro (FDN), lo que limita el consumo voluntario. Si a una dieta base pobre le sumamos agua con hierro antagonista, el resultado es un hato vulnerable, con menores tasas de preñez y mayor susceptibilidad a enfermedades.
La conclusión para el campo es clara: un diagnóstico mineral completo no debe detenerse en el animal. Analizar la calidad del agua es fundamental, ya que un exceso de hierro puede estar saboteando silenciosamente la inversión en nutrición, manifestándose primero en el color del pelo y luego en la falta de terneros.
¿Realizan en su establecimiento análisis de agua para detectar antagonistas minerales como el hierro, o basan la suplementación solo en la condición corporal?