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Bienestar y comportamiento animal

Publicado: 7 de febrero de 2018
Por: J. E. Guerra Liera. Cuerpo Académico de Bienestar y producción animal sustentable. Facultad de Agronomía. Universidad Autónoma de Sinaloa. México
Resumen

El presente trabajo es un análisis de la relación que existe entre dos conceptos fundamentales como lo es el bienestar y el comportamiento animal. El primero es definido por diversas instituciones internacionales e investigadores, coincidiendo en el sentido de que el animal debe contar con condiciones adecuadas de alimentación, libertad, manifestación de sus reacciones innatas y atención a enfermedades, lesiones, mitigación del dolor y del estrés innecesario. Asimismo, implica una serie de medidas para la producción, el transporte, el manejo, explotación o sacrificio. Con el propósito de disponer de las medidas óptimas para el bienestar animal, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) ha elaborado diversos criterios de carácter científico para medir este indicador. Asimismo, se ha coordinado con la Organización Mundial de la Salud (OMS) para definir una interfase humano-animal, bajo la perspectiva “una sola salud”, lo que está permitiendo la maduración de una buena gobernanza en esta materia. Uno de los criterios medibles para la evaluación del bienestar animal es el comportamiento, aspecto que incluye, entre otras cosas, la ingesta de alimentos. De tal forma, se puede hablar del consumo voluntario definido como la cantidad de alimento ingerido por un animal durante un periodo establecido, con libertad, como respuesta al hambre, dejando de comer al haber saciado ésta. Dicho factor representa un importante nivel de complejidad, pues en él intervienen factores medioambientales, sensoriales y nutricionales. A su vez, la regulación bioquímica y fisiológica de la partición de nutrientes implica dos tipos de controles: la homeostasis y la homeorresis.

Palabras clave: bienestar, comportamiento animal, homeostasis

Introducción
Garantizar el bienestar animal se ha convertido en un imperativo a nivel global y en cada una de las naciones. Para avanzar en este sentido, diversas organizaciones de alcance mundial han elaborado esquemas de trabajo, recomendaciones y principios para abordar lo relacionado con la salud tanto humana como animal. Asimismo, el Plan Estratégico de la Organización Mundial de Sanidad Animal para el periodo 2001-2005, ubicó al bienestar animal como una prioridad, iniciativa que sumada a los adelantos en el campo de la educación veterinaria ha logrado avances importantes en el terreno científico.
Asimismo, la perspectiva “una sola salud” ha servido de marco para la construcción de un esquema de gobernanza para asegurar un conjunto de normas adecuadas para la salud y bienestar animal y para promover las buenas prácticas en este tema. Lo anterior toma especial relevancia si tomamos en cuenta que más del 60% de las enfermedades humanas de carácter infecciosoa nivel mundial son causadas por patógenos de naturaleza zoonótica, al igual que el 75% de las enfermedades infecciosas emergentes (OMS-OIE, 2014).
Uno de los criterios principales para la evaluación del bienestar animal ha sido el comportamiento, especialmente el relacionado con la ingesta de alimentos. La correcta alimentación del animal es un reflejo de su comportamiento ingestivo el cual es una respuesta al apetito e influenciado por el tamaño, estado fisiológico, tasa de crecimiento, estado nutricional y condiciones climáticas.La selección de la dieta del animal le permite instintivamente consumir alimentos que le proporcionarán los nutrientes que necesita y evitar aquéllos que le son tóxicos, esto a partir de modelos como la eufagia, edifagia, morfofisiología y tamaño del cuerpo, y comportamiento adquirido. Adicional al consumo de alimentos, debe analizarse el proceso de regulación bioquímica y fisiológica en la partición de nutrientes, lo que implica dos tipos de controles: homeostasis y homeorresis.
 
Bienestar Animal
Según el Código Sanitario para los Animales Terrestres, publicado en julio de 2015 por la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE, 2015), el bienestar animal se define como el modo en que un animal afronta las condiciones del entorno. Un animal está en buenas condiciones de bienestar si está sano, cómodo, bien alimentado, en seguridad, puede expresar formas innatas de comportamiento y si no padece condiciones desagradables de dolor, miedo y desasosiego. Estas condiciones no son determinadas de manera arbitraria, sino con base en criterios científicos y tomando en cuenta una serie de evaluaciones, las cuales han avanzado en los últimos años gracias a la difusión cada vez más amplia de la percepción de los animales como “seres sensibles”.
El bienestar animal debe de entenderse como el comportamiento del animal en condiciones de completa libertad, sin restricciones de ninguna índole y en su hábitat natural. Es el estado de completa salud física y mental de los animales, en completa armonía con su ambiente (Córdova-Izquierdo et al., 2007), y se encuentra íntimamente relacionado con el estrés de los animales, el cual puede definirse como un efecto ambiental que sobrepasa los sistemas de control de los animales (Córdova et al., 2004 y 2005).
De tal forma, las buenas prácticas de bienestar animal identificadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, 2009) incluyen la prevención y el tratamiento de enfermedades y lesiones; la prevención y atenuación del dolor, el sufrimiento y otros estados negativos, así como el suministro de dietas y condiciones de vida que satisfagan las necesidades de los animales y se adapten a su naturaleza.

Condiciones para el bienestar de animales confinados
El proceso de domesticación en las diferentes especies de animales permitió que la obtención de alimentos se garantizara, provocando en estas especies cambios y modificaciones en su comportamiento innato, ya que se les obligó a transitar de su hábitat natural a uno artificial, ideado y creado por el hombre. Aun cuando se intenta controlar el ambiente físico y climático para atenuar su agresividad y evitar las situaciones estresantes, esto no se logra equiparar a lo que ofrece su medio natural, por lo que debe ofrecerse las mejores condiciones de alojamiento confortables para permitir a los animales el óptimo desarrollo de sus funciones fisiológicas y de comportamiento (Córdova et al., 2004).
El bienestar animal es afectado por el conjunto de condiciones en las que un animal vive bajo confinamiento, esto implica su estado de salud, el confort, alimentación, seguridad, y en qué condiciones de habilitamiento se encuentra para expresar su comportamiento innato y evitar sensaciones dolorosas como el dolor, miedo y angustia, si existe un programa de prevención de enfermedades, y tratamiento médico, refugio apropiado, así como el manejo y correcta manipulación al sacrificio (AVMA).
El bienestar animal implica la aplicación en la explotación de prácticas adecuadas y respetuosas del comportamiento animal en la cría de animales, estando relacionado con la sanidad y cuidado animal, además de incidir positivamente en la producción. En este orden de ideas, los principios del bienestar animal de la Asociación de Medicina Veterinaria Americana (American Veterinary Medical Association, AVMA), maneja principios para un adecuado desarrollo y evaluación de las políticas de bienestar animal, tales como el uso responsable de animales con fines humanos, las decisiones sobre el manejo y cuidado de los animales, así como el uso y bienestar se harán equilibrando el conocimiento científico y el juicio profesional con la consideración de los valores éticos y sociales.
Establece también que los procedimientos relacionados con el alojamiento animal, manejo, cuidado y uso debe ser continuamente evaluado y, cuando esté indicado, readecuarlo o remplazarlo. Para ello, los profesionales de la veterinaria y zootecnia deben de esforzarse continuamente por mejorar la salud y el bienestar animal a través de la investigación científica, la educación, la colaboración, la promoción y el desarrollo de leyes y reglamentos.
Un correcto control y manejo en los factores que inciden en el bienestar nos permitirá tener animales que puedan expresar su potencial genético y que se reflejara positivamente en el incremento en la actividad, consumo de alimento, producción, longevidad productiva y calidad superior de sus productos.
A su vez, el Código Sanitario para los Animales Terrestres (OIE, 2015), establece una serie de criterios medibles de bienestar en vacas lecheras, como son: comportamiento, tasas de morbilidad, tasas de mortalidad y eliminación selectiva, cambios de peso, de condición corporal y producción lechera; eficiencia reproductiva, aspecto físico, respuestas al manejo y complicaciones resultado de los procedimientos corrientes.
Es un hecho que para asegurar las condiciones adecuadas de bienestar animal, es necesario que exista un marco normativo que regule las prácticas en la materia. Atendiendo esta necesidad, y tomando en cuenta la relación entre la salud humana y la salud animal, se ha trabajado en la definición de normas internacionales bajo la perspectiva “una sola salud” y la buena gobernanza. Producto de ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) y el Banco Mundial (BM), se han coordinado para avanzar en lo que han denominado interface humano-animal, la cual tiene como objetivo la construcción de un conjunto de referencias que ayuden a los países miembro a desarrollar un sistema consistente de gobernanza en salud tanto humana como animal. (OIEWHO, 2014).

Comportamiento animal
Uno de los principales indicadores de bienestar animal es el relacionado con el correcto comportamiento ingestivo, el cual es una respuesta al apetito e influenciado por el tamaño, estado fisiológico, tasa de crecimiento, estado nutricional y condiciones climáticas (Minson, 1990). El consumo de alimento y la regulación del balance de la energía están influenciados por diferentes factores (Baile et al., 1974), que pueden ser externos, medioambientales, sensoriales y nutricionales (NRC, 1987).
La selección de la dieta del animal le permite instintivamente consumir alimentos que le proporcionarán los nutrientes que necesita y evitar aquellos que sean tóxicos (Provenza, 1995). Existen prioridades metabólicas y nutricionales: producción–mantenimientoreproducción (NRC, 2001). La implementación de un adecuado programa de nutrición en el hato lechero tiene una gran influencia en la salud y productividad del animal (Weiss et al., 1990). Una incorrecta alimentación puede provocar desnutrición, y ante eso todos los sistemas del organismo se encuentran afectados, desequilibrando el sistema inmune, afectando la síntesis proteica necesaria para la multiplicación celular como la médula ósea y tejidos linfoide.
Por lo anterior se entiende que la depresión de las funciones inmunes es resultado de la falta de nutrición adecuada. La inmunosupresión sistémica por factores nutricionales ha sido comprobada tanto en el terreno experimental como de campo. La respuesta inmune innata se produce en los animales tras la infección, siendo un hecho bien conocido que el individuo desnutrido es presa fácil de infecciones por parásitos, bacterias, hongos y virus, las cuales están presentes en el medioambiente del animal, en su piel, pesebre, charcos de agua, etc., e infectándolo cuando se dan determinadas condiciones (Oviedo-Boyso, et al., 2007). La inmunidad puede definirse como el conjunto de mecanismos de defensa de los animales frente a agentes externos extraños.
Consumo voluntario en rumiantes
El consumo voluntario es definido como la cantidad de alimento ingerido por un animal durante un período establecido, con libertad de acceso, estimándose que el animal consume alimento como respuesta al hambre, y cuando deja de comer es porque esta saciado y que estas actitudes corresponden a una respuesta fisiológica instintiva (Forbes, 1995). El consumo de alimento y la regulación del balance de la energía están influenciados por diferentes
factores (Baile et al., 1974), que pueden ser externos, medioambientales, sensoriales y nutricionales (NRC, 1987).
El consumo voluntario por animales en pastoreo se expresa como la cantidad de materia seca (MS) consumida por día cuando el alimento es ofrecido en exceso, considerando que los factores que influyen en el consumo voluntario de forraje son: a) especies de plantas en el forraje, b) variedades, c) estado de crecimiento del forraje, d) fertilidad del suelo y e) condiciones climáticas (Minson, 1990). Se considera que existen limitaciones para estimar realmente el consumo potencial, siendo estas fisicoquímicas de los ingredientes contenidos en los alimentos y su interacción con el animal (solubilidad, tiempo de retención, volumen, tasa de pasaje, etc.) y medioambientales (Forbes, 1995).

Comportamiento ingestivo
Minson (1990), determinó que el comportamiento en la ingesta es una respuesta al apetito el cual es controlado por el tamaño, estado fisiológico, tasa de crecimiento, estado nutricional y condiciones climáticas. Según Provenza (1995), la selección de la dieta del animal le permite instintivamente consumir alimentos que le proporcionarán los nutrientes que necesita y evitar aquellos que sean tóxicos; igualmente, Provenza y Balph (1990) mencionan cuatro modelos que regulan la selección de alimento de los rumiantes: (1) eufagia, (2) edifagia, (3) morfofisiología y tamaño del cuerpo, y (4) el comportamiento adquirido acerca de las consecuencias de la ingesta de los alimentos. La eufagia es la habilidad innata del animal para que a través del sabor y olor detecte los nutrientes y las toxinas del alimento; la edifagia se refiere a la selección del alimento como respuesta a las propiedades organolépticas y sensoriales; la morfofisiología y tamaño de cuerpo tienen que ver con el tamaño y metabolismo fisiológico del animal; y el comportamiento adquirido con la experiencia obtenida con el consumo y efecto de los alimentos.
Por tanto, la diversificación de los regímenes alimenticios es resultado de numerosas adaptaciones morfológicas, fisiológicas y ecológicas (Dajoz, 1979). La edifagia es el modelo principal de selección de los alimentos (Provenza y Balph, 1990; Church, 1993; Provenza, 1995). Sin embargo, la cantidad de alimentos ingeridos depende de múltiples factores que deben ser considerados. La tasa máxima de la ingesta energética es aquella que permite a los animales durante periodos suficientemente largos mantenerse sin agotar las reservas corporales (Hammond y Diamond, 1997; Speakman y Krol, 2005), al final de la lactación las hembras mamíferas como los rumiantes presentan una mayor demanda energética (Millar, 1977; Speakman y McQueenie, 1996) que si no son atendidas impactan en el tamaño y peso de la camada, número y la calidad de la descendencia, ya que sus crías son alimentadas con su leche producida (Rogowitz y McClure,1995; Rogowitz, 1996; Rogowitz, 1998). 
El consumo de alimento en vacas responde al incremento en la producción láctea, pero al inicio de la lactación el animal es incapaz de ingerir la cantidad de alimento que requiere debido a la limitante física del llenado del rumen, obteniendo la energía de las reservas corporales y entrando en un balance energético negativo (NRC, 1987). El comportamiento del rumiante en el pastizal aparece integrado de acuerdo con la naturaleza de las interacciones entre las especies en cuestión (Margalef, 1982). El comportamiento ingestivo del animal es la suma de estímulos e interacciones entre ellos que determina que los rumiantes adquieran hábitos, que marcan preferencias y rechazos en el comportamiento de la ingesta (Provenza et al., 1996).
La ingesta de alimentos derivada de la maternidad no se incrementa, aunque la mayoría de los mamíferos desarrollan hiperfagia durante la lactancia (Johnson et al., 2001). El retraso en el desarrollo reproductivo por la restricción de alimentos es considerado superficial en algunas especies de rumiantes para alcanzar su desarrollo sexual (Nelson et al., 1997). 
Dietas altas en energía propician que vacas emaciadas y de bajo peso manifiesten un consumo mayor que vacas obesas, sin diferenciarse en la producción láctea (Jones y Garnsworthy, 1989). Diversos investigadores coinciden que vacas con una condición corporal baja, basan su producción de leche principalmente en el forraje consumido y no en sus reservas de energía corporal por lo cual, se les considera que biológicamente son más eficientes al utilizar la energía mayormente a la ganancia corporal que a la producción de leche (Graingeret al., 1982; Garnsworthy y Topps, 1982; Garnsworthy y Jones, 1987).

Distribución de nutrientes
La regulación bioquímica y fisiológica de la partición de nutrientes implica dos tipos de controles: la homeostasis y la homeorresis (Baumanet al., 1989). La homeostasis es la expresión del sistema cuando el nivel de organización permite controlar su propio desarrollo, asegurando la continuidad de su composición y estructura, implicando la operación de ajustes agudos en los procesos corporales para mantener condiciones constantes.
Esto permite mantener el medio ambiente interno del animal sin modificaciones, a pesar de los desafíos agudos del medio ambiente externo (Baumanet al., 2000).
Los controles homeostáticos (primordialmente insulina y glucagón) mantienen un suministro relativamente constante de nutrientes hacia los tejidos corporales periféricos, fomentando el almacenamiento de nutrientes después de una comida y la movilización de los mismos en el intervalo que antecede a la siguiente comida. La insulina es importante en la homeorresis durante la lactancia; cuando aumenta su concentración en la sangre se generan cambios en el metabolismo del animal y de la glándula mamaria, modificando el volumen de leche y su composición, favoreciendo la concentración de proteína en la leche (Bequetteet al., 2002; Johnston et al., 2004; MooChoiet al., 2004). En 1980, Bauman y Currie introdujeron el concepto de homeorresis, que es el mecanismo de control metabólico que permite explicar la relación entre producción y reproducción desde el punto de vista nutricional y metabólico.
La homeorresis es definida como “el conjunto de cambios orquestados o coordinados en el metabolismo de los tejidos corporales que son necesarios para apoyar un estado fisiológico” (Baumanet al., 1989). Bajo este concepto se asume que en un momento determinado se establecen prioridades entre las diferentes funciones fisiológicas y que éstas deben ser cubiertas mediante la distribución de los nutrientes al ser particionados en el organismo, por ejemplo en la vaca lechera, los lípidos del tejido adiposo se acumulan durante el embarazo, y el catabolismo de las grasas comienza antes del parto incrementándose dramáticamente posterior al mismo, la duración y la magnitud de estas adaptaciones dependen de la secreción de leche, del consumo neto de energía, el genotipo y del sistema endocrino (McNamara, 1991). Esto es precisamente lo que ocurre al inicio de la lactancia cuando se altera dramáticamente el metabolismo de la vaca por la cantidad de energía demandada con la finalidad de que la glándula mamaria reciba los nutrientes necesarios para la síntesis de leche, bajo esas circunstancias se establecen prioridades metabólicas y nutricionales: producción– mantenimiento-reproducción (NRC, 2001).
Cuando aumenta la concentración de insulina en el torrente sanguíneo se provocan cambios metabólicos en la glándula mamaria, lo que modifica el volumen de leche y su composición, favoreciendo la concentración de proteína en la leche (Correa y Echeverri, 1999). El control homeorrésico implica que el organismo modifique sus patrones biológicos de normalidad y crea nuevas condiciones homeostáticas, con un costo fisiológico muy elevado que implica la partición dirigida de nutrientes para sustentar los requerimientos específicos para cada estado fisiológico (Waterlow, 1990).
Fisiológicamente, la lactancia es un estado de homeorresis que proporciona una regulación crónica a largo plazo, un periodo en que el organismo se aparta de la homeostasis que opera minuto a minuto para mantener condiciones de estado constante aumentando la tasa metabólica y priorizando la desviación de importantes cantidades de nitrógeno y otros nutrientes hacia la glándula mamaria (Coppo, 2001). Existen evidencias en el ganado lechero que durante el periodo seco se inicia una preparación crítica que afectará a la siguiente lactación, ya que el animal requiere obtener nutrientes para cubrir los requerimientos de mantenimiento, preñez y mantener la lactación (Van Saun, 1991).
La homeorresis prioriza a los siguientes estados fisiológicos: mantenimiento, el crecimiento y la reproducción (Van Saun, 2009). Cuando existe un aporte insuficiente de nutrientes, se realizan una serie de ajustes metabólicos que resultan en una disminución de la necesidad de nutrimentos y en un equilibrio nutricional compatible con una disponibilidad más baja de nutrimentos celulares, propiciando que el individuo sea capaz de vivir en un estado adaptado a una ingestión disminuida, en el cual la mayoría de las funciones están alteradas. 
El ejemplo más claro de homeorresis es la lactancia, ya que se producen importantes alteraciones en el metabolismo de los diferentes tejidos con el fin de que la glándula mamaria reciba los metabolitos necesarios para la síntesis de la leche, necesaria para el correcto crecimiento del neonato (Bell et al., 1987; Williamson, 1980; Williamson y Lunds, 1994).Con el advenimiento del parto y el inicio de la lactancia se establece un nuevo estatus nutricional (homeorresis), generando un balance energético y proteico negativo en la vaca en producción (Bauman, 1989).
Este desbalance puede acarrear efectos residuales negativos al resto de la lactancia, registrándose tanto en la producción como en la composición química de la leche (Risco, 1992). Se ha sugerido la necesidad de aumentar la concentración proteica de las dietas de la transición, para incrementar en la lactancia temprana la producción de leche, la concentración de proteína láctea, o ambas (Van Saunet al., 1993).
 

Conclusión
Asumir al bienestar animal como una prioridad es una decisión sumamente pertinente, así como integrar a la salud humana y la sanidad animal en un mismo contexto, dada la estrecha relación entre una y otra. En este sentido, es de vital importancia que el conjunto de normas internacionales y nacionales continúen reforzándose y cobrado vigencia para garantizar que las recomendaciones científicas y las buenas prácticas de bienestar animal se traduzcan en mejores indicadores. 
Por ello es importante asegurar el correcto control y manejo de los factores que inciden en el bienestar para que éstos puedan expresar su potencial genético y esto se refleje en un incremento en la actividad, consumo de alimento, producción, longevidad productiva y calidad superior de sus productos. Esta mayor y mejor producción de alimentos de origen animal tendría un efecto positivo en el bienestar humano.
Asimismo, al garantizarse condiciones de bienestar, el comportamiento animal será adecuado a su edad, tamaño, necesidades. Estando el animal en correcto equilibrio con su medio ambiente, los procesos de homeostasis y homeorresis estarán más equilibrados, mejorando la producción y reproducción animal. En este aspecto, contribuye de manera directa la adecuada dotación de nutrientes incluido en la dieta.
 

Referencias
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Organización Mundial de Sanidad Animal y Organización Mundial de la Salud. (2014).
Marco Operativo para la buena gobernanza en la interfase humano-animal: relacionando a los instrumentos de la OMS y la OIE para el fortalecimiento de capacidades nacionales.
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Autores:
Juan Guerra-Liera
Universidad Autónoma de Sinaloa
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