El manejo sanitario y nutricional adecuado del ternero es fundamental para asegurar un desarrollo saludable y un óptimo rendimiento productivo en su etapa adulta. Durante los primeros meses de vida, los terneros son especialmente vulnerables a diversas enfermedades, lo que puede traducirse en mortalidad temprana, retraso en el crecimiento o una productividad inferior a la esperada en el futuro.
Garantizar un crecimiento sano implica proporcionar una alimentación balanceada que satisfaga sus requerimientos nutricionales, junto con un estricto control de los factores ambientales y sanitarios que puedan afectar su bienestar. Es importante recordar que el manejo del ternero comienza incluso antes del nacimiento, en la etapa de preparto, donde el cuidado de la vaca gestante influye directamente en la salud y viabilidad del recién nacido.
Manejo preparto
La mortalidad perinatal representa un desafío constante en todas las producciones ganaderas, especialmente en la industria lechera. Por ello, es fundamental implementar protocolos de manejo preparto que documenten y promuevan estrategias exitosas dentro del rebaño (1).
Durante el último trimestre de gestación, la vaca debe recibir una dieta que aporte niveles adecuados de energía y proteína, evitando tanto las deficiencias como la sobrealimentación. Un exceso energético puede provocar sobrecrecimiento fetal, acumulación de grasa en el canal de parto y, en consecuencia, distocias (1).
Cuando la dieta se basa principalmente en forrajes de cosecha propia, es posible que sea necesario suplementar con vitaminas y minerales para garantizar un crecimiento fetal óptimo y mantener la condición corporal ideal de la vaca hasta el parto (1).
Manejo del parto
Para aumentar las probabilidades de supervivencia del ternero, es fundamental brindar asistencia adecuada durante el parto, especialmente en casos de distocia, donde el riesgo de mortalidad neonatal, debilidad o falta de consumo de calostro es considerablemente mayor (2).
La atención debe ser realizada por personal capacitado, ya que una tracción inadecuada puede provocar fracturas o lesiones internas en el ternero. Asimismo, los partos prolongados pueden derivar en asfixia fetal o acidosis metabólica, condiciones que reducen la eficacia de la absorción del calostro (2).
El uso de instalaciones de maternidad también influye positivamente en los resultados del parto. Los terneros nacidos en estos ambientes presentan menor incidencia de diarreas neonatales, debido a que las instalaciones permiten condiciones higiénicas controladas y un entorno más seguro. Su función principal es reproducir un ambiente similar al parto natural, pero bajo supervisión y con condiciones sanitarias adecuadas (1).
Se recomienda trasladar a las vacas a estas instalaciones solo cuando la placenta o las pezuñas fetales sean visibles, ya que hacerlo con demasiada anticipación puede generar estrés y, como consecuencia, atonía uterina, incrementando el riesgo de complicaciones (1).
Evaluaciòn del terreno luego del nacimiento
Tras el nacimiento, es fundamental evaluar la condición general y el estado de salud del ternero. Esta evaluación debe realizarse mediante la observación de sus respuestas a estímulos externos, el tono muscular, el reflejo de succión y los tiempos de respuesta motora (1).
El ternero debe levantar la cabeza a los 3 minutos de nacido, alcanzar la posición de decúbito esternal a los 5 minutos, intentar levantarse en 20 minutos y lograr pararse aproximadamente entre los 60 a 90 minutos de su nacimiento (1).
Prevencion de la onfalitis: Cuidado del ombligo
La onfalitis o infección del ombligo es una de las afecciones más comunes en terneros recién nacidos y puede prevenirse mediante un manejo higiénico adecuado desde el parto. Es fundamental mantener una buena limpieza en los corrales de maternidad, trasladar al ternero inmediatamente después del nacimiento a un corral limpio, garantizar la ingesta temprana de calostro de buena calidad y realizar una correcta antisepsia del cordón umbilical. En rebaños donde se presenta una alta incidencia de onfalitis, se debe reforzar la higiene de los corrales, aplicar de forma rigurosa la desinfección del ombligo y asegurar el cumplimiento de los pasos mencionados. (1).
Para la desinfección del cordón umbilical se recomienda sumergirlo hasta el área de 5 cm alrededor de este en una solución de yodo del 7 al 10% o clorhexidina al 0.5% dentro de las 2 primeras horas de nacido el ternero. Este procedimiento se debe repetir al colocarlo en un nuevo corral y una vez más luego de 12 a 18 horas (2).
Manejo y administracion del calostro
Los terneros nacen sin inmunoglobulinas protectoras debido a la estructura de la placenta bovina, por lo que dependen de la transferencia pasiva exitosa de Ig desde el calostro. Además de las inmunoglobulinas, el calostro proporciona citoquinas y factores de crecimiento, así como un valor nutricional superior en comparación con la leche entera (3).
Una transferencia pasiva exitosa depende de tres factores fundamentales (3):
- Calidad del calostro, determinada por su concentración de Ig.
- Volumen ingerido por el ternero.
- Capacidad del intestino neonatal para absorber las inmunoglobulinas, la cual disminuye rápidamente durante las primeras horas de vida, cesando por completo a las 24h desde el nacimiento.
Es importante destacar que la concentración de inmunoglobulina G (IgG) en el calostro disminuye progresivamente con cada hora que pasa después del parto. Por ello, y considerando que la capacidad del intestino del ternero para absorber estas inmunoglobulinas también se reduce rápidamente, es fundamental que el ternero reciba el calostro lo antes posible tras el nacimiento (1). Adicionalmente, se pueden administrar suplementos que potencien el efecto del calostro.
Asimismo, se ha observado que la administración continua de pequeñas cantidades de calostro durante las dos primeras semanas de vida se asocia con una menor incidencia de diarrea en terneros lecheros, probablemente debido a efectos locales beneficiosos sobre la salud intestinal (1).
La contaminación bacteriana del calostro ocurre con frecuencia en muchas lecherías por lo que es importante mantener una buena higiene en el establo. La pasteurización de rutina para la leche entera provoca en el calostro una reducción en sus concentraciones de IgG y un aumento en su viscosidad. El tratamiento térmico a 60ºC durante 30 minutos reduce el recuento bacteriano, preserva la concentración de IgG y aumenta la eficiencia aparente de absorción de IgG (1).
Alimentaciòn y nutricion del terreno
Tradicionalmente, especialmente en la industria lechera, se procuraba reducir la cantidad de leche entera suministrada a los terneros antes del destete, recomendando ofrecerles leche o sustituto lácteo equivalente a aproximadamente el 10% de su peso corporal por día (3).
Este enfoque de alimentación restringida se implementó con el objetivo de estimular el consumo temprano de concentrado y disminuir los costos de alimentación (3).
Sin embargo, se ha comprobado que esta práctica limita el potencial de crecimiento de los terneros y puede generar deficiencias energéticas, especialmente cuando la temperatura ambiental desciende por debajo de 15 °C (4).
Cuando los terneros sufren desnutrición o un consumo insuficiente de energía, su sistema inmunitario se ve comprometido, lo que incrementa la susceptibilidad a enfermedades y afecta su desempeño productivo futuro (4).
Los terneros consumen voluntariamente alrededor de 9 litros diarios, por lo que la alimentación restringida con leche hace que los terneros experimenten hambre persistente. Esto se evidencia en comportamientos como mayor búsqueda de alimento en los bebederos de leche, vocalizaciones más frecuentes y agudas, así como una menor conducta de juego (4).
Actualmente se recomienda una alimentación con leche o sustituto de leche de un aproximado del 20% del peso corporal de los terneros para la obtención de tasas de crecimiento más altas. Este tipo de alimentación mantiene una ventaja de crecimiento incluso después del destete y contribuye positivamente a la producción futura (4).
En algunas granjas se alimenta con leche una vez al día a los terneros para reducir requisitos de mano de obra y maximizar las ganancias. No obstante, la alimentación con leche una vez al día durante el primer mes de vida puede contribuir a trastornos abomasales (3)(4).
Esto hace necesaria una alimentación con leche dos veces al día para cubrir adecuadamente las necesidades nutricionales del ternero, ya que durante las tres primeras semanas de vida son altamente dependientes del alimento líquido para su crecimiento y desarrollo (3)(4).
El consumo de agua desempeña un papel esencial en el crecimiento del ternero y en el desarrollo adecuado del rumen, por lo que estos deben tener acceso libre y constante a agua potable desde el nacimiento (4).
Aunque los terneros obtienen parte de su ingesta hídrica a través de la leche o los sustitutos lácteos, este líquido pasa directamente al abomaso, sin participar en el desarrollo ruminal. En cambio, el agua de bebida llega al rumen, donde favorece la fermentación microbiana y estimula el consumo de concentrado iniciador, lo que se traduce en mayor ingesta de alimento y mejores tasas de crecimiento (4).
A medida que el ternero crece, sus requerimientos de proteína aumentan, por lo que se recomienda utilizar concentrados iniciadores con un contenido proteico del 25 al 27% en programas orientados a un crecimiento óptimo (1).
A partir de las tres semanas de edad, puede reducirse la cantidad de leche a aproximadamente el 10% del peso corporal, sin afectar el desarrollo del animal, siempre que se ofrezca simultáneamente un concentrado iniciador de buena calidad (1).
En sistemas intensivos, los terneros de producción lechera pueden destetarse alrededor de las 8 semanas de edad, mientras que en producciones más pequeñas este proceso puede extenderse hasta las 12 semanas. En algunos casos, el destete puede realizarse a las 6 semanas, siempre que el ternero consuma al menos 1 kg de concentrado al día. Esto se logra ofreciendo alimento iniciador palatable y agua disponible ad libitum (1).
Para garantizar tasas de crecimiento estables y minimizar el estrés, el destete debe realizarse de forma gradual, reduciendo progresivamente los volúmenes de alimento líquido durante varios días (1).
Los terneros para ganado de carne se destetan tradicionalmente entre los 6 a 8 meses de edad. Sin embargo, el ganado puede criarse con forraje y concentrado a partir de los 90 días de edad. Por lo que algunas producciones pueden disminuir la edad del destete a los 90 a 120 días de edad siempre y cuando tengan una alimentación adecuada (5).
Prevención de enfermedades
Enfermedades respiratorias
Los terneros nacen con mecanismos funcionales para su termorregulación. Por lo tanto, mientras reciban cantidades adecuadas de energía y se les proporcione un refugio seco, bien equipado y sin corrientes de aire pueden soportar temperaturas exteriores (6).
Durante las primeras dos semanas de vida, pueden mantenerse en buen estado con temperaturas ambientales de 10 a 15 °C sin requerir un aporte energético adicional. En terneros mayores, la tolerancia térmica puede extenderse hasta 6 a 10 °C (6).
Para reducir la pérdida de calor corporal es fundamental contar con una cama adecuada y seca. El lecho profundo de paja ha demostrado ser más eficiente como aislante térmico en comparación con otros materiales, ya que ayuda a mantener una temperatura corporal estable y un microambiente seco. Esta condición contribuye significativamente a la prevención de enfermedades respiratorias, especialmente en establos con ventilación natural (6).
El alojamiento individual de terneros generalmente está relacionado con una mejor salud. Según algunos estudios, los corrales individuales al aire libre parecen ser mejores que los corrales en interiores. También parece ser que los corrales individuales o de grupos pequeños son superiores a los corrales para grupos grandes en lo que respecta la salud de los terneros (6).
Una ventilación inadecuada de los establos aumenta el riesgo de enfermedades respiratorias debido a la acumulación de altos niveles de humedad, gases nocivos, polvo y contenido bacteriano. Las concentraciones de amoniaco aumentan por la acumulación de orina y heces, lo que enfatiza la necesidad de una limpieza regular y de una cama seca, junto con la ventilación adecuada (6).
El espacio de aire recomendado por ternero no debe ser inferior a 6 m³ hasta las 6 semanas de edad y 10 m³ hasta las 12 semanas, con el fin de garantizar una adecuada ventilación y renovación del aire dentro de las instalaciones (6).
Además de la separación de la vaca, el proceso de destete puede verse agravado por otros factores estresantes que suelen coincidir en el mismo periodo, como cambios en la dieta, el ambiente, el transporte o la comercialización. Estas situaciones generan estrés fisiológico, que a su vez puede provocar un deterioro del sistema inmunitario, especialmente evidente después del destete (6).
La estrategia principal para reducir estos efectos se basa en minimizar la acumulación de factores estresantes e implementar programas de preacondicionamiento, los cuales incluyen la vacunación y la introducción de concentrado antes del destete, medidas que contribuyen a disminuir la morbilidad y mortalidad en esta etapa crítica (6).
La enfermedad respiratoria en los terneros se presenta como una neumonía multifactorial que involucra un grupo de virus (Herpesvirus bovino tipo 1, virus respiratorio sincitial bovino, virus de la parainfluenza tipo 3) y bacterias (Mycoplasma bovis, Pasteurella multocida, Manhemia haemolytica, Histophilus somni) así como factores de riesgo ambientales y relacionados con el ternero (6).
El virus de la diarrea viral bovina parece desempeñar un papel importante, tanto en términos de inmunosupresión como de efectos sinérgicos con otros patógenos (6).
Diarrea neonatal
La diarrea neonatal en terneros representa uno de los principales desafíos sanitarios en la industria ganadera, debido a las importantes pérdidas económicas que ocasiona por la disminución en el crecimiento, la reducción en la producción futura y, en casos graves, la muerte de los animales afectados (7).
Entre los agentes infecciosos más comunes asociados a esta enfermedad se encuentran Escherichia coli enterotoxigénica, Cryptosporidium parvum, rotavirus y coronavirus. Sin embargo, estos patógenos también pueden aislarse en terneros clínicamente sanos o en establecimientos sin antecedentes de brotes de diarrea, lo que indica que la aparición de la enfermedad clínica depende de un desequilibrio entre la resistencia del ternero y la carga patógena presente en el ambiente (7).
La terapia de rehidratación oral es una de las medidas más efectivas para combatir la diarrea. Además, se puede buscar reducir la carga patógena a través de medidas generales de higiene en las áreas de parto, alimentación y alojamiento, así como en el manejo general de los terneros (7).
Contrario a lo que se suele creer, se debe continuar con la alimentación con leche a los terneros con diarrea, ya que no sólo proporciona la energía necesaria para ganar peso y crecer durante el periodo de diarrea, sino que también proporciona los nutrientes necesarios para la recuperación de la mucosa intestinal (7).
Se debe evitar el uso indiscriminado de antibióticos, ya que esto favorece la aparición y proliferación de cepas bacterianas resistentes. La antibioticoterapia no está recomendada en terneros con diarrea sin signos de enfermedad sistémica, pues no ofrece beneficios significativos y contribuye al desarrollo de resistencia antimicrobiana (7).
Por otro lado, el uso de antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), como el meloxicam, ha demostrado ser efectivo para mejorar el bienestar y la ingesta de alimento en terneros afectados, al reducir la inflamación intestinal y el malestar general (7).
Las infecciones por Eimeria spp. tienen una alta prevalencia en el ganado especialmente en los terneros donde se le considera una causa común de diarrea acuosa (7).
La intervención terapéutica en casos clínicos tiene un valor limitado por lo que se debe dar énfasis al tratamiento preventivo en situaciones de brote o de grupos en riesgo (7).
Conclusiones
El manejo y cuidado de los terneros es fundamental para garantizar una producción eficiente y sostenible en el futuro. Durante su crianza, deben considerarse múltiples factores que influyen directamente en su salud, crecimiento y desempeño productivo. Lograr un equilibrio entre el bienestar animal y la rentabilidad económica es clave, ya que reducir costos en la alimentación o el cuidado del ternero puede generar deficiencias en su desarrollo, comprometiendo su salud y, en consecuencia, la productividad del sistema.
La prevención de enfermedades debe mantenerse como una prioridad en todo momento, implementando medidas sanitarias, nutricionales y de manejo que fortalezcan el sistema inmunológico del ternero y reduzcan el riesgo de infecciones. Un ternero bien manejado desde el nacimiento representa una inversión sólida en el futuro productivo del hato.