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Importancia del bienestar animal para el desempeño óptimo de los rumiantes

Publicado: 10 de enero de 2020
Por: Dildo Márquez Lara y Fredy Enrique García Castro
En estos momentos, los niveles de vida y culturales más altos y la mayor difusión de la información llevan a que el consumidor se preocupe por el origen de los productos que llegan al mercado. El auge de los movimientos proteccionistas y ecologistas unido a los escándalos alimentarios (aceite de colza, encefalopatías espongiformes, dioxinas, anabolizantes) hacen que adquieran importancia aspectos como la seguridad, la calidad, la inocuidad de los alimentos muy particularmente de origen animal, además de la preservación del medio ambiente, el uso racional de los recursos naturales y el bienestar animal.
La Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), entre cuyos miembros se encuentra Colombia, que se encarga de liderar internacionalmente la defensa del bienestar animal y de elaborar las recomendaciones y guías al respecto, señaló en su plan estratégico del 2001-2005 la prioridad del bienestar animal, siendo destacados los proyectos de investigación y convenciones internacionales desarrollados a través de esta organización.
Cabe destacar que la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD) reconoce que el bienestar animal es un aspecto emergente en el comercio mundial.
Sobre la valoración y el cuidado del bienestar animal influyen factores socioculturales, científicos, económicos, éticos, religiosos, e incluso políticos; por ello, son muchas las tendencias –a menudo contradictorias- y numerosas las disputas semánticas generadas, que muchas veces han escondido la complejidad de la temática. Destacan dos tendencias a tener en cuenta por igual: la primera enfatiza el sufrimiento emocional y la segunda se centra en el estado físico y fisiológico del animal. Además de reconocer la naturaleza multifactorial del bienestar animal, se señala el peligro de realizar la evaluación del bienestar a través de uno solo de sus múltiples componentes.
En general, se acepta que hay tres tipos de parámetros a tener en cuenta para la valoración del bienestar animal. Tanto los parámetros ambientales como los basados en el animal son índices importantes; así como las prácticas de manejo y las relaciones hombre-animal. Esta última medición es menos fiable que la de los otros indicadores, ya que el desarrollo de métodos para su valoración se encuentra en etapas iniciales. Es importante resaltar que la evaluación más válida del bienestar animal se obtiene cuando se tienen en cuenta los tres tipos de parámetros (Johnsen et al., 2001).
Los estudios existentes indican la gran variación en el nivel de bienestar animal entre rebaños con sistemas de producción similares. Así, el bienestar en las fincas parece ser el resultado de relaciones complejas entre el sistema de producción y el manejo. Por ello existe la necesidad de desarrollar métodos de evaluación del bienestar en el rebaño que involucren indicadores del animal e indicadores del medio en el que se encuentra, instalaciones y manejo.
Entre las necesidades básicas para la mejora del sector bovino colombiano, y desde un enfoque de bienestar animal con mirada sistémica, figura el mejoramiento de los procesos relacionados con el manejo integrado de parásitos. Por lo anterior, se pretende con este escrito aportar a la comprensión del tema de bienestar animal, en aras de potenciar las sinergias con áreas no convencionales en el control de parásitos como lo son los hongos entomopatógenos.
 
EVOLUCIÓN MUNDIAL DEL CONCEPTO DE BIENESTAR ANIMAL
Los países occidentales se están preocupando cada vez más por el bienestar de los animales. Así, la percepción de calidad de cada vez mayor número de productos animales viene determinada no sólo por su naturaleza, belleza, utilidad y seguridad, sino por el estándar de bienestar ofrecido a los animales de los que proceden. Hasta hace poco tiempo, la producción ganadera se enfocaba principalmente en la oferta, precio y competitividad de los productos, pero actualmente se está incorporando un nuevo factor, ya que hoy en día se espera que los alimentos sean producidos y procesados haciendo énfasis en el bienestar de los animales.
La sensibilización sobre el bienestar animal ha conducido a que en los países de mayor poder adquisitivo se demanden certificaciones que lo contemplen tanto en relación con los productos de origen animal como con los procesos para obtenerlos.
Más allá de las diferentes posturas éticas y del conocimiento científico que reconocen o no la mayor o menor capacidad de los animales de experimentar emociones, de presentar conciencia o de sentir dolor, existe hoy un consenso en el pensamiento humano sobre la necesidad de minimizar el sufrimiento de los animales. Esto está en consonancia con la estrategia de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), que ha reconocido la importancia del bienestar animal y ha redactado las primeras normas internacionales sobre esta materia.
Algunos esbozos sobre bienestar animal datan de 1937, con la creación de la Sociedad Alemana de Psicología Animal basada en los postulados de dos especialistas alemanes en producción animal, Kronacher y Stang, quienes indicaban que se debían conocer las necesidades vitales de los animales si se esperaba conseguir rendimientos productivos elevados de su cría.
Partiendo de la base de que es difícil encontrar una definición de bienestar animal que abarque todos los elementos que tienen que ver con él, dado que el estado de bienestar es dinámico, variado en sus manifestaciones y enormemente complejo, se puede obtener una definición de acuerdo con lo que ha sido para algunos autores:
Algunos investigadores afirman que el bienestar animal es el estado de completa salud mental y física, donde el animal está en perfecta armonía con el ambiente que le rodea y todo lo relacionado con lo que el animal siente (Fraser, 1996); otros afirman que el bienestar de un animal es su estado en cuanto a sus intentos de hacer frente al ambiente, enfatizando en la aptitud biológica (éxito reproductivo y longevidad) como subyacente a un buen bienestar (Broom, 2000).
De otro lado, se propone distinguir entre necesidades -esenciales para la supervivencia y la reproducción- y deseos que son las representaciones cognitivas de las necesidades de los animales. El bienestar tiene en cuenta sobre todo los deseos, y se preocupa de la satisfacción de las necesidades.
La naturaleza del bienestar puede variar entre individuos y dentro del mismo individuo en función del momento en el que se valore, siendo irreal que el animal presente siempre el mismo estado de bienestar. El concepto como la valoración del bienestar animal puede tener tres enfoques:
  1. Un primer enfoque, basado en sentimientos, define el bienestar animal a partir de las experiencias subjetivas de los animales (sentimientos y emociones), enfatizando la reducción de los sentimientos negativos (sufrimiento, dolor) o promoviendo los positivos (confort, placer). El problema que presenta, por el momento, es la escasa precisión de su valoración.
  2. El segundo enfoque, basado en funcionalidad, tiene en cuenta las funciones biológicas de los animales, teniendo en cuenta parámetros de salud, de longevidad y de éxito reproductivo, así como de alteraciones del comportamiento o de fisiología. Aunque estas medidas son fácilmente valorables, existe una controversia sobre el grado de unión que tienen con el bienestar animal.
  3. El tercer enfoque, basado en comportamientos, considera buen bienestar cuando el individuo presenta comportamientos parecidos a los de su estado natural o salvaje.
Basándose en estos tres enfoques, es difícil llegar a una única escala de medida que los abarque.
El Comité Brambell, en 1965, fue el primero en intentar desarrollar científicamente el término ‘bienestar animal’. Dicho Comité propuso cinco privilegios que todo animal debía tener, independientemente de su alojamiento, y se referían a que el animal pudiera sentirse libre para tumbarse, levantarse, volverse, estirarse y acicalarse en el espacio en el que era alojado. Más tarde, en 1992, el Consejo Británico de Bienestar para Animales de Granja (The British Farm Animal Welfare Council, FAWC) modificó los cinco privilegios, en lo que actualmente se conoce como las Cinco Libertades, las cuales son:
  1. El animal debe estar libre de hambre y sed, teniendo acceso a agua fresca y a una dieta que le mantenga saludable y con vigor.
  2. El animal debe estar libre de incomodidad y malestar, proporcionándosele un adecuado ambiente, incluyendo refugio o abrigo y un área confortable para el descanso.
  3. El animal debe estar libre de lesiones y enfermedades, previniendo o diagnosticando y tratando rápidamente.
  4. Al animal se le debe permitir expresar un patrón de comportamiento normal, proporcionándosele suficiente espacio, apropiadas facilidades y compañía de animales del mismo tipo.
  5. El animal debe estar libre de estrés y miedo, asegurando condiciones y tratamientos que eviten el sufrimiento mental.
Las tres primeras libertades están bien documentadas y la adecuada provisión de las mismas se puede valorar fácilmente. Pero cuesta más satisfacer las dos últimas libertades, siendo más difícil su valoración, por no tener un sistema preciso de medida para las mismas y por la dificultad de valorar la salud mental de los animales.
Una valoración bastante aproximada del bienestar de los animales de granja requiere el empleo de una gran cantidad de medidas de bienestar, que incluyan medidas fisiológicas y comportamentales.
Por tanto, entre las distintas interpretaciones del concepto de bienestar animal nos encontramos las que enfatizan las emociones y las que valoran el funcionamiento biológico. Así, se reconocen dos aspectos del bienestar animal: uno relacionado con el tratamiento ético de los animales y el otro con el funcionamiento en términos biológicos de los mismos.
Los esquemas de valoración de la calidad de los productos animales, diseñados para satisfacer a los consumidores, tienen en cuenta aspectos de inocuidad de los alimentos y bienestar animal, aparte de aspectos sensoriales de calidad. Por ende, la calidad de un producto no sólo incluye las características sensoriales de este, sino también las percepciones acerca de las condiciones de la producción animal y su impacto sobre el ambiente, el bienestar animal y la inocuidad de los alimentos.
 
BIENESTAR ANIMAL EN LOS SISTEMAS DE PRODUCCIÓN DE GANADO LECHERO
Algunos problemas de bienestar animal persisten a través del tiempo en el manejo del ganado lechero, como abandono de los animales, falta de nutrición e instalaciones adecuadas, falta de tratamiento para enfermedades o lesiones, transportes inadecuados, manejo incorrecto previo al sacrificio y durante el mismo, así como el desconocimiento de procedimientos apropiados en caso de emergencias.
La identificación de un bienestar apropiado en los sistemas de producción de leche es un tema complejo por la cantidad de variables que están incidiendo sobre el mismo.
Sin duda, el bienestar dentro de un sistema de producción puede variar tanto como entre sistemas. No obstante, hay componentes claves a determinar: la interacción humanoanimal, el ambiente físico y el ambiente social de los animales.
Unido a ello, entre las patologías y prácticas de manejo inadecuadas que determinan falta de bienestar en ganado de leche se destacan las cojeras y la mastitis; las cojeras, relacionadas con aspectos genéticos, dieta, agentes contagiosos, higiene, instalaciones, comportamiento y manejo animal.
Valoración de las necesidades del ganado lechero
Al utilizar el término ‘necesidades’ al referirnos al bienestar, es para cuantificar aquellas carencias que tiene el animal que pueden ser remediadas mediante un recurso particular, como son ambientes particulares o estímulos corporales. Los parámetros ambientales y de manejo constituyen el fundamento de los sistemas de evaluación del bienestar basados en las necesidades de los animales, y sólo unos pocos parámetros basados en el animal son incluidos en estos sistemas. El reconocimiento de que los animales pueden compensar influencias negativas por otras positivas, siempre y cuando su capacidad de adaptación al entorno sea adecuada, da solidez a los métodos de evaluación y de mejora del bienestar.
Una de las ventajas de los métodos para evaluar el bienestar, basadas en las necesidades de los animales, es que los parámetros ambientales y de manejo pueden valorarse objetivamente y, por tanto, la evaluación puede ser muy precisa. Sin embargo, son consideradas medidas indirectas del bienestar animal y de poca validez, teniendo mayor fiabilidad mediciones más directas, por ejemplo parámetros de salud, comportamiento y fisiología. Por otro lado, el bienestar animal es un fenómeno complejo y por ello no puede ser descrito completamente, utilizando sólo elementos objetivamente cuantificables ni tampoco evaluado al involucrar conocimientos científicos en combinación con juicios de valor.
Necesidades fisiológicas
La mayoría de los ganaderos de bovinos lecheros reconocen que para que sea rentable la producción láctea, deben satisfacerse las necesidades biológicas del animal. Maximizando el bienestar de los animales, se maximiza su productividad y a largo plazo la viabilidad de la producción lechera.
Las vacas lecheras son más productivas si se manejan suave y consistentemente y si se satisfacen sus necesidades nutricionales, para lo que se debe tener en cuenta que varían según raza, tamaño corporal, período de lactación, producción de leche, contenido graso de la leche, estado fisiológico, índice de conversión y ambiente, entre otros.
Si se evalúa el bienestar mediante las funciones biológicas, estas pueden estar muy relacionadas con el programa de alimentación de la finca.
Es necesario tener en cuenta también la alimentación y la calidad nutritiva de los alimentos de cada uno de los componentes de la finca lechera, así como para las terneras, futuras productoras de leche por el efecto directo que tienen sobre su crecimiento y los potenciales productivos del sistema de producción y sobre su bienestar.
Necesidades de seguridad
Espacio y alojamiento
Las instalaciones y los equipos disponibles pueden incidir positiva o negativamente sobre la salud, productividad y bienestar del rebaño lechero. Si el ambiente está limpio, es tranquilo y está protegido, el bienestar será mayor. Las terneras, las novillas y las vacas requieren un ambiente que les permita crecer, reproducirse y mantenerse saludablemente. Si las necesidades básicas de los animales no son cubiertas, ningún tipo de manejo puede garantizar el éxito.
Se ha sugerido que la evaluación del bienestar animal debe considerar tanto criterios de diseño de instalaciones, como de espacio/ animal y régimen de alimentación, comparables entre los distintos sistemas de producción.
Para evaluar el efecto que el diseño de las instalaciones y el sistema de manejo tienen sobre el bienestar de las vacas, los parámetros a evaluar deben ser cuantificables, pudiéndose determinar su incidencia sobre la salud y el comportamiento. Las cojeras en las vacas, que en muchas ocasiones se deben a un mal diseño de las instalaciones o a un uso inadecuado de las mismas, constituyen un importante problema en las fincas de producción de leche y tienen un gran impacto sobre el bienestar, afectando las cinco libertades.
Al momento de diseñar las instalaciones se debe tomar en consideración que las vacas son más sensibles a los sonidos de alta frecuencia (8000 Hz) que los seres humanos, que se adaptan rápidamente a niveles razonables de ruido continuo (como una radio) y que son especialmente sensibles a ruidos fuertes y repentinos.
Las instalaciones de las fincas lecheras deben estar diseñadas, construidas y manejadas de acuerdo con los cambios climáticos a lo largo del año, es decir, tendrán que cubrir los requerimientos cambiantes tanto de la vaca de leche como de las condiciones climáticas. Las instalaciones y alojamientos deben reunir las condiciones que eviten el sufrimiento innecesario en los animales. De esta manera, el alojamiento para los animales debe ser confortable, limpio, bien drenado y el área de descanso debe estar seca y con refugios para protegerlos de las inclemencias climatológicas. En los sistemas de producción de leche especializada, uno de los lugares que puede generar lesiones en las vacas, específicamente en el corvejón, es el patio preordeño, donde predomina el uso del cemento sin una superficie de amortiguación, lo cual puede provocar traumatismos en las zonas de poca musculatura y abrasiones en los corvejones y codos de los animales.
Idealmente, las praderas donde permanece el ganado de leche deben contar con drenajes adecuados para evitar que se encharquen demasiado. Entre los factores que pueden favorecer la suciedad de las vacas en los pastos están la alta densidad animal por hectárea, el material fecal, los patrones de dominancia en el rebaño y las veces que los animales son movidos para el ordeño o para otras rutinas de manejo. La suciedad y la humedad presentes hacen que las vacas tengan más riesgo de presentar mastitis. La suciedad de la ubre puede llevar a una gran exposición de patógenos ambientales, como E. Coli y Streptococcus uberis, causantes de mastitis ambientales.
Se ha encontrado una asociación significativa entre la prevalencia de patógenos contagiosos y ambientales y los niveles de suciedad en la ubre; y que las vacas categorizadas como sucias, tanto en los miembros traseros como en la ubre, presentan mayores probabilidades de contar con patógenos en su leche. De la misma manera, se ha encontrado que la humedad, el barro y el estiércol del ambiente son las fuentes primarias de patógenos productores de mastitis ambiental; por lo tanto, se sugiere que la valoración del grado de limpieza de las vacas ofrece una evidencia visible de exposición o no a estas fuentes potenciales.
Una de las principales causas de suciedad en las vacas son las heces líquidas, argumentándose que existe una relación entre la consistencia del material fecal y el grado de suciedad de los animales. Asignar puntuaciones al grado de suciedad de las vacas puede ayudar a identificar las posibles fuentes de contaminación. En el caso de los miembros traseros, la suciedad se puede deber tanto al material fecal como al barro de los caminos por donde transitan las vacas; la suciedad de las ubres puede reflejar el estado de las camas, que en el caso de animales en pastoreo se debe al grado de encharcamiento y barro de las praderas. La suciedad de los flancos puede deberse al llamado “efecto pincel”, que se produce cuando las colas, sucias con heces, se mueven y arrastran el material fecal por la zona perineal, llegando a los flancos. La limpieza de los lugares por donde transitan y duermen los animales puede producir una mejora significativa en la limpieza de las vacas y de su bienestar.
Por su parte, Burger (2010) manifiesta la importancia de tener sitios secos y limpios para las terneras, ya que las que no están alojadas adecuadamente o no tienen acceso a un área seca son proclives a presentar neumonías y dejar de comer, retrasándose su crecimiento.
En los sistemas extensivos, el hecho de encontrarse en libertad, en su hábitat natural, no implica por sí mismo que los animales alcancen un bienestar adecuado. Así, es preciso que las praderas cuenten con bebederos y comederos adecuados y zonas para protegerse de las inclemencias meteorológicas (viento, lluvia, sol, calor y frío), con zonas de sombra para los momentos del día en que la radiación solar es elevada.
Factor humano
El papel que desempeña el ser humano hacia los animales ha sido importante desde el inicio de la domesticación animal. Las personas encargadas del manejo tienen una gran influencia sobre la ganadería, y a su vez sobre la producción y el bienestar animal, pues se ha evidenciado que el comportamiento del personal hacia los animales y la forma en que los manejan tienen que ver con las actitudes y la personalidad de cada uno, y que está muy ligado a la producción (tasas de crecimiento y reproducción, producción de leche, calidad de la carne) y al bienestar animal.
De otro lado, se sugiere que el aumento de los contactos positivos de los humanos con los animales ayuda a mejorar el cuidado de éstos a través de la detección temprana de cambios individuales, enfermedades y lesiones. Las personas con actitudes positivas hacia los animales demuestran ser mejores para la cría de éstos (en especial la limpieza). Así, la evidencia de contactos positivos entre los humanos y los animales podría usarse para predecir una mejora en el bienestar. No obstante, estos indicadores deben ser usados con precaución, ya que factores como el sistema de manejo, la organización y la motivación pueden influir en el comportamiento final de los trabajadores.
Así mismo, se plantea como una consecuencia de las interacciones humano-animal o de las habilidades en la observación por parte de los cuidadores la ausencia de sufrimiento (dolor, miedo), así como el funcionamiento normal del organismo (ausencia de enfermedades, heridas o malnutrición). El principio final es la existencia de un bienestar animal positivo, el cual se puede dar a través de positivas interacciones humano–animal.
Las reacciones de miedo pueden afectar tanto a la seguridad humana como a la seguridad animal, y disminuir el confort del trabajador y su eficacia. Vacas lecheras con miedo a menudo dan patadas durante el ordeño y no se consigue vaciar la ubre, además, pueden herirse ellas mismas o atacar al personal que las maneja. Por esto, entender las causas del miedo es uno de los mayores retos para la ciencia del bienestar animal.
Algunos estudios han demostrado que la respuesta del miedo de los animales hacia los humanos se basa en asociaciones de aprendizaje negativas o en que no están habituados al contacto humano, interactuando además con el componente genético, la distancia de fuga está determinada por la docilidad o la rusticidad del animal y además por lo acostumbrado que esté a la presencia del hombre, siendo afectada por experiencias estresantes previas (Rushen et al., 1999; Grandin, 2000). Las vacas manejadas con tranquilidad permiten que se las toque, a diferencia de las vacas que han sido manejadas bruscamente, las cuales tienen una distancia de fuga mucho mayor. La distancia de fuga se considera un indicador importante de la relación hombre-animal y permite observar cómo reaccionan las vacas frente a la presencia de personas.
Otras características humanas que pueden generar miedo incluyen movimientos y posturas. Empíricamente, algunas características físicas (voces fuertes, tallas altas, ciertos olores, ropas de colores brillantes) provocan a menudo miedo en los animales. Sin embargo, no existen datos científicos que apoyen tales afirmaciones, aunque se dice que algunas de estas señales sirven a los animales de granja para hacer discriminaciones entre la gente.
Las interacciones positivas de los humanos con los animales (con caricias, comida o hablándoles) diariamente, y especialmente durante los períodos sensibles del desarrollo animal, son importantes para reducir su miedo. Los beneficios procedentes de habituar los animales a los humanos incluyen una disminución del miedo, mejora en la docilidad, disminuciones en el tiempo de trabajo y menor riesgo de lesiones tanto para los humanos como para los animales.
Resultados de diferentes estudios dirigidos a evaluar varios sistemas ganaderos, señalan que las interacciones entre el personal de la finca y los animales pueden limitar la productividad y el bienestar de los animales, sugiriéndose que los manejos agresivos pueden deprimir la producción de leche de las vacas debido a la respuesta de estrés que genera, ya que la secreción de catecolaminas bajo la influencia del sistema nervioso autónomo como respuesta de estrés provoca una disminución de la cantidad de leche ordeñada.
Se deben mejorar las actitudes y el comportamiento de las personas que manejan las vacas para disminuir el miedo a ellas y mejorar su productividad y bienestar. Lo anterior se puede lograr mediante técnicas de modificación cognitivas del comportamiento, que han sido usadas con éxito para modificar el comportamiento humano, involucrando un reentrenamiento de su comportamiento, así como el cambio en sus actitudes y creencias.
De otro lado, se considera que la producción de los animales es indicadora de la calidad de los factores ambientales que influyen sobre el bienestar animal. Tanto la reproducción como la producción son funciones de lujo para los seres vivos, y como consecuencia exigen, para su satisfactorio desarrollo, que las necesidades fisiológicas, de alojamiento y seguridad estén satisfechas. Por ejemplo, la productividad de las vacas del trópico alto colombiano es inferior a la esperada por su potencial genético, lo que evidencia deficiencias en su bienestar.
Necesidades en cuanto al comportamiento
El estudio del comportamiento de las vacas de leche durante un período de 24 horas puede ayudar a determinar los requerimientos mínimos necesarios para ofrecerles un ambiente e instalaciones adecuados. Teniendo en cuenta el comportamiento animal, la optimización de la producción podría alcanzarse más fácilmente; por ejemplo, los animales consumen más si la forma de proporcionarles el alimento está acorde con su especie y están adaptados al ambiente que les rodea.
Las razas provenientes del Bos taurus, como la Holstein friesian, tienen un temperamento más calmado, es decir, son menos inquietas que las razas provenientes del Bos indicus y sus cruces.
En un estudio de modelos de comportamiento, al valorar la duración de diferentes actividades a lo largo del día, se han obtenido resultados similares en ganado estabulado y en pastoreo; así, las vacas en pastoreo permanecieron tumbadas 11 h de media al día (de 9 a 13 horas) y las estabuladas una media de 10,8 horas. Estas observaciones indican que las vacas pasan cerca de 50% del día tumbadas, por eso la importancia de ofrecerles un espacio confortable, independientemente del sistema de producción.
Vitela et al. (2004) valoraron el comportamiento de las vacas Holstein en estabulación libre durante el período invernal, observando que destinaban 51% del tiempo a descansar, 29% a rumiar, 10% a comer, 4% a caminar, 4% a estar quietas y 2% a mover la cola, considerando que se encontraban de esta forma en un estado de bienestar aceptable.
El tiempo que la vaca dedica a estar tumbada podría ser una medida óptima para valorar el nivel de adaptación de los animales al sistema de producción, ya que si están tumbadas más tiempo de lo normal o si el número de veces que se tumban es alto, indicaría un grado bajo de bienestar.
El tiempo que el ganado lechero dedica a rumiar es de 4 a 9 horas diarias, en períodos de 15 a 20 minutos, y gran parte de ese tiempo (65% a 80%) permanecen tumbados. Si el tiempo en el que las vacas rumian de pie es alto podría ser un índice de deficiencia en su nivel de bienestar.
Existe una estrecha relación entre el ambiente, el comportamiento, la producción y la enfermedad. Sin embargo, es poca información relacionada con el diagnóstico, la prevención y el tratamiento de desórdenes del comportamiento en ganado de leche.
Entre los comportamientos anómalos del ganado de leche destaca el lamido y la succión de los pezones entre vacas, que están asociados a alojamientos deficientes, unido a la falta de pautas adecuadas de comportamiento. Para prevenir este problema se recomienda la separación temprana de los terneros de sus madres y evitar agrupar terneros hasta que el destete no esté bien instaurado. Otros comportamientos que contribuyen a lesiones en los pezones o a la presentación de mastitis, relacionados con las condiciones de alojamiento, son los pisos resbaladizos donde las vacas tienen miedo a desplazarse, levantarse o tumbarse, lo que puede conllevar a lesiones en los pezones de vacas vecinas y así producir un incremento en el riesgo de presentación de mastitis (Klastrup et al., 1987). De igual manera, el diseño de las instalaciones puede impedir patrones de comportamiento normales y con ello lesiones en el pecho, articulaciones del carpo, corvejón, pelvis y ubre.
Las estereotipias son un tipo concreto de conducta atípica, que se definen como modelos de movimientos repetitivos, sin vacilación alguna y carentes de función u objetivo concreto. Se piensa que las estereotipias aparecen cuando se impide al animal desarrollar ciertos patrones de comportamiento normales y cuando se encuentra bajo una fuerte motivación, como sería la exploración y la búsqueda de comida. Un entorno pobre en estímulos influye sobre la aparición de conductas estereotipadas. Las estereotipias son una evidencia de que el animal, en algún momento, ha tenido una disminución de su nivel de bienestar, y sirven como indicadores del entorno animal y de si este está haciendo posible que el animal pueda desarrollar su conducta normal. El número de animales que muestren estereotipias en un ambiente en particular y el tiempo que dedican a su ejecución son importantes parámetros para cuantificar el grado de bienestar animal.
Una de las pocas estereotipias observadas en ganado vacuno de leche es el movimiento exagerado de la lengua, que puede ser debido a la falta de forraje en la dieta, lo que causa frustración al reducirse el tiempo que dedican a la ingesta.
Los resultados de diferentes estudios para conocer la relación entre las conductas estereotipadas y el bienestar animal han sido contradictorios, ya que algunos encontraron fuertes vínculos entre estereotipias y bienestar animal, y otras, ninguno. No obstante, se ha demostrado que el conocimiento del comportamiento animal proporciona la información necesaria para valorar el bienestar de los animales en cautividad.
Un aspecto central para poder mejorar el manejo en los sistemas de producción es la identificación de conductas anormales. Algunas veces los trastornos del comportamiento pueden tratarse mediante terapias conductistas, como el enriquecimiento ambiental o la estimulación de otra conducta.
Muchos comportamientos anormales en los sistemas de producción de leche son inducidos por el ambiente y el manejo. Con los comportamientos anormales hay dos puntos importantes a considerar: uno deriva de la necesidad de estudiar más a fondo el comportamiento de los miembros de un rebaño, si se pretenden conocer las consecuencias del mismo; el otro tiene que ver con la creciente preocupación del público sobre los efectos del ambiente y del manejo sobre el animal. Junto a ello, situaciones en las cuales se observan comportamientos anómalos de los animales son a menudo indicativos de sufrimiento.
 
VALORACIÓN DEL BIENESTAR ANIMAL EN FINCA
Para cuantificar el bienestar animal en finca debemos basarnos en parámetros que pueden ser divididos en dos categorías: los ambientales que describen características del ambiente y del manejo; y los basados en el animal, que registran las reacciones de los animales a ambientes específicos, incluyen el comportamiento, la salud y la fisiología, y tratan de medidas de bienestar más directas, ya que registran en sí mismas el estado del animal. Estas medidas son muy efectivas, sin embargo, algunos de los parámetros basados en el animal son de difícil medición y demandan recursos considerables, y en ocasiones son de difícil interpretación y no muy adecuados para la evaluación del bienestar. Los parámetros ambientales son medidas menos directas de bienestar, pero su medición es más fácil. En general, se acepta que tanto los parámetros ambientales como los basados en el animal son indicadores importantes del bienestar animal y que su evaluación se debe basar en una combinación de ambos.
Por otro lado, es importante definir si el bienestar animal se va a evaluar en el rebaño o a cada individuo presente en el rebaño. Esta es una situación compleja, y que tanto en uno como en el otro caso es necesario determinar en qué momento el bienestar animal empieza a ser pobre, tanto para generar una puntuación de bienestar como para intervenir y solucionar el problema que lo esté causando.
Es complicado valorar el bienestar animal en relación con el estado del individuo, ya que falta mucho por descubrir respecto a los recursos de los animales para acondicionarse a situaciones difíciles, es decir, a la falta de bienestar, lo que puede enmascarar situaciones de malestar. Cabe señalar que cada animal posee diferentes matices dentro de los patrones de la especie para intentar adaptarse a las adversidades; no se debe usar una única medida fisiológica para su evaluación, porque podría dar la impresión de que la mayoría de los animales no se verían afectados por una situación negativa dada. Como consecuencia, se necesitará un equipo de personas con diferentes experiencias para llegar a una evaluación adecuada de cada individuo.
Las teorías sobre el comportamiento atípico de los animales domésticos y las avanzadas nociones sobre el estrés contribuyen a aumentar el conocimiento del bienestar animal. Pero en realidad no es tan simple y tampoco es del todo correcto pensar que el bienestar animal es la ausencia de estrés y de trastornos del comportamiento.
Desde los primeros ensayos del Comité Brambell, muchos otros han tratado de definir el bienestar animal; se pueden clasificar estos intentos en dos categorías principales: una categoría enfatiza el funcionamiento biológico del animal (la salud, la reproducción, etc.), mientras que la otra enfatiza las experiencias subjetivas del animal (el sufrimiento, el placer, etc.).
Se ha planteado la posibilidad de valorar el bienestar registrando enfermedades, lesiones, conductas atípicas y cambios fisiológicos relacionados con el estrés, el crecimiento y la reproducción (elevados índices podrían implicar la lucha del animal por adaptarse); estudios que han contribuido a que en la actualidad se disponga de varias técnicas para medir estos parámetros y la valoración del bienestar en función de los sentimientos del animal.
El inconveniente de esta propuesta es que todavía no se poseen técnicas capaces de medir los estados emocionales de los animales. Las dos líneas para la valoración del bienestar difieren principalmente en la localización del énfasis, en las experiencias subjetivas del animal o en el funcionamiento biológico a largo plazo. Algunos de los métodos desarrollados para evaluar el bienestar han empleado características de ambas corrientes.
No se debe olvidar que la última decisión sobre si un estado concreto de bienestar es aceptable o no, es cuestión de ética. Para esto se necesitan argumentos y una perspectiva que no se obtiene solamente a partir de estudios científicos, aunque cualquier discusión ética acerca de lo que se debe hacer y lo que no es preferible que esté basada en conocimientos científicos objetivos sobre el estado del bienestar animal.
Por otro lado, para que un sistema de evaluación del bienestar animal sea operativo en la finca, debe cumplir con ciertos requisitos: las mediciones involucradas en la evaluación deben ser fiables y válidas, ser de fácil manejo por el personal entrenado, requieren de un tiempo limitado para que las medidas puedan ser repetidas en muchas explotaciones, y revelar las causas del deterioro del bienestar y por lo tanto mejorar potencialmente el sistema ganadero y su manejo.
Libres de hambre y sed
Entre los aspectos de mayor impacto sobre la ganadería de leche destacan la alimentación y la calidad nutritiva de los alimentos, por el efecto directo que tienen sobre el crecimiento y sobre los futuros potenciales productivos de la finca lechera.
Las condiciones de alimentación de los animales están muy relacionadas con su condición corporal (CC); así, valores extremos de condición corporal (ganadería muy flaca o muy gorda) reflejarán un aumento en el riesgo de comprometer el bienestar animal. La CC puede ser utilizada para medir el bienestar animal (Chalmers, 1990). Vacas excesivamente flacas, independientemente de su estado fisiológico, pueden tener más riesgo en ambientes fríos, y vacas excesivamente gordas tienen más probabilidad de padecer desórdenes metabólicos.
La condición corporal al parto es probablemente el momento de mayor influencia en el calendario de la lactación de una vaca, ya que afecta el consumo de materia seca al inicio de la lactación, así como a la pérdida de peso posparto, a la producción de leche y a la inmunidad de la vaca. Además, aunque no afecta directamente la tasa de preñez, influye sobre la ovulación y fertilidad. Las vacas que llegan al parto con condiciones corporales inferiores a 3 producen menos leche, tienen menor probabilidad de volver a quedar preñadas y es más probable que se encuentren en categorías de riesgo respecto al bienestar animal. Aquellas que llegan al parto con condiciones corporales mayores a 4 pueden presentar una disminución en el consumo de materia seca, producirán menos leche y tendrán mayores probabilidades de tener desórdenes metabólicos.
Claramente, la condición corporal y el bienestar animal forman un binomio complejo sobre el que influyen factores tan diversos como el valor genético, la alimentación, el clima y el sistema de producción. Además del efecto de la selección genética sobre la condición corporal, es sabido que otros factores tales como el número de partos, edad al parto y época del parto influyen sobre su condición corporal. Igualmente, factores de manejo también inciden sobre la condición corporal de las vacas, como la carga animal, la cantidad y la calidad de la dieta.
La condición corporal se considera un buen predictor tanto de la función reproductiva como de la salud de las vacas; se indica que a medida que disminuye la condición corporal disminuyen los índices reproductivos y se presentan metritis con mayor frecuencia en los primeros 20 días posparto. Se señala que las vacas que pierden más de 1,5 puntos de condición corporal posparto sufren una disminución potencial de su producción, al compararlas con las que mantienen su condición corporal. Aunque la condición corporal y sus cambios reflejen las reservas energéticas, y posiblemente el estado de bienestar, en sistemas de pastoreo la CC estará influenciada por la cantidad y calidad de alimentos y el clima predominante.
La primera fase de la lactación es la más difícil para cubrir las necesidades de alimentación de las vacas, puesto que presentan un balance energético negativo y tienen limitada la capacidad de consumo de materia seca. Junto a ello, hay que señalar que en esta primera fase es cuando se presenta la mayoría de las enfermedades metabólicas, así como infecciones del útero y de la glándula mamaria. Estas infecciones generan más actividad metabólica y pueden disminuir el apetito y el consumo de materia seca. En el segundo tercio de la lactación, el reto es sostener el pico de producción láctea tan alto como sea posible y comenzar con una nueva gestación. Las novillas de primer parto presentan un reto adicional, y es que no sólo deben responder a la lactación sino también continuar su crecimiento hasta la madurez. El consumo de materia seca en estas novillas es inferior al de vacas adultas de producciones similares. Este menor consumo de materia puede deberse al menor tamaño corporal de las novillas, al manejo erróneo de la alimentación para estos animales todavía en crecimiento y, si están alojadas en los mismos corrales, a problemas de competición por el alimento.
Las condiciones ambientales pueden tener un profundo efecto sobre el consumo de alimentos y el metabolismo de nutrientes de las vacas lecheras (National Research Council, 2001). La zona termoneutral fluctúa aproximadamente entre los 0 y 16 ºC, y el consumo de materia seca empieza a disminuir cuando la temperatura está por encima de 25 ºC, siendo esta disminución significativa por encima de los 30 ºC. Para compensar este problema, los requerimientos energéticos de mantenimiento se incrementan en vacas expuestas durante varias horas a temperaturas superiores a los 30 ºC. Los efectos del calor son menores si la vaca tiene acceso a sombra, a aire en movimiento o si la humedad relativa es baja, siendo también importante el acceso a bebederos. El ejercicio, igualmente, afecta los requerimientos de las vacas; los sistemas de pastoreo pueden incrementar los requerimientos de energía en más de 20%.
Las vacas consumen más agua que cualquier otro nutriente; en la mayoría de las fincas ganaderas, el agua es suministrada a voluntad. Si el acceso al agua es limitado, la producción de leche cae. La restricción del consumo de agua tiene un efecto más rápido y profundo sobre la producción de leche que la restricción de cualquier otro nutriente. Las vacas consumen más agua fresca cuando el suministro es ininterrumpido que aquellas con acceso limitado; además, consumen más materia seca y producen más leche. La manera más efectiva para conseguir satisfacer las necesidades de agua de una vaca consiste en que el acceso sea fácil, no competitivo, y que el agua esté fresca, limpia y se ofrezca a voluntad.
El consumo de agua está influenciado por la producción de leche, el acceso, la competencia social, el consumo de materia seca, el contenido en la dieta de humedad y de varios minerales, particularmente sodio, y por la temperatura ambiente (NRC, 2001). El consumo de agua se incrementa rápidamente cuando la temperatura se eleva por encima de 27 a 30 ºC. En pastoreo, si el acceso al agua es fácil, las vacas toman agua de 2 a 5 veces al día, pero si está lejos, la consumen con menos frecuencia y también, menos materia seca.
Libres de incomodidad y malestar
Los animales de producción actualmente viven en un entorno muy distinto al de sus antepasados salvajes. El proceso de domesticación, la posterior selección para un crecimiento más rápido y la mayor producción de leche han tenido como consecuencia animales con apariencia distinta a la de sus antepasados y menor sensibilidad a los cambios en su entorno.
Independientemente a la mayor o menor resistencia de los animales de producción a la variación de las condiciones ambientales, es un hecho que la temperatura, la humedad y el fotoperiodo condicionan el comportamiento, la fisiología y, además, condicionan el bienestar.
Los parámetros ambientales engloban características del ambiente y manejo tales como el tamaño de los establos, facilidades de alimentación y bebida, espacio permitido, calidad de la cama y acceso al pasto, así como personal de la finca, valorándose tanto en calidad como en cantidad. La evaluación de estos parámetros es bastante sencilla ya que son de registro fácil y rápido, y además pueden ser repetidos. Por lo anterior, todas las instalaciones usadas por los animales deben contar con sistemas que permitan el correcto manejo de los mismos, incluyendo aspectos como la alimentación, el ordeño, la reproducción, los partos y las actividades relacionadas con la protección de la salud. Cualquier equipamiento empleado para el manejo de los animales debe estar construido para operar dentro de los mínimos requerimientos legales para la protección del animal y asegurar que siempre sean tratados para evitar cualquier sufrimiento innecesario, informándose que la evaluación de recursos tales como el personal y el ambiente son importantes para brindar asesoría sobre la prevención o tratamiento de un problema de bienestar.
Entre los métodos utilizados para evaluar el bienestar animal, basado en factores ambientales, se destaca el método que valora cómo dichos factores inciden sobre el comportamiento, la fisiología, la salud y la producción (Bracke et al., 1999). Algunos de los métodos de evaluación del bienestar basados en parámetros ambientales son los denominados sistemas índices, que han sido desarrollados para evaluar el bienestar en ganado bovino, porcino y gallinas ponedoras, especialmente enfocados a sistemas de producción orgánicos.
Los sistemas índices asignan puntuaciones en función de las características del ambiente en el que se encuentran los animales y el manejo al que son sometidos; estos valores dan lugar a la puntuación del bienestar. Los parámetros ambientales y de manejo constituyen la parte principal del sistema índice y sólo unos pocos parámetros basados en el animal son incluidos en la evaluación (condición de la piel y salud animal). Los sistemas índices más conocidos son el TGI 35 L. En todos los proyectos que se han desarrollado para evaluar el bienestar en finca, se utilizan medidas medioambientales para poder tomar decisiones sobre el nivel de bienestar que tienen las fincas evaluadas.
Sin duda alguna, el sistema de alojamiento y el manejo tienen un efecto significativo sobre el bienestar. Por ello, no es de extrañar que los registros de parámetros ambientales y demanejo figuren en los diferentes métodos de evaluación del bienestar desarrollados. Sin embargo, se debe recordar que las variables ambientales y de manejo no necesariamente determinan el bienestar animal y que puede haber una amplia variación en el bienestar animal entre explotaciones con sistemas de producción similares.
A partir de esta información hay que cuestionarse si los métodos de evaluación del bienestar que se basan principalmente en parámetros ambientales son efectivos y válidos. La respuesta depende de lo que intente medir el método. Si la meta es evaluar los sistemas de producción entre explotaciones, o certificar las condiciones de alojamiento, entonces puede ser suficiente el examinar los parámetros ambientales. Por el contrario, si la meta es revelar problemas de bienestar del rebaño y proveer asesoría de cómo mejorar el bienestar en la finca, entonces los registros de parámetros ambientales deben ser combinados con registros de parámetros de bienestar basados en el animal.
Otros métodos que han involucrado aspectos ambientales son el TGI 35 L. Algunos de los índices ambientales incluidos en este último método tienen que ver con la presencia de eventos que pueden causar miedo en las vacas (como la presencia de un cable eléctrico en el patio preordeño) o la posibilidad de que tengan contactos visuales o físicos entre ellas.
Se ha observado que el acceso a pasto mejora la salud de la vacas, ya que se reduce la presencia de mastitis; también se ha encontrado que las vacas con acceso a pastoreo mejoran rápidamente las cojeras, contrario a las vacas control. Estos resultados no significan que el acceso a pasto mejorará todas las medidas de salud; de hecho, la incidencia de cojeras puede ser alta en sistemas de lechería basadas en pastoreo en ciertas condiciones, por ejemplo si los caminos están pobremente mantenidos. A partir de lo mencionado anteriormente, se ha concluido que dar condiciones más naturales a la vida de las vacas puede tener importantes beneficios para los animales cuando estas mejoras son adecuadas, aunque si no lo son pueden ser más un problema que un beneficio.
Que las vacas se encuentren en su hábitat natural no implica, por sí mismo, que los animales alcancen un bienestar apropiado. Las praderas deben contar con bebederos y comederos adecuados y zonas para protegerse del viento, la lluvia y el calor. Si hay sobrecarga de la explotación, se pueden tener problemas de higiene por el exceso de estiércol, formación de charcos, etc., y problemas de aplomos al tener que moverse en terrenos reblandecidos.
Libres de lesiones y enfermedades
Un factor importante que condiciona el bienestar animal y la productividad del rebaño es su estado sanitario. Hay que considerar cuántas y qué tipo de enfermedades se presentan en el rebaño de leche. Así, un aumento en la tasa de eliminación o de mortalidad, o una disminución en la producción de leche o proteína, o en la eficiencia reproductiva pueden ser indicativos de enfermedad en vacas de leche. Enfermedades relacionadas con trastornos metabólicos, entre ellas hipocalcemia posparto o paresia puerperal y el desplazamiento del abomaso, además de enfermedades infecciosas como la diarrea vírica bovina y la mastitis clínica, comunes en las fincas lecheras –caracterizadas por uno o varios de los siguientes síntomas: caída en la producción láctea, pérdida de peso, heces pastosas/diarrea, débilidad muscular, fiebre/hipotermia, debilidad muscular, apetito caprichoso/ falta de apetito y deshidratación– llevan a tener que realizar programas preventivos en los rebaños lecheros, tanto para asegurar el cuidado óptimo y el bienestar de los animales como para disminuir las pérdidas productivas.
Se sabe que la ausencia de enfermedades no necesariamente sugiere un bienestar animal óptimo, sin embargo, la presencia de enfermedades sí suele indicar un pobre bienestar. Por tanto, el mantenimiento de un buen estado sanitario es el requerimiento más básico para preservar el bienestar animal. Las medidas que aseguran la salud del ganado lechero incluyen una higiene y un manejo adecuados (Hristov et al., 2008).
Una de las consecuencias de un pobre bienestar asociado con las enfermedades es la disminución de la resistencia o el aumento de la susceptibilidad hacia otras enfermedades.
La relación entre un pobre bienestar y la presencia de enfermedades puede conducir hacia una espiral descendente que puede llevar al animal a la muerte. Las evidencias que relacionan el bienestar animal con la susceptibilidad a las enfermedades pueden ser de tres tipos: los signos clínicos de la enfermedad; los estudios experimentales que comparan los niveles de incidencia de enfermedades en diferentes sistemas de manejo o después de diferentes tratamientos; y estudios del funcionamiento del sistema inmune después de diferentes tratamientos.
No todos los animales presentan la misma susceptibilidad a enfermar, aunque sean de la misma raza, edad y estén tratados en las mismas condiciones de manejo. Además, en caso de que muchos animales enfermen, solo alguno llega a morir, lo que indica que hay individuos que presentan más problemas para adaptarse a las situaciones. Los animales de menor escala social, al ser relegados a los peores sitios para descansar, alimentarse, etc., y estar sometidos a mayores situaciones de estrés, tienden a tener un estado de salud más deficiente.
El sistema de vida al aire libre que predomina en los trópicos para algunos se basa en que los animales disfruten de una vida lo más natural posible; no obstante, esta aproximación es ingenua, ya que algunas condiciones naturales como la exposición a climas extremos, a agentes infecciosos y parasitarios y a depredadores no son beneficiosos para los animales.
Los animales que se encuentran enfermos a menudo tienen problemas para adaptarse al ambiente, por lo que su nivel de bienestar será peor que el de los animales sanos. Los efectos sobre un animal con laminitis, mastitis, neumonía o una diarrea severa son fáciles de apreciar. Si las enfermedades producen dolor u otra falta de confort y se aplica un tratamiento veterinario que reduce esta sintomatología, esto claramente mejora el bienestar del animal. Es importante hacer énfasis en que no es el diagnóstico de la enfermedad el que mejora el bienestar, sino los cambios que produce el tratamiento utilizado.
Un proyecto desarrollado en la Universidad de Bristol, financiado por el Biotechnology and Biological Sciences Research Council, ha incluido algunos parámetros fisiológicos para evaluar el nivel de bienestar en las fincas de ganado de leche. En este proyecto se planteó la valoración teniendo en cuenta principios psicométricos e identificando signos clínicos y de comportamiento asociados a enfermedades que cursan con dolor. Los parámetros fisiológicos que utilizaron para valorar el dolor fueron las proteínas de fase aguda y la hiperalgesia.
Niveles altos de producción están asociados al aumento en el riesgo de presentar problemas de salud. Cuando se emplea la producción de los animales como una medida para cuantificar el nivel de bienestar, este se considera aceptable cuando los animales crecen o producen adecuadamente –según su genética y el ambiente– se reproducen bien, tienen funciones tanto de comportamiento y fisiológicas normales, y viven un tiempo relativamente largo; cuando no es así se dice que el bienestar está disminuido por malnutrición, enfermedad o lesiones.
Debido a las relaciones complejas entre la producción de leche y el bienestar animal, no puede ser considerada como una medida útil de bienestar. El punto importante es que niveles altos de producción de leche no son garantía de un alto bienestar, ni niveles bajos de producción son signos que evidencien un pobre bienestar, y que grandes variaciones en la producción de leche son difíciles de relacionar con alteraciones del bienestar animal.
Uno de los problemas de salud más manifiesto en las ganaderías de leche son las cojeras, ampliamente reconocidas como el mayor problema de bienestar para las vacas lecheras, en relación con el dolor y la alteración de su comportamiento natural; los ganaderos subvaloran la presencia de cojeras por la falta de relación entre su prevalencia y los tratamientos realizados, lo que implica que en la mayoría de los casos o no son diagnosticadas o no son tratadas.
Por otro lado, algunos estudios relacionan el problema de las cojeras y sus consecuencias negativas en el bienestar animal con la rentabilidad del sistema, manifestándose que la complejidad del tratamiento efectivo de las cojeras es debido a su naturaleza multifactorial, ya que son muchos los factores que están influenciando la salud de la pezuña, incluyendo factores genéticos, la dieta, agentes contagiosos, el sistema de alojamiento, el comportamiento y el manejo animal.
La pérdida de pelo en las vacas puede deberse a alteraciones tanto hereditarias como metabólicas; procesos de cicatrización de las heridas cutáneas profundas; alopecia traumática por rascado asociada con infestaciones de piojos, garrapatas, moscas u otros insectos; roces con puertas u otras estructuras de las instalaciones; dermatitis por intoxicaciones y dermatitis micótica. En este sentido, se ha observado pérdida de pelo en las fincas lecheras de 0% a 10,45%, con media de 4,5%.
En vacas lecheras estabuladas entre 1 a 119 días en lactación, se observaron lesiones en el corvejón y en el carpo asociadas a la presencia de una superficie dura, tamaño reducido del alojamiento y la edad de las vacas, con una prevalencia de 60,5% y de 35,3% en el corvejón y en el carpo, respectivamente.
De otro lado, se señala que los ectoparásitos influyen en el comportamiento de las vacas y alteran sus conductas. Varios trabajos (Phillips, 2001, 2005) indican que la mosca del establo (Stomoxys calcitrans) provoca irritación y dolor cuando se alimenta. El ganado lechero infestado por mosca de los cuernos (Haematobia irritans, L.) presentó una disminución en la producción diaria de leche de 520 ml y en la tasa de crecimiento diario de 28 g, sin detectarse algún efecto sobre la producción de los animales cuando la infestaciones fueron iguales o inferiores a 30 moscas.
El tiempo en el que las moscas están succionando la sangre de las vacas se ha relacionado con la interrupción del pastoreo, aumento de los niveles de estrés y con bajo crecimiento y disminución de la producción de leche.
Entre los comportamientos alterados que motivan las moscas destacan los coletazos, sacudidas de cabeza, movimiento de las orejas, el reflejo panicular (movimiento de la piel) o estremecimientos, pisoteos y huidas; las moscas son los ectoparásitos, que en mayor medida alteran el comportamiento del ganado bovino.
La presencia de ectoparásitos se considera un problema tanto en los sistemas de ganadería extensivos como intensivos. Además de los efectos directos sobre el comportamiento de los animales, las moscas pueden provocar efectos indirectos, debido al impacto de los parásitos sobre el estado nutricional e inmune de los animales.
Uno de los efectos graves que producen las moscas es que pueden llegar a reducir el tiempo de pastoreo; sin embargo, las vacas pueden compensar pastoreando más en la mañana o en la tarde, cuando las moscas están menos activas. Por otro lado, el tamaño del mordisco durante el pastoreo a menudo se reduce. Esto sugiere que el ganado con poblaciones altas de moscas disminuye su pastoreo selectivo, lo que puede afectar su nutrición, ya que las vacas dependen de la selección del forraje de más alta calidad en la pradera para poder cubrir sus necesidades nutricionales. La reducción del estrés gracias al control de las moscas debe valorarse con relación al estrés producido por el mismo, principalmente en sistemas extensivos.
En general, la presencia de moscas afecta a la primera libertad del FAWC, libre de hambre y sed, debido a que los requerimientos energéticos del animal se incrementan al aumentar su actividad para quitarse los ectoparásitos y al aumento en los requerimientos de aminoácidos para incrementar el nivel de inmunidad. La estrecha relación de algunos elementos esenciales, como el magnesio, con la inmunocompetencia mamaria, sugiere que si es probable la ectoparasitación debería ser prioritaria una adecuada suplementación mineral. Esto es particularmente importante para el ganado en pastoreo, puesto que los minerales provenientes del forraje a menudo son deficientes en magnesio. También puede encontrarse comprometido el confort por la presencia y alimentación de los insectos, aunque la tercera libertad es la más afectada. Al ser estos insectos un componente inevitable de los sistemas de ganadería extensiva, debería ser una obligación para los ganaderos llevar a cabo medidas profilácticas contra ellos.
En un proyecto de investigación francés, basados en las cinco libertades, para valorar la salud del vacuno lechero tuvieron en cuenta la mastitis clínica, la laminitis, la retención de placenta, la infertilidad, el número de terneros muertos y el descarte de animales; además, fueron evaluadas las lesiones externas y la condición corporal.
Actualmente, el problema de la mastitis bovina ha adquirido un redimensionamiento como factor negativo que va en detrimento de la producción y comercialización de leche y sus derivados, convirtiéndose en otro de los problemas sanitarios graves en las fincas de ganado de leche. Este redimensionamiento se debe en buena medida a la globalización de mercados, la cual ha conllevado a un aumento en los estándares de calidad de la leche que se obtiene con el ánimo de poder competir entre empresas productoras. Este nuevo reto hace necesario que las fincas lecheras se tomen más en serio la mejora en la producción como un factor de calidad, el cual debe empezar por el primer eslabón en la cadena de producción de leche, es decir, el productor y su finca. No obstante, la mastitis sigue siendo una enfermedad muy común en países en vías de desarrollo como Colombia, siendo la mastitis subclínica la forma más común de presentación de la misma (Ramírez et al., 2001).
Idealmente, para reducir el riesgo de presentación de mastitis, las praderas donde permanece el ganado de leche deben tener drenajes adecuados para evitar que se encharquen en época de lluvia y así ofrecer sitios secos y limpios para las vacas; con ello las hembras pueden tener pezones y ubres más limpias.
Así, tener a las vacas limpias es parte esencial en el control de la mastitis ambiental, tanto para vacas en lactación como para vacas secas. La relevancia de la limpieza en las vacas se ve reflejada en los resultados encontrados en Colombia, al observarse microorganismos ambientales en 26,75% de los cultivos bacteriológicos realizados en muestras de vacas lecheras. Estos resultados indican que dichos patógenos están aumentando debido a errores observados en las prácticas de prevención y control de la mastitis, así como en las prácticas de higiene de la ubre antes del ordeño; sumado a tener la finca un ambiente contaminado, la suciedad, las aguas encharcadas y los lodazales. En este mismo sentido, se ha demostrado que las vacas con ubres sucias tienen 1,5 veces mayor probabilidad de aislar patógenos productores de mastitis en muestras de su leche respecto a vacas con ubres limpias.
En cuanto a la importancia de la higiene en las vacas de leche y su relación con la presentación de mastitis se ha encontrado que la posibilidad de aislar tanto patógenos contagiosos como ambientales productores de mastitis en muestras de leche está asociada con la presencia de ubres sucias. Todo ello puede indicar que los métodos de control de mastitis (limpieza y desinfección de pezones) no están siendo efectivos cuando las ubres se encuentran sucias. Así mismo, se ha observado que en Colombia los ganaderos y los asistentes técnicos en las explotaciones del altiplano cundiboyacense le dan más importancia a la velocidad que a la calidad con que se hace el proceso de ordeño. Cuando los ordeñadores no son estimulados económicamente, en muchos casos, se limitan a realizar una labor repetitiva, sin efectuar una buena limpieza de la ubre. La velocidad con que trabajan las operarios en las explotaciones de leche ha sido demostrada, por ejemplo, se ha observado que las fincas con manejos caracterizados por la rapidez y la suciedad tienen tendencia a presentar valores de células somáticas más altas en el tanque colector de leche, comparado con fincas con manejo limpio y correcto, que la incidencia de mastitis clínica disminuye en aquellas fincas donde las prácticas sanitarias y de higiene son más estrictas que aquellas donde son menos rigurosas.
Las vacas que padecen metritis han reducido aproximadamente 8 kg/día de leche durante las primeras tres semanas de lactación. Claramente, una disminución en la producción de leche puede ser indicadora de enfermedad, dado que la activación del sistema inmune durante una enfermedad requiere energía metabólica y a menudo se produce una disminución del consumo de alimento; con ello, los recursos que pueden estar limitados se derivan a apoyar la función de inmunidad más que a la producción de leche, el crecimiento o la reproducción, que para el individuo son funciones de lujo.
Las causas más frecuentes para el descarte de vacas de leche son problemas reproductivos, seguidos por mastitis y baja producción de leche. Así mismo, el aborto es la razón más importante para el descarte de vacas en rebaños de alta producción. Los motivos por los que se eliminan las vacas pueden ser útiles a la hora de valorar la situación de la finca.
La incidencia de neoplasias oculares es significativamente más alta en razas de origen Bos taurus que en Bos indicus; la raza más afectada es la Holstein friesian. La mayoría de los tumores se presenta en los animales con despigmentación en los párpados, siendo ésta una característica altamente heredable, aspecto que se agrava cuando los animales permanecen en zonas de alta latitud, debido a la mayor exposición a los rayos ultravioletas. Las neoplasias oculares generan sufrimiento innecesario en los animales, afectando su bienestar.
Otro problema que se puede encontrar en las fincas de ganado lechero son las vacas caídas, cuya incidencia es alta, afectando fundamentalmente a animales buenos productores y de elevado valor económico. La lista de razones del porqué se produce caída de una vaca es larga e incluye enfermedades y lesiones; dentro de las lesiones las causas más frecuentes son los resbalones y caídas causados por una alta densidad de animales o por hacer que se muevan muy rápidamente grupos de vacas. Esto pone de manifiesto la importancia de manejar a las vacas de leche de forma tranquila, sin sobresaltos. En la mayoría de las fincas, debido a la ausencia de herramientas adecuadas para ayudar a las vacas caídas en su recuperación, su presentación tiene implicaciones desfavorables en su bienestar, pues esto causa sufrimiento y maltrato.
Históricamente, un animal sano es el que gozaba de bienestar. Se ha venido diciendo que un animal de granja con elevados índices productivos presenta un nivel de bienestar muy alto; sin embargo, este enfoque ha sido criticado, de hecho, una elevada producción puede ocasionar problemas como inflamación de la ubre en las vacas y conllevar un continuo estrés nutricional. Este tipo de enfermedades se conocen como enfermedades de la producción y forman parte de una nueva categoría de elementos que condicionan el bienestar animal derivados de la intensificación de la producción, podría decirse que la subnutrición en vacas de leche es una enfermedad de la producción. De todas maneras, aunque se asocie la baja productividad con un pobre bienestar, la alta productividad per se no se considera garantía de un bienestar óptimo.
Libres para expresar comportamientos normales para la especie
Se señala que el comportamiento de los animales es un indicativo de su relación con el sistema de producción en el cual viven; por tanto, su seguimiento puede servir para evaluar el bienestar. Un determinado comportamiento a menudo es la primera reacción del animal para adaptarse a un ambiente en particular. La ventaja que ofrecen los indicadores basados en el comportamiento animal es que se obtienen con facilidad y probablemente reflejan el primer intento del animal por vencer una situación inferior a la óptima. El amontonamiento de unos animales con otros cuando la temperatura es baja, o la emisión de señales vocales de hambre, son respuestas desarrolladas frente a la amenaza de hipotermia o inanición. La selección natural se ha dirigido hacia mecanismos cada vez más rápidos, dando lugar a indicadores más sensibles que los indicadores de daño o angustia que señalan que el bienestar está en peligro.
Por otro lado, se considera que el grado de aversión hacia los humanos por parte de los animales es uno de los indicadores de comportamiento más válidos para evaluar el miedo, manifestándose también que los animales miedosos durante rutinas de inspección y manejo pueden tener lesiones en el intento de evitar a los humanos. Hay evidencia de que los animales con miedo tienen la proba bilidad de experimentar estrés agudo en presencia de los humanos o incluso en algunas situaciones experimentar estrés crónico. El estrés crónico en animales con miedo puede conllevar a la inmunosupresión, lo cual puede tener serias consecuencias para la salud de los animales.
Los cabeceos, pateos y sacudidas del ganado vacuno son indicativos de irritación o incomodidad; de ahí la conclusión de que la agresión en un grupo de animales tiene como finalidad defender un espacio individual. Las características del comportamiento pueden ser manifestaciones de problemas de salud. De hecho, un comportamiento alterado es usual mente la primera manifestación de enfermedad. Por ejemplo, se ha visto que los individuos subordinados tienen más probabilidad de sufrir cojeras, ya que están forzados a pasar más tiempo en las zonas más húmedas.
El estudio de los comportamientos alterados derivados de falta de salud de los animales se ha asociado bajo el nombre de etología clínica veterinaria, cuyo principal objetivo es la evaluación precisa de la frecuencia, forma y organización espacial de los comportamientos anómalos, llevando a un entendimiento más profundo de los animales en estados de enfermedad o de estrés.
Estudios experimentales han revelado la motivación del ganado bovino por realizar conductas específicas. Actualmente se sabe que las vacas adultas tienen una fuerte motivación por permanecer tumbadas gran parte del día y que son capaces de sacrificar tiempo que podrían dedicar al pastoreo para satisfacer su motivación.
Por otro lado, se observa en el ganado de leche con acceso a pasto un alto bienestar, gracias a que los animales tienen la libertad de expresar comportamientos naturales, tales como el pastoreo y la exploración. En este sentido, se ha visto que las vacas prefieren el pasto sólo en horas nocturnas, y en las diurnas el establo, especialmente cuando las temperaturas son elevadas. Por esta razón el patrón de preferencia es complejo, ya que las vacas prefieren salir a las praderas pero sólo en ciertas condiciones y es probable que usen las dos opciones (pastoreo o estabulación). Por ejemplo, el establo es atractivo en días calurosos ya que provee sombra, la cual no está disponible en los pastos; el uso de la sombra por el ganado está directamente relacionado con la radiación solar.
La dificultad en el registro e interpretación de los parámetros basados en el animal se manifiesta tanto en los parámetros fisiológicos como en los basados en el comportamiento. El registro de los parámetros de comportamiento puede requerir gran cantidad de tiempo. Pruebas especiales desarrolladas para evaluar el comportamiento al levantarse y las relaciones humano-animal en ganado de leche llevan mucho tiempo. Sin embargo esta situación puede cambiar, debido a los dispositivos que actualmente existen para el registro automático del comportamiento de un animal o de grupos de animales.
Algunos de los métodos que en mayor o en menor grado involucran parámetros del comportamiento para evaluar el bienestar animal son el TGI 35 L (Bartussek, 1999) y el TGI 200. Para valorar el comportamiento de los animales, el TGI 35 L evalúa como medidas de comportamiento aspectos como el contacto social y la posibilidad de movimiento; el TGI 200 tiene en cuenta aspectos tales como la locomoción, el comportamiento social, el descanso y el confort. Estos dos sistemas de índices se han desarrollado para evaluar el bienestar animal en explotaciones de ganado bovino, porcino y aves de postura.
Otro método llevado a cabo en Europa para la evaluación del bienestar que incluye parámetros basados en el comportamiento es el del proyecto “Desarrollo de una prueba ética para el manejo animal” en explotaciones de ganado bovino de leche y para porcino. En este método, que tiene como fin proporcionar a los ganaderos información detallada sobre el nivel de bienestar de su finca, se registra el comportamiento de los animales en cada sesión de evaluación y cuatro veces al año se realizan pruebas especiales en las fincas para valorar el grado de miedo de los animales hacia los humanos.
En el proyecto titulado “Impacto de los sistemas de alojamiento sobre el bienestar en ganado bovino de leche” realizado por la Oficina Federal Veterinaria Suiza, se desarrolló un método de evaluación del bienestar animal en finca para bovinos de leche y se valoró el comportamiento de los animales mientras se tumbaban y se levantaban, así como sus reacciones cuando se manejaban.
Por otra parte, un proyecto de investigación francés denominado “Evaluación en finca del bienestar en vacas de leche” desarrolló un método para evaluar el bienestar animal basado en las cinco libertades. En este proyecto se valoraron variables relacionadas con la libertad de poder expresar el comportamiento normal. Los índices de comportamiento evaluados estaban relacionados con aspectos del movimiento, pararse y tumbarse, y con movimientos durante el desplazamiento, posición en el cubículo, encuentros sociales entre los animales y relaciones entre el ganadero y sus animales.
En el proyecto europeo Welfare Quality®, desarrollado entre diferentes centros de investigación de Europa entre 2004 y 2009, se han desarrollado sistemas estandarizados para valorar el bienestar animal en fincas de bovinos tanto de ceba como de leche, de porcino y de gallinas ponedoras. Este sistema se ha apoyado principalmente en valoraciones basadas en el animal, midiendo el tiempo que tardaban las vacas en tumbarse y donde se tumbaban los animales, comportamientos agonísticos y distancia de huida para valorar el nivel de miedo de las vacas.
Libres de estrés y miedo
El miedo y la ansiedad son estados emocionales indeseables en los animales domésticos, pues conducen al estrés y la consiguiente reducción del bienestar. Para valorar el miedo de los animales, un buen indicador es la medición de la distancia de fuga. La distancia de fuga hace referencia a la distancia a la cual un animal presentará una respuesta de escape frente a un acercamiento de otro animal u objeto.
La distancia de fuga será mayor o menor dependiendo de que el ganado bovino esté inquieto o calmado y sea más o menos agresivo. Los animales muy tranquilos pueden presentar distancia de fuga cero. Un animal se alejará de la persona cuando esta penetra en su zona de fuga (Grandin, 2000).
Los indicadores fisiológicos que más han sido usados en los métodos para evaluar el bienestar animal son los relacionados con la respuesta al estrés. Las variables más usadas incluyen la frecuencia cardiaca, la frecuencia respiratoria y los niveles de corticoesteroides. Recientemente, para tomar algunas de estas medidas se ha recurrido a la radiotelemetría, o bien a medir el nivel de corticoesteroides de forma no invasiva a partir de la saliva, la orina o las heces, en vez de la sangre. Estas metodologías son muy importantes, ya que no molestan al animal permitiendo así disminuir el sesgo de los resultados obtenidos debido a la respuesta de estrés producida por los métodos convencionales, normalmente invasivos (venipunción para obtención de muestras sanguíneas).
Debido al problema que supone establecer el nivel a partir del cual se puede considerar que el animal presenta una respuesta de estrés y esta es negativa, se ha planteado que la mejor valoración es cuando se producen cambios en las funciones biológicas y el animal puede encontrarse en un estado prepatológico; es decir, en vez de medir la respuesta de estrés se miden las consecuencias de dicha respuesta, tales como la inmunodepresión y la disminución de índices reproductivos En uno de los primeros trabajos realizados en Colombia sobre el tema de bienestar animal en ganado bovino, se encontraron 44 variables para valorar niveles de bienestar animal en vacas de lecherías especializadas, donde algunas relaciones encontradas reflejaron la importancia de ofrecer en buen estado caminos, praderas e instalaciones y brindar limpieza a los animales para poder lograr una óptima producción y un adecuado bienestar animal (García et al., 2012).
Parte del libro Control sostenible de los nematodos gastrointestinales en rumiantes
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Autores:
Dildo Márquez Lara
AGROSAVIA
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