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Sistemas silvopastoriles en Mesoamérica para la restauración de áreas degradadas

Publicado: 18 de agosto de 2020
Por: Raúl Botero y Ricardo O. Russo
Antecedentes
La conquista de América y la instauración de un sistema colonial en la Nueva España (actualmente Mesoamérica) trajo aparejado el arribo de mamíferos domésticos (vacas, caballos, cerdos, asnos, mulas, cabras y ovejas, lo que tuvo profundas consecuencias en la historia de los últimos 520 años). Asimismo y de acuerdo con los trabajos de Crosby (1988), se produjo un derrumbe demográfico de las sociedades originarias como resultado de la pérdida de un enorme número de vidas humanas por efecto de la importación de enfermedades exóticas del viejo mundo, las guerras contra la población aborigen, el maltrato y el esclavismo a los que fueron sometidos. El despoblamiento súbito (de 1519 a 1590 la población descendió casi un 95%) dio lugar al reparto y colonización de los nuevos territorios “vaciados” en beneficio de los nuevos actores sociales.
El nuevo sistema económico colonial se basó en el despojo de las tierras a la población nativa, la creación de las encomiendas, el repartimiento forzado, la introducción de la esclavitud desde el continente africano, la explotación de los recursos naturales y la inserción de la ganadería bovina con un modelo pastoril sin árboles, lo que condujo a la llamada “potrerización” como consecuencia del desarrollo de la ganadería extensiva en la región mesoamericana. En la práctica, la presencia de árboles y vegetación leñosa en los pastizales representaba un inconveniente para el modelo de ganadería europea, lo cual cambió el paisaje y a la población de estos territorios (Aguilar-Robledo 2001, Barrera Bassols 1996, Sluyter 1996). De acuerdo con Murgueitio (2003), con el tiempo los animales de pastoreo fueron determinantes para consolidar el modelo político y económico, y así, controlar el territorio a través de la propiedad privada, que luego pasó de las colonias ibéricas a las repúblicas y perdura, de diferentes maneras, hasta nuestros días.
Desde el segundo viaje de Cristóbal Colón, hace cinco siglos, las poblaciones pecuarias llegaron a las islas del Caribe y, desde allí, fueron trasladadas al continente a través de las distintas expediciones de la conquista (Pinzón 1984). La explotación ganadera se inició aprovechando los ecosistemas de sabanas naturales, con menor o mayor cobertura herbácea, arbustiva y arbórea, bien o mal drenadas, existentes en varias regiones: Centroamérica y el Caribe; la Orinoquía colombiana y venezolana; el Cerrado y el Pantanal brasileño; el Beni en Bolivia, el Chaco paraguayo y la Pampa argentina. Esta ganadería avanzó con el desmonte de los bosques secos y húmedos, así como de las laderas de las montañas y los altiplanos.
Para el año 2050 la población humana mundial se estima, al menos, en 9 millardos de habitantes, y aumentará hasta en un 70% su demanda por alimentos. Existen actualmente cerca de 130 millones de vacas (40% del hato), sobre una población total estimada en 330 millones de cabezas bovinas en América tropical, que equivale al 23% del hato mundial y que pastorea en 400 millones de hectáreas de pasturas, degradadas actualmente en un 60% (FAO 2012). Ojalá el potencial productivo de la tierra agrícola del mundo se pueda mantener, al igual que la disponibilidad de energía, agua para riego y bebida; y demás insumos indispensables para aumentar la producción de alimentos.
La industria agropecuaria está obligada a intensificar y lograr una alta rentabilidad ante el continuo incremento de los precios de la tierra, sus altos costos de adecuación, infraestructura, maquinaria, equipos, semovientes, insumos y mano de obra; adicionalmente, de su inestable rentabilidad en América tropical. Por otra parte, se deben recuperar los suelos con pasturas degradadas para poder racionalizar su área, implementar sistemas amigables con el ambiente y, finalmente, mitigar el efecto de la ganadería tropical sobre el calentamiento global.
Las estadísticas indican que la natalidad promedio del hato bovino de América tropical es actualmente del 50% anual. Este promedio no ha sido posible aumentarlo debido a que la alimentación del hato ha sido permanentemente deficiente en cantidad y calidad de nutrientes; a que su composición genética está altamente dominada por la raza cebú, cuyo origen tropical y mayor adaptación, causaron su madurez sexual tardía; a la alta incidencia de enfermedades reproductivas; a la subfertilidad ocasional en vientres y toros; a que la gran mayoría de los medianos y grandes productores no viven en sus fincas; a su desinterés por el mejoramiento continuo, por el trabajo en equipo y por fijarse metas de producción; a la deficiente asistencia técnica estatal, así se cobre por ella; a la falta de asociación gremial; a la nula o incipiente toma y análisis de registros productivos; a la mínima capacitación y actualización técnica y contable de los productores, administradores, técnicos y obreros; a la falta de pago de incentivos por producción a los empleados; al temor al cambio y a que los cultivos comerciales continúan desplazando a la ganadería bovina hacia áreas marginales, con escasa infraestructura vial y de servicios, suelos de menor fertilidad natural, y condiciones climáticas adversas.
Esta baja eficiencia reproductiva no le permite al hato bovino crecer ni lograr el mejoramiento genético y productivo, pues escasamente produce los vientres requeridos para aplicar una mínima tasa de remplazo anual (Botero 2012a).
La alimentación balanceada, a través de pasturas con alta biodiversidad, asociadas de gramíneas, leguminosas u otras plantas forrajeras herbáceas, arbustivas y/o arbóreas perennes, nativas y/o introducidas1 de bancos forrajeros y de cercas vivas (Botero y Russo 2000), con manejo óptimo y aforo continuo, para medir la producción de biomasa y elaborar presupuestos forrajeros (Lopera et ál. 2013), que permitan, mediante un pastoreo racional rotacional intensivo (Botero 2012b), lograr su máxima capacidad de carga y conservar forrajes.
De la misma manera, la implementación de prácticas de bienestar animal son claves para alcanzar una alta producción del hato bovino tropical, como por ejemplo: la elaboración y utilización de abonos orgánicos con mezcla de abonos químicos; el suministro de sal con minerales, vitaminas y de suplementos energético proteínicos a base de subproductos agroindustriales que suplan las deficiencias nutricionales de los alimentos consumidos; la disponibilidad estacional de agua para riego y para bebida abundante y de alta calidad, en bebederos que no afecten las fuentes naturales de agua; el realizar la descontaminación productiva de las aguas servidas y el manejo apropiado de los desechos sólidos (Botero 2011a); la aplicación de un plan eficiente de sanidad animal preventiva y la utilización de animales F1 (cebuínos por europeos y/o por criollos tropicales) con alto vigor híbrido, precocidad, adaptación y longevidad productiva.
Pero también, algunas prácticas de manejo son muy importantes para permitir su máximo potencial productivo y reproductivo como reducir la mortalidad, la edad tardía para iniciar la reproducción y el sacrificio, y aumentar su rentabilidad, sin que sea necesario realizar altas inversiones para su implementación en la empresa ganadera (Botero 2011b).
Objetivos
  • Proponer los conceptos, definiciones, caracterización, procesos y prácticas de los sistemas silvopastoriles (SSP) que combinen, en el mismo espacio, plantas forrajeras, leguminosas, arbustos, árboles y palmas destinados a la producción animal.
  • Facilitar a los usuarios la competencia de identificar y caracterizar los diferentes SSP que pueden ser utilizados en la recuperación de áreas degradadas.
  • Destacar la importancia del componente arbóreo en los SSP como uno de los factores clave en dichos sistemas y como una variable que puede ser controlada para recuperar áreas degradadas, incrementar la fijación de carbono y promover la sostenibilidad de los sistemas pecuarios en la región mesoamericana.
  • Seleccionar una clasificación funcional de los SSP que permita caracterizarlos en función de su capacidad de rehabilitar o recuperar áreas degradadas a través de sus servicios ecosistémicos.
  • Desarrollar la capacidad de diseñar recomendaciones silvopastoriles adoptables en fincas con áreas degradadas.
Justificación
En la última década se generó mucha investigación en Mesoamérica sobre el papel de los árboles en los SSP y existe el consenso que para la selección del componente arbóreo se deben considerar aspectos como zona de vida, altitud, tipo de especie, densidad de la plantación, uso de las especies arbóreas, y en el caso de especies forrajeras, tener en cuenta además, la producción de forraje, calidad nutricional y palatabilidad, entre otras.
Se acepta que bajo las copas de los árboles en pastizales, los suelos reciben menos luz, tienen temperaturas más estables y mayor fertilidad en comparación con pastizales sin árboles. Bajo los árboles, las concentraciones de nutrientes en el horizonte superficial del suelo, en general, son más altas que en las pasturas abiertas, porque las copas de los árboles protegen el suelo de la lixiviación, promueven la retención de nutrientes con su redistribución en los horizontes del suelo más bajos a través de la hojarasca. Sin embargo, es importante analizar estos aspectos y relacionarlos con el papel y la importancia que tienen en la recuperación de áreas degradadas (con erosión laminar, en cárcavas o en surcos) y la recuperación de fuentes hídricas y cursos de agua.
Los SSP deben responder a las condiciones particulares de cada finca, suelo, clima y de cada productor/a, de ahí la importancia de obtener una versión aplicada de sus definiciones y caracterizaciones para recuperar áreas degradadas y mejorar la sostenibilidad de la finca.
Definiciones y conceptos
La etapa de las definiciones en el campo de la agroforestería y los sistemas agroforestales, de los cuales los SSP son parte, comenzó en 1979 con la realización de un Taller sobre Sistemas Agroforestales en América Tropical, en el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), Turrialba, Costa Rica y con la creación, en el mismo año, del Centro Internacional para la Investigación en Agroforestería (ICRAF, International Center for Research in Agroforestry) en Nairobi, Kenia. En este contexto, los llamados SSP surgen como respuesta a la necesidad de adaptar los sistemas ganaderos a la realidad de las condiciones de los trópicos húmedos y secos con suelos predominantemente ácidos como los de la región mesoamericana. No solo por ser sistemas viables y adaptables para la mayor parte de la región, si no también por brindar una serie extra de beneficios para la actividad ganadera y para los productores que los implementen, entre ellas se destaca el atractivo retorno que presentan (Luccerini et ál. 2013).
Hay gran variabilidad en las definiciones y criterios para caracterizar los SSP de acuerdo con el tipo de componente forestal (bosque nativo, regeneración natural o plantación), de la región que se trate (con estación seca, de altura, inundable, etc.) y al grupo de productores que lo implemente (pequeñas, medianas, grandes empresas); por lo tanto, es conveniente y necesario repasar algunos aspectos conceptuales para consensuar criterios de definición.
El concepto silvopastoril se basa en un conjunto de al menos tres componentes: el pecuario (animales domésticos); el herbáceo o pastoril (pasturas naturales o mejoradas); y el arbóreo (leñosas perennes tales como árboles, arbustos y palmas), que lo caracteriza y le agrega el prefijo “silvo” (Figura 1).
Sistemas silvopastoriles en Mesoamérica para la restauración de áreas degradadas - Image 1
Estos componentes interactúan dentro del sistema con una dinámica diferente a la que tendría solo la interacción de los animales con la pastura, debido a que los árboles tendrán un efecto sobre las pasturas, los animales y el suelo; y a su vez, el suelo tendrá un efecto sobre las pasturas y los animales. A lo anterior habría que agregar el efecto del manejo o gestión antrópica de todos los componentes del sistema (Figura 2).
Los SSP como sistemas de uso de la tierra hacen coexistir, en una misma unidad productiva, la ganadería y la actividad forestal, donde se aprovechan las interacciones positivas y se minimizan las negativas. El manejo predial puede actuar en dos niveles: a) la producción primaria (árboles y forrajes); b) la producción secundaria a través del manejo del ganado y el suelo, sin perder de vista que se trata de un sistema, donde los elementos interactúan y se interrelacionan entre sí.
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Una de las definiciones más difundidas de los SSP es la siguiente:
Un SSP es aquel uso de la tierra y tecnologías en el que un componente arbóreo (leñosas perennes tales como árboles, arbustos y palmas) es deliberadamente combinado en la misma unidad de manejo con un componente herbáceo (pasturas naturales o mejoradas) y un componente pecuario (animales domésticos), incluso en la misma forma de arreglo espacial o secuencia temporal, y en el que hay interacciones tanto ecológicas como económicas entre los diferentes componentes (Young 1987).
Pero existen otras definiciones, que incorporan otros componentes como el suelo, el clima y el manejo, aunque siguen considerando como primarios el arbóreo (silvo) y el herbáceo o forrajero (pastoril). Algunas definiciones consideran a los SSP como una forma de ganadería alternativa que busca elevar al máximo la eficiencia de procesos biológicos como la fotosíntesis, la fijación de nitrógeno, el reciclado de nutrientes, la utilización de los forrajes con la finalidad de aumentar la producción de la biomasa forrajera y la producción de carne y leche de mejor calidad. Muchas de estas alternativas surgen de la necesidad de buscar un nuevo enfoque de sustentabilidad.
Los SSP también se pueden definir como una modalidad de agroforestería ganadera, que combina en el mismo espacio, plantas forrajeras como pastos y leguminosas rastreras, con arbustos y árboles destinados a la alimentación animal y otros usos complementarios. En algunas definiciones se presenta la condición de que deben coexistir uno o más estratos de vegetación destinados a la alimentación animal (pastoreo, ramoneo o corte y acarreo) y, por lo menos, otro más para usos maderables, frutales, ornamentales, entre otros. Sin embargo, además de las definiciones conviene hacer algunas reflexiones conceptuales sobre los SSP, que pueden ser vistos como una construcción sociocultural e histórica; porque más allá de sus características biológicas existe un complejo de determinaciones y características económicas, sociales, jurídico-políticas, psicológicas y culturales, que intervienen y los caracterizan. Por otra parte, los SSP son históricos, y en ese sentido son producto de la relación entre biología, sociedad y cultura, y por ser históricos devienen y presentan una enorme diversidad, que dificulta una definición simple. Adicionalmente, la elección de los objetivos y las escalas de percepción son dos aspectos a considerar en el momento de definir los SSP.
En cuanto a los productores, los objetivos se enfocan a nivel de predio y presentan diferencias según la escala de producción. Mientras que la empresa rural, pequeña, mediana y grande, persigue fundamentalmente rentabilidad a corto y mediano plazo a través de una producción especializada enfocada al mercado; los pequeños productores buscan una mayor diversificación, con fines de autoconsumo y de generación de excedentes para el mercado. Para el primer grupo de productores, el hecho de tener que manejar al menos dos cadenas productivas, es una complicación con respecto a los sistemas de producción puros o simples. En el caso de pequeños productores, los sistemas de uso múltiple son apropiados a su estrategia de producción y reproducción (Carranza y Ledesma 2009).
El componente arbóreo en los SSP
Los efectos de los árboles sobre el suelo fueron tempranamente presentados por Young (1989) quien identifica y agrupa los principales procesos de cómo los árboles mejoran los suelos en general: 1) aumentan los insumos (materia orgánica, fijación de nitrógeno, absorción de nutrientes); 2) reducen pérdidas (materia orgánica, reciclando y controlando erosión); 3) mejoran las propiedades físicas del suelo, como la capacidad de retener agua y 4) efectos benéficos porque promueven los procesos biológicos del suelo. En la Figura 3 se interpretan los procesos de como los árboles mejoran el suelo.
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Efectos de los árboles en los sistemas silvopastoriles
Los efectos de los árboles en los SSP, en general, se resumen en el Cuadro 1.
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También se ha observado que el suelo en los pastizales arbolados presenta una densidad aparente inferior a la de las pasturas sin árboles a pesar del alto pisoteo, posiblemente sebe al efecto de la materia orgánica proveniente del reciclaje del mantillo, de las excretas del ganado y a una mayor humedad superficial del suelo. Otro efecto de la presencia de los árboles, es que modifican el ambiente al disminuir la evapotranspiración (disminución de la circulación de aire y aumento de la humedad relativa) y que amortiguan las temperaturas extremas, observado en un experimento silvopastoril en Guácimo, Costa Rica (Carrasco y Martínez 2007).
La presencia de los árboles también produce cambios en el comportamiento de la pastura, tanto en la estructura como en la composición florística, y es aún más manifiesta cuando son árboles fijadores de nitrógeno (Bronstein 1984, Cuadro 2). Las plantas bajo sombra tienen una menor producción de macollos, tallos y hojas, e incrementa el área foliar específica y las relaciones de raíz/tallo y hoja/tallo. Esto puede relacionarse con el efecto de los árboles sobre la fertilidad edáfica, que a su vez tiene efecto sobre la relación raíz/tallo. Marschner (1995) ya señalaba que las plantas tienden a tener una relación raíz/tallo mayor en suelos de baja fertilidad (bajas concentraciones de nutrientes) y relaciones raíz/tallo más bajas en suelos fértiles. Por ejemplo, Hernández et ál. (2008) reafirman el efecto de los SSP en la fertilidad edáfica; y en un caso en Los Tuxtlas, México, Martínez-Sánchez (2006) reporta que los árboles presentes en los pastizales tuvieron una acción positiva sobre el crecimiento de las plántulas debajo de las copas, por efecto de los nutrientes del suelo, y que la hojarasca producida por los árboles parece afectar la química del suelo debajo de las copas. Sin embargo, diferentes especies arbóreas pueden causar un efecto diferente. También la sobrevivencia de las plántulas es mayor a la sombra de grupos grandes de arbustos (Holl 2002).
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Actuaciones propuestas sobre el componente arbóreo
La principal acción propuesta es incorporar árboles y arbustos en los sistemas de producción pecuaria tropicales. Los árboles pueden ser maderables, frutales, de uso múltiple, forrajeros, de sombra, para protección de quebradas y cursos de agua, postes vivos para cercas, hileras entre callejones de pasturas y fijación de nitrógeno, entre otros. Mientras que los arbustos pueden ser forrajeros, ya sea bien distribuidos regular o irregularmente en los potreros o agrupados espacialmente en bancos forrajeros para corte o pastoreo directo.
Quienes hablan y escriben en contra de la ganadería tropical, dan una imagen distorsionada del enorme esfuerzo, trabajo duro, alta inversión y baja rentabilidad de producir carne y leche bovinas, bufalinas, caprinas y ovinas en el trópico mesoamericano, el cual se encuentra actualmente en una franca situación de pobreza y de cierto abandono estatal. Desde la percepción urbana, a los ganaderos se los inculpa de atrasados, explotadores, sin conciencia social y mucho menos ambiental.
Las demandas ambientales van desde la masiva deforestación y la consecuente potrerización de los países de Mesoamérica, la compactación y erosión de los suelos. También hay un estudio (Steinfeld et ál. 2009), donde se culpa a los eructos y flatulencias del ganado, en un alto porcentaje, del efecto invernadero causante del calentamiento global con un efecto directo sobre el cambio climático. ¿Tiene la culpa la ganadería de la “potrerización” de las áreas rurales en Mesoamérica? Definitivamente no, para encontrar la causa, basta recordar cuando la política pública promovió la deforestación de grandes áreas que los organismos del estado llamaban improductivas y mal explotadas. En complemento, la revolución verde o también llamada la revolución de los tractores y de los agroquímicos, promovió el mensaje de aumentar la productividad de los cultivos a toda costa, apoyada en la mecanización intensiva de la tierra arable. Igualmente, el narcotráfico, más recientemente, se ha encargado de incorporar a sus fines delictivos el proceso de deforestación masiva de los bosques de América tropical para sembrar plantas alucinógenas en grandes áreas de cultivo (Lafaurie Rivera 2008).
Según Murgueitío et ál. (2013) la intensificación ganadera con generación de servicios ambientales debe emplear principios agroecológicos. Los SSP que incluyen la arborización de los potreros son un buen ejemplo de intensificación natural (Burney et ál. 2010). Por otra parte, dichos autores manifiestan que los principios agroecológicos que deben estar presentes en la ganadería silvopastoril son la intencionalidad, intensividad, integralidad e interactividad. Adicionalmente, con la reciente preocupación sobre la adaptación al cambio climático de la ganadería, el componente arbóreo cobra importancia, por la facilidad relativa de su incorporación y manejo por parte de las poblaciones de la región mesoamericana, así como los servicios ambientales que pueden ofertar los productores ganaderos (captura de carbono y biodiversidad alcanzados con la incorporación de árboles) y la forma en que varios proyectos permiten combinar incentivos para la urgente transformación de la ganadería convencional en modelos silvopastoriles sustentables que favorecen la adaptación al cambio climático.
Clasificación y caracterización de los sistemas silvopastoriles (SSP)
Si se asume que clasificar significa agrupar objetos con características similares, los SSP se pueden agrupar en función de cuál es el enfoque u objetivo principal del sistema en dos conjuntos principales:
  1. con enfoque forestal; y
  2. con enfoque ganadero. A su vez en cada enfoque se subagrupan en:
a) Aquellos SSP con enfoque forestal
    • Pastoreo de plantaciones
    • Pastoreo en huertos
b) Aquellos SSP con enfoque ganadero
    • Árboles aislados en potreros y silvopasturas
    • Sistemas silvopastoriles intensivos (SSPi)
    • Silvopasturas en callejones
    • Cercas vivas
    • Bancos forrajeros con especies arbóreas para corte y acarreo
Por supuesto, en cada caso podrían hacerse subgrupos; por ejemplo, en Moroponte, Nicaragua, Casasola et ál. (2000) caracterizaron los SSP tradicionales en cinco categorías: 1) Potreros con baja densidad de carbono (< 30 fustales/ha); 2) Potreros con alta densidad de carbono (> 30 fustales/ha); 3) Potreros con robles (Quercus spp.); 4) Matorrales y 5) Bosques con predominancia de robles. Pero a los efectos del presente manual seguiremos la clasificación planteada.
Caracterización de los SSP con enfoque forestal
En este grupo, el objetivo principal del sistema es la producción forestal que incluye madera, leña, materia prima para celulosa y papel. El componente arbóreo está formado generalmente por plantaciones forestales, y eventualmente bosques secundarios o parches de regeneración natural en potreros. Mientras que la producción pecuaria se presenta como ventana de oportunidad para aprovechar el pasto existente y mantener limpia una plantación, para reducir el riesgo de incendios forestales estacionales y dar valor agregado al manejo forestal.
Pastoreo de plantaciones
El pastoreo de una plantación es gradual y conforme los árboles crecen y reciben manejo silvicultural, toleran mejor la presencia del ganado. Debido a los daños que puede ocasionar, no es conveniente introducir ganado en los primeros años de la plantación. La regulación de la carga animal es importante para evitar la compactación del suelo y su efecto negativo sobre el crecimiento de los árboles. Si bien, la producción de pastos es menor con la sombra de los árboles, la ocurrencia de gramíneas y latifoliadas forrajeras se presenta como una oportunidad para pastorear ganado, sobre todo, en plantaciones para madera de aserrío, donde se plantan inicialmente altas densidades (de 800 a 1 200 árboles/ha) y se ralean hasta llegar a densidades finales bajas (de 150 a 300 árboles/ha) para obtener fustes con diámetros comercialmente aserrables.
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El momento oportuno para incorporar el pastoreo en las plantaciones es, después de un primer raleo del 50%, cuando la población de árboles es menor (unos 400 árboles/ha) y con un diámetro a la altura del pecho (DAP) que les proteja de ser quebrados o tumbados por el ganado (12-15 cm de DAP). En estas condiciones el pastoreo solo es posible durante períodos cortos de tiempo y con bajos niveles de carga animal.
Pastoreo en huertos
El pastoreo en huertos con árboles frutales o leñeros (plantaciones energéticas) se realiza con el fin de controlar las malezas y obtener un valor agregado durante el crecimiento de la plantación. Si se trata de un huerto frutal para el manejo del SSP, se debe considerar que haya suficiente espacio entre los árboles y que los animales no dañen los árboles ni la cosecha. Otro aspecto a tener en cuenta es impedir que los vacunos se “atraganten” con la fruta caída al suelo, por ejemplo: cítricos, mangos o aguacates. Algunos ejemplos son el pastoreo de plantaciones de Cocos nucifera y Bactris gasipaes con bovinos en la vertiente Atlántica y el pastoreo con ovinos de Mangifera indica en la vertiente del Pacífico.
En el caso de huertos leñeros o dendro-energéticos, cuya función es la producción de leña para consumo doméstico, el pastoreo es posible cuando la densidad de la plantación lo permite. Ejemplos pueden verse en Guatemala y Nicaragua.
Caracterización de los SSP con enfoque ganadero
Árboles aislados en potreros y silvopasturas
Los árboles dispersos en los potreros son elementos comunes del paisaje en Mesoamérica y son una estrategia rápida y fácil para introducir árboles a bajo costo en las fincas ganaderas. Se caracterizan por la interacción simultánea del ganado, el pasto y los árboles o palmas (pastoreo directo) que puede ser regulado con el manejo de la carga animal, el tamaño del potrero y el tiempo de permanencia de los animales en el potrero.
En la mayoría de los casos los árboles son provenientes de regeneración natural y se los ha dejado crecer en densidades que no afecten el crecimiento de la pastura, en un rango de 10 a 70 árboles por hectárea, pero puede alcanzar hasta 100; con rangos de área basal3 (AB) de 1 a 7 m2 /ha, aunque algunos autores mencionan que se pueden tener hasta 200 árboles/ha (Uribe et ál. 2011). Para el establecimiento de este sistema, se permite el desarrollo controlado de diferentes especies arbóreas o arbustivas que aparecen por regeneración natural en los potreros, donde las semillas han sido diseminadas por animales, el agua o el viento. Se seleccionan, protegen, podan y fertilizan los árboles o arbustos valiosos de acuerdo con su uso: madera, leña, frutos para alimentación humana y/o animal, forrajeros, leguminosos o para sombra. Asimismo para la protección de fuentes de agua y de zonas frágiles.
Los árboles en los potreros contribuyen a mejorar el funcionamiento de los sistemas ganaderos, promueven la recuperación del suelo (control de erosión, fertilización, reciclaje de nutrientes), regulan las plagas de insectos y contribuyen a la conservación del agua y a la captura de carbono. De esta manera, crecen los servicios ambientales y se producen beneficios económicos que pueden ser valorados por los costos eludidos en el mantenimiento de las fincas ganaderas (Zuluaga et ál. 2011).
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En un estudio reciente realizado en dos localidades de Costa Rica (Cañas y Río Frío) y dos de Nicaragua (Rivas y Matiguás), se encontró que los árboles dispersos en potreros eran comunes en los cuatro paisajes, con un rango de densidades de 3 a 74 árboles por hectárea. Ee descubrió además que en los cuatro paisajes, los agricultores tenía un conocimiento detallado de atributos sobre los árboles que afectan los pastos y la productividad animal (Harvey et ál. 2010, Chacón y Harvey 2013).
Otros beneficios de los SSP mencionados por Murgueitío e Ibrahim (2001) son: una mayor producción y calidad de la biomasa forrajera disponible por unidad de área, un mejor y mayor reciclaje de nutrientes, una disminución en el requerimiento de fertilizantes para las gramíneas, un microclima benéfico para el ganado que dispone de un hábitat donde se desarrolla mejor, sin exceso de calor o de lluvia; finalmente, una recuperación de la entomofauna y avifauna local y migratoria; y, en el mediano y largo plazo, se obtiene madera y frutos para diferentes usos
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La producción de madera es otro de los beneficios de los SSP, principalmente de los árboles dispersos en potreros cuando se tiene un plan de manejo y aprovechamiento. La cantidad de árboles en potreros varía con el grado de tecnificación de las fincas ganaderas (López y Detlefsen 2012). Por ejemplo, en un sistema de producción extensiva de carne en la zona Caribe de Costa Rica, es común la presencia de Cordia alliodora de regeneración natural en pastizales naturales de Ischaemum indicum, y se mantiene una densidad de alrededor de unos 100 árboles por hectárea, con un turno de corta de 25 años. Se aprovechan secuencialmente cuatro árboles por año, que rinden de 3,8 m3 de madera en pie, cuyo valor representa un ingreso adicional de casi un 60% de la venta de novillos4 (observaciones de los autores).
En una evaluación del componente arbóreo en pastizales de Cañas, Costa Rica, se encontraron árboles dispersos y cercas vivas en el 93 y 88% de las fincas, respectivamente (Villanueva et ál. 2003b). Además, se determinó que las especies maderables representaban el 32% del total de árboles encontrados como árboles dispersos. Las especies maderables predominantes fueron T. rosea (12,8%) y C. alliodora (12%). En cercas vivas, el componente maderable representó el 30% del total de árboles registrados (Villanueva et ál. 2003a); la especie más frecuente fue Pachira quinata (27,6%). A partir de encuestas aplicadas a los productores, se determinó que aprovechan los árboles provenientes de los potreros (36%), muy pocas veces los de cercas vivas (1%) y nunca los del bosque (Villanueva et ál. 2003b). El 48% de los árboles dispersos encontrados en las fincas evaluadas tenían un diámetro mayor a 40 cm, lo que evidencia la disponibilidad de árboles aptos para el aprovechamiento. Sin embargo, según López y Detlefsen (2012), el manejo selectivo de los productores, quienes tienden a conservar únicamente los individuos adultos, podría poner en peligro este valioso recurso.
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Sistemas silvopastoriles intensivos (SSPi)
Son áreas de pastizales donde deliberadamente se establecen especies forrajeras arbóreas y arbustivas en altas densidades para pastoreo directo. Este modelo fue desarrollado en Colombia por el Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria (CIPAV) con resultados productivos muy alentadores (CIPAV 2009, Uribe et ál. 2011, Murgueitío et ál. 2013) y también se presentan en México con Leucaena leucocephala (Bacab et ál. 2013). Dentro de las opciones para el establecimiento de SSPi se menciona:
El sistema silvopastoril con Botón de oro Tithonia diversifolia en franjas con densidades de 5 000 a 7 000 arbustos por hectárea.
El sistema silvopastoril intensivo de alta densidad con 10 000 arbustos por ha de Leucaena leucocephala, se plantean arreglos con árboles asociados a la siembra de la leucaena como el eucalipto (Eucalyptus grandis). A los que se podría agregar otras especies arbustivas como: Cratylia argéntea, Morus alba, Sambucus peruviana, etc. y arbóreas como Erythrina spp., Gliricidia sepium: Clytoria fairchildiana; Acacia aneura; Pseudosamanea guachapele; Samanea saman; Enterolobium ciclocarpum, Prosopis juliflora; Pithecellobium dulce, etc. En el caso de que el lote no posea árboles establecidos, deberán plantarse con plántulas provenientes de un vivero, en líneas con dirección al recorrido del sol (oriente a occidente) y en tres bolillo para un mayor ingreso de luz hacia el estrato del suelo de la silvopastura, conseguir una fotosíntesis más eficiente y reducir o aún eliminar la erosión hídrica y eólica.
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Los árboles multipropósito deberán sembrarse a distancias de entre 4 x 4 metros a 10 x 10 metros, es decir, con densidades de entre 625 y 100 árboles por hectárea, dependiendo de las especies incluidas en la mezcla, de la humedad del suelo, del tamaño y de la densidad de su copa. Posteriormente se siembran los arbustos a distancias de entre 2 x 2 a 1 x 0,5 en alta densidad de entre 2 500 a 20 000 arbustos por hectárea y 45 días después se siembran, entre las líneas de los arbustos y árboles: las gramíneas, las leguminosas y otras plantas herbáceas en toda la cobertura del suelo, bien sea por semilla o por material vegetativo. Seis a ocho meses después de terminada la siembra, la silvopastura ya está establecida y puede iniciarse su utilización con animales en pastoreo rotacional intensivo.
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Silvopasturas en callejones
Una silvopastura en callejones consiste en un área de potreros donde se establecen hileras de árboles y/o arbustos simples, dobles, triples o en bloques y se dejan callejones o espacios abiertos, entre ellas, para la producción del forraje. Para iniciar el establecimiento de los árboles en el interior de los potreros se recomienda hacerlo por el sistema de franjas: corredores de dos metros de ancho y 50 a 100 metros de longitud, en surcos distanciados cada 10 a 20 metros, aislados inicialmente con cerca eléctrica y en dirección cardinal con el recorrido del sol (oriente a occidente) para evitar la sombra refleja y aumentar la eficiencia fotosintética sobre la cobertura inferior de la pastura.
En el interior de los surcos se plantan arbolitos cada cuatro metros. En los espacios entre los árboles se recomienda plantar botón de oro Tithonia diversifolia; Leucaena (Leucaena leucocephala); morera Morus alba y/o cratilia Cratylia argentea, cuyas ramas son muy flexibles, lo que impide que los animales las quiebren y destruyan los arbustos durante el ramoneo. Este proceso se debe iniciar en aquellos potreros en los que la presencia de árboles es muy baja o inexistente.
Estas silvopasturas en callejones pueden ser una fuente de madera cuando en la hilera de arbóreas se incluye una de árboles maderables con la especie conveniente seleccionada. Por ejemplo, en el caso de la Figura 10, también se estableció en las hileras múltiples Swietenia macrophylla, que fue severamente atacada por Hypsipyla grandella y hubo que reemplazarla al tercer año por Bactris gasipaes, Hieronyma alchorneoides, lo que retrasó considerablemente el ingreso de ganado en esos callejones.
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Cercas vivas (CV)
Las cercas con postes vivos (CV) en fincas ganaderas son plantaciones lineales de especies arbóreas (maderables, frutales o de uso múltiple), conformadas por una sola hilera de árboles, que se utilizan para dividir potreros (apartos) dentro de la finca o, perimetralmente, para delimitar propiedades, casi siempre se complementan con el uso de alambre de púas. Pueden tener una estructura simple (una sola especie) o compleja (dos o más especies). Las CV con estructura compleja pueden diseñarse a partir de la combinación de especies que ofrezcan bienes y servicios diferentes (forraje, madera, hábitat para la fauna), para maximizar la eficiencia de los sistemas productivos. Sin embargo, su uso ya tiene un carácter múltiple que aparte de delimitar los terrenos, en función de las especies, puede obtenerse forraje, leña y postes. Sin embargo, su uso en establecimientos ganaderos las relaciona con los SSP de los cuales son parte. Este tema es ampliamente tratado en el Módulo agroforestal. Somarriba (2001) diagramó un modelo de las interacciones de una cerca viva de Erythrina berteroana en un potrero de Cynodon dactylon pastoreado con vacas lecheras en una zona tropical húmeda (Figura 11).
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Las CV pueden utilizarse en todo tipo y tamaño de fincas, pero son particularmente útiles en fincas pequeñas, porque además de la producción de bienes y servicios, son una fuente de forraje cuando se utilizan especies forrajeras como las de los géneros Erythrina, Gliricidia, Morus, entre otras o se combinan con arbustivas como Cratylia, Flemingia, Leucaena, Trichantera, Tithonia, Boehmeria, entre otras.
Las cercas vivas y otras plantaciones lineales, tales como cortinas rompevientos y árboles en linderos, son una alternativa para obtener madera cuando se incluyen especies de valor maderable y se las maneja en forma adecuada, aplicando, desde su establecimiento, prácticas silviculturales y con poda de ramas para obtener buen crecimiento de los árboles y obtener fustes de calidad comercial. Entre esas prácticas, se deben tener en cuenta aspectos como las distancias de plantación, los raleos y las podas, sobre todo esta última para obtener fustes libres de nudos. En el mismo sentido, se debe evitar fijar el alambrado con grapas metálicas, plantando las especies maderables no en la misma línea que la utilizada como postes vivos de la cerca. Un ejemplo de aprovechamiento maderable en la subcuenca del río Copán, en Honduras, fue presentado por Chavarría 2010 y Chavarría et ál. (2011), quienes se encontraron fincas con cercas vivas de eucalipto, que presentaron valores promedio de 196 árboles/km de cerca, diámetros a la altura del pecho de 28 cm y alturas de 18,9 m, con un volumen comercial de 100,2 m3 /km.
Finalmente, una de las ventajas para la promoción de las CV en el proceso de restauración, es que existe un conocimiento empírico de los agricultores sobre ellas, lo que favorece su aceptación. Las CV pueden ser implementadas, tanto en zonas secas y semiáridas, como en zonas húmedas. Se debe tomar en cuenta que las cercas vivas necesitan un manejo adecuado para que sean sostenibles.
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Bancos forrajeros con especies arbóreas para corte y acarreo
Los bancos forrajeros con especies arbóreas para corte y acarreo pueden ser solo de especies arbóreas (Figura 17) o un banco forrajero mixto (BFM), con leñosas arbustivas de alto valor nutricional, con más de 15% de proteína, y gramíneas forrajeras que aportan energía. El 75% del banco debe estar constituido por forrajes proteicos (más del 15% de proteína), que aportan aproximadamente la tercera parte de la biomasa que se ofrece a los animales. El 25% restante lo conforman los forrajes energéticos, gramíneas forrajeras como los pastos de corte y la caña de azúcar, que aportan las dos terceras partes de la biomasa ofrecida a los animales. Se deben calcular los requerimientos diarios de forraje verde para los animales por suplementar, tomando como valor entre el 12% al 15% del peso vivo del animal.
Para vacas próximas al parto, en el primer tercio de la lactancia, terneros y destetos se calcula un nivel de suplementación del 20% del peso vivo. De esta manera se obtienen la cantidad de forrajes proteicos y energéticos por suplementar. Para el ingreso cómodo de los cosechadores para el corte y acarreo, en el caso de BFM, la siembra debe ser con mezcla de varias especies forrajeras y en surco doble a 1 m x 1 m, y calles con 1,5 a 2,0 m de ancho, dependiendo de las especies. Se deben asociar gramíneas, leguminosas y otras plantas forrajeras herbáceas, arbustivas y arbóreas para fijar nitrógeno y carbono, lograr una alta cobertura con buena utilización de la radiación solar y biodiversidad, lo cual contribuye a reducir el control de plagas y enfermedades.
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Para calcular la cantidad de forraje que se debe cortar diariamente hay que tener en cuenta el volumen que se produce por m² y los requerimientos por animal/día. A este resultado se suma el 10% por rechazo y pérdidas de forraje. Teniendo la cantidad total por suministrar diariamente, se debe considerar que el 75% debe ser energético como la caña de azúcar y los pastos de corte, y el 25% restante debe ser proteico como: Leucaena leucocephala, Gliricidia sepium, Cratylia argentea, Tithonia diversifolia, Morus alba, Trichanthera gigantea y Sambucus peruviana, entre otros.
El BFM es un cultivo intensivo y requiere de fertilización constante. Después de cada corte se le debe aplicar materia orgánica al suelo entre 1 a 1,5 ton/ha. Si se utiliza estiércol fresco debe regarse alrededor de cada planta a una distancia de 30 a 50 cm para evitar quemaduras (Uribe, F. et ál. 2011).
La frecuencia de corte es un aspecto importante por considerar en los BFM porque influye en la digestibilidad del forraje y la biomasa digerible. En un banco forrajero con Erythrina poeppigiana, Gliricidia sepium, Tithonia diversifolia y Morus alba en Guácimo, Costa Rica, se observó que la digestibilidad decrece (Figura 18) con respecto a la edad de rebrote (frecuencia de cosecha de material forrajero); y que si bien no hay diferencias de producción de biomasa y biomasa digerible entre leguminosas y no leguminosas, ni entre especies dentro del grupo, sí las hay por la edad de rebrote (Soto et ál. 2009).
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Aspectos de fertilidad del suelo en los SSP
La conservación del suelo se basa en un balance de nutrientes, entre la cantidad presente en el perfil, la cantidad que extraen los forrajes y la eficiencia de la absorción por las plantas. Un suelo sometido a pastoreo continuo pierde su fertilidad al disminuir la reposición de los nutrientes, ya sea en forma de excretas, fertilizantes (orgánicos e inorgánicos), residuos de forrajes o una combinación de estos insumos (Salas y Cabalceta 2009). Por esta razón, es importante la presencia de árboles en los pastizales por sus aportes al suelo. Por ejemplo, en suelos ácidos de Panamá la plantación de Acacia mangium en potreros del pasto Brachiaria humidicola no solo mejoró la calidad del forraje, sino también los contenidos de fósforo y nitrógeno en comparación con los monocultivos de la misma especie de gramínea. Asimismo, durante la estación lluviosa, la densidad de organismos en el suelo fue mayor en áreas con una densidad de plantación de 240 árboles de A. mangium por hectárea (Bolívar 1998).
En las tierras altas (1 300-2 500 msnm), Alnus acuminata es una especie arbórea promisoria para la restauración de la fertilidad en pasturas degradadas por su asociación con bacterias filamentosas fijadoras de nitrógeno (Frankia alni) y hongos micorrícicos arbusculares (endomicorrizas) en sus raíces (Russo 1989, 1990).
En un caso en Colombia, en la Reserva Natural El Hatico (Molina-Durán 2012), la producción de leche aumentó en un 126% en las silvopasturas enriquecidas con Leucaena, desde el inicio del año 1996 (desde 7 436 lt/ha/año) hasta terminar el año 2001 (con 16 798 lt/ha/año), durante los seis años, en los que se enriquecieron las silvopasturas, mediante la introducción de la Leucaena. A partir del año 2001 y hasta el año 2011 (durante los últimos 11 años) la producción promedio de leche se mantuvo estable en un promedio de 16 285 lt/ha/año, equivalente a un incremento promedio del 119%, comparando con el año inicial 1996 (Figura 20).
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Oportunidades de los sistemas silvopastoriles
Los SSP presentan oportunidades económicas, productivas, sociales y ambientales (Iglesias et ál. 2011).
En lo económico, la diversificación de la producción posibilita obtener ingresos a corto, mediano y largo plazo y atenuar las fluctuaciones de precios y mercado de los productos. Asimismo, genera ingresos adicionales por la producción de madera y derivados.
En lo productivo, tanto las pasturas como los animales se ven beneficiados por los efectos de la sombra y el abrigo. La disminución del estrés calórico en los animales permite mayor ganancia diaria por animal, que en aquellos sin disponibilidad de sombra. A su vez, el abrigo disminuye los requerimientos de energía para el mantenimiento y la evapotranspiración de las pasturas por efecto de la sombra.
En lo social, son menos las referencias encontradas, pero se considera de importancia por incrementar la calidad de vida de la población rural en límites de pobreza. Este grupo es más vulnerable a las variaciones climáticas, de mercado y a las enfermedades, entre otras.
En lo ambiental, tenemos un espectro amplio de servicios ecosistémicos, pero se destaca en este manual la importancia de los SSP para recuperar áreas degradadas. Sobre todo, considerando las enormes extensiones de áreas y pasturas degradadas en la región Mesoamericana. Los SSP permiten la recuperación de áreas y pasturas degradadas a través de la restitución parcial de la productividad del suelo. Adicionalmente, y gracias al consumo de forrajes con mayor calidad y degradabilidad, se reduce la emisión de gases de efecto invernadero desde el sistema digestivo de los rumiantes hacia la atmósfera.
Restauración de áreas degradadas
Se definen como áreas degradadas aquellas tierras previamente boscosas que fueron severamente dañadas por la extracción excesiva de madera, productos agrícolas y forestales no maderables; prácticas deficientes de manejo, incendios reiterados, el sobrepastoreo de ganado, u otras alteraciones o usos de la tierra que dañan el suelo y la vegetación, en tal grado, que se inhibe o retrasa seriamente el restablecimiento del bosque después de su abandono (OIMT 2005).
El proceso de restauración pasa por el restablecimiento de la cobertura forestal y de la vegetación que protege la superficie del suelo del impacto directo del agua, sea de la lluvia o de la escorrentía, debido a que: a) el dosel intercepta y absorbe la energía de las gotas de la lluvia por las hojas y los residuos (hojarasca) de las plantas; b) incrementa la capacidad de infiltración y almacenamiento del agua de lluvia en el suelo, debido al mejoramiento de la estructura y porosidad por las raíces; c) reduce la velocidad del agua de la escorrentía por el colchón de hojarasca; y d) los fustes de los árboles y tallos de los arbustos, conducen el agua interceptada por el dosel hasta el suelo a bajas velocidades (García 1999).
Para rehabilitar las áreas degradadas es fundamental sensibilizar a los ganaderos sobre los SSP por tratarse de un tipo de cobertura vegetal importante en el proceso de rehabilitación de los suelos, al combinar, en el mismo espacio, plantas forrajeras, leguminosas, arbustos, árboles y palmas destinados a la producción animal. Sin duda, el panorama es complejo. No se ha podido, o solo de forma muy limitada, encontrar una forma rápida de recuperar un área degradada, ya sea por inconvenientes técnicos o de financiamiento. El establecimiento de los SSP se convierte en una herramienta idónea para la recuperación de dichas áreas.
Este proceso de recuperar un área degradada con los SSP debería estar relacionado con los programas de pagos por servicios ambientales (PSA), desarrollados en Mesoamérica. La gama de consumidores es amplia. En el ámbito mesoamericano, pueden ser individuos o grupos de individuos, a nivel local o nacional, usuarios de servicios producidos por la conservación del agua y del suelo. Pero también pueden ser empresas privadas internacionales interesadas en promover servicios como la provisión de agua, la conservación de la biodiversidad y la fijación de carbono.
Los SSP entran en el marco de dos grandes iniciativas, una conocida como el Desafío de Bonn, que se impulsó en septiembre de 2011 en Bonn, Alemania, por la Alianza Mundial para la Restauración del Paisaje Forestal, encaminado a restaurar, de aquí al año 2020, 150 millones de hectáreas de tierras deterioradas y deforestadas que contribuirá a la actual Meta 15 del Convenio sobre la Diversidad Biológica (restaurar como mínimo el 15% de los ecosistemas deteriorados del planeta de aquí a 2020) y a la meta REDD+ del CMNUCC (aminorar, detener y revertir la deforestación y la pérdida de carbono forestal).
Conservación de la biodiversidad
Más de la tercera parte de las pasturas en Mesoamérica se encuentran en algún estado de degradación. La restauración de estas áreas es una posibilidad con la siembra de árboles y arbustos de propósito múltiple que, además de proporcionar beneficios ambientales, hacen sostenibles los sistemas ganaderos. Para incrementar la resiliencia de estos sistemas se necesita fomentar prácticas de manejo con especies leñosas con mayor diversidad funcional (por ejemplo tolerancia a la sequía, mayor valor nutricional, mejoramiento de la fertilidad de suelos, entre otros) para potencializar la generación de bienes y servicios ecosistémicos.
Ante esta situación, el CATIE realizó una serie de estudios que muestran que los SSP ofrecen una serie de bienes y servicios ecosistémicos como la producción de productos maderables para uso en la finca y/o la venta, asociado a una menor presión del recurso bosque; son una fuente de alimento por medio de follajes y/o frutos para el ganado en la época seca, lo cual mejora su dieta y podría reducir la emisión de metano; protección y restauración de suelos que favorece la retención de carbono; y constituyen una fuente de sumidero de carbono que según las especies y densidad de leñosas pueden superar las 4 t C/ha/año. Igualmente, los SSP minimizan la contaminación física, química y biológica de fuentes de agua y contribuyen con la conservación de la biodiversidad. Asimismo, los sistemas silvopastoriles mejorados (nuevos diseños) contribuyen a mejorar la competitividad de la ganadería, la diversificación y el fortalecimiento de los medios de vida de las familias rurales.
Actuaciones propuestas sobre restauración de áreas degradadas
Dice Stewart Maginnis5 : restaurar 150 millones de hectáreas en los próximos 10 años podría reducir el “déficit de reducción de las emisiones” entre un 11 y un 17%, e inyectaría más de 85 000 millones de dólares anuales en las economías locales y nacionales.
La rehabilitación de áreas degradadas (forestal y paisajísticamente) por medio de los SSP convierte las áreas estériles o deterioradas en paisajes fértiles, sanos y productivos, que pueden satisfacer de forma sostenible las necesidades de la población y del medioambiente natural.
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Se propone el establecimiento de los SSP como una alternativa de uso de la tierra con un enfoque restaurativo-productivo de manejo y conservación de suelos, con énfasis en la arborización de potreros y áreas degradadas, teniendo en cuenta todas las formas silvopastoriles (reforestación, regeneración natural, plantaciones perimetrales, cercas vivas, cortinas rompevientos, entre otros).
Los SSP establecidos por regeneración natural y/o por la reforestación con hierbas, arbustos y árboles de uso múltiple, aunque su establecimiento demanda una alta inversión inicial, protegen los suelos, mejoran sus condiciones físico-químicas, aumentan su fertilidad, evitan su compactación, mejoran la infiltración, reducen la erosión, inmovilizan carbono, fijan nitrógeno, incrementan la repoblación y biodiversidad de insectos, aves y mamíferos, aumentan la producción, la calidad nutritiva y la digestibilidad de los forrajes consumidos por los rumiantes, aumentan la producción de carne, leche, pieles, madera, frutos, productos industriales, etc., generan empleo y bienestar social y reducen la emisión de gases de efecto invernadero, entre otros. De la misma manera garantizan una alta rentabilidad a largo plazo. Por ello, se deberán concentrar esfuerzos en financiar proyectos silvopastoriles, como la opción más viable desde el punto de vista social, ambiental, productivo y financiero.
Además de contribuir a la rehabilitación de áreas degradadas, los SSP tienen efecto en la recarga hídrica en paisajes ganaderos. Ríos et ál. (2008) estudiaron el impacto de los SSP sobre el recurso hídrico en zonas de recarga de la subcuenca del río Jabonal, Costa Rica, donde evaluaron pasturas nativas sobrepastoreadas (PD), pasturas nativas con árboles (PNA), pasturas mejoradas con árboles (PMA) y un bosque secundario intervenido (BSI), sitios donde caracterizaron la vegetación y estimaron la escorrentía superficial e infiltración. La PD presentó la mayor escorrentía, seguida por la PNA; mientras que la PMA y el BSI presentaron los valores más bajos (28, 27, 15 y 7%, respectivamente). El BSI presentó la mayor infiltración; mientras que las pasturas con árboles (PMA y PNA) permitieron infiltrar más que las PD (3,54; 0,23; 0,19 y 0,07 cm/h, respectivamente). La cobertura arbórea se correlacionó negativamente con la escorrentía (r = -0,71; P = 0,01) y positivamente con la infiltración (r = 0,75; P = 0,01) y concluyeron que los SSP, al tener el componente arbóreo, mostraron mayores beneficios hidrológicos en la zona de recarga, ya que disminuyeron la escorrentía superficial, incrementaron la infiltración y favorecieron una mayor conservación de agua en el suelo.
Otro aspecto de importancia es que los SSP disminuyen el impacto ambiental de la actividad ganadera. En un caso, en la cuenca del río San Pedro, Camagüey, Cuba, Acosta et ál. (2008) realizaron una Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) esperado de los SSP en las áreas deforestadas de la cuenca. La EIA demostró que con el establecimiento de los SSP en dichas áreas se puede resarcir el impacto negativo que la actividad ganadera ha ocasionado, llevando el indicador general de impacto de valores negativos a positivos. Para ello se utilizó la metodología RIAM (Rapid Impact Assessment Matrix) (Pastakia y Jensen 1998), que considera cuatro áreas temáticas de análisis: físicoquímica (FQ), ecológico-biológica (EB), sociocultural (SQ) y económica-operacional (EO), con sus correspondientes componentes (Cuadro 5).
Es necesario hacer grandes esfuerzos estatales y gremiales para cambiar la cultura a partir de programas que promuevan la responsabilidad social empresarial entre los ganaderos. Pero, quizás el desafío más importante es hacer posible la reconversión desde el punto de vista financiero, dada la alta inversión requerida para transformar las áreas abiertas de pastoreo en SSP. Se hace necesario entonces, estructurar paquetes de financiamiento con subsidios, con bajos intereses, y con asistencia técnica para proyectos silvopastoriles, dado que uno de los inconvenientes más argumentados es el costo de establecimiento de los SSP.
En relación con la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), el aporte de los SSP tropicales es mucho menor que el de los sistemas de lechería y de engorde intensivos de los países desarrollados, pero, es además un proceso natural, y no es producto de la incontrolada transformación industrial o del consumo intenso de combustibles fósiles que hacen hoy los países desarrollados.
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Las personas relacionadas con la producción ganadera del trópico mesoamericano cuentan en general con conocimientos y tecnologías para la adaptación y mitigación al cambio climático –enfatizado en sequía– que permiten mantener una producción estable a lo largo del año, lo que redunda en el mejoramiento de los medios de vida de las familias rurales.
Finalmente, el manejo del componente arbóreo, la pastura y el ganado en forma balanceada es una de las acciones principales que proponemos y denominamos manejo integral silvopastoril (Figura 21). El manejo de la pastura se refiere al tipo de pastizal (natural o mejorado), cultivos forrajeros, ciclos de crecimiento, procesos de conservación de forrajes tamaño de potreros, pastoreo rotacional, entre otros. El manejo del ganado en función del tipo (carne, leche, doble propósito), aspectos nutricionales, entre otros. El manejo del componente arbóreo estará en función de la modalidad adoptada (árboles dispersos en pastizales, cercas vivas, bancos forrajeros, rodales para sombra, entre otros).
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Los principales factores de manejo para cada caso se presentan a continuación:
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La regeneración natural y su efecto sobre la arborización de áreas de pastoreo
Las fincas ganaderas presentan generalmente árboles dispersos en potreros que ofrecen sombra y alimento para los animales y generan ingresos por madera y/o frutas. Algunos de estos árboles son remanentes de los bosques originales antes de la deforestación, otros fueron sembrados por los productores y la gran mayoría ha crecido a partir de la sucesión vegetal o regeneración natural, gracias a la dispersión de semillas que hacen el ganado y los animales silvestres.
El manejo de la regeneración natural en áreas en pastoreo se hace mediante la abolición de las herramientas indiscriminadas que se utilizan para eliminar las plantas invasoras en las praderas. Estas herramientas son las quemas, deshierbas manuales, mecanizadas y la aplicación generalizada de herbicidas químicos, luego la vegetación nativa y los animales contribuyen eficazmente a consolidar el sistema. La primera etapa puede durar entre dos a cinco años, lo cual depende de las condiciones de carga animal, períodos de descanso y ocupación de las praderas, humedad, fertilidad y descompactación del suelo, sombra, bancos de semillas y proximidad a bosques nativos. Posteriormente se realizan podas selectivas y entresacas de madera hasta conformar de dos a tres estratos de vegetación compatibles con los pastos establecidos y dominantes en la pradera.
Estudios recientes en zonas ganaderas de América Central demuestran que los productores conservan entre el 88% al 100% de árboles dispersos en las praderas (Harvey y Haver 1999), con una riqueza y variabilidad nada despreciables que puede llegar hasta cien especies diferentes (Esquivel et ál. 2003, 2011).
En la zona del trópico seco del pacífico de Costa Rica las especies arbóreas más abundantes y frecuentes, provenientes de regeneración natural, son: Tabebuia rosea, Guazuma ulmifolia, Cordia alliodora, Pithecellobium dulce y Acrocomia vinifera Esquivel. et ál. (2003).
Como especie promisoria, la Cordia alliodora posee un alto potencial para el desarrollo de los SSP por regeneración natural, debido a su abundancia, adaptabilidad ecológica y a que su madera alcanza un alto precio comercial (Camargo et ál. 2008). Esto también lo hemos observado en las tierras bajas del Caribe, donde se maneja la regeneración de C. alliodora para mantener una densidad no mayor de cien árboles por hectárea (Botero y Russo, observación personal). También Samanea saman y Enterolobium cyclocarpum se encuentran ampliamente diseminados en Costa Rica y Nicaragua, como árboles dispersos en potreros, de mayor amplitud de copa, y son aceptados por los ganaderos para el sombrío de los animales, pues sus frutos son producidos y ávidamente consumidos en la época seca (Esquivel. et al. 2009). Asimismo en varios países de Mesoamérica son comunes en fincas ganaderas grandes árboles como Ceiba pentandra y frutales tropicales naturalizados como Manguifera indica que ofrece abundantes frutos estacionales comestibles, tanto a los humanos como a los animales domésticos y silvestres (Murgueitio e Ibrahim 2001).
Por otra parte, por su distribución y su asociación directa con los sistemas ganaderos se destaca Psidium guajaba que produce uno de los frutos neotropicales más rico en vitamina C y minerales, el cual se industrializa y comercializa ampliamente para el consumo humano. Aunque durante la conquista esta especie arbórea ya se encontraba ampliamente distribuida en América tropical (Patiño 2002), la ganadería bovina facilitó su expansión hacia diversos ecosistemas, es muy consumida tanto por animales domésticos como silvestres, principalmente aves. En América equinoccial los árboles de guayaba crecen desde el nivel del mar hasta los 2 100 msnm en suelos y climas variados, con precipitaciones anuales entre 800 y 6 000 mm. La dispersión de la guayaba en pastizales se realiza principalmente a través del estiércol bovino, logrando rangos de densidad en los SSP naturales de entre 10 hasta 350 árboles por hectárea. La más alta densidad permite producir mayor volumen de frutos, mayor cantidad de madera y leña, sin detrimento de la productividad pecuaria (Somarriba 1986). La poda y entresaca de los árboles de guayaba en las silvopasturas se puede contratar, pagando con la madera y la leña obtenida a quien hace el trabajo (Botero Jacobo 2006, comunicación personal).
Los árboles del género Crescentia spp. cuentan con seis especies, pero las más difundidas son Crescentia cujete y Crescentia alata. Son de uso multipropósito y con altas densidades en los SSP provenientes de la regeneración natural. Son nativos de América tropical y se encuentran distribuidos desde México hasta Argentina y en las islas del Caribe (Gentry 1980). Son comunes en Guanacaste, Costa Rica y en la Nueva Concepción en Guatemala.
El Crescentia alata se considera un árbol de gran importancia en el trópico seco y en regiones con tendencia a la desertificación, por su alta resistencia a la sequía, aunque también tolera sitios húmedos. Igualmente, se adapta a suelos de diversa fertilidad natural, desde fértiles a pobres, así como compactados, también tiene capacidad de crecer tanto en condiciones abiertas, como de sombra abundante. Su adaptación altitudinal abarca desde el nivel del mar hasta los 1 400 msnm. Aunque su follaje es escaso, el mayor producto útil es su fruto que varía de tamaños entre 4 hasta 25 centímetros de diámetro y peso por fruto de entre 400 hasta 1 500 gramos. La producción de frutos oscila entre 27 a 92 frutos/árbol/año y desde 16 hasta 81 kilogramos/árbol/año (Roncallo et ál. 1996). Se destaca su capacidad de regeneración natural cuando los frutos son consumidos por los animales, quienes escarifican las semillas en su tracto digestivo. Estas germinan en abundancia en las excretas animales, toleran el pisoteo, el ramoneo de los animales y también las quemas de las pasturas durante la sequía. En las regiones del pacífico de Costa Rica y de Nicaragua hay experiencias exitosas de los SSP basados en C. alata. Aunque la especie se puede propagar en forma asexual (por esquejes) los productores prefieren multiplicarla por semilla para establecer árboles con una raíz principal profunda lo que les permite obtener agua y nutrientes en lugares más profundos del suelo.
Es posible que la práctica de establecimiento de silvopasturas por regeneración natural sea multiplicada por muchos productores. Se trata de la más baja inversión financiera y el mismo potencial productivo y ambiental, frente a otras opciones de sistemas agroforestales. Pero la sucesión vegetal o regeneración natural en sistemas ganaderos tiene aspectos negativos que han sido poco estudiados. Por ejemplo, el incremento de hábitats con vegetación arbustiva y arbórea, cada vez con mayor densidad y altura de los árboles, atrae los rayos durante las tormentas eléctricas y pueden matar a los animales que buscan protección bajo su copa. También facilitan la deforestación, el robo de madera, leña, frutos y el abigeato, el sacrificio doloso y la caza furtiva de animales domésticos y silvestres. Además pueden aumentar la presencia de especies de animales y de plantas no deseables para el ganado, como es el caso de los vampiros, las larvas de moscas de la piel (Dermatobia - Haematobia), las serpientes venenosas (víboras de coral, cascabel, terciopelo, etc.) y la presencia de plantas tóxicas que pueden ser consumidas por los animales. La mayoría de los productores de ganado no están dispuestos a aceptar que su finca sea invadida por el bosque, por lo tanto, se hace necesario incrementar las investigaciones futuras para determinar combinaciones óptimas entre vegetación arbustiva, arbórea y praderas, y así, evitar los efectos negativos sobre los pastos por exceso de sombra y por el fenómeno de alelopatía que causan algunas plantas.

Factores de manejo de la pastura
Los factores a tener en cuenta al manejar una pastura son:
  • Altura de la pastura a la entrada y salida de los animales (mediante aforo).
  • Controlar la calidad nutricional de la pastura.
  • Consumir el pasto a tiempo, para aumentar el aprovechamiento.
  • Dar suficientes días de descanso entre pastoreos.
  • Hacer divisiones en los potreros.
  • Hacer pastoreo rotativo, racional y controlado.
  • Días de pastoreo por parcela, todo esto en el marco del tiempo (cronológico y climático), donde las condiciones de crecimiento del pasto van variando.
  • Mantener las pasturas con una oferta de pasto adecuada, o sea, con buenos sitios de alimentación.
  • Evitar que la pastura se sobremadure (lignifique) y pierda calidad.
Aspectos importantes sobre las pasturas
Desde finales del siglo xix, el fuego se utilizó como herramienta de manejo para transformar los bosques nativos y para controlar la regeneración natural. Para la transformación de las grandes áreas deforestadas fue clave el establecimiento de gramíneas de origen africano como: Hyparrhenia rufa, Melinis minutiflora, Panicum maximum, sembradas por semilla; y Digitaria decumbens, para pastoreo en suelos bien drenados, Brachiaria mutica, adaptado a suelos bajos mal drenados y Kikuyuocloa clandestina que se estableció en zonas planas y laderas bien drenadas con alturas entre 1 800 msnm y 3 200 msnm, sembradas las tres últimas por material vegetativo.
Las gramíneas nativas de América tropical se propagaron por material vegetativo y cubrieron áreas para pastoreo en regiones cálidas, principalmente: Axonopus micay, Axonopus scoparius, utilizado tanto para pastoreo como para corte, grama trenza o bahía Paspalum notatum, Axonopus compressus, Homolepis aturensis y Ixophorus unisetus. La principal gramínea naturalizada de Asía fue Ischaemum indicum, las ocho últimas gramíneas mencionadas también se propagan por regeneración natural. Todas las gramíneas listadas aquí son tolerantes a la quema y se sembraron puras, asociadas únicamente de forma espontánea con leguminosas nativas de América tropical (Cuadro 6).
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Aspectos importantes sobre el manejo del ganado
El manejo de ganado es una actividad de fundamental importancia en el ámbito de las actividades pecuarias pues implican una serie de operaciones que, como casi todas las actividades humanas, pueden producir impactos ambientales, algunos negativos. Los productores hacen lo mejor que pueden con la dotación de recursos a su alcance y la información a la que pueden acceder, por lo tanto, una acción de extensión sería colocar a su disposición una guía de pautas con las principales áreas temáticas (alimentación, reproducción, infraestructura y sanidad) y las tecnologías críticas mínimas para un buen manejo del ganado.
Los aspectos más relevantes por considerar en el manejo del ganado en los SSP son:
  • Estado nutricional del ganado
  • Estado sanitario del ganado
  • Disposición de agua en los potreros
  • Control de la carga animal, altas cargas favorecen mayores ganancia de peso por hectárea
  • Evitar selección del forraje con alta carga instantánea
  • Rotación del hato a diferentes potreros
  • Control de los períodos de descanso y ocupación de las praderas
  • Sombra en los potreros
Si bien, cada país, región o finca tiene sus condiciones propias, una generalización puede aproximarse a lo expuesto en el Cuadro 7.
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Degradación de las pasturas tropicales
La degradación de pastizales es un problema serio, pues se estima que entre un 50-80% de las áreas de pasturas están degradadas y solo en América Central representan casi siete millones de hectáreas (Pezo et ál. 2012).
Se calcula que en Mesoamérica el área agrícola total alcanza casi 122 millones de ha, incluyendo 85 millones de ha de pastizales (Cuadro 6), de las cuales 88% corresponden a México y 12% (10 232 420 ha) al resto de los países de América Central (FAO 2014).
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A continuación se presentan las ocho principales causas a las cuales se les atribuye la degradación de los pastizales:
Ganadería extensiva con pastoreo continuo
El pasto en el pastoreo continuo, no tiene la oportunidad de librarse, en ningún momento, del pisoteo de los animales, por lo que sufre un grave deterioro. Debido a la disminución del crecimiento durante la sequía y la continuidad de la carga animal, el pasto se acaba, y al final de dichos períodos desmejoran los animales, merma notablemente la producción y, al llegar de nuevo las lluvias, se produce una fuerte erosión y el terreno se cubre de malezas, que finalmente remplazan el pasto (Durán 1974).
Acidez del suelo
Se deben seleccionar gramíneas, leguminosas y otras especies forrajeras herbáceas, arbustivas y arbóreas multipropósito, adaptadas para establecer las silvopasturas en suelos ácidos de baja fertilidad y en climas adversos. No se debe pretender corregir la acidez y la fertilidad del suelo para adaptar especies forrajeras que solo persisten y son productivas en condiciones edafoclimáticas más benévolas.
Compactación del suelo
En condiciones ideales, el suelo debe poseer, al menos la mitad de su volumen en espacio vacío, donde se almacenen el aire, el agua y donde viven los macroinvertebrados que se alimentan de los residuos vegetales y los convierten en materia orgánica para mantener y aumentar su fertilidad natural.
Una Unidad Animal Bovina-U.A. (con 400 kilogramos de peso vivo) posee ocho (8) puntos de apoyo (pezuñas) sobre el suelo. Cada pezuña ejerce entonces una presión equivalente a 50 kilogramos. En suelos de textura arcillosa, es de esperar que se presente una alta y rápida compactación de la superficie del suelo por efecto del pisoteo continuo del ganado en pastoreo, o por la compactación producida por los pesados equipos de cosecha, en pasturas bajo corte mecanizado. Esto hace que, a través de los años, aun sobre suelos oxisoles, y con mayor celeridad en suelos ultisoles, se presente de manera inevitable, la compactación en los primeros 10 a 20 centímetros de la superficie del suelo.
En suelos de textura franco arenosa, arenosa, limosa y en suelos pedregosos o con alto contenido de materia orgánica, normalmente la compactación del suelo es menos severa, más lenta o simplemente no se presenta.
El contenido de oxígeno en el suelo es indispensable para facilitar a las plantas, a través de las raíces, la absorción de los nutrientes minerales que les permite un mayor crecimiento, vigor, desarrollo y una persistencia productiva estable. El oxígeno es esencial para permitir la descomposición de la materia orgánica del suelo y la mineralización de los elementos que nutren a las plantas. La compactación de la superficie del suelo reduce la aireación, limita el espacio de suelo que puede ser ocupado y explorado por las raíces y disminuye la cantidad de agua disponible, dificultando su capacidad de nutrirse apropiadamente. Las raíces de las especies arbustivas y arbóreas penetran capas profundas del suelo, absorben agua y evitan su compactación (Botero 2012a).
La compactación del suelo en las pasturas se evalúa midiendo los porcentajes de partículas de suelo y de espacio vacío que posee. En el laboratorio se mide en un cilindro metálico de volumen conocido. Se determina por peso su comparación y se define si hay o no compactación y que tan leve o severa es. Otra herramienta subjetiva útil y de bajo costo para el productor, consiste en enterrar, durante el período de lluvias, una pala o un barreno para sentir la dificultad o no de la fuerza de penetración a una profundidad de 20 centímetros. Se hace a 20 centímetros porque que es allí donde se concentra la mayor población de raíces de las gramíneas para pastoreo y corte. Se comprime con la mano igualmente el terrón o cilindro de suelo extraído, para sentir su fuerza de cohesión o compactación.
Señales de degradación en las pasturas tropicales
Se puede estar seguro de la degradación de la pastura cuando una pradera tropical tiene el suelo descubierto por encima del 20% del área; cuando hay invasión de malezas, sean estas leñosas o ciperáceas (plantas indicadoras de mal drenaje); cuando se visualiza arrastre de suelo, por efecto de la erosión laminar y de salpique del agua lluvia; cuando hay compactación del suelo, lo que hace que durante una lluvia fuerte no haya infiltración del agua y se forme escorrentía; cuando hay pérdida de vigor; cuando es lenta la recuperación de la pastura, con demanda de mayor número de días de descanso; cuando se reduce la capacidad de carga animal; cuando se reducen los días de duración del pastoreo de la pastura, y cuando se reduce la ganancia de peso y/o de la producción de leche diaria de los animales.
Efectos de la renovación de pasturas degradadas
La renovación de pasturas degradadas debe mejorar el drenaje y la capacidad de infiltración y retención del agua proveniente de las lluvias o del riego; reducir la erosión laminar; acelerar la mineralización de la materia orgánica; incorporar al suelo las excretas animales y el colchón de hojas muertas; renovar y dividir las raíces y las cepas de las plantas forrajeras; uniformizar su rebrote; estimular su vigor, cobertura y producción de semilla e incrementar sensiblemente la población y diversidad de leguminosas nativas y, finalmente, aumentar la capacidad de carga y la productividad animal.
Erosión
La compactación reduce la cobertura con plantas, lo cual promueve la erosión laminar hídrica causada por el salpicado de las gotas de lluvia sobre el suelo descubierto de las praderas, aun en topografías con pendientes muy leves. En pendientes mayores al 5% se presenta la erosión con formación de surcos o cárcavas y en pendientes fuertes, no recomendables para el establecimiento de pasturas para pastoreo, se pueden presentar remociones masales de suelo. La erosión hídrica y eólica permiten la pérdida, por arrastre, de la capa superficial, que contiene la mayor cantidad de materia orgánica.
Quema
La quema accidental o programada, tradicionalmente usada como herramienta de manejo de pasturas en los sistemas extensivos de producción ganadera en el trópico, volatiliza cantidades variables de nitrógeno, azufre y selenio hacia la atmósfera y reduce el contenido de materia orgánica del suelo (Anderson y Pressland 1987).
Agotamiento del fósforo y del nitrógeno en el suelo
El fósforo y el nitrógeno son los minerales más deficitarios en los suelos tropicales. Ambos minerales se van al mercado con los productos agropecuarios, por tal razón, hay que reponerlos para lograr la sostenibilidad en los sistemas de producción (Botero 2012a). En el caso del fósforo, que es el segundo insumo más escaso en el mundo, después del petróleo, se puede aplicar en los suelos ácidos (pH menor de 5,5) con base en rocas fosfóricas, en cuyo caso la acidez del suelo lo irá solubilizando lentamente, para que sea absorbido por las raíces de las plantas, antes de que sea fijado por las arcillas del suelo en las formas insolubles de fosfatos de hierro y de aluminio.
Las rocas fosfóricas se pueden tratar con ácido sulfúrico, para solubilizar el fósforo y hacerlo disponible de inmediato a las plantas, después de su aplicación al suelo. También se puede aplicar fósforo en las escorias básicas (escorias Thomas o calfos), que se obtienen durante la elaboración del acero. Los superfosfatos simple y triple también pueden ser aplicados al suelo como fuente de fósforo de alta solubilidad. Todas las gramíneas necesitan fósforo y también nitrógeno, el cual, en este mundo, escaso de energía, debería ser fijado desde el aire y a bajo costo, por las raíces de las plantas leguminosas nativas o introducidas, mediante simbiosis con bacterias del género Rizobium.
El aire que respiramos contiene 79% de nitrógeno. En el caso de pasturas asociadas con leguminosas herbáceas, arbustivas o arbóreas, pueden fijar entre 50 a 900 kg/ha/año de nitrógeno, sin requerir, en algunos casos, de su aplicación como fertilizante en las praderas. Si se aplica fertilización nitrogenada, las leguminosas tienden a desaparecer (Botero 2012a). Paradójicamente, a pesar de que América tropical es la región más rica en germoplasma de leguminosas en el mundo, es notorio el bajo conocimiento actual sobre leguminosas nativas tropicales perennes que sean persistentes y productivas bajo pastoreo.
El aporte de nitrógeno también puede suplirse mediante la aplicación de fuentes comerciales como urea, nitrato, sulfato o fosfato de amonio, cuyo aprovechamiento por las plantas es limitado, ya que el nitrógeno es fácilmente volatilizado a la atmósfera en forma de amoníaco o bien se lava hacia capas profundas del suelo para contaminar las fuentes de agua subterránea. Su aplicación debe ser fraccionada y continua, puesto que se volatiliza o se lixivia rápidamente en el suelo para las plantas. En el caso de tener un bajo contenido de materia orgánica en el suelo, será limitada la cantidad de nitrógeno que aprovechen las plantas que allí crecen.
Los sistemas silvopastoriles y la conservación de la biodiversidad
En Mesoamérica, los árboles aislados en los potreros son una característica común del paisaje, sin embargo, un porcentaje considerable de las pasturas están en algún estado de degradación. De la misma manera, se dejan en pie pequeños parches de bosque natural para proteger fuentes de agua. Estas áreas de pasturas degradadas podrían ser restauradas mediante los SSP, que además de proveer servicios ecosistémicos, hacen más sostenibles los sistemas de producción animal en los trópicos.
La importancia del papel que juega la restauración del paisaje ha sido recientemente reconocida a través de las decisiones internacionales relacionadas con el cambio climático y la biodiversidad. En octubre de 2010, cerca de 200 gobiernos asistentes a la Conferencia de las Partes del Convenio para la Diversidad Biológica que tuvo lugar en Nagoya, Japón, adoptaron el objetivo de restaurar al menos el 15% de los ecosistemas degradados para el año 2020 (Newton y Tejedor 2011). Estudios recientes han demostrado que estos árboles cumplen un papel importante para la conservación de la biodiversidad al proveer refugio para animales silvestres, así como sitios de descanso, anidación y alimento para la avifauna y la conservación de la biodiversidad en paisajes fragmentados. A nivel regional, los sistemas silvopastoriles pueden jugar un importante papel en la implementación del Corredor Biológico Mesoamericano (GonzálezValdivia et ál. 2014) y se espera que estos corredores provean hábitats adecuados para la vida silvestre al facilitar la dispersión de las semillas y la regeneración de la vegetación nativa.
También se ha demostrado que la producción pecuaria eficiente y sostenible, está relacionada con la biodiversidad y el bienestar animal (Broom et ál. 2013). En potreros con alta densidad de árboles se encontró mayor riqueza de mariposas (14 especies) que en pasturas mejoradas con baja densidad de árboles (10 especies). También se ha demostrado que la lluvia de semillas bajo los árboles en las pasturas es considerablemente mayor que en las pasturas sin árboles, por lo cual la dispersión de especies nativas de plantas de bosque es una posibilidad en pasturas arboladas (Esquivel et ál. 2011, Harvey y Haver 1999, Harvey et ál. 2010, 2013, Tobar et ál. 2007, Zuluaga et ál. 2011).
Donde la regeneración natural no es una opción viable, se puede hacer reforestación para establecer los SSP (arborización de los sistemas pecuarios) con el fin de restaurar pasturas degradadas, incrementar la productividad, favorecer la biodiversidad y promover la conservación de los recursos naturales.
Las cercas vivas y cortinas rompevientos también contribuyen a la conservación de la biodiversidad, dado que son hábitats para la avifauna y fauna nativa, y pueden establecer conectividad que favorece el desplazamiento de animales silvestres entre hábitats naturales remanentes y facilita la dispersión de semillas; por tal razón, pueden servir como corredores biológicos en paisajes agrícolas caracterizados por la fragmentación de los hábitats naturales.
Los sistemas silvopastoriles y la captura de carbono
El uso de los SSP contribuye a la captura y almacenamiento de carbono en los árboles y en el suelo. Investigaciones realizadas en Colombia, Costa Rica, Nicaragua, lideradas por el Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria (CIPAV), y el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), han encontrado que los SSP acumulan más carbono en la biomasa aérea y en el suelo que las pasturas degradadas, que además disminuyen las emisiones de GEI, particularmente de metano (Cuadro 9). El almacenamiento de carbono en los suelos de los SSP es un aspecto relevante, dado que contienen tanto o más carbono que la vegetación. De manera que, la materia orgánica del suelo (MOS) juega un papel notable y todas aquellas prácticas que aumenten este contenido tienen un efecto positivo en la mitigación del cambio climático (Montagnini 2012).
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Además, la captura de carbono en las pasturas puede incrementarse con el manejo del sistema de pastoreo, el establecimiento de especies de pasturas adecuadas, y el tamaño de los potreros. Estudios realizados en la región del pacífico de Costa Rica han demostrado que fincas ganaderas pueden mitigar entre 2,2 y 10,6 toneladas de CO2 equivalente por ha con la incorporación de los SSP, tanto en biomasa como en suelos. En otras investigaciones sobre el balance del carbono en los SSP realizadas en Costa Rica, Colombia, y Nicaragua se examinó el almacenamiento del carbono aéreo y en partes subterráneas incluyendo suelos, en diversos usos de la tierra (pasturas degradadas, pasturas mejoradas, bosques secundarios y plantaciones forestales). Los estudios se realizaron en fincas ganaderas en los departamentos del Quindío y Valle del Cauca en Colombia, en el cantón de Esparza en Costa Rica y en la municipalidad de Matiguás, Nicaragua; como parte del proyecto “Enfoques Silvopastoriles Integrados para el Manejo de Ecosistemas (GEF Silvopastoril)”, conducido por CIPAV en Colombia, CATIE en Costa Rica y Nitlapán en Nicaragua, financiado por GEF, FAO y el Banco Mundial (Ibrahim y Guerra 2010, Ibrahim et ál. 2007, 2010; Montagnini 2010, 2012; Murgueitío 2010, Murgueitío e Ibrahim 2009, Murgueitío et ál. 2009, 2013; Cuartas et ál. 2014).
Abarca Monge (2013) evaluó las emisiones de metano en diferentes categorías bovinas (Cuadro 10) en fincas lecheras de Costa Rica y calculó que en una finca de 100 animales se produce 1,36 toneladas de CO2 e por cabeza; y que de acuerdo con la capacidad de mitigación de las diferentes especies arbóreas, sería necesario plantar 100 árboles/año para compensar la emisión por fermentación entérica de los animales, lo que implica que en un ciclo de 13 a 15 años, se deben cosechar entre 1 300 a 1 500 árboles y plantar otros que continúen creciendo.
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Principales limitantes y opciones para estimular la adopción de sistemas silvopastoriles comerciales en Centroamérica
Los SSP han tenido, tradicionalmente, una baja adopción por los productores ganaderos en todos los países de América tropical. Esto se debe principalmente a su baja promoción, al bajo conocimiento actual, a su lento establecimiento, a la alta inversión monetaria inicial que, demandan, y al deficiente apoyo oficial que, actualmente tiene este tipo de tecnologías.
Los costos de establecimiento de las cercas vivas son aceptados por los ganaderos, pues una vez que los árboles crecen permiten sustituir los postes muertos utilizados en las cercas tradicionales, que tienen cada vez un mayor costo, menor vida útil y menor disponibilidad.
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En el caso de los bancos forrajeros, tienen menor acogida por parte de los ganaderos, generalmente, debido a la falta de cobertura del suelo, se degradan, se enmalezan, el suelo se erosiona, la mano de obra empleada en el corte tiene un elevado costo y baja eficiencia y su productividad de forraje es cada vez menor. Por otra parte, al no ingresar animales y no depositar sus excretas sobre el suelo (heces + orina) cada vez el volumen y peso de biomasa en el corte es menor, y la fertilización química tiene un alto costo.
En el caso de los SSP intensivos, los resultados se logran a largo plazo, pero hay mayor bienestar animal, por la sombra arbórea, que refleja una menor temperatura ambiental y permite una mejor adaptación de los bovinos de razas europeas, con mayor potencial de producción de leche y de carne, ambas de mayor calidad para el consumo y procesamiento. Hay mayores ingresos económicos, debido a la cosecha de los árboles maderables que se introducen en el sistema y a la posibilidad de cosechar flores, frutos, semillas, madera y leña; además de elaborar carbón y diversos productos industriales. Los SSP demandan una alta inversión inicial (Figura 22) aunque su mantenimiento anual es de menor costo, comparado con una pradera mejorada en monocultivo tradicional (Figura 23).
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El establecimiento de las silvopasturas puede hacerse en un porcentaje de hasta 20% anual del área que se decida renovar. Esto permite realizar su asentamiento sin reducir la carga animal y aumentar paulatinamente la producción anual de la empresa agropecuaria. El área por convertir anualmente en un sistema silvopastoril, podrá ser sembrada, cosechada y su forraje ser ofrecido en fresco o conservado temporalmente, mientras el sistema silvopastoril se establece y permite el ingreso de los animales, sin causar daño, durante el pastoreo, a las especies herbáceas forrajeras de cobertura y a las especies arbustivas y/o arbóreas leñosas forrajeras, maderables o frutales que han sido establecidas.
Estímulos para su adopción masiva
Los estímulos para su establecimiento masivo podrían provenir de las entidades de financiamiento del sector agropecuario estatal a través de diversos mecanismos como el cobro de bajos intereses de fomento (años muertos) o bien la reducción de pago en el monto de los préstamos lo que, en este momento en Colombia, representa para el productor, pagar el 60% del monto del crédito.
En el mismo sentido, se podría reducir o eliminar temporal o permanentemente el pago de impuestos a la propiedad sobre las fincas que establezcan sistemas silvopastoriles. Los ministerios de ambiente podrían estimular su establecimiento a través del pago por servicios ambientales.
Los ministerios de agricultura deberían, a su vez, hacer el control de inversiones, estimular el proceso con asistencia técnica voluntaria de largo plazo a los productores, aunque se cobre por este servicio.
Las corporaciones de turismo podrían promover y ofrecer, tanto en el país, como en el exterior, estos sistemas de producción como agroecoturismo. Sin embargo, se debe aumentar la natalidad del ganado, reducir su mortalidad, reducir la edad de reproducción de las novillas y reducir la edad para el mercado de los machos engordados. Finalmente, aumentar la producción y la calidad de la carne y de la leche. Para terminar, se podría ofrecer un valor agregado a los productos para la comercialización, y así, conseguir una mayor rentabilidad y un menor daño ambiental de los sistemas de producción ganadera tropical.
Anexo 1
Establecimiento de cercas vivas
Las cercas vivas deberán sembrarse mixtas con un seto a cada lado y con árboles de mayor altura en el centro. Esta disposición de la siembra permite, en el futuro, prescindir del alambre y facilita el ramoneo directo de los animales para cosechar el forraje. Los arbustos del seto se siembran con material vegetativo o trasplante en forma de X, con dos a tres líneas de arbustos en cada lado de la cerca. Se puede sembrar con Hibiscus rosa-sinensis de flores de diversos colores o Morus alba, pero también se pueden sembrar con especies que poseen espinas como Swinglea glutinosa.
Los árboles, además de reemplazar el cerco muerto, generan servicios ambientales, mejoran las condiciones de bienestar animal y de nutrición con un forraje altamente proteico. El establecimiento de las cercas vivas se puede hacer con arbolitos de vivero o por estacas.
Al utilizar arbolitos de vivero, se debe tener en cuenta las siguientes observaciones:
  • Sacar el arbolito de la bolsa y retirarla del lote luego de la siembra.
  • No permitir, durante la siembra, que queden bolsas de aire. Cubrir el cuello de la raíz para evitar encharcamientos.
  • No permitir que la raíz se enrosque al sembrar el arbolito.
  • Colocar una línea de cerca electrificada para evitar el ramoneo del arbolito, mientras se establece como cerca viva.
Cuando se usa el método de siembra por estaca para la siembra inicial de una cerca viva, es preferible utilizar especies de alta rusticidad y tolerancia frente a condiciones adversas. Se deben seguir las siguientes recomendaciones:
  • Clave postes muertos de buena madera a distancias entre 3 a 5 metros, según la topografía del terreno. Deben ser gruesos para que soporten las altas tensiones del templado del alambre. En terrenos muy ondulados se recomienda clavar postes intermedios, cada uno a cuatro metros.
  • Corte las estacas durante la luna nueva (creciente), de esta forma se aprovecha el efecto gravitacional que ejerce la luna sobre los líquidos intercelulares en los momentos de máxima absorción de agua. Esta práctica permite que las estacas cortadas tengan suficientes reservas de agua para soportar los períodos de almacenaje previo a la siembra, e incluso iniciar el proceso de rebrote. 
  • Corte las estacas de 2,5 metros de largo y de 3 a 5 cm de diámetro. El corte se debe hacer en bisel a ambos extremos. Elimine las hojas y las ramas.
  • Coloque las estacas bajo sombra durante dos a cuatro días. Tenga cuidado de no maltratar las yemas foliares o los lugares de rebrote. Apílelas en grupos en posición vertical bajo la sombra hasta el momento de la siembra, con este procedimiento se pueden seleccionar las mejores estacas al momento del establecimiento para elegirlas con alta presencia de rebrotes radiculares y foliares.
  • Entierre las estacas vivas durante la época de lluvias en un hueco con un mínimo de 30-50 centímetros de profundidad y apriete el suelo alrededor de la estaca enterrada. El suelo puede mezclarse con arena o con cascarilla de arroz y con abono orgánico.
Anexo 2
Escarificación química de semillas forrajeras
  1. Brachiaria spp.: 100 a 150 cc de H2 SO4 (ácido sulfúrico comercial) por cada kilogramo de semilla clasificada (limpia), durante 15 minutos para Brachiaria decumbens, B. humidicola y B. brizantha. Para B. dictyoneura, durante 30 minutos.
  2. Stylosanthes spp.: 60 a 75 cc de H2 SO4 por cada kilogramo de semilla clasificada en cáscara, durante 15 minutos.
  3. Centrosema spp.: 40 cc de H2 SO4 por cada kilogramo de semilla clasificada, durante 12 minutos.
  4. Pueraria phaseoloides (kudzu): 40 cc de H2 SO4 por cada kilogramo de semilla selecionada, durante 10 minutos.
  5. Leucaena leucocephala: poner a hervir agua, una vez se apaga el fuego, se introduce la semilla durante 5 minutos.
  6. Arachis pintoi y Cratylia argentea: sus semillas no necesitan escarificarse para lograr una alta germinación.
Se tiene que utilizar semilla limpia (sin basura), para evitar que se incendie por el excesivo calentamiento que produce el ácido. Cada tipo de semilla se depositada en un recipiente plástico para mezclar continuamente con una paleta de madera. La semilla depositada dentro de un anjeo o malla plástica se debe lavar rápidamente con abundante agua limpia, seguidamente se debe poner a secar al sol (durante dos días de buen sol).
Nota: Los obreros deben protegerse de los vapores y del ácido. El agua del lavado no deberá verterse en agua corriente o almacenada, a menos que haya sido neutralizada previamente su acidez al mezclar con cal apagada.
Anexo 3
Metodología para la inoculación de las semillas y el material vegetativo de leguminosas forrajeras tropicales herbáceas, arbustivas y arbóreas
La inoculación de las semillas y del material vegetativo de leguminosas forrajeras es una actividad que se puede realizar fácilmente en la finca, pero requiere cuidado. En el caso de emplear semilla se recomienda usar un balde (con capacidad para tratar 3 kg de semilla cada vez) y los siguientes materiales:
a) El inoculante: usar una cepa de Rhizobium específica para la leguminosa que se va a sembrar.
b) Un pegante: se puede usar una solución de goma arábiga al 40%, preparada en la propia finca. No se debe comprar la solución ya preparada porque contiene fenol, como preservante, el cual mata el rizobio. Como adherente o pegante también se puede usar una solución de azúcar al 40%, o una mezcla de almidón al 8% en agua caliente (engrudo) o una solución de leche hervida con azúcar al 25%. Antes de utilizarla, la solución se debe dejar enfriar a temperatura ambiente.
c) Un material para recubrir la semilla: se puede usar roca fosfórica (fosforita), cal agrícola o cal dolomítica, yeso, o carbón vegetal molido.
La inoculación se debe hacer el mismo día de la siembra. El procedimiento general incluye los siguientes pasos:
El día de la siembra
1. Prepare la solución pegante en agua caliente hervida; para tres kg de semilla use cuatro cucharadas de goma molida o de azúcar y cinco cucharadas de agua. Si va a usar engrudo use una cucharada de almidón por cada 11 cucharadas de agua caliente, y si va a usar leche, use siete cucharadas de leche líquida caliente o una cucharada de leche en polvo y tres de azúcar. Dejarla enfriar antes de usar.
2. Si las semillas están tratadas con fungicidas (generalmente teñidas de color violeta), lávelas y séquelas a la sombra rápidamente).
3. En un balde seco y limpio deposite hasta 3 kilos de la semilla de leguminosa por inocular.
4. Agregue aproximadamente 9-10 cucharadas soperas de la solución pegante (tres cucharadas por cada kilo de semilla y mezcle bien con la mano o con una cucharón de madera).
5. Eche enseguida en el balde 210 g de inoculante específico (70 g por cada kilo de semilla) y mezcle de nuevo hasta que el inoculante se pegue a la cáscara de las semillas.
6. Adicione 900 a 1 200 g de roca fosfórica, cal o yeso por cada 3 kilos de semilla (300 a 400 g por cada kilo de semilla), o 300 a 450 g de carbón vegetal molido (100 a 150 g por cada kilo de semilla) y mezcle muy suavemente con la mano, rotando el balde para recubra bien las semillas hasta que se sequen (se desprenden unas de otras).
7. Esparza las semillas a la sombra y déjalas secar durante 15 a 20 minutos.
8. Siembre lo más pronto posible (antes de 24 horas), para evitar que las semillas se calienten.
Inoculación con Rhizobium del material vegetativo de Arachis pintoi
1. Dependiendo de la densidad de siembra, se pueden necesitar entre 200 a 500 kg/ha del material vegetativo de maní forrajero perenne (1 m vs. 50 cm de distancia de siembra en cuadro).
2. La mezcla para inocular se prepara con el inóculo específico (1 a 2 kg/ha), disuelto en 10 a 20 litros de agua hervida fría y no clorada. Se le agrega 1 kg de melaza, de tapa de dulce, panela raspada o de azúcar, y se revuelve luego manualmente con las manos limpias, hasta lograr su completa disolución.
3. Una vez cortado el material vegetativo, para sembrar el mismo día, se coloca sobre una carpa o piso de cemento una capa delgada (10 cm). Se esparce la mezcla líquida del inoculante de manera uniforme, con una regadera de jardín, y se procede a sembrar el material vegetativo.
Anexo 4
Establecimiento de silvopasturas y renovación de pasturas degradadas
La renovación de pasturas degradadas debe mejorar el drenaje y la capacidad de infiltración y retención del agua proveniente de las lluvias o del riego; reducir la erosión laminar; acelerar la mineralización de la materia orgánica; incorporar al suelo las excretas animales y el colchón de hojas muertas; renovar y dividir las raíces y las cepas de las plantas forrajeras; uniformizar su rebrote; estimular su vigor, cobertura y producción de semilla e incrementar sensiblemente la población y diversidad de leguminosas nativas y; finalmente, aumentar la capacidad de carga y la productividad animal.
Planificación
Debido a lo anterior es importante planificar anticipada y apropiadamente el mercadeo de los productos, la justificación económica, el o los sitios apropiados de la finca, área, especies forrajeras adaptadas, calidad y cantidad de mano de obra, semilla, fertilizante, maquinaria e infraestructura requeridos para la siembra, el manejo y la utilización eficiente y racional de las pasturas mejoradas.
Teniendo en cuenta las diferencias en el comportamiento de las especies forrajeras frente a la deficiencia o exceso de humedad en el suelo, es importante incluir una o más gramíneas, leguminosas y especies multipropósito en la asociación para asegurar: mayor cobertura, mayor producción de forraje por unidad de área, mayor capacidad de carga, mayor control cultural de malezas, mayor disponibilidad y calidad de forraje durante las severas épocas anuales de sequía y de lluvias y; como consecuencia de todo lo anterior, lograr su persistencia productiva estable.
Es necesario tener en cuenta que, en general, las especies forrajeras introducidas y recomendadas no toleran el encharcamiento prolongado del suelo y que, por lo tanto, no se deben sembrar en áreas bajas inundables, ni en los esteros de los ríos. Sin embargo, algunas especies soportan el encharcamiento con agua corriente, siempre que no permanezcan completamente sumergidos por largo tiempo, o bien, toleran un nivel freático alto permanentemente.
Preparación del suelo
La preparación del suelo se debe iniciar cuando se tenga la seguridad de conseguir la semilla de las especies introducidas escogidas, ya que con la labranza se reducen o aún desaparecen las gramíneas forrajeras nativas y proliferan algunas malezas.
La época más conveniente para iniciar la labranza del suelo es hacia el final de las lluvias o al comienzo de la época seca.
La fase final de la labranza mecanizada convencional y de la labranza reducida o de la labranza cero, se deben hacer al inicio del período de lluvias. Para la siembra de silvopasturas en las sabanas y bosques pueden utilizarse tres tipos de labranza:
1. Labranza mecanizada convencional
Se recomienda realizar primero la eliminación de la vegetación existente sobre el lote (sobrepastoreo o quema con fuego de la vegetación), para facilitar la acción de los implementos de labranza, e inmediatamente o sin dejar transcurrir más de un mes, se debe iniciar la labranza.
En los suelos franco-arcillosos, predominantes en las sabanas y selvas, se recomienda utilizar una rastra pesada (rastrillo californiano, big rome u off set disc) y un arado de cincel parabólico. Al inicio de la época seca se debe realizar un pase de rastra, luego uno o dos pases cruzados con el cincel, y finalmente, al inicio de la época de lluvias, uno o hasta un máximo de dos pases cruzados de rastra, con dos a tres puntos de traba, procurando que el último pase de rastra se haga en contra de la pendiente o declive del lote, para reducir el riesgo de erosión.
En los suelos franco-arenosos, es conveniente efectuar un pase inicial con el arado de cincel para traer, desde las capas más profundas hacia la superficie, una alta proporción de arcilla, con el fin de mejorar su estructura. Finalmente, al inicio de las lluvias, se debe hacer un solo pase con la rastra pesada y con traba, en dirección contraria a la pendiente. Tanto en los suelos arcillosos como en los suelos arenosos, el arado de cincel elimina temporalmente la compactación profunda, destruye algunos hormigueros, ejerce un alto control de malezas y permite erradicar especies forrajeras introducidas que se quieran remplazar.
El suelo preparado debe quedar con un control total de la vegetación anterior y su superficie debe quedar rugosa, con terrones, y cubierta con restos de raíces y rastrojo. Se debe evitar la labranza excesiva, puesto que el suelo muy suelto favorece la erosión y permite que con las lluvias se forme una capa o costra superficial dura e impermeable. Esta costra sella el suelo favoreciendo la formación de corrientes de agua que arrastran parte de la semilla y dificultan o impiden la emergencia de las plántulas recién germinadas.
Al finalizar la labranza convencional es necesario retardar la siembra hasta cuando caigan sobre el lote algunas lluvias fuertes para lograr una buena consolidación del suelo. De lo contrario, existe el riesgo de que las semillas de las especies forrajeras sembradas se entierren demasiado, por su tamaño pequeño, y se retarde o hasta se impida su germinación.
2. Labranza reducida o mínima
Gracias a las buenas características físicas de la mayoría de estos suelos y al alto vigor, agresividad y adaptación de las especies forrajeras recomendadas, es posible sembrar y lograr el establecimiento exitoso de pasturas con una labranza mínima, lo que permite reducir los costos de establecimiento y los riesgos de erosión. En este sistema, se pueden hacer un máximo de dos pases de rastrillo pesado, con toda la traba, en cobertura uniforme o en franjas, eliminando la vegetación nativa total o parcialmente al inicio del período de lluvias.
Otra opción consiste en utilizar un implemento diseñado con palas metálicas con aletas anchas contiguas, sobre una barra de herramientas. Este implemento permite cortar superficialmente las raíces de las plantas, provocando su muerte y dejando la superficie del suelo levemente removida y con gran cantidad de rastrojo seco, que lo protege de la erosión y de la desecación.
3. Labranza cero
Se puede prescindir de la labranza si se elimina la vegetación en parches, franjas o uniformemente (Figuras 4.1, 4.2 y 4.3), con la aplicación racional de un herbicida postemergente, no selectivo ni residual. Los herbicidas no selectivos controlan totalmente la vegetación, favoreciendo la aireación del suelo debido a la destrucción y descomposición posterior de las raíces. Su modo de acción evita la erosión y reduce el costo de preparación.
Sistemas silvopastoriles en Mesoamérica para la restauración de áreas degradadas - Image 31
La aplicación del herbicida se debe hacer durante el inicio del período de lluvias, luego de un pastoreo fuerte o sobre la vegetación en rebrote, de tal manera que la vegetación que se va a reemplazar se encuentre en estado tierno y crecimiento activo. Se puede usar uno de los siguientes productos no residuales:
Herbicidas sistémicos no selectivos, como los elaborados con base en glifosato, aplicados a razón de 720 g/ha de ingrediente activo, disueltos en 400 litros de agua por ha, a razón de 2 l/ha (100 cc de producto comercial por bomba de 20 litros). Herbicidas de contacto, no selectivos elaborados con base en Paraquat, a razón de 200 g/ha de ingrediente activo, disueltos en 400 litros de agua por ha. En dosis de 1 l/ha (50 cc de producto comercial por bomba de 20 litros).
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Inmediatamente después de la aplicación del herbicida, se puede sembrar la pastura con semilla o con material vegetativo, ya que los herbicidas mencionados anteriormente no son residuales, por lo tanto, no afectan la emergencia de las plántulas provenientes de semilla, ni el rebrote del material vegetativo de las gramíneas, leguminosas u otras plantas sembradas.
Propagación con semilla
  • Prueba en finca de la calidad de la semilla
Debido a la existencia de múltiples fuentes, a la calidad variable y al alto costo de la semilla comercial de especies forrajeras, es indispensable que los ganaderos conozcan previamente la calidad y el vigor de la semilla disponible para lograr un establecimiento exitoso de pasturas. Para el efecto, se debe realizar una prueba de germinación o de emergencia que consiste en:
    • Mezclar, lo mejor posible, por separado la semilla de cada especie (puede ser por lote).
    • Abrir el empaque, sacar al azar y contar cuatro grupos, cada uno de 100 semillas no escogidas.
    • Disponer de cuatro recipientes (platos plásticos o macetas) cuyo fondo tenga pequeñas perforaciones para drenaje y llenarlos con suelo o con arena fina.
    • Distribuir cada grupo de 100 semillas sobre la superficie del suelo de cada recipiente y tapar superficialmente las semillas con el mismo suelo.
    • Colocar los cuatro recipientes, con la semilla ya sembrada, fuera del alcance de los niños, aves, roedores, insectos y de animales domésticos en general.
    • Regar suavemente todos los días el suelo de cada recipiente con agua limpia.
    • Contar, anotar y retirar del recipiente cada siete días las plántulas con desarrollo normal.
    • Realizar el último conteo a los 28 días de iniciada la prueba y calcular los porcentajes de germinación.
    • Sumar el número de semillas germinadas en cada recipiente, durante los cuatro conteos de cada siete días, así se obtienen cuatro porcentajes, los cuales a su vez se promedian.
    • La misma prueba debe realizarse a cada lote de semilla de distinta procedencia y especie forrajera.
  • Semillas de gramíneas
La densidad de siembra para las gramíneas debe ser de 1 kg/ha de semilla pura germinable (SPG), es decir, de semilla en grano que ha sido limpiada (sin basura), está llena (no vana), y su embrión tiene capacidad para germinar en corto tiempo (hasta en un mes) después de la siembra.
La semilla comercial de gramíneas puede tener entre 20 a 35% de germinación. Por lo tanto, puede ser necesario sembrar entre 3 y 5 kg/ha respectivamente, de la semilla comercial clasificada. Para el establecimiento de pasturas asociadas con leguminosas, la cantidad de semilla de las gramíneas se puede reducir hasta en un 30%, siempre que se utilicen semillas clasificadas de alta calidad.
Para la siembra de algunas gramíneas y leguminosas como: Brachiaria humidicola, B. mutica, B. plantaginea, B. arrecta y Arachis pintoi, se puede usar material vegetativo. La producción de semilla sexual (en grano) de estas especies es baja en América tropical, debido aparentemente a su bajo potencial para producir semilla y al ataque de insectos durante su floración. Aunque hay la posibilidad de importar la semilla de otros países, se corre el riesgo de introducir enfermedades, plagas y malezas que no existen en el medio.
  • Semilla de leguminosas
Para la siembra de pasturas asociadas, la semilla de las leguminosas deberá sembrarse a razón de 1 a 2 kg/ha, si ha sido escarificada. Si no ha sido escarificada se deben sembrar entre 3 a 5 kg/ha. Para la siembra de Arachis pintoi cv., maní forrajero perenne, cuya semilla no necesita ser escarificada, se deben sembrar entre 5 a 10 kg/ha de semilla clasificada.
Para la escarificación de semillas de especies forrajeras se puede aplicar la metodología que se describe en el Anexo 2 de este Módulo.
  • Inoculación de semillas de leguminosas
Para poder realizar la fijación de nitrógeno atmosférico, las leguminosas requieren de la presencia de Rhizobium en sus raíces, esto es, de bacterias con habilidad especial para la formación de nódulos radiculares fijadores del nitrógeno. Los rizobios se encuentran comúnmente en el suelo, pero a menudo fallan en la producción efectiva de nódulos porque no están en cantidad suficiente, o porque no corresponden a cepas específicas para establecer la simbiosis con una leguminosa dada. Por lo tanto, es conveniente inocular la semilla de las leguminosas forrajeras con bacterias específicas, con el fin de asegurar e incrementar la fijación de nitrógeno.
En el laboratorio es posible cultivar y multiplicar tales bacterias y conservarlas por varios años en recipientes de vidrio a temperatura ambiente, si están liofilizadas (secas y al vacío), o hasta por seis meses si están mezcladas con turba (suelo con alto contenido de materia orgánica) y se mantienen en refrigeración, pero sin congelarlas. La semilla inoculada se peletiza, esto es, se recubre con carbón vegetal finamente molido, con roca fosfórica, con cal agrícola, dolomítica o con yeso, para proteger inicialmente los rizobios.
Para la inoculación de semillas y material vegetativo de leguminosas con Rhizobium específico se puede aplicar la metodología que se describe en el Anexo 3 de este Módulo.
  • Siembra con semilla
Es recomendable utilizar semillas producidas en forma comercial con garantía certificada. Sin embargo, cuando la semilla de las gramíneas y de las leguminosas aquí recomendadas, se produce artesanalmente en la finca, es necesario almacenarla durante seis a ocho meses después de la cosecha, en un ambiente fresco y seco, para romper la latencia fisiológica que retarda su germinación. La semilla debe almacenarse refrigerada (no congelada) y con baja humedad, o en un clima frío y seco. Para su conservación y evitar el ataque de gorgojo se puede mezclar uniformemente (dentro de una mezcladora de concreto) cada tonelada de la semilla de leguminosas o de otras plantas de múltiple propósito, herbáceas, arbustivas y arbóreas con: 50 kilogramos de ceniza y 12 litros de aceite vegetal. El aceite no deberá quedar goteando en la semilla tratada (CIPAV 2010).
Una vez se rompe la latencia fisiológica, la semilla se debe limpiar, clasificar y escarificar para romper su dormancia física y luego se debe sembrar pronto, previa una prueba de germinación para determinar la cantidad que se deberá sembrar por hectárea.
En las condiciones climáticas de Mesoamérica, la época de siembra más conveniente es el inicio del período lluvioso (abril y mayo). Si no se puede sembrar en esta época es mejor esperar hasta agosto o septiembre, no es recomendable hacerlo durante los meses con mayor abundancia de lluvias (junio y julio). De octubre en adelante las lluvias se hacen más o menos frecuentes y su distribución irregular, lo que puede afectar el buen establecimiento de las pasturas.
La siembra se debe realizar sobre suelo húmedo, después de las primeras lluvias. Para ello se deben tener disponibles en la finca los insumos y la maquinaria que se requiera. Es importante reservar hasta un 10% de la semilla para las resiembras, casi siempre son necesarias.
Es preferible utilizar una sembradora en surcos o una encaladora, ya que permiten fertilizar únicamente las especies sembradas y disminuir así la incidencia de malezas. La distancia entre surcos debe ser de 50 a 60 cm. Con la encaladora se pueden sembrar las semillas de las gramíneas y de las leguminosas, bien sea sobre el mismo surco, o bien en surcos o franjas individuales, mediante la división interna de la tolva. La sembradora se debe calibrar previamente con la mezcla de la semilla más el abono fosfórico para que ambos materiales queden uniformemente distribuidos sobre el terreno.
Hay que tener en cuenta que la semilla de Andropogon, usada en la densidad recomendada, no se esparce fácilmente con la voleadora, la sembradora en surcos o la encaladora. Para obviar esa dificultad se puede sembrar primero la semilla de la leguminosa mezclada con el fertilizante, y posteriormente se esparce la semilla de esta gramínea en forma manual o con sembradoras manuales. Esto se puede hacer con obreros a pie, desde un vehículo, o desde un remolque enganchado a un tractor.
En el caso de siembras de B. decumbens, B. humidicola, B. dictyoneura o B. brizantha y de Panicum maximun de los diversos cultivares comerciales disponibles actualmente, asociadas con leguminosas, sí es posible mezclar ambas semillas con el fertilizante fosfórico y esparcirlas simultáneamente con la sembradora en surcos, con la encaladora y con la voleadora o trompo.
Durante las siembras con semilla se debe proceder a su cubrimiento simultáneo. Para ello pueden utilizarse ramas de árboles, que no recojan suelo durante el arrastre, un tronco liviano, cadenas o un eje con llantas viejas continuas a manera de rodillo compactador giratorio, enganchado detrás de la sembradora en surcos, de la encaladora o de la voleadora, para conseguir que las semillas sembradas y el fertilizante queden ligeramente cubiertos con suelo. Esta práctica impide, además, dejar la semilla expuesta al efecto secante del sol o al alcance de algunas aves domésticas y silvestres que la consumen y de hormigas que se la llevan al hormiguero.
Propagación con material vegetativo
Debido a la disponibilidad de semilla, en el caso de las especies forrajeras introducidas, a su baja calidad natural y a su alto precio, el material vegetativo se convierte en una alternativa para el establecimiento de silvopasturas, aunque esta forma de siembra demanda una mayor cantidad de mano de obra.
  • Control de malezas en presiembra
En la siembra vegetativa de gramíneas se puede evitar la germinación de semillas de malezas o de las gramíneas forrajeras que se quieran reemplazar.
Uno de los herbicidas que se puede usar es Trifluralina aplicado inmediatamente antes de la última rastrillada a razón de 1,5 l/ha del ingrediente activo, lo que equivale a usar 3 l/ha del producto comercial. Este es un herbicida específico para el control de gramíneas que provengan de semilla. Es también un herbicida de presiembra incorporado (se aplica por aspersión e inmediatamente después se debe incorporar al suelo aprovechando el último pase de rastra de la labranza).
Este herbicida, no afecta el rebrote del material vegetativo de las gramíneas, ni afecta la germinación de la semilla o el rebrote del material vegetativo de las leguminosas con excepción de los Stylosanthes, tiene un efecto residual de 30 a 60 días, dependiente de la intensidad de las lluvias caídas después de su aplicación y de que la textura del suelo favorezca o retarde su lavado o lixiviación.
  • Obtención del material vegetativo para la propagación de arbustos y árboles
En el caso de los arbustos forrajeros y de árboles de uso múltiple embolsados para sembrar en las silvopasturas, se pueden producir en la finca o comprar en un vivero. Para la siembra y establecimiento de la silvopastura se puede utilizar la siguiente secuencia:
Una vez preparado el suelo se trazan surcos y/o se colocan cuerdas templadas con estacas en dirección al recorrido del sol (oriente a occidente) orientándose con la ayuda de una brújula, para evitar la sombra refleja posterior de sus copas sobre la cobertura inferior de la silvopastura.
Si existen árboles sobre el lote donde se va a establecer la silvopastura, se hace una selección de las especies útiles. Se deben conservar los árboles o arbustos con buen desarrollo, distribución y localización apropiadas (oriente a occidente), mayores de 10 cm de diámetro a la altura del pecho (DAP). Se dejan en pie los arbustos y árboles que se distribuyan de la manera más uniforme posible: luego se podan los árboles que lo requieran y ameriten, para reducir la sombra y obtener madera, posteadura, leña o carbón y se eliminan las especies e individuos arbustivos y arbóreos en exceso, que puedan afectar el establecimiento normal, el manejo y la mejor utilización posterior de la silvopastura.
Una de las posibles opciones consiste en trazar caballones a 1,5 m de distancia entre surcos y con 20-30 cm de altura, en la misma dirección del segundo pase con el subsolador (oriente a occidente).
Para realizar el trasplante de los arbustos pregerminados, cuyas semillas fueron sembradas inicialmente en bolsas plásticas sobre el suelo ya preparado, se pueden abrir huecos sobre cada caballón de 10 cm x 10 cm de ancho y con 30 cm de profundidad, a una distancia de entre 0,60 o 0,30 m sobre el mismo surco (sembrar entre 11 110 y 22 220 arbustos por ha).
En el caso de la siembra de arbustos por semilla, sobre cada uno de los surcos o caballones, se abren huecos de 2 centímetros de profundidad con la ayuda de una barra de madera de 5 centímetros de diámetro con punta, y se depositan entre 5 a 7 semillas en cada hueco, se llena con tierra, se aprieta levemente sin formar ni dejar una hondonada para eliminar la acumulación de agua lluvia y evitar la pudrición de la semilla.
Se pueden sembrar adicionalmente semillas de maíz, sorgo o crotalaria, entre otras, como marcadores vivos de cada surco, y que a su vez permiten mecanizar, con la utilización de una surcadora o cultivadora, la limpieza de todos los surcos. Así se reducen los costos para el control de las malezas antes de sembrar las gramíneas y leguminosas herbáceas que se van a utilizar como cobertura en la silvopastura.
Para el trasplante de árboles se pueden abrir huecos, sobre cada cuarto caballón (cada 6 metros), de 20 x 20 cm de ancho y con 30 cm de profundidad a cada 10, 7, 5 o 3 metros. Se realiza el trasplante sobre el mismo surco (167; 238: 333 o 555 árboles/ha) y en tres bolillo en relación con el siguiente surco donde se trasplanten los árboles. Para el trasplante de árboles de múltiple propósito en cada hueco se introducen:
LORSBAN® al 2,5%; 7,5 gramos/planta (insecticida)
AGRIMINS®; 30 gramos/planta (fertilizante)
Hidroretenedor; 3 gramos/planta (reduce la muerte de las plantas por efecto de la sequía) (CIPAV 2010)
Luego se introduce la planta arbórea dentro de cada hueco, cuidando que la raíz quede estirada hacia el fondo sin que se doble hacia arriba. Enseguida se introduce suelo en el hueco, se compacta para evitar una hondonada donde se acumule agua lluvia por largos períodos de tiempo e impeda que se pudran las especies arbóreas trasplantadas.
Otra opción consiste en sembrar, cada 6 m, un bloque de tres o cuatro surcos o caballones con árboles maderables, a distancias de entre 3; 6: 9 o 12 metros entre cada árbol, dentro de cada surco o caballón. Una vez se cumplan los 45 días de la siembra de los arbustos por semilla (o cuando estos tengan 30 cm de altura) y de los árboles, ya sea por trasplante o por material vegetativo, se hace la siembra de la o las gramíneas y leguminosas herbáceas de las especies seleccionadas como cobertura de la silvopastura, en medio de los surcos, de acuerdo con lo descrito en este Módulo.
Cuando la silvopastura se va a establecer con material vegetativo de gramíneas y de leguminosas, se puede producir en lotes dedicados a ese propósito, o en una pastura vigorosa recién pastoreada o cortada y en buenas condiciones sanitarias.
Dependiendo del sistema de siembra, se necesita una hectárea de semillero para 10 a 30 ha de pastura por establecer. Durante una estación de lluvias se pueden obtener, del mismo semillero, dos cortes con un intervalo de 3 a 4 meses.
El material vegetativo para la siembra debe provenir de un lote en crecimiento activo y de plantas maduras. Además, debe contener pocas hojas, para disminuir su respiración, conservarse fresco y evitar el transporte de grandes cantidades de material, ya que las hojas favorecen la deshidratación y no rebrotan. Para su obtención no es necesario destruir el semillero o la pastura, si se usa uno de los métodos siguientes:
  • Cortar el material vegetativo a ras del suelo con machete o con guadaña. Este método es apropiado solamente para especies estoloníferas como Brachiaria spp. y Arachis pintoi.
  • Efectuar dos pases cruzados con rastrillo sobre el semillero; así se obtiene un material de siembra con raíces (cepa), que es útil para especies estoloníferas (B. humidicola; B. dyctioneura: B arrecta o B. plantaginea) y para especies macolladoras (A. gayanus B. brizantha y Panicum maximun).
  • Hacer un pase de arado de discos en fajas alternas contra la pendiente del lote. El arado de discos se acondiciona dejándole solamente el último disco trasero y la rueda loca. Este método, que es útil tanto para especies estoloníferas como macolladoras, permite extraer el material de siembra con raíces y con suelo adherido (cespedón), sin destruir el semillero.
En el caso de las especies macolladoras y estoloníferas, se puede extraer con el azadón plantas grandes con su raíz (cespedón). Estos cespedones se pueden dividir en plantas pequeñas con raíces para formar cepas.
Si se tiene una baja disponibilidad de semilla sexual, esta se puede sembrar en el germinador de un vivero, y una vez que las plantas alcanzan un tamaño mediano, pueden ser trasplantadas directamente al campo.
  • Siembras con material vegetativo
Después de la cosecha del material vegetativo, la siembra debe hacerse preferiblemente el mismo día. Si esto no es posible, la siembra solo se debe retardar por un máximo de dos a tres días, en cuyo caso el material vegetativo se debe almacenar a la sombra, esparcido sobre el suelo en una capa delgada, para evitar el aumento de la temperatura y se debe mojar diariamente con un poco de agua o se debe sumergir almacenado en sacos, dentro del agua de una quebrada o laguna para que los estolones y tallos inicien su enraizamiento.
El éxito en la propagación de las especies forrajeras por medio de material vegetativo, depende en gran parte de la humedad del suelo durante las semanas siguientes a la siembra, aunque las lluvias excesivas pueden ser perjudiciales. Cuando las lluvias son escasas, el material de siembra provisto de raíces (cepa y cespedón) ofrece mayores probabilidades de éxito en el establecimiento de pasturas.
En el caso de especies forrajeras estoloníferas, el material vegetativo se debe cubrir parcialmente con suelo y compactarlo de inmediato, con el fin de facilitar el flujo de la humedad hacia las raíces o los estolones y evitar el riesgo de muerte por deficiencia o por exceso de humedad. En las gramíneas macolladoras el material de siembra debe plantarse en forma vertical (parado), compactando bien el suelo alrededor de las raíces. La B. brizantha solo se establece bien si su material vegetativo posee raíces al momento de la siembra.
En la siembra con cespedón (planta entera con tallos, raíces y suelo adherido), pueden colocarse sobre cada hoyo o surco, o tirarse desde un remolque, ya que, por el peso del suelo adherido a las raíces, siempre caen bien colocados.
En la siembra asociada gramíneas-leguminosas, el material vegetativo de las primeras se puede plantar en cuadro, a 70 u 80 cm (un paso) entre plantas, e inmediatamente después se siembra la semilla de las leguminosas, bien sea al voleo o en surcos intercalados entre los surcos de las gramíneas.
Si las pasturas mejoradas de gramíneas se van a establecer puras, sin leguminosas herbáceas, el material vegetativo de las gramíneas se puede plantar a 50 o 60 cm de distancia entre plantas, con el fin de disminuir la incidencia de malezas y obtener así un establecimiento más rápido (en unos cuatro meses).
  • Siembra manual con material vegetativo
Una vez preparado el terreno se pueden abrir hoyos a la distancia seleccionada para la siembra. En cada hoyo se coloca una cepa, cespedón o 2 a 3 estolones que se tapan parcialmente con suelo compactándolo enseguida, pisando alrededor del material vegetativo.
Para las siembras en líneas se hacen hoyos o también surcos en el lote, a la distancia seleccionada y en contra de la pendiente o declive del lote. Posteriormente, se coloca el material de siembra distribuido de manera uniforme en el fondo de los hoyos o de los surcos y se tapa parcialmente con suelo con ayuda de una pala o azadón; enseguida se compacta el suelo mediante pisoteo, o pasando sobre cada surco un caballo, un buey o las ruedas de un tractor o de un vehículo.
  • Siembra mecanizada con material vegetativo
Para la siembra mecanizada generalmente se requiere de mayor cantidad de material vegetativo que para la siembra manual. El material vegetativo puede regarse cubriendo el terreno de manera uniforme y puede taparse parcialmente con uno a dos pases de rastra pesada y sin traba, cuyo ancho le permite pasar sin afectar los arbustos sembrados o trasplantados a 1,5 metros de distancia y los árboles trasplantados entre los surcos. Se recorre uniformemente todo el terreno con un tractor o vehículo sin implemento. Los discos del rastrillo y las llantas del tractor o del vehículo entierran parcialmente el material vegetativo y compactan el suelo.
Otro método consiste en surcar, a través de la pendiente, el lote ya preparado y distribuir en el fondo de los surcos el material vegetativo, colocándolo en forma continua o a una distancia de 60 a 80 cm (un paso), entre estolones y entre surcos. La operación se hace con la ayuda de un tractor o vehículo de carga, que pasa a lo largo y sobre los surcos, para depositar el material, al mismo tiempo que se tapa parcialmente y se compacta el suelo. Tapar y compactar con un madero atado a la parte posterior del vehículo por medio de dos varas laterales. El madero recoge el suelo de los bordes, lo deposita dentro del surco y lo compacta.
  • Siembra de pasturas por estolones con enraizamiento inducido
La propagación vegetativa de gramíneas o de leguminosas forrajeras de crecimiento estolonífero como Brachiaria spp. y Arachis pintoi, es una alternativa para la siembra de especies cuya disponibilidad de semilla es baja o su precio de mercado es alto.
El A. pintoi puede sembrarse por material vegetativo usando las mismas técnicas ya mencionadas para gramíneas estoloníferas, pero si se presentan dos a tres días continuos de sol, después de la siembra, se corre el riesgo de fracasar. En tal caso se pueden utilizar estolones sin hojas y con tres a cuatro entrenudos (unos 20 cm de longitud). Con estos estolones se forman manojos o atados de hasta 20 tallos cada uno, que se amarran medianamente apretados con una piola, mecate o cabuya. Los manojos se introducen en un balde o recipiente plástico. A continuación se agrega agua corriente, hasta que se forme una lámina de agua no mayor de 10 cm en el fondo del recipiente. Esta lámina de agua debe mantenerse constante por un mínimo de 8 días y un máximo de 12 días, con el fin de inducir el desarrollo de las raíces. Se debe cambiar el agua diariamente para evitar la pudrición de los estolones.
Una forma práctica, para mayor área de siembra, es llenar sacos o empaques plásticos de polipropileno con los estolones deshojados y amarrados, luego se sumergen o se dejan a flote en la orilla de un riachuelo o laguna. A la semana, los estolones estarán enraizados y listos para ser sembrados. Estos estolones permiten establecer un área grande con poco material vegetativo. Se colocan hasta dos estolones por sitio de siembra, se cubren parcialmente y de manera superficial con suelo que de inmediato se compacta. Este método reduce sensiblemente el riesgo de fracaso en el establecimiento, aunque después de la siembra no haya lluvia.
Sistemas de siembra sobre terrenos con labranza cero
Para áreas pequeñas (menos de cinco ha), la siembra con semilla y fertilización simultánea se puede hacer, manualmente, con el chuzo de tubo (Botero y García 1989). En áreas grandes, se puede mecanizar con sembradoras de granos, que poseen discos que surcan y remueven el suelo únicamente sobre el sitio de colocación de la semilla y del fertilizante, uniformemente repartidos sobre el terreno. La siembra con material vegetativo se pueden realizar manualmente con machete, azadón o pala para hacer los huecos (a un paso en cuadro), donde se colocan dos a tres estolones o una cepa por sitio. Luego se cubren parcialmente con suelo y se compacta pisando a su alrededor.
También se puede utilizar una horqueta de lámina metálica plana o ángulo aplanado de 5 a 8 mm de espesor, con dos puntas de 5 cm de longitud cada una y cuyos bordes internos son romos (sin filo), encabada en uno de los extremos en un tubo de aluminio de 3/4 de pulgada de diámetro y un metro de longitud. Esta sencilla herramienta manual permite enterrar dos a tres estolones por sitio de siembra, y permite aplicar simultáneamente el fertilizante sobre el sitio de siembra, a través de un embudo plástico insertado en su extremo superior. En tal caso no es necesario compactar el suelo alrededor de los estolones plantados.
Para áreas grandes de terreno preparado con labranza cero, puede ser cubierto uniformemente con material vegetativo, que de inmediato se incorpora al suelo, mediante dos pases cruzados de rastra o rastrillo pesado sin traba. También, el terreno puede ser surcado para colocar los estolones o cepas dentro de los surcos, proceder a depositar el fertilizante a lo largo de los surcos, tapar parcialmente el material vegetativo y luego compactar el suelo. En este sistema se pueden utilizar métodos manuales o mecanizados sencillos.
Siembra de gramíneas mezcladas para la utilización más temprana de la pastura
En la siembra de pasturas de Brachiaria humidicola y B. dictyoneura, que tienen un lento establecimiento por su sensibilidad a la baja luminosidad, (debido a la alta nubosidad durante el período más lluvioso), y su producción de hojas se retarda hasta que sus estolones se desarrollan y cubren el suelo; se presenta la opción de mezclarlas con B. decumbens o B. brizantha, cuyo establecimiento, por ser macollado, es más rápido y permiten pronto el pastoreo.
Igualmente se pueden sembrar mezcladas las especies B. decumbens y B. brizantha. En este caso se logra disminuir la incidencia del mión, salivazo o salivita, plaga a la que el B. decumbens es susceptible, pero los cultivares comerciales de B. brizantha son resistentes. Se puede además reducir la incidencia de la intoxicación causada por el B. decumbens. Las pasturas de A. gayanus, especie macolladora, pueden sembrarse mezcladas con braquiarias, cubrirán los espacios entre las macollas del Andropogon lo que reduce la incidencia de malezas y la erosión. Así se logra una mayor producción de forraje y se posibilita una mayor carga y producción animal por unidad de área.
Resiembra
Cuando sea necesaria la resiembra, se puede hacer un mes después de la siembra, cuando deben haber germinado la mayoría de las semillas sembradas. Se hace en forma manual, esparciendo sobre las áreas menos pobladas la semilla reservada previamente o reemplazando el material vegetativo que no haya rebrotado.
Fertilización
Las especies introducidas responden a la fertilización, práctica que es indispensable para alcanzar una persistencia productiva estable de las pasturas mejoradas. Se recomienda aplicar fertilizantes durante el establecimiento. Para el mantenimiento, al menos cada tres a cinco años, se debe realiza un análisis foliar para definir los minerales deficitarios (Botero 2012a).
  • Fertilizaciones de siembra y de establecimiento
Los suelos de las sabanas y selvas de Centroamérica son en su gran mayoría oxisoles y ultisoles, es decir ácidos (pH 3,8 a 5,5), poseen alta saturación de aluminio (> 60%), niveles tóxicos de manganeso (> 50%), presentan alta fijación de fósforo y deficiencias severas de N, P, K, Ca, Mg y S, y de algunos microelementos (Sánchez e Isbell 1979).
Si se tiene en cuenta que el fósforo es en general el nutrimento más limitante durante la fase de establecimiento de pasturas en las sabanas y en las selvas en Centroamérica, y los altos precios de los fertilizantes y el transporte, resulta más económico utilizar roca fosfórica cuyo contenido de fósforo (P) es del 10%, en vez de escorias Thomas cuyo contenido actual de fósforo es del 4% (Cuadro 4.1).
Se ha determinado que la fertilización, al momento de la siembra, puede limitarse a la aplicación de 300 kg/ha de roca fosfórica o de 750 kg/ha de escorias Thomas, lo cual equivale a la aplicación de 30 kg/ha de fósforo.
Si la siembra se realiza con sembradora o encaladora a surcos, la cantidad de fertilizante fosfórico se puede reducir a la mitad, esto es, a 15 kg/ha de fósforo, debido a su aplicación localizada sobre el surco de siembra.
Sistemas silvopastoriles en Mesoamérica para la restauración de áreas degradadas - Image 33
Al momento de la siembra no se deben mezclar las semillas con fertilizantes nitrogenados o potásicos, pueden quemar la plántula una vez que germina la semilla. No se recomienda mezclar la semilla con cascarilla de arroz, para darle volumen, normalmente contiene semillas de malezas y atrae a las aves domésticas y silvestres. Cuando la semilla se mezcla con roca fosfórica o con escorias Thomas, a las dosis recomendadas, estos fertilizantes dan el volumen necesario y la consistencia apropiada para realizar una siembra uniforme.
Cuando se aplica con voleadora la roca fosfórica y las escorias Thomas mezcladas con la semilla, se puede evitar el polvo si se agrega agua a razón del 5% del peso de la mezcla (revolver simultáneamente con una pala). Si el fertilizante tiene mezclada la semilla que se va a sembrar, solo se debe agregar agua a la mezcla para sembrar el mismo día.
Un año después de la siembra (al inicio de las lluvias), cuando la pastura mejorada ya se encuentra establecida y las plantas forrajeras poseen abundantes raíces, se debe aplicar, en distribución uniforme, la fertilización de establecimiento, la cual dependerá de los contenidos minerales en el análisis foliar de la pastura.
  • Fertilización de mantenimiento y renovación de pasturas
La fertilización de mantenimiento debe hacerse simultáneamente, aplicando los macro y microelementos minerales que aparezcan como deficientes o críticos en los análisis foliares que se realicen. Esto permite racionalizar el uso de fuentes y dosis de fertilizantes orgánicos e inorgánicos que puedan aplicarse mezclados o independientes.
Estas prácticas de fertilización de mantenimiento y un descanso de entre 60 a 90 días, todas realizadas al inicio del período de lluvias, se denominan en conjunto renovación de pasturas y se pueden hacer con la abonadora acoplada al tractor, para evitar el lavado del fertilizante. Si se maneja apropiadamente, así se logra que una silvopastura mejorada de gramínea asociada con leguminosas herbáceas y con especies arbustivas y arbóreas multipropósito sea productiva en forma estable.
Establecimiento de silvopasturas con cultivos
Los sistemas de producción de cultivos permiten una utilización más eficiente y sostenible de los recursos con el establecimiento de sistemas silvopastoriles basados en germoplasma de cultivos adaptados o desarrollados para estos suelos de sabanas y bosque. Entre las principales ventajas de estos sistemas de establecimiento sobresalen: a) un mejor control de la erosión y de las malezas; b) un mejor aprovechamiento de la labranza y de la mano de obra; y c) un mayor beneficio de la fertilización residual del cultivo para el establecimiento simultáneo o la renovación de un sistema silvopastoril.
Para reducir los costos de establecimiento de los SSP, se pueden asociar con un cultivo temporal adaptado al medio como sembrar cultivos de arroz de secano, sorgo, soya, maíz, caupí, ajonjolí, maní, canavalia, sandía o patilla, ahuyama, ayote o zapayo, chiverre o vitoria, entre otros. Estos granos o frutos se producen y cosechan durante la fase de establecimiento del sistema silvopastoril, lo que además permite la cosecha de material vegetal de la pastura, que puede manipularse para la producción de heno, henolaje o ensilarse y la cosecha de semilla de las especies forrajeras que conforman la pastura mejorada. Este tipo de asociación se justifica económicamente siempre que se tenga disponible la maquinaria y la mano de obra para las labores adicionales del cultivo, y que la distancia, el estado de vías hasta el mercado y el precio obtenido por el producto, permitan cubrir los costos de su fertilización, manejo, cosecha y transporte.
Introducción de leguminosas herbáceas en silvopasturas establecidas
En el caso de Stylosanthes, Centrosema y Pueraria, las siembras se hacen con semilla, pero el Arachis pintoi puede introducirse también con material vegetativo, empleando cualquiera de los métodos ya mencionados. En todos los casos es indispensable fertilizar oportunamente y pastorear suavemente, máximo dos meses después de la siembra, para reducir la competencia de las gramíneas sobre las leguminosas introducidas.
Uso de leguminosas como cobertura en cultivos
En cultivos perennes como palma africana, marañón, cítricos, mango, guanábana, árboles maderables, o de duración media como plátano y papaya se pueden utilizar, como cobertura, leguminosas rastreras que permiten un control cultural de malezas, fijan nitrógeno que es utilizable para el cultivo asociado, reciclan nutrientes minerales, aumentan en el mediano plazo el contenido de materia orgánica en la capa superficial del suelo, lo protegen de la radiación solar, de la erosión y de la desecación durante la sequía, actúan como refugio de la población de insectos benéficos para el control biológico de plagas, reducen la lixiviación de minerales que causa su pérdida como nutrientes y la contaminación que ocasionan a las fuentes de agua subterránea.
Las leguminosas rastreras no requieren plateo o rodajeo y producen semilla y material vegetativo que pueden usarse para su propagación, o en pastoreo o corte para la alimentación de especies menores (ovinos, caprinos, aves, cerdos), o se pueden conservar como heno, henolaje o como ensilaje de alta calidad para épocas de sequía. Entre las leguminosas rastreras y no trepadoras utilizadas comercialmente se destacan Stylosanthes guianensis; S. capitata y Arachis pintoi por su adaptación, rápido establecimiento, resistencia a enfermedades y plagas, alta calidad forrajera y alto potencial de producción de semilla.
Manejo de sistemas silvopastoriles durante la fase de establecimiento
  • Control de hormigas en las pasturas
Uno de los mayores problemas que se presenta durante el establecimiento de silvopasturas es el ataque de hormigas que se llevan las semillas y cortan las plántulas recién germinadas. El control de las hormigas preferentemente se debe realizar en forma localizada con cebos tóxicos. Los hormigueros tratados se deben identificar con estacas pintadas de colores visibles, con el fin de revisarlos periódicamente para comprobar la efectividad del control. Las hormigas que hacen daño a los sistemas silvopastoriles son de tres tipos:
1. Arriera (Atta laevigata): cortan tanto las gramíneas como las leguminosas y hojas de arbustos y árboles. Se caracterizan porque construyen el hormiguero únicamente en lotes abiertos. Estos nidos tienen forma de colinas múltiples formadas con el suelo que extraen de las capas más profundas, lo colocan sobre la superficie con senderos hacia las entradas. Su hábito de corte es principalmente nocturno.
2. Hormiga de monte (Atta cephalotes): hormiga de cabeza grande que tiene hábito nocturno, corta tanto gramíneas como leguminosas y hojas de arbustos y de árboles. Sus hormigueros son similares a los de la hormiga arriera, pero siempre están localizados en las orillas o dentro de los bosques de galería.
3. Torre de paja (Acromyrmex landolti): hormiga de hábito nocturno que corta únicamente gramíneas, con preferencia Andropogon gayanus, por lo que pueden destruir las pasturas de esta especie forrajera. Los hormigueros los construyen con entradas tubulares que sobresalen de la superficie del suelo a manera de torres, formadas por raíces y tallos secos pequeños. Se encuentran siempre en lotes abiertos y son difíciles de localizar. Las hormigas de esta especie no hacen senderos fijos y esparcen el suelo en un círculo amplio alrededor de la entrada del hormiguero.
  • Control de malezas gramíneas (hoja angosta)
El establecimiento, el manejo y la utilización racional de las silvopasturas actúan como control cultural de malezas para que su incidencia sea permanentemente baja. Durante las fases de establecimiento, mantenimiento y renovación de silvopasturas mejoradas, ha resultado exitosa la aplicación de herbicidas de contacto a base de paraquat para el control de algunas malezas gramíneas nativas e introducidas.
Estos herbicidas químicos deberán ser aplicados antes de dejar semillar las malezas gramíneas y por aspersión localizada o uniforme con dosis de 200 g/ha del ingrediente activo, equivalente a la aplicación de 1 L/ha del producto comercial, disuelto en 400 litros de agua por hectárea (50 cc del producto comercial por bomba de aspersión de 20 litros). La pastura queda en parches o totalmente seca al inicio y luego únicamente rebrotan vigorosamente las gramíneas mejoradas y las leguminosas nativas e introducidas ya existentes o resembradas (Botero y Fernández 1990).
Las malezas gramíneas también se pueden controlar en forma localizada con glifosato disuelto en agua limpia entre el 2 al 20% y aplicado con el azadón químico (Botero 1993), o bien con una dosis de 720 g/ha del ingrediente activo aplicado por aspersión localizada disuelto en 200 L de agua por hectárea. Las gramíneas arvenses más comunes son Andropogon bicornis, Imperata cylindrica, Paspalum fasciculatum y Paspalum virgatum.
  • Control de malezas de hoja ancha y cyperaceas
Se puede recurrir a la aplicación racional de herbicidas comerciales que no destruyen las gramíneas ni las leguminosas nativas e introducidas en casos de sobrepastoreo, retardo en la fertilización de mantenimiento, ataque severo de plagas, quemas frecuentes e inoportunas y mal drenaje o cuando la incidencia de malezas de hoja ancha y de ciperáceas se incrementa sensiblemente.
Se pueden utilizar herbicidas comerciales con base única de 2-4D amina, los cuales no destruyen las leguminosas nativas ni algunas introducidas como el Arachis pintoi y Stylosanthes capitata CIAT 10280. Se aplican por aspersión localizada o uniforme a la dosis de 1,4 kg/ha de ingrediente activo, disueltos en 200 a 400 litros de agua por hectárea.
Para el control de malezas de hoja ancha y cyperaceas en pasturas asociadas con leguminosas introducidas como el Pueraria y el Centrosema, que no toleran el 2-4D amina, se pueden utilizar herbicidas a base de bentazón aplicados por aspersión localizada o uniforme a la dosis de 1 L/ha del ingrediente activo, disuelto en 200 a 400 litros de agua por hectárea. Ambos herbicidas selectivos no afectan a la maleza leguminosa Mimosa pudica, o Zarza espinosa, por lo que su control debe hacerse localizado con el azadón químico o por aspersión localizada con otros herbicidas no selectivos.
En el caso de que se presenten coberturas con diversas especies de malezas se puede utilizar un herbicida no selectivo asperjando sobre el surco, protegiendo las plantas aledañas que no se quieren destruir. Con la ayuda de cuatro personas, dos en cada surco, toman una tabla de madera comprimida y van avanzando con ella en la medida en que el aplicador avanza con la aspersión sobre cada surco.
  • Manejo del pastoreo
El primer pastoreo se puede hacer entre seis a ocho meses después de la siembra, usando una carga animal alta, pero durante corto tiempo. Se recomienda hacer los pastoreos iniciales después de que las especies forrajeras de cobertura e introducidas hayan dado flores y su semilla haya madurado y caído al suelo.
Una vez establecida la silvopastura, se debe utilizar en forma tal que, al menos cada tres a cinco años se le permita producir semillas para garantizar la persistencia productiva estable de las especies establecidas. Esto implica un descanso durante la época de lluvias respectiva. La producción y cosecha parcial de semillas de gramíneas y de leguminosas, también se puede hacer aprovechando los períodos de establecimiento y de renovación de la pastura.
Las quemas accidentales se deben prevenir por medio de rondas o contrafuegos, ya que estas pueden inutilizar la pastura por períodos largos, o comprometer la persistencia de las especies mejoradas herbáceas, arbustivas y/o arbóreas de múltiple propósito por su exposición a quemas frecuentes o inoportunas.
  • El mión o salivazo (Aneolamia varia, Zulia pubescens, Prosapia simulans, Mahanarva sp. ) en sistemas silvopastoriles con Brachiaria spp.
Varias especies de insectos conocidas como mión, salivita, salivazo, candelilla, mosca pinta, baba de culebra, entre otras, atacan algunas de las braquiarias recomendadas para las sabanas y selvas de Mesoamérica. La ninfa se alimenta con la savia de las raíces superficiales a nivel del suelo o de la base de los tallos. El daño aparece en forma de parches de color amarillo o como quemazón de las hojas. Los adultos del insecto succionan la savia de las hojas e inyectan su saliva a la planta, la cual contiene toxinas que causan necrosis de tallos y hojas.
Entre las especies comerciales de Brachiaria, B. decumbens es susceptible al ataque y daño causado por el salivazo, B. humidicola y B. dictyoneura cv. Llanero o Brunca son tolerantes, ya que a la misma densidad de infestación de mión, sufren menor daño comparados con B. decumbens. Sin embargo, las especies tolerantes pueden sufrir daño severo cuando las poblaciones del insecto son demasiado altas. Los cultivares comerciales Marandú, La Libertad y Toledo de la especie B. brizantha, poseen resistencia por antibiosis, ya que afectan el ciclo biológico del insecto.
El desarrollo del insecto y su daño se favorecen cuando en la pastura se forma un colchón de hojas y tallos secos acumulados durante la época seca, el cual retiene la humedad en la época de lluvias. Esta situación también ocurre cuando la gramínea crece hasta una altura que impide la entrada de los rayos solares. Durante la época de lluvias la humedad constante favorece las altas poblaciones del insecto y el daño que causan.
El manejo contra el daño causado por el mión debe ser preventivo, por lo tanto, se debe evitar la formación del colchón de hojas y tallos secos. Esto se consigue pastoreando la pastura durante la época seca, aunque soporta una carga animal menor. Igualmente, las pasturas de braquiarias se deben pastorear durante la época de lluvias, con una carga que no permita el crecimiento excesivo de las plantas. Sin embargo, el sobrepastoreo intenso, que se utiliza como último recurso para el control del mión causa mucho daño a las braquiarias, ya que disminuye sensiblemente la población de plantas, cuando no hay suficiente reserva de semilla en el suelo, y estimula de ese modo la invasión de malezas y la compactación del suelo.
El control mecánico que se puede utilizar durante la época de lluvias, consiste en hacer uno o dos pases cruzados de rastra pesada con el fin de exponer los insectos inmaduros (ninfas) al efecto secante de los rayos solares. Esta práctica serviría, además, como medio para renovar, resembrar o introducir leguminosas a la pastura, airear el suelo, disminuir su compactación superficial e incorporar al suelo el colchón de hojas y tallos secos y la materia orgánica de las excretas animales.
El corte bajo, con segadora de peine en áreas de topografía plana o el corte con guadaña en áreas planas u onduladas y sin piedras superficiales en ambos tipos de topografía, es realizado para controlar malezas, para obtener un rebrote uniforme del forraje para pastoreo o para lograr un espigamiento uniforme, en casos de cosecha de semilla. Estas medidas son útiles para aumentar la producción y facilitar la cosecha de semilla, pero aportan material seco que incrementa el espesor del colchón superficial. Este puede estimular la incidencia y ataque del mión. La utilización de insecticidas no parece conveniente, debido al alto costo de estos productos, a la posible contaminación de las aguas, a su toxicidad en animales y humanos y a la destrucción de los insectos benéficos que ejercen el control biológico.
  • Intoxicación por consumo de Brachiaria decumbens
Se han observado casos de intoxicación con B. decumbens en bovinos y ovinos jóvenes, principalmente en animales desde el nacimiento hasta los tres años de edad. Se pueden presentar uno o varios de los síntomas, pero todos ellos están asociados con degeneración hepática. Los síntomas observados son:
1. Secamiento y caída de trozos de piel (fotosensibilización).
2. Edema frío o hinchazón de la papada, orejas y cara.
3. Pérdida gradual de peso.
La intoxicación se atribuye al consumo continuo de una toxina producida por el hongo Phitiomyces chartarum, el cual crece generalmente sobre B. decumbens. Sin embargo, el consumo de algunas malezas de hoja ancha corno Lantana camara también puede producir fotosensibilización. Para tratar la intoxicación con B. decumbens se sugiere llevar temporalmente el animal afectado hacia un sistema agroforestal con una gramínea diferente, y administrarle antihistamínicos y protectores hepáticos. Raras veces es necesario retirarlo definitivamente del sistema con B. decumbens. Cuando se presenta fotosensibilización es conveniente mantener al animal en un sitio sombreado (silvopastura), y aplicarle antisépticos y repelentes de insectos sobre las partes erosionadas de la piel. Para prevenir intoxicación en rumiantes, y ya que los equinos no consumen el B. decumbens, se debe diversificar, sembrando también pasturas mejoradas de otras especies.
Anexo 5
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Raúl Botero Botero
Ricardo Russo
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