Explorar
Comunidades en español
Anunciar en Engormix

Doma Racional

Publicado: 13 de junio de 2006
Por: Andrés Oñate Bañados
Estimados Amigos, podrían indicarme cual es la mejor forma de domesticar a un Potrillo y ya crecidito, y en que consiste la Doma racional, ya que e tenido varia informaciones, pero solo en normas generales, en Resumen, cuales son los pasos a seguir en la Doma Racional, para lograr un buen adiestramiento para mis Potrillos y futuros Caballos. De antemano Gracias Andrés
Temas relacionados:
Autores:
Andrés Oñate Bañados
Recomendar
Compartir
Andrés Oñate Bañados
7 de enero de 2007
bien, la cola cuelga en posición natural, tiene la cabeza más o menos a la altura de la cruz o más abajo y sus orejas están dirigidas hacia adelante o se mueven para uno u otro lado. Si a ratos están moderadamente dirigidas hacia atrás, significa que está pendiente de Ud., pero si se acercan a la horizontal es porque está dispuesto a atacar. Si levanta la cabeza muy por encima de su cruz y adelanta el hocico, es señal de que está inquieto y agresivo, porque se asustó de lo que vio o porque no entiende las órdenes que Ud. le da. Si cuando está detenido no da saltitos, no levanta la cabeza o no escarba la tierra con sus manos, hay pocas posibilidades de pasar un susto. Pero hay veces que uno no sabe cuándo y porqué el animal hará una tontera. Las orejas fuertemente dirigidas hacia atrás implica una actitud agresiva. El caballo tiene diversas manerars para expresar su estado de ánimo a través del lenguage corporal. La cola, por ejemplo: si está exitado la mantiene levantada si la esconde entre las nalgas está asustado si la mueve repetida y enérgicamente hacia uno u otro lado, está nervioso o enojado si cae en forma natural está tranquilo y si Ud. puede frotarle los ojos a través del párpado superior, está dispuesto a ponerse a sus órdenes. Hay mucho más que su cuerpo nos dice y que podemos hacer para devolverle el buen genio. Por ejemplo, si es un mal día para él, porfía con inquietud, levanta la cabeza en forma agresiva y está insoportable, acaríciele la lengua introduciendo su índice a nivel de la comisura labial, donde no hay dentadura (los caballos tienen un amplio espacio entre los incisivos de adelante y los molares de atrás). Generalmente esto los tranquiliza, bajan la cabeza y aceptan con mayor facilidad la colocación del bocado. Piense como caballo: trate de mirar el entorno con menos precisión que la nos aportan nuestros ojos no piense que sabe lo que son las sábanas, maquinarias agrícolas, tambores de basura y otros elementos que nos parecen tan naturales. Luego siéntase tan vulnerable ante los depredadores que no le queda más que patear, corcovear para librarse de un carnívoro que lo ataca desde atrás o negarse a avanzar para no caerse en un hoyo profundo. Olvídese que es un humano sabelotodo, ya que su integridad depende de las reacciones de un tonto muy eficiente en materia de huir y evitar amenazas. Así podrá anticipar lo que puede asustar al caballo. Una sábana que flamea al viento o una enfardadora es algo que miles de años de evolución nunca le enseñaron a comprender y es natural que se asuste ante ellos si el entrenador no le ha enseñado que éstos no son monstruos que lo quieren devorar. Prepárese entonces para una reacción evasiva ante cualquier cosa de cierto tamaño que no existía hace miles de años. Un movimiento extraño puede ser para el caballo un depredador que inicia su ataque. Los colores no le importan, pero sí el contraste en una escala de grises. Cuando empecé a montar a mi joven y asustadiza yegua, podía galopar tranquilamente por un sendero de tierra, pero si ésta era de tonalidad clara y de pronto aparecía una superficial poza de agua oscura u otra mancha similar, creía que era un hoyo y lo evitaba con brusquedad si se le aparecía de improviso. Si galopábamos una delgada senda y al otro lado de una curva se le aparecía de improviso un neumático abandonado, se alejaba bruscamente y me habría botado si hubiera estado distraído. Contrastes marcados de la escala de grises, movimientos que para ella no son naturales y cualquier cosa que se enrede en sus patas traseras es lo que tengo que identificar para evitar o preparme para una brusca reacción evasiva. En terreno abierto, preocúpese del peligro que puede haber en el suelo. Un alambre, una cuerda o una simple lona o plástico puede enredarse en las patas traseras y retenerlas por un instante. Para el caballo ésto podría ser un monstruo que lo retiene y nada de lo que Ud. haga podrá evitar una violenta reacción de huida o enfáticos corcoveos para librarse del monstruo. Todos los caballos son susceptibles al pánico y éste es un estímulo mucho más potente que los que se le han enseñado a obedecer. ¿Cómo evitarlo?: piense permanentemente como caballo y defínale su trayecto en consecuencia... Hay otro factor importante que puede hacer que el animal se asuste sin que Ud. identifique la causa: dada la posición de sus ojos, los caballos no pueden ver lo que tienen directamente adelante de su frente. Existe así un triángulo invisible delante suyo, cuya base es la línea transversal que uniría a sus ojos y su vértice está a un poco más de un metro hacia adelante. O sea, el animal no puede ver donde posa sus manos a menos que gire la cabeza. Pongamos un ejemplo teórico: a un metro frente a él sale un conejo de su madriguera: el caballo no lo vé. El conejo corre asustado hacia un lado y ¡zaz! que se le aparece bruscamente en su campo visual como salido de la nada, sin tiempo para saber de qué se trata. Cualquiera de nosotros se asustaría y con mucha mayor razón un caballo, acostumbrado a huir, y por cierto saltará hacia un lado o se detendrá bruscamente. Otra vez, piense como caballo para evitar sorpresas... Con paciencia, criterio y respeto, a mi yegua regalona le pude ir de a poco enseñando que no tiene porqué temer esas percepciones, consiguiendo que confíe en su jinete, pero eso demorará años en perfeccionarse y nunca dejará de aparecer un nuevo elemento que le parezca amenazador. Hay veces que no se puede identificar qué es lo que asustó al animal, pero siempre se le puede tranquilizar haciéndolo olvidar el evento (por suerte son tontos) con “castigos” no dolorosos, que prefiero llamar “consecuencias”. Es decir, si no quiere cruzar un puente estrecho, en vez de golpearla la castigo con esfuerzos adicionales. Mientras no confíe plenamente en mi liderazgo, cuando se niegue o reaccione negativamente recibirá, en “consecuencia”, órdenes para un esfuerzo adicional (giros estrechos sobre una de las manos) y de inmediato la orden de volver a enfrentar el “peligro” y así, una y otra vez, hasta que piense “qué diablos, mejor le hago caso al jefe”. Pero “el jefe” no puede ser agresivo. Todo el adiestramiento de un caballo es un proceso progresivo de adquisión de confianza en el “jefe”. Si en un pastizal encuentra algo que le parece raro y se detiene, OK por un instante, pero luego la estimulo a que se acerque contra su voluntad pero no hasta el punto de generarle una reacción de pánico. Si quiere olfatear lo que le parece raro, Ok, que lo haga. Pero no seguiremos marchando hasta que no lo acepte. Un círculo o un giro, y vamos a enfrentar el problema otra vez. Como nada le pasó antes, está más confiada y se acercará más. Si creo que entrará en pánico, otro círculo o giro y otro intento. Si nada resulta, le “ordeno” alejarse y así sigo siendo quien manda: ya tendré tiempo para corregirla con paciencia en otra oportunidad. Tarde o temprano aprenderá que eso no es una amenaza y que “el jefe” manda, pero por las buenas. La importancia en la confianza del caballo en “el jefe” no puede ser sobreestimada. Una vez, cuando mi yegua ya me conocía bien y me respetaba (¿me quería?) iniciamos un plácido y agradable paseo con una amiga. Habiendo cabalgado más de una hora, nos dimos cuenta que sólo nos quedaba media hora para volver y más de la mitad del camino por recorrer. Era imperativo que no nos atrasáramos, por lo que iniciamos un galope controlado, pero el camino de vuelta tenía un precario puentecillo de madera que cruzaba a un profundo surco, con una tira onduleante de plástico señalando el peligro. El día anterior lo habíamos cruzado con un grupo más numeroso porque un caballo más valiente se atrevió y los otros los siguieron, pero esta vez nuestras yeguas simplemente se negaban categóricamente y nos quedamos trancados, sin tiempo para intentar convencerlas de a poco. Devolverse habría demorado más de una hora aún al galope. Solución: desmonté con la “mecate” en la mano, cucé el estrecho puentecillo y la Sumalla me siguió dócilmente, sin ningún tirón de la “mecate” ni otras agresiones. ¿Porqué?. Porque la entrené para que no me temiera y a que confiara en mí. Tal como antes pasó el obstáculo porque otro caballo le demostró que era posible, lo hizo ahora porque respeta mi buen juicio en vez de temer mi furia. Pero eso se obtiene con paciencia, cariño y prudencia. Si alguna vez me equivoco y la yegua se lesiona por seguirme, perderá la confianza en mi liderazgo y costará mucho recuperarla. Si quienes observaban y esperaban una espectacular gestión de parte del jinete machote, se defraudaron: no hubo espectáculo sino una serena solución. Un jinete machote la habría obligado con golpes y espuelazos, con el resultado de que la próxima vez que enfrentara un peligro similar la yegua se prepararía para recibir intolerables castigos físicos y responder en consecuencia. Algo que facilita mucho que el animal se asuste es mantenerlo detenido. Si sus pocas neuronas analíticas no están ocupadas andando (o preferentemente girando si Ud. anticipa un susto), quedan libres para preocuparse del entorno y éste puede presentar elementos alarmantes para él. Supongamos que cabalga por un camino estrecho y desde atrás se aproxima un auto o un camión que podría asustarlo. La conducta más prudente es tratar de alejarse hasta donde se pueda, pero si no hay mucho espacio, mejor gire al caballo para que pueda ver lo que se aproxima y no se detenga: manténgalo ocupado caminando, o cruzando una acequia o cualquiera otra maniobra que ocupe la atención del caballo. Si se aproxima un tren, por ejemplo, y Ud. trata de ocultárselo y lo detiene, la brusca aparición de esa inmensa mole de hierro y el ruido que produce tienen más probabilidades de generar pánico que si el caballo lo ve aproximarse y está en movimiento. En circunstancias similares, mantener a un caballo detenido es como estar montado sobre un cajón de dinamita... El “valium” equino Cualquiera sea el origen del nerviosismo y si no puede corregirlo (llevarlo a donde está el resto de la tropa, por ejemplo), el mejor tranquilante para los caballos muy exitados (pero no cuando están aún expresando una reacción de pánico) es el giro estrecho, cuya técnica le podríamos enseñar en terreno. En esencia consiste tomar bien adelante una rienda (sin inclinar su cuerpo hacia adelante) y llevarla a la altura de su cintura, con decisión pero sin tirones, para girar intensamente el cuello hacia un lado, a la vez que se hace avanzar al caballo con la presión de las piernas y el talón interior (del lado del giro) presionando decididamente detrás de la cincha. Así se ve obligado a girar la grupa alrededor de una de las manos, lo que desestiba a las patas pues debe cruzarlas y así no puede corcovear ni dar botes ni pararse de manos. Tras un par de giros, repita la maniobra hacia el otro lado. Puede que el caballo se resista, pero no ceda, para evitar que consiga liberarse del estímulo. Principalmente, no lo deje que consiga enderezar el cuello pues, si lo hace, el caballo se estará premiando a sí mismo y pensará: “mientras más me resisto, más consigo liberarme de las órdenes del jinete” y su próxima acción podría ser tratar de botarlo. Lo que se pretende con esta maniobra es darle algo imperioso que hacer, para que su pobre capacidad de análisis se olvide de lo que lo inquietó. Pero... me cargan los “peros”. Esto sólo resulta bien si el caballo ha sido entrenado a ceder el cuello y por eso me preocupo tanto de averiguarlo cuando monto a un animal desconocido. El giro estrecho es incómodo para el caballo y suele enojarlo, pero con el cuello lateralizado por la firme e irrenunciable gestión del jinete, no puede hacer nada para botarlo. Así como los automóviles necesitan pasar por una revisión técnica periódica, no debieran tener “permiso de circulación” los caballos que no ceden el cuello. Que lo hagan depende de tres factores: que hayan aprendido a hacerlo, que el jinete no abandone el intento asustado por la resistencia que opone el animal y casi, imperiosamente, que se tome a las riendas por separado (una en cada mano). Una vez, cabalgábamos con mi nieto y una amiguita de él que jamás ha tenido un porrazo, provista de un envidiable equilibrio y montada en un caballo que jamás le ha corcoveado o la ha hecho pasar un susto. Pero, después de un par de horas de cabalgata, el caballo se exitó, no obedecía el rumbo que ella quería imponerle y nerviosamente caminaba o casi trotaba oblicuamente. Le sugerimos y ambos le demostramos la gestión del giro estrecho y ella, valiente y decidida, intentó aplicarlo, pero con riendas de huaso tomadas con sólo una mano. Eso y la falta de entrenamiento del caballo (harto tolerante por suerte) hizo que se pusiera a girar rígidamente, con el cuello tieso siguiendo el eje del cuerpo y sin que el tronco se arqueara: era un fierro rígido girando. Muy peligroso. Si el caballo no hubiera sido tan tolerante, no le habría costado nada botarla con corcoveos o botes. Así no sirve el “valium” equino. No enseñarle a ceder el cuello a un caballo es permitirle hacer lo que quiera en situaciones críticas y tan peligroso como manejar a un automóvil sin frenos... Aunque no pueda o Ud. no sepa aplicarle el “valium”, lo que no se debe hacer es dejar detenido al caballo si está asustado: tiene que marchar para que olvide el susto. Marchará en un círculo amplio o estrecho, pero ha de marchar y muy pronto, bien pronto, enfrentarse a la amenaza otra vez. La Sumalla era una yegua muy joven, nerviosa y asustadiza y aún no habíamos conseguido que fuera confiable. Nos habíamos adelantado del resto al galope por una senda algo angosta y con diversas características que la asustan, precisamente para enseñarle que no debe temerlas. Al llegar al destino y mientras esperábamos a la tropa, estaba muy exitada y ninguno de los dos conseguía relajarse. Fue un error detenerse, pues, no estando ocupados en maniobras, los caballos tienen tiempo para asustarse por estar separados de la manada. Un jinete bruto la habría castigado por su “mala conducta” y obtenido una espectacular reacción de rebeldía. Una dosis de “valium” (un par de giros estrechos hacia uno y otro lado, sin castigos corporales ni violencia, sólo para obligarla hacer algo que la haga olvidar que está sola) consigue que la Sumalla se tranquilice y ambos ya podemos esperar tranquilamente al resto. La violencia es una palabra que no existe en nuestro vocabulario equino pues sólo genera más violencia. El “valium equino” no es espectacular, pero funciona. Bien claro: casi nunca los caballos entienden lo que se pretende conseguir con castigos dolorosos. Sólo cuando se tranquilizó la premié con un cariño en la tuza y luego la hice caminar pacíficamente hasta que llegó el resto.
Recomendar
Responder
Andrés Oñate Bañados
7 de enero de 2007
Iniciando un giro estrecho. Nótese con qué facilidad el caballo cede el cuello cuando la rienda interna está tomada desde bien adelante y se tracciona hacia el cinturón del jinete, mientras la externa empuja el cuello desde una posición más elevada. Con eso ya sé que durante la sesión dispongo de un fuerte argumento para impedirle que intente un desaguisado y eso me aporta seguridad (”freno de emergencia”) y podría bastar con eso. Pero para que gire (para que trabaje cuando lo ordeno) debe ceder su grupa hacia el exterior, cruzando las patas. Para eso el espuelín interno presiona con decisión pero sin agresividad detrás de la cincha. Un par de giros para ambos lados y ambos ya sabemos lo que podemos esperar uno del otro... Si el nerviosismo se manifiesta en el trayecto y si la tropa se detiene para que el caballo no se sienta solo, tras unos pocos giros bien hechos se tranquilizará, aunque no siempre resulta con animales muy mañosos. Si aún se apresta a botarlo, hágalo girar sobre el eje de una de sus manos, como ya se describió. Conseguido eso, si aún no se siente seguro, desmonte cuando pueda pero trate de que el animal no quede suelto. Cuando ha debido desmontar es cuando la “mecate” es fundamental: el caballo se liberó de Ud., lo que no es bueno, pero por lo menos no queda suelto. Pero siga dándole estímulos apropiados con la “mecate” para que se sienta dominado (nunca abusado). Haga lo que haga el animal, aunque se pare de manos, mantenga una tensión constante con la “mecate”, pero no trate de ganarle a la fuerza porque ni Sansón es más fuerte que un caballo: simplemente mantenga una tensión razonable y lo más probable es que termine aburriéndose y buscando el premio del cese de la tensión pues no puede estar parándose de manos para siempre. Si no está demasiado cerca del caballo, el único peligro es que cargue contra Ud. y eso lo suele avisar poniendo las orejas en posición casi horizontal hacia atrás. Nunca me ha sucedido ni sé como resolver esa eventualidad y sería el momento de aplicar el recurso de “sálvese quien pueda”. En situaciones no extremas y si sigue montado, no se quede detenido: trate de mantenerlo ocupado en maniobras para que olvide el susto, como hacerlo andar para atrás (si sabe hacerlo) o en círculos amplios, por ejemplo. Una vez conseguido que el caballo se tranquilice, pero nunca antes para que no crea que las conductas agresivas serán premiadas, la mejor manera de agradecerle es rascarle la cruz. Una vez tranquilizado y antes de que se le premie con caricias y palabras suaves, el animal DEBE volver a intentar la gestión que rehusó, pues si no lo hace aprenderá inmediatamente que puede salirse con la suya y tarde o temprano otro jinete pagará las consecuencias. El líder de la tropa o uno de los jinetes más fogueados le ayudará a conseguirlo, casi siempre con asombrosa facilidad. Hay muchas más situaciones en las cuales el animal se siente nervioso y la situación debe manejarse siempre con criterio. Advierto que hay que diferenciar entre susto y enojo del animal. Ambos son incompatibles: si está enojado y se asusta, se le quita el enojo y viceversa. Otras veces está simplemente exitado en exceso, por exceso de bríos o por lo que sea. Un ejemplo: montaba con media docena de jinetes por primera vez a un caballo no entrenado para ceder el cuello y que siempre prueba al jinete bajando la cabeza y arqueando el dorso y si lo consigue le pierde el respeto. Pues no lo consiguió pero, trotando por una superficie ondulada, tendía a acelerarse en la bajada y corcovear en seguida. Me pilló de sorpresa la primera vez pero después lo evité llevándolo bien controlado y renunciando a las ondulaciones muy pronunciadas, un “compromiso” para evitar que consiguiera botarme y que el caballo no percibiría como una renuncia mía. Pero al retorno por terreno plano, trotando, al menor descuido se aceleraba con violencia y al impedírselo quedaba muy exitado. Los giros cortos lo enojaban y más se exitaba. Solución: le pedí a un compañero que se quedara atrás conmigo y reduje el aire a un paso normal por unos minutos. Cuando lo sentí tranquilo, aceleré la marcha presionando sólo con las piernas (sin taconearlo con el espuelín) y de a poco llegamos a un trote tranquilo, luego más largo y finalmente alcanzamos al grupo sin incidentes y siguió comportándose bien, si bien no me permití distraerme hasta que no llegamos al destino. Lo que quiero decir es que no hay soluciones infalibles y cada animal difícil requiere un trato personalizado. Lo que sí es imprescindible es que un caballo exitado no se sienta solo cuando el resto de la tropa se adelanta. Sin el jinete que me acompañó, la gestión descrita sólo habría empeorado las cosas. Castigar a un Caballo Aquí quiero agregar un truco que sirve para cualquier exabrupto del caballo. El “valium equino” no sólo se utiliza para tranquilizar a un caballo, sino que también como “castigo” o “consecuencia desagradable” tras una conducta indeseable. Pero es buena idea aportarle una señal de que está a punto de recibir un “castigo” a través de cualquier señal que el animal haya aprendido a reconocer. Los humanos, que casi inevitablemente “humanizamos” al caballo, cuando detectamos el inicio de un exabrupto tendemos a usar expresiones verbales poco comprensibles para ellos, tales como “¡epa!”, “¡quieto!” u otras. Tal vez algún caballo haya aprendido a reconocerlas como advertencia pero es mejor que el entrenador los acostumbre a algo más consistente. y que además nos salga por reflejo. Parece que captan mejor como advertencia el sonido “chchchchchchch” intensificado progresivamente. Eso lo utilizo con mis caballos, pero poco me sirve con animales ajenos no adiestrados a mi manera. Uno de los míos hacía inocentes intentos por morder cuando se le ensillaba. JAMAS debe tolerarse el menor intento por morder porque eso implica que se le autoriza a invadir el espacio del “jefe” (que es como el caballo debe pensar del jinete), por lo que, en cuanto yo percibía que lo haría, iniciaba el “chchchchchchch” y luego le pegaba un buen golpe bajo su mentón (por alguna razón instintiva no me gusta pegarles en la cara). A corto plazo el “chchchchchchch” abortaba su intento. Lo mismo cuando, tras horas de cabalgata por la sierra, durante un descanso pretende rascar su frente contra mi cuerpo, porque no debe sentirse jamás autorizado a invadir el espacio del “jefe” pues así son las reglas que se incorporaron a su sistema operativo tras miles de años de vida libre como parte de una manada. En cautiverio, el “jefe” ya no es el caballo dominante, sino el jinete. Lo mismo también en situaciones más dramáticas, como una huida, parada de manos, corcoveos o lo que sea que merece un castigo: si percibo un intento de corcoveo instintivamente le mando el “chchchchchchch” y a la vez detengo el intento como se indica en la sección correspondiente y luego le aplico las “consecuencias” (giros estrechos). Vale para huidas, paradas de manos, patadas y lo que sea que merezca un castigo. No sé si alguna vez me ha evitado un porrazo, pero la gestión concuerda con la etología del caballo. El problema es que más de una vez el exabrupto me ha pillado tan de improviso que no alcanzo a emitir el “chchchchchchch”. Es que no basta con entrenar al caballo: es necesario que Ud. también se entrene ante lo inesperado. En definiva, el “chchchchchchch” o la expresión vocal que Ud. prefiera para su caballo, es una advertencia de que vendrá un castigo, y ciertamente debe aplicárselo después. Pero insisto majaderamente en que los “castigos” son muy exepcionalmente físicos. Repito lo ya escito: “hay cuatro instancias que autorizan a castigarlos físicamente: nunca, nunca, nunca e inmediatamente después de que me muerde (pero no después de dos segundos del evento y con una fuerte patada o puñetazo en la nariz o bajo la barbilla)”. El animal se desboca (no puede detener al caballo o éste corre sin control) y otras conductas peligrosas Me gusta el verbo desbocar, pues describe precisamente al mecanismo: lo sea que lo hace correr locamente es tan fuerte que el caballo se lanza en una carrera irracional, despreciando las órdenes de las riendas y aún los obstáculos o peligros que pudiera haber en su camino. Con jinetes novatos, esto suele ocurrir sólo en dos situaciones: cuando está retornando al corral y el jinete no aplica a tiempo las acciones correctivas y él mismo pierde su propio control y cuando, galopando, su animal se acelera para ponerse adelante de los otros. No asuma el liderazgo de la tropa si no está preparado para ello, punto. La típica situación es la siguiente: retornando de una cabalgata, dos o más jinetes inexpertos inician un galope que creen que será tan controlable como el que pudieron hacer antes. Los caballos se potencian galopando en grupo y de a poco se van acelerando y antes que el jinete lo sepa ya pueden llegar a no responder a la orden habitual de control de la velocidad, por mucho que Ud. tire de las riendas. Buena parte de los jinetes que montan por instinto no saben la diferencia entre galopar y dejar que el caballo corra. El galope suave (”cantering” o “medio galope”) es hasta donde llegaremos con los novatos. Es liviano, poco desestabilizador y no agota al caballo. Es el apropiado para recorrer una larga distancia en el menor tiempo posible sin abusar del animal, pero requiere “contacto”. Cuando hemos tratado de galopar todos en línea, no falta el “acostumbrado” que inmediatamente nos deja atrás porque no sabe que galopar no es simplemente dejar que el caballo corra como quiera. El caballo debe ir a la velocidad que Ud. quiere y se lo puede informar con el manejo apropiado de las riendas. En cuanto perciba un intento de aceleración, impídaselo traccionando un poco e intermitentemente a una de las riendas y luego incrementando la tensión de éstas, pero no espere hasta que el caballo se adelante mucho pues entonces sí que se verá en problemas y tal vez arrastre a otros jinetes al desastre del desbocamiento colectivo. Seré majadero, pero no deje que el caballo se salga con la suya y para eso suelen bastar órdenes relativamente suaves. Lo cierto es que, a menos que haya una explosión, truenos, rayos y relámpagos o algo similar que le provoque una imperiosa necesidad de huir, el caballo suele “avisar” poniéndose más ansioso en el galope y más duro de riendas. Si Ud. va al paso o trotando y se ha quedado atrás de la tropa y el animal se pone inquieto, da saltitos con las manos y levanta el hocico, arrégleselas para unirse a ella. Si esa no es la causa, aplíquele un “valium” de giros estrechos y acarícielo cuando se tranquilice. Además, no olvide de controlar la posición del hocico presionando hacia abajo con las riendas bien cortas cuando sea necesario tensionarlas simétricamente (para eso debe tenerlas cada una en la mano correspondiente), además de revisar si no lo está estimulando con los talones o espuelas. No es frecuente que un caballo se desboque incontrolablemente y si no resulta la maniobra de giro amplio que describiremos no pueden ofrecerse soluciones fáciles para jinetes no experimentados: la clave es la prevención. Aunque he estado cerca de, jamás me he visto en esta situación, tal vez porque no he montado lo suficiente, pero siempre pretendo estar preparado para la eventualidad y, si en la improbable posibilidad de que todo me fallara, incluyendo el “freno de emergencia”, tendría que recurrir a lo que me acomode más en esas circunstancias: lo recomendable es sentarse lo más apegado a la silla que pueda, con su cuerpo inclinado hacia atrás y los pies hacia adelante para que pueda ejercer fuerza (intermitente) sobre las riendas sin desestabilizarse. Si esa posición me desestabilizara, trataría de mantenerme a bordo montando en dos puntos, casi sin tocar la silla, como lo trataba de hacer en el hipódromo cuando al caballo se le pide todo lo que puede dar, pero ni se le ocurra intentarlo si no tiene experiencia. No obtendrá nada con sólo tirar de ambas riendas (el caballo ya está “desbocado”). Si no hay espacio para hacerlo galopar en un círculo amplio, intente repetidas tracciones breves de una y otra rienda hasta que la velocidad se reduzca lo suficiente para jalar fuerte y decididamente a una de ellas, bien baja y alejada del cuello, para que el caballo cambie de rumbo sin desestabilizarse. Pero, una mala noticia: si el caballo no está entrenado para “ceder las ancas”, continuará su rumbo con la cabeza girada hacia un lado. Por eso debe evaluar a su animal en cuanto lo monte por primera vez, para conocerle sus reacciones. Algunos caballos “domados” (que soportan a un jinete), no están realmente domados. Sólo puede considerarse “domado” a un caballo cuando un jinete capacitado puede hacer que éste se ubique exactamente en la posición y/o dirección deseada. Si a un acompañante se le desboca el caballo, ni intente perseguirlo pues no hay nada que pueda hacer para ayudarlo y probablemente sólo conseguirá que el otro animal se estimule aún más. El héroe de película que salva a la hermosa joven de una loca carrera descontrolada es sólo una ficción, para mí imposible en la vida real. No es infrecuente que, yendo la tropa al galope, su caballo se estimule para adelantarse a los demás y se acelere cada vez más sin que Ud. pueda detenerlo con el freno habitual, pues, principalmente porque Ud. antes abusó por algún tiempo de la tensión de las riendas, el animal como que se insensibiliza a ellas, encoge el cuello y adelanta las patas traseras (se “reune”), lo que produce un galope brusco y Ud. empieza a dar saltos sobre la silla, o bien se lanza a un temible galope tendido. En cuanto crea que eso está por suceder, recurra a la maniobra del círculo amplio: tire sin brusquedad e intermitentemente de una rienda y sepárela del cuello a la vez que suelta un poco la otra y la empuja contra el cuello (por eso, entre otras cosas, prefiero llevar una rienda en cada mano) y presione con su talón interior atrás de la cincha hasta que el animal entre al círculo y lo mantenga. El círculo no sólo le disminuye los bríos, sino que lo devuelve a la tropa. Casi inevitablemente el caballo moderará su avance y podrá volver a controlarlo, pero puede ser un poco difícil mantenerse sobre la silla cuando el caballo gira, aunque mucho menos que cuando galopa sin control. El gran problema del giro amplio, y lo he vivido en caballos que no han sido entrenados a ceder las ancas, es que el caballo puede no obedecer con sólo el estímulo de las riendas y continuar su loca carrera con la cabeza lateralizada por eso debe obligarlo a meterse al círculo desplazando las ancas hacia el exterior, con un decidido estímulo de su pierna y talón interior por detrás de la cincha. En definitiva, aunque se equivoque y el animal no esté desbocado, si no tiene más recursos, ponga al animal en un círculo amplio en cuanto le cueste moderar su velocidad. El problema es que hay instancias en las cuales no hay espacio disponible para un círculo amplio... Otro tema es cuando el caballo se sobresalta de improviso. Algunos se detienen bruscamente, otros saltan un poco hacia un lado y otros son más propensos a generar una violenta reacción de huida, arrancando con un loco galope del lugar que lo asustó. El susto puede provenir de cualquier cosa que le parezca amenazante y que los humanos no podemos predecir: un charco en el camino, una bolsa plástica que flamea, un portón que cruje, una ave aleteando entre los matorrales vecinos, un individuo que de pronto sale de un auto cercano o hasta la misma sombra del caballo-jinete. El viejo Chinchorro es de los que se detienen, mi yegua Sumalla de las que a veces arrancan brusca y locamente. El porqué no importa pero el hecho es que la Sumalla, aunque mucho mejoró durante el primer año de interacción conmigo, no es confiable, jamás dejará de creer que arrancar resguarda su seguridad y en consecuencia no permito y jamás permitiré que la monte cualquiera en espacios que no conoce muy bien. Es algo que ya está asentado en su sistema operativo, parcialmente moderado pero que tarde o temprano resurgirá. Esto sirve de ejemplo de mi recomendación en cuanto a informarse de las costumbres de un caballo desconocido antes de montarlo. La Sumalla puede portarse como un angelito por meses y luego en un día cualquiera arrancarse inesperadamente. Hay que estar muy bien montado para no caerse cuando inicia la fuga y tener muy claro cómo detenerla para que no se lance hacia un cerco alambrado, o cerro abajo o hacia la carretera transitada por vehículos. Más que nada, hay que conocerla bien para reconocer las señales de alarma iniciales y abortar la fuga a tiempo. ¿Y cómo detenerla una vez iniciada la fuga?. Pues poco servirá que tire de ambas riendas, pues la fuerza del pánico es mayor que la respuesta a la orden habitual de freno. La solución es relativamente simple: aplique el freno en forma asimétrica, con mucha más intensidad en sólo una de las riendas así el animal tendrá que lidiar con dos estímulos: detenerse y girar y como no puede pensar mucho, liberará neuronas que están respondiendo al susto para dedicarse a ejecutar las órdenes que recibe. Una vez controlada, no trate de tranquilizarla con caricias y palabras suaves pues sólo estaría premiándola por su exabrupto: inmediatamente “castíguela” con un par de giros estrechos hacia uno y otro lado y luego deténgala y dele unos 10-15 segundos para que procese la secuencia exabrupto-castigo. Ahora sí prémiela con caricias. Así Ud. consigue que aprenda que será castigada, que obedezca al jefe (los giros cortos son irresistibles si el caballo sabe ceder las extremidades posteriores) y que luego se le premie por hacerlo. En otras palabras, premie la respuesta al castigo y no al exbrupto. Pero hay que diferenciar entre el susto de un caballo y el pánico. El susto no es difícil de controlar y hasta predecir. El pánico es un estado que se prolonga y se va agravando progresivamente. Puede desencadenarse por un evento único, como una cuerda de se le enrede en una pata y lo retenga, o por una persistente alteración del ámbito que percibe el animal. Esto es mucho más peligroso pues el estímulo inicial no cesa. Ejemplo: montando una yegua muy tranquila ya algo cansada por una hora de trote y galope, transitábamos a pocos metros de un polígono y de pronto empezaron a disparar, muchos tiros en rápida e irregular secuencia. La yegua se asustó y se descontroló. Tal vez mi Sumalla habría iniciado una enfática fuga y eso no me habría provocado ningún incidente, pero la que montaba se puso a dar saltos y nuevos disparos intermitentes y el impacto de las balas en el muro a muy poca distancia nuestra incrementaban su inquietud hasta que, en vez de “administrarle” su pánico soportando sus saltos y alejándola del lugar, tontamente traté de distraerla con una maniobra que obviamente no me resultó pues un caballo con sus pocas neuronas dedicadas al pánico ya no obedece a las órdenes del jinete. La maniobra me desestabilizó de tal manera que preferí dejarme caer. Más detalles al final de este documento, en el último de mis porrazos. En definitiva, el pánico debe ser “administrado” y no se pueden dar recetas pues el caballo lo expresa de nuchas formas diferentes. Sólo la sabiduría del jinete le permitirá elegir la mejor opción y es obvio que me queda mucho por aprender. Lo único bueno que hice fue renunciar a la monta en el momento en que me pareció más favorable para mis huesos... Este incidente sirve para exponer un concepto importante: una inmensa mayoría de los jinetes, incluyendo a muchos avezados, tienden a “humanizar” a los caballos, o sea a creer que el procesamiento de la información es en ellos similar al nuestro. Eso es una grosera equivocación y por eso insisto en aprender a pensar como si uno fuera caballo. Aunque se les puede catalogar de “tontos” por su pobre capacidad de análisis, tienen una memoria mucho más potente que la que supondríamos en un animal. Por eso hay que tratarlos en forma especial, como hacer todo lo posible para que al despedirse del caballo se haya conseguido una buena relación entre ambos. En otras palabras, si Ud. lo deja en la caballeriza o en el corral enojado con o asustado de Ud., así mismo lo encontrará la próxima vez que se le aproxime. Si lo bota con un corcoveo y Ud. decide abandonar el intento de montarlo y lo lleva al corral, es más probable que vuelva a intentar librarse de Ud. la próxima vez que quiera montarlo. Es decir, Ud. debe volverlo a montar al más corto plazo posible después del porrazo y sólo cuando el caballo lo haya aceptado podrán ambos irse a descansar. Para poner un ejemplo bien claro, al día siguiente del incidente de los disparos, la yegua se resistía a pasar por ese lugar, porque recordaba muy bien que allí ocurrían eventos amenazadores. Aún temiendo un nuevo incidente pero parcialmente protegido por estar acompañado por otros jinetes, no me costó nada vencer su resistencia. Sin compañía me habría costado mucho más. Eso es pensar como un caballo: se sienten más seguros si forman parte de una tropa. “Humanizar” a la yegua podría haberme inducido a enfrentarla a su temor en solitario y tal vez tener un serio conflicto con ella para demostrarle a la fuerza que yo mando. ¿Para qué buscarse problemas?: es mejor resolver el problema haciéndolo más fácil para el caballo. La conclusión, aplicable para casi todas las actitudes del caballo, es que hay que tratarlo de tal manera que le resulte difícil intentar lo que es indeseable (rebelarse o tener una reacción de huida) y fácil lo que a Ud. le conviene (soportarlo a Ud. y a sus órdenes). En otras palabras, mantenga Ud. un perfil bajo como dominador, pero intransigiente y utilizando con inteligencia la etología del caballo. Parada de manos (un “Bernardo O’Higgins”) Es una respuesta excesiva a la parada (una negativa a continuar) y debiera ser menos peligrosa que los corcoveos. El animal manifiesta con exceso su deseo de no avanzar. Puede expresarse en cuanto lo monta o en cuanto lo enfrenta a o aparece frente a él algo que lo asusta. Otras veces, cuando está nervioso, empieza a dar pequeños saltitos con las manos y/o se siente que la parte delantera del caballo está muy liviana y eso es una buena señal para tomar las medidas apropiadas: tome una rienda en cada mano, cortas y un poco más tensas pero sin tirones y asegúrese de que no está las está tensando en exceso o si el animal no está asustado por lo que tiene por delante. En el último caso, distráigalo haciendo dar giros cortos (pida a su líder que le enseñe cómo hacerlo) y no lo acaricie hasta que no lo vea tranquilo. Si ha tratado que el caballo ascienda una subida empinada, o atraviese un curso de agua o si el animal se asusta por neumáticos, plásticos, escombros o lo que sea que tiene por adelante, espere a que pasen otros caballos y el suyo seguramente los seguirá tranquilo. La mayor parte de las paradas de manos son poco pronunciadas y terminan en un giro para rehuir el obstáculo, pero no las menosprecie y haga que el caballo salga del evento obedeciendo sus órdenes, las que deben ser lo opuesto a lo que él pretende. En la improbable posibilidad de que tenga una parada de manos pronunciada, lo ideal es no premiar al caballo soltándole totalmente las riendas, aunque tampoco se sujete de ellas pues podría hacerlo caer de espaldas sobre Ud. Si tiene la preparación necesaria, conserve un cierto contacto con el animal a través de las riendas y espoléelo para que salga para adelante en cuanto las manos se posen sobre el suelo. Adelante no significa seguir el mismo trayecto que rehusó: puede ser un giro amplio o estrecho, pero que no se detenga oblíguelo a que le obedezca, aunque tenga que “hacerse el leso” en cuanto a la dirección de la marcha. Controlado el incidente, deténgalo y castígelo con giros cortos. Si no está acostumbrado, es preferible que haga un buen intento para relajar las riendas pues su tendencia instintiva será tensarlas en exceso. Después del “castigo”, no deje de volver a intentar lo que el caballo rehusó, pero con órdenes claras. Receta: al pararse de manos, en general el caballo tiende a girar hacia la izquierda. Aunque decirlo es más fácil que vivirlo, la gestión del jinete ante este evento debiera ser la siguiente: Prevenirla. El caballo suele avisar que no quiere avanzar manifestando un marcado nerviosismo y uno puede sentir que el tren delantero está muy “liviano”. Aplíquele entonces un “chchchchchchch” seguido de un “valium” y/o deje que otro(s) caballos pasen el obstáculo antes que el suyo, pero no lo acaricie tratando de tranquilizarlo. Cuando ya se levantan las manos se mantiene una tensión moderada de las riendas para que el animal no se sienta liberado, pero se relajan a medida que se elevan más las manos del caballo, para evitar que caiga de espaldas sobre Ud. Cuando se percibe que el caballo está estable sobre las patas traseras (deja de elevarse), se le estimula a avanzar (presión de piernas y espuelas) y a girar hacia la derecha (se incrementa la tensión de la rienda derecha), para que salga de la situación, no por su propia cuenta pues podría acostumbrarse a repetir la mala conducta, sino que respondiendo a una categórica orden del jinete. En cuanto el animal sale girando a la derecha, castíguelo con giros cortos, pero NO LO GOLPEE pues no comprende bien los castigos corporales y puede así desconectarse completamente del jinete y entrar en un estado de pánico. Aunque Ud. esté asustado, no deje de volver a intentar lo que el caballo rehusó, pues si se sale con la suya rápidamente aprenderá que la mala conducta lo libera de las órdenes suyas. Ud. ya está advertido y el caballo castigado: el siguiente intento será probablemente más benigno para Ud. Si no está capacitado para enfrentar esta situación, afírmese del pomo de la silla, bájese en cuanto pueda y contrólelo con una tensión continua pero no agresiva con la “mecate”, pero NUNCA use a las riendas para afirmarse. El pomo de la silla y los pelos de la cruz (tuza) son excelentes agarraderas para todas las instancias que lo hacen temer una caída. A los caballos no le molesta en absoluto que Ud. se afirme de la tuza, pero sí reaccionarán a los tirones de las riendas, negativa y peligrosamente si no sabe hacerlo en forma apropiada. Como todos los jinetes con algún recorrido, he visto y vivido paradas de manos en numerosas ocasiones, pero hay dos de ellas que merecen destacarse. En ambas, el caballo era totalmente desconocido para el jinete, pero el resultado fue muy diferente: 1.- Un jinete que cabalga desde niñito monta sin preliminares a un potro y éste de inmediato se para de manos. Ante la inesperada situación, el jinete se trata de afirmar con las riendas, lo que hace que el animal se caiga de espaldas, lo aplaste y luego lo pise un par de veces con los saltos y corcoveos que son habituales cuando el caballo se libera por las malas de su carga. Un huaso bien experimentado tuvo que pasear un rato al potro para que se tranquilizara. Un jinete prudente habría gastado algunos minutos para “abuenarse” con el caballo. Un ejemplo más para fundamentar mi temor a los “acostumbrados”. 2.- Una amiga flaquita pero de gran temple, había iniciado su experiencia ecuestre con nosotros hacía menos de seis meses con caballos de campo. La primera vez que montó a una yegua “pituca” (del centro ecuestre) no tuvo conflictos en el picadero, pero al salir al pastizal vecino se le paró de manos dos veces seguidas. Ya le habíamos dado alguna instrucción teórica y manejó bien las riendas y la posición de su cuerpo. Tras la segunda parada de manos, le aplicó un par de dosis de “valium equino” y la yegua no le dió más problemas. Una gestión de riendas en cierto modo similar a la de una parada de manos se plantea cuando el caballo debe escalar una subida muy empinada. Aunque sólo sea un par de metros, si la inclinación es fuerte el animal intentará subir el obstáculo acelerándose y dará fuertes impulsos con sus patas traseras, y más aún si la pendiente es de arena o tierra blanda. Los que no están acostumbrados a la situación deben usar a la tuza o el pomo de la montura para afirmarse. Si Ud. no ha aprendido a equilibrar la posición de su cuerpo, sin el recurso del pomo o la tuza dará botes repetidos y de intensidad creciente sobre la silla y puede caerse resbalando detrás de la montura. Peor aún, si se “afirma” de las riendas y las tensiona en exceso, el caballo puede caerse de espaldas y aplastarlo. Los iniciados saben bien cómo equilibrarse liberando parcialmente a las riendas e inclinando el tronco fuertemente hacia adelante, afirmándose con las rodillas y levantando las asentaderas para evitar los fuertes golpes intermitentes de la silla cada vez que el caballo se impulsa con fuerza pero, a la menor duda, Ud. debe por lo menos relajar las riendas de inmediato y usar una mano para sujetarse como se indicó. Cocoveos y Botes El corcoveo una respuesta excesiva a la partida (excesivo entusiasmo o un enérgico reclamo del caballo) y debiera ser excepcional en un animal adecuado para principiantes. Es lo que más temo... Suele presentarse en el transcurso de los primeros 5 o 6 pasos después de una partida, o bien cuando el caballo se hastía de que le hagan hacer una y otra vez el mismo esfuerzo. Ejemplo: mi nieto hacía saltar repetidamente una elevación abrupta a mi yegua, sin darle un descanso (habría bastado un paseíto relajado de vez en cuando) como a la décima vez, ésta se rebeló y trató de librarse del jinete. Pero más abajo le contaré cómo me ocurrió en otras circunstancias. Una situación típica es cuando a un caballo brioso se le hace galopar en cuanto se le monta. Aunque me tilden de cobarde, antes de montar a un caballo que no conozco lo evalúo como ya se describió y luego lo paseo un rato sin exigencias, ojalá en un ámbito que le sea familiar. Eso nos da tiempo a ambos para conocernos: yo evalúo su nivel de obediencia y si está entrenado para ceder lateralmente el cuello y las ancas (lo que me tranquiliza enormemente) y él investiga mi capacidad de mando, la que expreso con firmeza pero sin agresiones ni caricias por el momento. Progresivamente lo exijo con algunos giros cortos (caricia si responde bien), sacándolo de su entorno habitual (llevándolo a una esquina del potrero, por ejemplo) y luego lo hago trotar y se repite la evaluación mutua. Si todo marcha bien, en pocos minutos ya estaremos galopando suavemente y volvemos a reevaluarnos. Es como lo que se debe hacer con un auto: no acelerar bruscamente hasta que el motor no se haya calentado... Otra situación frecuente es cuando se galopa por terreno con ondulaciones más o menos marcadas: el caballo las asciende con entusiasmo, pero inmediatamente después del descenso, un caballo corcoveador siente una irresistible necesidad de hacer su gracia. Hay maniobras que pueden evitarlo, pero si no tiene experiencia mejor limítese al trote y nunca galope en terreno ondulado: he presenciado porrazos espectaculares de jinetes desprevenidos... El corcoveo puede ser imposible de prevenir, pero el caballo no puede hacerlo sin bajar la cabeza. Por eso hay que mantenerse siempre alerta mientras se monta. La cabeza del animal debe estar donde Ud. quiere que esté y por eso prefiero montar con “contacto” y definitivamente no con las riendas sueltas. Si no estoy distraído, le aborto el más mínimo intento por acelerarse junto con bajar la cabeza. NUNCA se debe montar distraído, pues el mejor de los caballos puede tener una reacción adversa ante situaciones que Ud. jamás imaginaría. Pero en general avisan cuando van a hacer una maldad: un caballo inquieto, con el hocico en alto y el dorso levantado, que da pasos hacia atrás o simplemente no se queda quieto, está a punto de hacer una tontera. El remedio es simplísimo: basta hacerlo girar la cabeza hacia un lado (o mejor, que haga algunos giros cortos hacia uno y otro lado). Con la cabeza lateralizada, desvinculada de la dirección de la columna, al caballo le cuesta mucho tratar de librarse de Ud. Puede seguir exitado, pero le costará mucho botarlo a Ud. Con sólo eso Ud. consigue tiempo para identificar la causa del nerviosismo y corregirla. Si no sabe qué le pasa, hágalo andar, preferentemente en círculos amplios o estrechos según las circunstancias (con la cabeza lateralizada), porque desde el mismo momento en que Ud. lo hace mover las patas ya lo tiene bajo su control y el animal lo reconoce y acepta. Detenido, el caballo es mucho más difícil de controlar. El gran problema es que la mayor parte de los caballos que he montado no han sido entrenados para ceder el cuello y entonces se enojan o se exitan. Por eso es que hay una tremenda diferencia entre montar a mi yegua, nerviosa y mal genio pero entrenada a mi gusto, y cualquier otro caballo desconocido. Pues bien, tras un terrible porrazo, adopté la táctica que sigue. Ya expresé que las maniobras de emergencia deben seguir un orden predeterminado. Si el animal no me lo advirtió antes a través del lenguaje corporal recién descrito, al más mínimo intento inexplicable por acelerarse bruscamente por su cuenta y bajar la cabeza, le emito un “chchchchchchch”, se la levanto de inmediato y categóricamente con la rienda exterior y lo acelero aún más con las piernas. Acelerarlo, si el caballo obedece, lo hace impulsarse con las patas pisando el suelo en vez de apoyarse sobre las manos para corcovear. El animal reconoce así que alguien lo manda e inicia la marcha que quiso rehusar. Si la silla no lo está dañando, solamente quiso librarse del jinete y no lo consiguió. Pero si el caballo logra corcovear, no me quedaré aguantando los corcoveos: trataré de detener al animal con el “freno de emergencia” que se describe más abajo, luego lo castigaré con (le haré sufrir las consecuencias de) un par de círculos estrechos hacia uno y otro lado para que aprenda que si intenta botar al jinete sólo obtendrá órdenes para un esfuerzo adicional, y en seguida volveré a dar una señal de partida y a repetir la secuencia cuantas veces sea necesario hasta que la respuesta sea adecuada. El animal comprenderá que los corcoveos sólo lo obligan a detenerse y luego a trabajar con los giros y tarde o temprano iniciará una partida serena. Espero que esto resulte, porque los corcoveos son mi peor pesadilla y mis huesos sexagenarios son frágiles. Una nota referente al aparejo y a los corcoveos. Algunos caballos suelen levantar con tanta brusquedad la cabeza que ésta puede golpear la cara del jinete. Para evitarlo se le instala un “bajador” o martingala que, unido a la cincha y con argollas por las que pasan las riendas entre la embocadura y las manos del jinete, hacen que éstas siempre traccionen hacia abajo, aunque el jinete lleve las manos muy arriba. No es una mala idea para aquellos que no han aprendido a mantener las manos bien bajas, pero si el caballo es uno de aquellos que corcovea es imposible levantarle la cabeza para impedirlo. Por eso las evito. ¿No es acaso mejor aprender a traccionar las riendas en la forma adecuada para cada circunstancia?. Es decir, bajo la cruz del caballo si éste se exita y tiende a levantar el hocico, o tener la posibilidad de levantar una rienda para elevar la cabeza cuando se anticipa un corcoveo. Lo que quiero decir es que los aparejos no reemplazan a la performance de un buen jinete y que, si éste sabe manejarse, tiene mayor libertad para transmitir órdenes al caballo mientras más simple sea el aparejo. Si no se cree capaz de enfrentar el problema, mejor desmonte en cuanto pueda. Para eso, sus pies no deben estar profundamente embutidos en los estribos, sino sólo apoyados en ellos al nivel de las cabezas de los metatarsianos, la parte prominente de la planta antes del nacimiento de los ortejos (dedos del pie) y ambos pies deben llegar al suelo al mismo tiempo cuando desmonta. El líder de la tropa puede enseñarle los detalles al lado del caballo. No dude en pedir consejo. Ya lo dije, el machismo y el orgullo son responsables de buena parte de los incidentes desfavorables. En seguida y bien enseguida, pídale al líder que consiga que el caballo recupere las respuestas normales de partida, para que no se quede con la idea de que puede librarse del jinete así no más. El líder, según su estilo, tratará de dominarlo a lo “macho machote”, tranquilizarlo o, lo que me parece absolutamente más racional, “castigándolo” con giros estrechos pero sin insultos corporales. Otra conducta agresiva de los caballos son los “botes”, un claro intento por liberarse del jinete: levanta un poco las manos y luego, en cuanto las apoya sobre el suelo, levanta las patas traseras, en una rápida secuencia. El jinete entrenado inclina instintivamente su tronco hacia adelante y luego hacia atrás para mantenerse equilibrado y en seguida le aplica el freno de emergencia y luego le hace sufrir las “consecuencias” con giros estrechos, pero el novato pierde el control del caballo y éste lo percibe de inmediato: lo mejor es que desmonte en cuanto pueda y que el líder lo monte para demostrarle que no le es tan fácil salirse con la suya. Freno de emergencia Es lo que nunca se enseña. Quisiera que todos los caballos que monto hubieran sido entrenados para ceder el cuello, es decir, flexionarlo intensamente hacia un lado con serenidad, llegando a tocar con su nariz al estribo cuando recibe la orden apropiada. Pero ésta es una respuesta que debe entrenarse y a pocos caballos se la ha enseñado, lo que me asombra. Con el cuello tan lateralizado, al animal le es imposible equilibrar sus extremidades para corcovear, botar, pararse de manos o desbocarse. Si el caballo está entrenado, es muy fácil provocar la cesión del cuello, pero Ud. no aprenderá la maniobra a menos que se la expliquemos en terreno, con un animal adiestrado y la practique una y otra vez, decenas o centenas de veces hasta que consiga una respuesta apropiada del caballo y antes de iniciar la cabalgata. Aunque una buena cesión lateral del cuello es el primer paso para acostumbrar al animal a que abandone la natural y peligrosa reacción de levantar el hocico, no siempre tengo el tiempo o la oportunidad de crear la respuesta en los caballos que monto, pero me siento muy tranquilo cuando la conocen y creo que me ha ahorrado más de un disgusto serio. Es como aplicar el freno de mano cuando el pedal de freno de un automóvil no funciona. Debiera ser obligatoria en los caballos para turistas. Iniciando el freno de emergencia. Una yegua con mala fama intenta una escapada, con el hocico adelantado. El jinete inclina un poco (pero poco) el tronco hacia adelante pues ésta es una actutud moderadora (permisible sólo si sabe afirmarse con sus rodillas en los morcillones) y la mano derecha ya ha acortado (aunque menos de lo óptimo) la toma de la rienda derecha y la llevará con firmeza pero sin brusquedad hasta la cintura, a la vez que se relaja la tensión de la rienda opuesta. Manteniendo a toda costa la posición de la mano en el cinturón del jinete, el animal reclamará lo que quiera, pero muy pronto se detendrá. Luego se le demostrará que esa conducta sólo lo obliga a soportar esfuerzos adicionales, haciéndolo ejecutar varios giros estrechos hacia uno y otro lado y sólo cuando se apacigüe se le premiará cesando los estímulos y acariciándolo. Si no se le permite que deje de flexionar fuertemente el cuello y que consiga adelantar el hocico, por mucho que el caballo se resista y alegue, el jinete no corre peligro. Si éste se asusta y aborta la maniobra, es muy probable que el animal siga comportándose aún más agresivamente pues ha obtenido un premio por sí mismo, venciendo al jinete. Mis derrotas Estoy muy, muuuuy lejos de ser un jinete avezado, pero he sobrevivido a ya no sé cuántos cientos de horas montando sin más huesos rotos que una costilla. A falta de mejores instrucciones prácticas, me atreví a proponer estos consejos. Quise dejar bien claro que no son teóricos, sino que producto del dolor de mi cuerpecito. No tengo experiencia en saltos, pero sí he cabalgado desde niño amparado por la suerte pues nadie me enseñó lo básico. Así corrí en hipódromos, viajé noches enteras en pelo, cabalgué durmiendo, perdí animales en plena cordillera y monté irresponsablemente caballos de los cuales nada conocía (como quien maneja a un auto arrendado), hasta que me decidí a aprender en serio. Los años me han incitado a ser prudente y a tratar de dejar de ser ignorante y me dí cuenta de cuán afortunado fui pues sigo enterito. Mis derrotas pueden ayudarlo a evitar que le ocurra lo mismo. Revisando mis errores, y seguramente en el futuro cometeré otros, resaltan los siguientes: Quedarse sin caballo 1) Era poco más que un adolescente cuando, en Palena y en territorio despoblado, subimos por un vallecito hacia la cordillera con mi amigo, desde un lago que lo interrumpía y donde había un corral. Tras varias horas, desmontamos para descansar y comer algo pero mi amigo, aún más ignorante que yo, dejó suelto a su caballo y éste se arrancó. No conocía la “mecate” por entonces. Torpemente, dejé a mi amigo a cargo de mi animal para tratar de atrapar al otro, pero también dejó que el mío se arrancara. Primera crítica: debí haber sabido cómo se debe asegurar a un caballo en reposo y darle claras instrucciones a mi amigo. El valle era estrecho y estaba cerrado en lo bajo por el lago, por lo que los caballos inevitablemente entrarían tarde o temprano al corral si no los arréabamos hacia la cordillera. Pero quedamos sin comida ni abrigo a decenas de kilómetros de un asentamiento humano. Ocupamos larguísimas horas correteando a los animales hacia abajo, a ratos bajo la lluvia, tratando de prender fuego con leña mojada cuando el descanso era imperioso y alimentándonos de vez en cuando con insípidos bivalvos que sacábamos del fondo de arroyos de aguas gélidas. Llegamos exaustos al campamento pero contentos de que el incidente no se produjo aún más lejos de éste. Pudimos haber sufrido graves consecuencias. Mi amigo tenía los pies hechos una miseria, pero yo calzaba buenas botas militares y pude mantener mi capacidad de marcha. Moraleja Nº1: en el descampado, Ud. depende de su caballo y no puede perderlo. Si lo amarra a un árbol con las riendas (o aún la “mecate”), cualquier estímulo poderoso (susto o ansias de acercarse a un pasto más tierno) puede hacerlo liberarse rompiendo la cabezada o las riendas. Use una jáquima-rienda o si no dispone de ella amárrelo con una cuerda firme al cuello con un nudo no corredizo para que no se ahorque si intenta liberarse y nunca, nunca deje de ponerle las riendas antes de ensillarlo y nunca, nunca deje de tenerlas bien aseguradas cuando lo ensilla, para controlar oportunamente un mal comportamiento. Las riendas se ponen antes que la silla y se retiran después de ésta, aunque el caballo esté amarrado. Moraleja Nº2: en el descampado, si ha de llegar a un lugar donde puedan socorrerlo, dos elementos son esenciales: agua y un buen calzado. Si es parte de una tropa, sus compañeros podrán aportarle agua, pero si su animal se lesiona, se desbarranca o muere, puede tener que caminar largas horas, lo que es imposible con botines de huaso o botas chantilly. Consígase botas troperas militares o, si no es posible, no deje de llevar también a su mejor calzado para caminar y asegúrese que lo tendrá consigo aunque el animal se arranque. Lo mismo para por lo menos medio litro de agua si cabalga en solitario por nuestra árida sierra. He caminado unas 10 horas medio perdido en una pampa despoblada con sólo una botella de agua, pero aún estaría perdido sin mis zapatillas regalonas. 2) Otra vez, llegando a Livilcar en lo alto del valle de Azapa bajo un sol que agonizaba, me apresuré a fotografiar a la iglesia y amarré a mi caballo con las riendas, las que no le alcanzaban para acceder a la alfalfa vecina. De un solo tirón rompió la cabezada y se liberó. No arrancó lejos pues habían otros 10 caballos pastando, pero perdí una cabezada y para volver a Arica tuve que repararla con cuerdas que llevaba para emergencias. Moraleja: en el descampado (y siempre), no puede preocuparse de Ud. antes de haber atendido a su caballo. Sin él, Ud. no es más que 70 kilos en dos patas frágiles y desperdicia casi media tonelada de músculos en cuatro patas y dispuestas a obedecerlo aunque el animal muera en el intento. Además, no deje de llevar utensilios de respuesto y una buena cortapluma. La jáquima-rienda que ya describí me habría ahorrado el disgusto. 3) Ya había anochecido después de una cabalgata por la playa y esperábamos al carro de arrastre con dos caballos, a los que amarré con una cuerda larga afirmada en su parte media a una piedra no suficientemente pesada para la mole musculosa que es el Quinterano. Me descuidé conversando con mis acompañantes y, cuando llegó el carro, no estaban los animales. Había una débil luna creciente y muchos kilómetros de playa y pastizales. Tras media hora de búsqueda infructuosa durante la cual mi nieto se lamentaba de la pérdida de su grandes amigos, el Chinchorro y el Quinterano, los encontramos tierra adentro a unos tres kilómetros, camino a un establo donde antes estuvieron por meses. Moraleja: primero los caballos, segundo los caballos y lo de Ud. al último, pero siempre atento. 4) Una vez, antes de ensillarla, amarré a mi yegua a una escalera que estaba tumbada en el suelo. La escalera era bien pesada pero era arrastrable y la yegua estaba tranquila. Pensé que por un rato bastaría y me equivoqué pues ocurrió lo inesperado que siempre debe esperarse: de pronto, simplemente porque pasé a su lado con un bulto de pasto para otro caballo, se asustó y en vez de encontrarse con una amarra superior a sus fuerzas, arrastró a la escalera. Si la hubiera amarrado a algo más consistente tal vez podría haber cortado la cuerda con su reacción evasiva, pero arrastró la escalera y el peso de ésta se le debe haber imaginado un monstruo que la retenía parcialmente. Corrió locamente por todo el espacio disponible hasta que la escalera se trabó en mi camioneta y se cortó la cuerda. Resultado: una yegua aterrada, una escalera rota, mi camioneta abollada y mi “mecate” destruída. Si hubiéramos estado en un espacio abierto y no se hubiera podido liberar de lo que arrastraba, aún estaría tratando de encontrar a mi regalona. Moraleja: Nunca amarre a su caballo a algo que pueda arrastrar. Sólo hágalo a algún elemento inmóvil o con una cuerda que se corte fácilmente. Si el caballo tiene una reacción de pánico y no consigue mover lo que lo retiene y la cuerda no se corta, se aterrará y retrocederá con el hocico levantado y con una fuerza y violencia que Ud. no se la imaginará a menos que la haya presenciado. Si el animal entra en pánico, aún un punto de amarre sólido y una cuerda resistente pueden provocar un escándalo mayúsculo y hasta lesionar al animal. Aunque poco práctico, lo ideal sería amarrar al animal a algo sólido, pero mediando una cámara de neumático. Así, su intento por liberarse se encontraría con una resistencia progresiva y elástica, similar a la que Ud. debiera aplicarle en esas condiciones, y el intento por liberarse tendría menos posibilidad de manifestarse con toda la fuerza de esa tremenda mole de músculos. Ya sé que no es práctico andar acarreando este implemento, pero lo menciono porque sirve para ilustrar la etología del caballo. 5) Era una noche oscura y estábamos en medio de la pampa, hasta donde habíamos llevado los caballos en un camión. El viaje debe haber tenido algo de traumático pues mi yegua, de carácter nervioso pero ya confiando en mí desde hacía meses, estaba nerviosa y al acercarme emitía el “trtrtrtrtr” que hace un año era rutina pero que no había escuchado de ella desde entonces. Tontamente, le llevé forraje con la misma despreocupación con que lo hago en mi casa, pero bastó un mínimo movimiento brusco para que la Sumalla rompiera amarras y partiera despavorida hacia la oscuridad. Aquí tengo que dejar bien en claro que si un caballo consigue evitar una gestión arrancándose o asustando al jinete, adquiere un arma que con certeza volverá a utilizar. En consecuencia, deben tomarse todas las precauciones para que el caballo NUNCA se salga con la suya. Pues no hice caso a eso y a la madrugada siguiente, en cuanto la ensillé huyó despavorida otra vez: ya sabía que así se liberaba de mí. Recapturada, en cuanto pisé sobre el estribo para montarla, inició una fuga espectacular y yo preferí abortar y tirarme al suelo. Finalmente el problema se solucionó liberándola de la carga, montándola con ayuda de otro jinete que la controlaba con una cuerda amarrada al cuello y luego pasada por los aros de la embocadura para ejercer una mayor fuerza controladora y galoparla, detenerla, hacerle hacer giros estrechos, etc., hasta que recuperara la memoria de que es el jinete el que manda. Sin esa media hora de maniobras, habría repetido el escándalo cada vez que la ensillara o montara. Moraleja: Basta una vez que el caballo se salga con la suya para que aprenda que así se libera del jinete. Se necesita mucha capacidad, tiempo y paciencia para hacerle entender que eso está prohibido. Cada vez que haga lo que sea con su caballo antes de montarlo, planifique con anterioridad sus movimientos y precauciones, aunque el caballo le parezca manso. Al instalarle por primera vez una baticola, por ejemplo, téngalo muy asegurado con una “cabezada de doma con polea” para que no consiga reaccionar con su inmensa fuerza. Si Ud. consigue que la primera vez lo acepte, es casi seguro que lo aceptará sin chistar la segunda vez, y viceversa. La primera vez, ésa es la gran ocasión en la cual Ud. debe ser el triunfador. Desbocadas Ya había tenido problemas menores para desacelerar a un caballo, pero la única vez que estuve cerca de un desbocamiento se debió, como todos los accidentes, a una conjunción de factores. Durante una semana y acumulando unos 200km, con mi hija Valeria habíamos cabalgado mañana y tarde por la pampa húmeda de Argentina cerca de Buenos Aires, donde usan siempre embocaduras (aparejo que responde a las riendas) agresivas (freno de palanca, poco utilizado en Chile) y habiéndolas sustituído por el “filete” o “bocado” articulado que se usa en la equitación clásica. Creo que estos caballos nunca o casi nunca habían sido montados sin el freno de palanca, pero no habíamos tenido problemas montando a varios otros ejemplares del lugar, aunque sí al dueño de la estancia le preocupaba nuestra elección. A Valeria le encanta galopar y, de vuelta de una cabalgata de un par de horas y cerca de la estancia, nos entusiasmamos dejando que los caballos corrieran a su gusto por un camino sin posibilidades de círculo amplio. De pronto, mi caballo, que iba un poco adelantado, dejó de responder al control de velocidad. Le pedí a Valeria que frenara al suyo, pero éste no obedeció. Ella iba bien sentada en la silla inglesa y estable, pero mi caballo tenía un galope duro que me hizo adoptar la posición de dos puntos, con las nalgas levantadas sobre la silla y el tronco inclinado hacia adelante. Mi montura era por fortuna un “recado” gaucho cuyos estribos caen en la línea de la cincha, más o menos como las sillas “forward” a las que estoy acostumbrado. Con repetidas tracciones de una y otra rienda logré reducir la velocidad pero el caballo se negaba a detenerse y sólo lo hizo cuando conseguí girarlo con cierta brusquedad hacia un lado, maniobra que habría sido peligrosa a mayor velocidad. Mi caballo se detuvo exitado pero controlado y Valeria pudo detener al suyo. Después de caminarlos un rato, entramos a la estancia galopando a media velocidad y los caballos se comportaron como si nada hubiera sucedido. Incluso nos entretuvimos un rato sorteando barriles al galope, lo que demuestra que estos caballos eran controlables con una embocadura menos agresiva que la que siempre usaron, pero nuestro error fue sobrepasar despreocupadamente el límite de la prudencia. Moraleja: Cuídese del galope tendido, especialmente si no conoce bien al caballo. Nunca lo permita de vuelta a la querencia y menos cabalgando con compañía. Si un compañero sobrepasa el límite de la prudencia, retenga inmediatamente a su caballo para que mantenga la cadencia que Ud. desea. Mientras galopa con un grupo, asegúrese de que el animal responde a las riendas desacelerándolo de vez en cuando con tracciones de una de ellas y no le permita acelerarse más allá de lo que Ud. estima prudente ni adelantarse a los otros animales. Si no responde, gírelo en 90º antes de que desarrolle una velocidad excesiva, o aplíquele el “freno de emergencia” si Ud. y el caballo lo dominan bien. Si todo su grupo se acelera con imprudencia, retenga a su caballo (quedará muy exitado) y tranquilícelo con iterativos giros cortos con eso distraerá al animal y le demostrará que Ud. manda. Si el resto del grupo se desbocó, cabalgue en otra dirección pero con el caballo bien controlado a través de un contacto categórico, pues es probable que su exitación persista. Por nada en el mundo permita que su caballo se lance tras los otros, aunque le asuste su porfía por hacerlo. Llevarle la contra en estas condiciones probablemente no generará una parada de manos o corcoveos. No es muy difícil evitar un desbocamiento, pero una vez consolidado es muy difícil de controlar. Aunque el galope tendido en un campo abierto tiende a estimular excesivamente al animal, por lo menos tiene la posibilidad de ponerlo en un círculo amplio, lo que es imposible en un sendero con barreras a ambos lados. No conozco ningún truco mágico para detener una escapada, por lo que, después de esta experiencia, me preocupo de evitarla. Lo que sí es cierto es que el culpable es siempre el jinete, aunque nos cuesta aceptarlo. Una vez que no asistí a las prácticas del centro ecuestre, un compañero montó a mi pacífica yegua “Depurada”, tal vez la más pacífica del centro pero que se exita en terreno abierto. Terminada la sesión dijo: ”parece tan tranquila cuando la monta Renato, pero me cargó y tendía arrancarse”. Bueno, la yegua tiene un galope muy áspero y demoré meses en armonizar mi cuerpo con sus movimientos y conseguir no dar botes sobre la silla y evitar que se exitara más de lo convieniente. Mal caballo diría él, confiable digo yo y la diferencia se debe casi exclusivamente a las órdenes que el animal recibe. Mi compañero insiste en iniciar el galope con taconazos desincronizados con el ritmo del caballo, al estilo campesino: “Taconea, taconea, que ya galopará”. Pues la Depurada, decana en ejercicios ecuestres, exige órdenes precisas y parte al galope de inmediato si se le saca “a la mano”, o tiene un comportamiento errático si se le taconea sin orden ni preocupación por la mano que iniciará el galope. Poco o nada se preocupan los campesinos por galopar a la mano, en gran parte porque no trotan bien. Pero esta veterana sabe que el espuelín que presiona a la altura de la cincha en el mismo lado donde ella apoya su mano y el otro espuelín presionando atrás de la cincha y la mayor tensión de la rienda del lado de “la mano” y el tronco del jinete inclinado hacia atrás, significa “galopa” y lo hace con gracia y suavidad. Pero espoloneos erráticos e irrespetuosos de “la mano” la confunden, le hacen liberar adrenalina y se hace insoportable, se cubre de sudor y se comporta agresivamente y lo único que quiere es llegar pronto a su corral. Me dirán que es una yegua “mañosa como caballo de milico”, pero no concuerdo. Mis caballos campesinos martirizan al jinete con un trote áspero antes de galopar cuando éstos taconean sin orden. A la inversa, me basta aplicar la descrita secuencia de órdenes para iniciar un galope sereno con casi cualquier caballo no adiestrado en la sofisticación ecuestre pues creo que es algo que está grabado en el sistema operativo del caballo. Desde el reposo o el trote, casi siempre y casi todos galopan de inmediato si los estímulos concuerdan con la mano que iniciará el aire. No se requieren taconeos ni fustazos: simplemente sutiles órdenes en el momento apropiado (cuando la mano que iniciará el galope pisa el suelo). Eso se aprende en los centros ecuestres.... Iniciado así el galope, el caballo sabe que lo monta alguien que lo comprende y tiende a comportarse bien de otra manera se confunde, quiere librarse de quien lo monta y eso parece una mala conducta. Hay caballos imposibles, por cierto, pero hay muchos más jinetes desubicados... Porrazos No han sido muchos, porque debe haber un dios que protege a los ignorantes. 1) Hace muchos años, antes de saber que los caballos no son máquinas de respuestas predecibles, galopábamos con entusiasmo por un sendero del valle de Lluta con un amigo. En cierto lugar el sendero llegaba a un espacio abierto sin una precisa indicación (para el caballo) de que proseguía algunas decenas de metros más allá. Esperando que el animal lo comprendiera, no me preparé para un brusco giro del caballo hacia donde creyó que debía ir y ni me dí cuenta cuando ya estaba en el suelo y el caballo, liberado, corcoveaba de lo lindo. 2) Otra vez, cuando el hipódromo local agonizaba, tratamos de ayudarlo con un espectáculo original: descendíamos en paracaídas y luego corríamos una carrera de jinetes-caballeros. Parece que fue a la tercera vez cuando me pareció que mi caballo se acercaba peligrosamente a la cerca interior al entrar a tierra derecha. Galopando parado en los estribos pues la silla es pequeñísima y sujetándome con las rodillas y movimientos acordes con el ritmo del caballo, no supe alejarlo de la cerca con los estímulos adecuados, perdí el ritmo y la cincha elástica cedió, la silla se deslizó hacia un lado y quedé con un estribo abajo y otro tan arriba que tuve que dejarlo. Tras afirmarme de la tuza, improvisé como pude una caída de aterrizaje paracaidística con cierto éxito y por suerte los caballos que iban atrás no me pisaron. Moraleja: riendas, riendas y piernas. No permita que éstas pierdan el contacto con su caballo, aunque esté corriendo a galope tendido. Si lo hace, el animal va por y hacia donde le parece más natural. Otra: no deje de pensar como caballo. 3) Había una yegua que me encantaba y con ella atacaba a los perros que le ladraban. La estaba galopando en pelo sin ser eficiente en la técnica, cuando apareció un perro temible para ella y la hizo saltar a un lado y yo seguí hacia adelante, caí sobre una piedra y me fracturé una costilla. Aunque bien adolorido, ya sabía que debía volver a montarla de inmediato, pero que me dolió, me dolió. Moraleja: no sobreestime su capacidad ni subestime la posibilidad de una reacción inesperada de su caballo. Aún hoy palpo el callo de fractura que me quedó y le agradezco la lección. Si no está seguro de su capacidad, no deje de afirmarse de los pelos de la tuza, con o sin montura. 4) Ya de alumno en el centro ecuestre, monté por primera vez a un caballo que no conocía. Después supe que lo tildaban de “rompe-coxis”. Me habían pedido una maniobra y ya trotaba tranquilamente para reunirme a la tropa, cuando de pronto se aceleró como iniciando un galope, bajó la cabeza hacia un lado, corcoveó y me lanzó en un salto mortal por sobre su cabeza y aterricé golpeándome la espalda. Ha sido mi peor porrazo, pero no he sido el único en experimentarlo con ese animal. Después supe que era una maña del caballo que se repite cada vez que lo montan (aunque no cuando lo hace mi instructor, lo que demuestra que en la equitación el “feeling” y el “savoir faire” son tanto o más importantes que en el velerismo, el motocilismo o cualquier otro deporte en el cual Ud. esté a bordo de un ente o máquina que tiene su propio genio) y que también puede aparecer cuando el caballo cree o siente que el jinete no lo está controlando. Por cierto, volví a montarlo de inmediato, pero me dejó dolorosos recuerdos por un par de semanas. Seguí montándolo en otras ocasiones, pero ya estaba advertido de su truco y pude abortarlo cuando lo intentaba. Ese animal necesita saber que, a través de la permanente reiteración de estímulos con las riendas y piernas, porta a un jinete que lo manda con firmeza. Moraleja: no monte caballos desconocidos sin informarse de sus mañas. Nunca se descuide (no pierda el permanente contacto con el caballo) pues el animal más pacífico puede de pronto querer liberarse de la carga. Tal vez el “rompe-coxis” no le corcovea a mi instructor porque éste reconoce a tiempo los primeros indicios de la secuencia del animal y los corrige de inmediato. 5) Una de las más pacíficas de las yeguas del centro ecuestre donde pretendo aprender a cabalgar como se debe, le teme al ruido de los camiones cuando pasan el cambio de velocidades. Me gustaba soportar el saltito que daba hacia un lado, pero quise quitarle la maña. Deliberadamente la dirigí a una esquina del rectángulo para acorralarla en el preciso momento en que sabía que se asustaría, para impedirle el salto. Resultado: se paró de manos. En general, los caballos tienden a girar a la izquierda cuando hacen un “Bernardo O’Higgins”, pero no le había dejado espacio para hacerlo y temí que se cayera hacia ese lado, por lo que preferí dejarme caer para liberarla. Mala idea, pues me caí hacia la izquierda precisamente: por fortuna no me pisó. Moraleja: no acorrale a su animal sin posibilidad de un escape controlable, pues, sin éste, puede caer sobre Ud. y/o expresar una violencia impresionante. Otra vez, piense como caballo y sepa que ellos también pueden sentir claustrofobia y no les cuesta hacerlo, créame. 6) Este no fue un porrazo mío sino de una valiente dama que confiaba en nuestra capacidad para instruirla, por lo que lo asumo con más dolor que el que ella sufrió, sin lesiones por suerte. Ella sabía tomar bien las riendas y galopar con la eficiencia de un principiante. Nos acompañaba mi hija mayor, también principiante, y mi amigo Carlos. La lección del día era que, cada cierto tiempo con Carlos y previa advertencia, partíamos al galope para obligarlas a contener a sus caballos y lo hacían bastante bien, hasta que, desde un terreno plano, vimos a los hijos de un amigo observando el paisaje montados en la cima de una pequeña colina. Carlos y yo la subimos al galope sin aviso previo y los caballos de ellas no tardaron en seguirnos. El galope por una pendiente ascendente es duro y desestabilizador y nuestra alumna no tardó en caerse sin que su caballo hubiera hecho más que lo que le parecía obvio: seguirnos. ¿Porqué se cayó?: porque no estaba preparada para esa instancia. ¿Porqué se dió esa instancia?: porque ellas no pensaron como caballo y no gestionaron a tiempo las maniobras para mantenerlos en el plano. Moraleja Nº1: nunca se descuide, siempre piense qué es lo que el caballo hará ante un evento inesperado y manténgase siempre en condiciones de controlarlo. Abortar una gestión no comandada no es difícil y ellas ya sabían cómo hacerlo, pero controlar a un caballo que ya ha decidido por sí mismo lo que quiere hacer requiere mucha más capacitación. Simplemente, se comportaron como si estuvieran montando bicicletas... Moraleja Nº2: si Ud. es un jinete eficiente y monta con principiantes, deja de ser un buen jinete si no cuida a sus acompañantes y, otra vez, si no piensa como los caballos de ellos. Prácticamente todo lo que Ud. haga con su caballo tendrá un efecto predecible sobre los otros y es su obligación tenerlo muy presente. 7) Otro porrazo no mío pero que me dolió mucho, pues fue consecuencia de la violación de todas las normas de seguridad que propongo. Estando yo ausente, un adulto que alguna vez fue un buen “saltador” (para no otorgarle el título de “jinete” que requiere mucha más preparación) usa a mis caballos para pasear con su hijo (buen saltador y en vías de aprender a ser jinete). Salen a pasear por los caminos de tierra que rodean a mi parcela pero, no familiarizados con mis monturas troperas y otras no chilenas, deciden hacerlo montando a pelo y el muchacho en la impredecible Sumalla. Ninguno de los dos tenía experiencia en cabalgar sin montura y ambos asumieron que si la Sumalla parece tranquila cuando la monto es porque es “mansa”. Pues no cabalgaron más de 100m cuando un portón que se abre de improviso lanza a la Sumalla a una huida violenta y obviamente el muchacho se cae, sin las graves consecuencias que pudo tener. Moraleja Nº1: repito, no sobreestime su capacidad ni subestime la posibilidad de una reacción inesperada de su caballo. La Sumalla arranca con tal violencia que yo, no versado en la monta en pelo, me caería inevitablemente. Moraleja Nº2: repito otra vez, no monte caballos desconocidos sin informarse de sus mañas. 8) Mi último porrazo. Habiendo montado hartro y en condiciones de alto riesgo muchos años atrás y luego retomar la equitación y tras más de dos años de práctica en el centro ecuestre y también montando a mis caballos de campo varias horas cada semana, a menudo por tramos extremadamente difíciles y dos años de impredecibles emociones con mi asustadiza yegua y otros tantos sin caerme, mi nieto decía: “es imposible que el Tata se caiga”. Pero no hay jinete que esté inmune a caerse y casi siempre por su propia culpa. Pues por las causas que ya describí al final de la sección “Escapada”, montaba a una yegua benigna y ésta entró en pánico por iterativos disparos de armas de fuego y el estímulo que provocó el pánico no cesaba y ella se descontroló protagonizando saltos en vez de huir. No siendo “mi” caballo, ella no estaba entrenada para comprender el significado del “chchchchchchch”. Los saltos los podía soportar pero tontamente la traté de distraer con giros cortos. Torpe maniobra pues seguían disparando y era obvio que a la yegua le importarían un comino mis órdenes. Para ejecutar la maniobra perdí lo más importante: la coordinación de la posición de mi cuerpo con los movimientos del caballo y de pronto me encontré montando el flanco de la yegua en vez de su dorso, con mi cabeza al lado de su cuello y afirmado con una mano desde el borrén anterior de la montura y el animal saltando. Mi posición no era tan crítica como para no volver a incorporarme, pero ya estaba tan cerca del suelo que preferí cobrarle sentimientos (”ya me botaste preciosa”) y luego dejarme caer y dejar que sólo mi orgullo saliera herido. El instinto me dijo que si trataba de incorporarme, un corcoveo o salto brusco me podría haber provocado una caída violenta antes de lograr recomponer mi posición. Cuando se libró de mí, volvió tranquilamente a las caballerizas sin que pudiéramos atraparla. Si le hubiera instalado el “mecate” podría haberla controlado con éste y me habría evitado la humillación de llegar caminando al centro ecuestre. Moraleja: No confunda el pánico prolongado con el susto momentáneo ni con el mero intento de librarse del jinete. El “freno de emergencia” es excelente para controlar un exabrupto y el giro estrecho para pacificar a un caballo que queda asustado y un muy buen castigo que conviene aplicar cuando el evento ha sido superado, pero ninguno sirve si se intenta durante el proceso de verdadero pánico porque en esas condiciones el animal simplemente olvida lo que se le enseñó. No hay más alternativa que “administrarlo” con las pocas alternativas que le quedan al jinete: mantenerse equilibrado y tratar de alejarse del lugar. Me duele un poco un hombro, pero mucho más el haber defraudado a mi nieto por una mala elección. Nunca se acaba el aprendizaje... Un Mensaje Final Montar por agrado debe ser una sinfonía armónica y serena de dos protagonistas: el jinete y el caballo, quienes nunca dejan de esforzarse, pero es peligroso si se sobrepasan los límites. Ninguno de ellos debe excederse y ambos pueden informar al otro cuándo lo están haciendo. La seguridad se consigue cuando el jinete reconoce el incio de los alegatos del animal y lo controla a tiempo, a la vez que el caballo no recibe órdenes inapropiadas o castigos abusivos. O sea, si el animal no está muy mal enseñado, todo depende del jinete, el único de la pareja que es inteligente. Lo que definitivamente no es una cabalgata sino una aberración, es cuando el humano insiste en demostrarle violentamente al animal que él es un personaje temible y el más recio de los machos. No debe haber competencia y violencia, sino respetuosa interacción, pero siempre conservando Ud. el mando con las gestiones descritas. La mera violencia genera innecesaria violencia... Varias veces viajé montando a un caballo enseñado a golpes. Cuando lo conocí no estaba capado, lo montaba su dueño y el animal se resistía a bajar a una zanja algo profunda. A punta de espuelazos y pencazos y tras varias paradas de manos, terminó saltando aterrado al fondo de la zanja, con sus costados heridos por las espuelas. Aunque ya lo habían capado la primera vez que lo monté, de inmediato expresaba reacciones de alarma que me asustaban, pero a medida que transcurrían largas horas de cabalgata se serenaba y mantenía su buena conducta por los días que ésta duraba. La última vez que viajé con él estaba insoportable, lleno de trancas y temores pues seguramente seguían hostilizándolo, pero yo ya sabía que tenía que mantenerlo siempre en movimiento, cómo evitar que adelantara el hocico y aplicarle oportunamente un “valium” y no me creó grandes problemas. Posteriormente lo montó alguien que creía que todos los caballos eran iguales y su comportamiento fue tan negativo que no lo hemos vuelto a incorporar a nuestra tropa. Así perdimos a lo pudo ser un buen animal. Con esto pretendo expresar que la violencia no obtiene buenos resultados, que el caballo es capaz de readaptarse a un jinete gentil pero intransigente, que vuelve a adquirir malas costumbres si no se le sigue tratando como es debido y que, aunque mañoso y sin tiempo para reentrenarlo, se le puede controlar casi siempre si se conocen los trucos básicos. Los más importantes de ellos son saber controlarlo a tiempo y evitar que levante el hocico y luego aplicarle un “valium”, con una clara, predefinida y constante secuencia de órdenes. Montar no es una competencia entre el jinete y el caballo, pero éste DEBE hacer lo que ordena el humano y entonces es preferible evitar las situaciones conflictivas que lo tentarían a rebelarse, a menos que el entrenador pretenda modificarle su conducta ante ciertas situaciones. Pero si Ud. es sólo un pasajero ocasional, no pretenda darle lecciones al animal. Con paciencia, estímulos apropiados y sin pretender que éste deba pensar como un humano, casi cualquier caballo es montable y controlable, con más o menos esfuerzo y paciencia del jinete y, si se lo está entrenando, tal vez algunos sustos y un par de porrazos. Lo esencial es que, para el bien de ambos (caballo y jinete o entrenador), hay que tratar de comprender al animal y enseñarle a obedecer a estímulos como el “chchchchchchch”... Bueno Amigo en Internet hay un montón de soluciones o casos que te pueden servir, en lo personal yo empezaría primero tratando de domarlo de nuevo, consiguiendo su confianza, acariciándole el cuello, cabeza y cuerpo, pasándole una rasqueta y hablándole mucho, de tal manera que entre en confianza , te dicen que tienes que golpearle el cuello nunca en el hocico, pero a veces la paciencia agota pero siempre trata y por ultimo en el momento preciso un cacheton en el hocico no olvidara, bueno a mi me a pasado, otra forma cuando estas montado y insiste en querer oler o morder los zapatos, golpearle el cuello o dale un chuncurazo entremedio de las orejas, seguramente que muchos gritaran NOOOOOOOOOOOOO, pero a veces yo creo que se la ganan, Suerte y que pases un buen año 2007-01-07 Andrés
Recomendar
Responder
Gustavo Romero
Gustavo Romero
8 de enero de 2007
Querido Andrés: Están totalmente de acuerdo con tan explicitas explicaciones, y por como he leído veo que eres una persona sumamente experimentada, la forma de entender el leguaje de los caballos es similar a la mía, y creo que aunque te consideres un jinete poco experimentado difiero considerablemente en este punto, pues le más importante para llegar a encontrar ese equilibrio en el cual l no necesitas utilizar herramientas, para obtener lo que deseas de un caballo, lo tienes dominado, creo que tu forma de entender la equitación es la correcta, y por otra parte si deberías escribir un libro pues tu exposición es clara y concisa, en otro momento desarrollare el tema del piafar, por que con la lectura de este estupendo texto que has redactado, no me queda tiempo para seguir con este debate que Sin duda es muy enriquecedor y grandilocuente, muchísimas gracias por compartir tus experiencias y tus vivencias, que son sin duda de incalculable valor, pues todas ellas son el fruto de tus experiencias, y no hay nada mejor que saber expresarla y aprender de ellas como tus has hecho. Alba: estaré en la carrera del Toril con la yegua de nombre Altanera, una angloárabe negra, espero que allí coincidamos y desde luego cuenta con lo que necesites de mí para tus intenciones un cardial saludo
Recomendar
Responder
Andrés Oñate Bañados
8 de enero de 2007
Estimado Amigo Gustavo Romero, me halagan tus palabras, pero la verdad es que gran parte es información y mucho textual de Artículos de Internet, sumando unos y otros mas mi pobre cosecha, vamos sacando conclusiones para llegar a nuestro objetivo que es poder disfrutar a nuestros caballos y lo principal que ellos disfruten con nuestra presencia y nos soporten de agrado. Gracias estimado por estar siempre presente en este rinconcito de Internet, Saludos y recibe un Abrazote. Andrés
Recomendar
Responder
Gustavo Romero
Gustavo Romero
9 de enero de 2007
Querido Andrés: vamos con el piafar, como ya te comento Alba, quizás sea uno de los ejercicios mas complicados de realizar con un caballo y no todos los caballos lo realizan, pues es un trabajo que exige la máxima reunión del mismo, bueno empezaremos Por hacer al caballo trotar como si fuera un trote normal, luego hemos de tener en cuenta que para la reunión del caballo, este ha de tener bien hecha la cara, que quiere decir esto, pues es que haga una buena incubación sin llegar a humillarse, la cabeza ha de formar un Angulo de 90 grados con respecto a la horizontal del suelo, si esto no lo tiene hecho hemos de empezar por hacérselo, yo personalmente utilizo las riendas de goma a la cincha, u los trabajo mucho el trote, la Función De las riendas de goma es colórale la cabeza a la vez que no le producen una tensión muy grande sobre la boca, estas riendas han de ser regulables por medio de una hebilla con varios agujeros, para ir recortando a medida que El animal va recogiéndose, así mismo si el caballo tira la flexibilidad de estas le dan juego para no sentirse apresado de tal modo que tienda a levantarse, cuando están montados con las riendas de goma puestas y las riendas a la mano, ni por delante ni por detrás de la cruz, le hostigamos suavemente para que le caballo se ponga al trote, de momento no tiraremos de las riendas de la mano hasta que el caballo valla reuniéndose en el trote, en principio es preferible utilizar una fusta para el avance antes que Las espuelas, (las espuelas si las usamos han de ser siempre de gallo corto, que son las que menos daño le hacen al caballo, usémoslas con cuidado) hemos de buscar el trote corto y reunido, evitando al máximo la descomposición del caballo, hay que estar atentos para que esto no se produzca y al menor síntoma lo paramos y empezamos de nuevo, la progresión en la reunión hay que hacerla según el caballo la admita, no forzar nunca y menos al principio, dejaremos que actúen fundamentalmente las riendas de goma, cuando consigamos el trote reunido con una incurbacion aceptable, que en principio no ha de ser la optima, aunque puede darse en algunos caballos que están mas predispuestos para ello, lo dejaremos relajarse y disfrutar del paso, esto lo iremos realizando En ejercicios repetitivos de no más de 5 min. , Y en la primera sesión sola haremos una repetición, luego es conveniente que el caballo ande libre de las riendas de goma durante al menos el triple del tiempo que lo hemos tenido reunido para no cortarle el avance, bien la primera sesión ha concluido, duchamos el caballo, lo secamos y a la cuadra. Al día siguiente lo mismo e incrementaremos las serias a dos o tres dependiendo de la predisposición del caballo al trabajo, así sucesivamente durante varios días e incrementando las series y recogiendo las riendas de goma que le ira colocando la cabeza, empezaremos a actuar suavemente con las riendas de mano, hasta que consigamos la incurbacion optima del ángulo recto, y un trote corto, lo mas corto posible, puede que en este ejercicio el caballo nos inicie el trote en suspensión o passage, si es así mejor todavía, puede y dependiendo de la boca del animal que necesitemos un bocado con filete o un bocado solo, pero con el filete solo no lo conseguirás, pues el filete no recoge la cara, la palanca del bocado ha de ser siempre proporcional a la dureza de la Boca del caballo, por lo general y en caballos nuevos lo mas indicado es un bocado pelan de palanca corta y poco castigo, ( el castigo es la curvatura del bocado. La posición normal en este momento será caballo incurbado en movimiento de trote muy corto y con dobles riendas, de goma y a los farolillos del bocado, (los farolillos son la argolla superior del bocado, que es donde menos palanca hace este, la cadeneta ha de estar holgera, para que el bocado empiece a actuar cuando haba un ángulo de 45 grados con la comisura de la boca, y empezaremos a utilizar las dos fustas de doma, o fusta larga, una en cada mano o las espuelas, yo recomiendo las fustas, que siempre son menos agresivas que las espuelas y tienen alcance hasta las cañas del caballo. Estando en este punto y habremos iniciado el piafar, al principio nos conformaremos con dos o tres trancos y luego trote corto y en repeticiones, es muy importante los tiempos de descanso, entendiendo los tiempos de descanso como liberar de las presiones de manos y piernas potenciando el paso relajado, siempre el doble o el triple del tiempo de ejercicio, con esto evitaremos las protestas indeseadas, y el posible rehusé al trabajo que le demandamos, hay que ser proporcionado y pensar que le estamos pidiendo al caballo un ejercicio que requiere de la máxima reunión, cosa que le fuerza considerablemente y tiende a romper la progresión, esto trataremos de evitarlo al máximo, procurando que no se produzca, para ello utilizaremos la paciencia y los tiempos de descanso siempre antes de la protesta del caballo, Esto es muy importante para llegar a conseguir nuestro objetivo. Hay que procurar que el caballo no para el movimiento cuando le estamos haciendo este ejercicio, para ello nos ayudaremos con el toque de talón sincronizados en ambos costados, no hostigar al caballo en exceso, y así hasta que consigamos que el caballo parado continué con el movimiento y esto es el piafar, desde luego que es mucho más fácil contarlo que realizarlo, pues cada caballo responde según su temperamento y carácter, para ello hay que tener conocimiento de lo que tenemos entre manos, y es muy importante que este aire se desarrolle después de que al caballo le hayamos enseñado muy bien el paso corto y largo, el trote corto y largo, como mínimo, y también que las transiciones de uno a otro aire sean dinámica y progresivas ni protestas ni descomposturas del caballo, En definitiva que el caballo esta muy bien domado, si no es así no tendremos éxito, también te recuerdo que no todos los caballos son aptos para esta disciplina, tenlo en cuenta. Quizás no me entiendas bien, si tienes cualquier duda, como bien sabes no tendré ningún inconveniente en aclarártela, pero eso si la teoría es la teoría y la practica depende del domador y del caballo, pues hay que saber darle a cada caballo lo que necesita y en la proporción de lo que necesita, esto es lo mas importante, sobre todo cuando pedimos ejercicios de alto nivel, recibe un fuerte abrazo de tu amigo que lo es Gustavo Romero
Recomendar
Responder
Andrés Oñate Bañados
9 de enero de 2007
Gracias, Amigo Mío, me quedo clarito, avía buscado en Internet pero no había conseguido nada relacionado al tema preguntado, la verdad que en papel se ve aplicable, tal como lo indicas, lo veremos en la practica, me quedo un reto, si en el futuro lo logro, te mantendré informado, seguramente que tendría que Importar un Semental de España, seria bonito, ¿Quizás Por que no ¿??. Bueno te agradezco nuevamente la gentileza que tienes con migo , ya que no cualquiera se da el trabajo de relatar tan detalladamente cada Lección del Adiestramiento del Caballo, solo un apasionado como tu que lo eres de los Corceles , yo lo llevo en la sangre mis Visa-Abuelos todos Españoles, Uno de ellos fue Abogado y el Otro por parte de mi Padre un Agrónomo, Profesor de Zootécnia en la Universidad Católica de Chile, Uldaricio Prado Prado, El es Autor de los Libros “ EL CABALLO HACKNEY “ y del “ EL CABALLO CHILENO “ , también de Lecciones Aplicadas de Zootecnia General, entre otros. Saludos y recibe otro Abrazote de este Chileno aprendiz de Domador, que te esta muy agradecido, Suerte y que Dios te guié. Andrés
Recomendar
Responder
Anahí Zlotnik
Anahí Zlotnik
10 de enero de 2007
Hola Andrés Te escribo porque veo que has citado párrafos de artículos que publiqué en mi web Te agradezco que lo hayas hecho. Veo que estamos buscando un trato diferente hacia los caballos. Como Veterinaria mi intención es que los caballos sean bien tratados, que tengan dentro de lo posible una vida digna sin maltrato con un manejo adecuado. Por esta razón es que manejo la clínica con Medicina Homeopática y con distintas técnicas de Masajes y otras terapias corporales. Todas técnicas no agresivas ni que provocan efectos secundarios ni colaterales. Y a través del conocimiento del comportamiento del caballo, puedo en muchos casos ayudar a que las personas que los rodean entiendan porque sus caballos pueden sentirse mal y expresarlo a su manera, con su lenguaje. Es realmente gratificante observar que cuando los dueños o peones que los cuidan, cambian su modo de tratarlos, como mejoran. Los caballos son muy sensibles y a veces con algunos detalles de manejo, sus vidas mejoran mucho. Les mando saludos Anahí Zlotnik MV
Recomendar
Responder
Andrés Oñate Bañados
10 de enero de 2007
Estimado Amigo Anahí Zlotnik, te agradezco que te incorpores a este humilde foro, que la intención es aprender y entender a estos nobles animales, es muy gratificante que los dueños de los Artículos de los cuales leemos con mucha frecuencia y nos enriquecen en el saber, también se interesen en enseñarnos a sus lectores, cualquier contribución será muy bienvenida ya que la senda de domar a nuestros esforzados caballos es inagotable en el entendimiento, ya que cada uno es diferente a otro. Sinceramente recibe un Abrazote de un Amigo de Chile.
Recomendar
Responder
Gustavo Romero
Gustavo Romero
11 de enero de 2007
, Querido amigo Andrés: Quisiera resaltar la gran importancia que tiene el freno de emergencia, y té diré que en España si utilizamos los que aquí se llaman flexiones incorrectas de cuello para potenciar la flexibilidad del mismo y evitar que los caballos que están en cuadras se entablen, que es un mal habito de los caballos encuadrados, a parte también es bueno para la realización de pasos de costado, ( el entablado, es que se pierde la flexibilidad de una de las partes del cuello por vicios de cuadra que los obligan a girarse siempre del mismo lado) y por su puesto en un caballo desbocado es la única manera segura de hacerlos parar, también se puede utilizar para tumbar los caballos desde la montura, como truco, en definitiva en lo que aquí llamamos doma vaquera, se utiliza mucho y se los empieza preparar en esta técnica antes de ser montados, un saludo para todos
Recomendar
Responder
Andrés Oñate Bañados
11 de enero de 2007
Gracias Amigo por tu información, me imagino que sin estos elementos de apoyo para el domador no podría dominar y ejecutar los diferentes ejercicios que se requieren para la Doma de Salón o de Alta Escuela, la verdad que lograr parar a un Animal desbocado debe ser difícil, solo en las películas el jovencito le dobla la oreja y el animal se detiene, ¿ Es un Mito o realidad??. Recibe un fuerte Abrazote de tu Amigo Chileno. Andrés
Recomendar
Responder
Gustavo Romero
Gustavo Romero
11 de enero de 2007
Querido amigo: la oreja del caballo tiene puntos que denominamos puntos de acupuntura, en los cuales si se presiona se puede conseguir la inmovilidad del caballo, es una técnica conocida desde antiguo por los herradores que pueden aplicar el aceal en la oreja o el hocico para que el caballo se quede quieto cuando lo están herrando, pero de ahí a pararlo cuando están desbocados no lo se pero me parece una maniobra de difícil ejecución, el retorcer una oreja a un caballo a galope tendido debe ser difícil. Personalmente prefiero el freno de emergencia, lo otro creo que no lo haré nunca pues peligra la vida del artista, amigo mío, en cuanto a lo otro si lo he visto notables veces y lo he practicado, algunas veces resulta y otra veces no. Para mi lo mas Importante es no perder nunca el control del caballo, por que si no podemos estar abocados a tener un percance serio. Para mi cualquier caballo ha de saber parar en cualquiera del ares que estemos cabalgando, lo otro es perder el control del animal y entonces empieza a mandar la cosa que no ha de pasar nunca pues empezamos a estropear el caballo, el do momio ha de ser siempre tuyo, y el caballo te ha de respetar por encima de todo, si no el caballo no esta bien domado y puede ser peligroso, hay que acostumbrarlo ha hacer la parada en raya a galope tendido que metan los riñones y bajen la grupa, casi sentándose de cola, esta parada es espectacular y muy común en los concursos de doma vaquera, a demás te da la seguridad de que el caballo parara siempre, te saludo de nuevo y que la virgen de Guadalupe guió tus pasos y te ampare en el camino.
Recomendar
Responder
Andrés Oñate Bañados
11 de enero de 2007
Gracias y Tienes toda la Razón, Caballo arrancado, es jinete sentado (pero en el suelo), yo estos días ya me retiro a la Cordillera a seguir con la practica y veremos como funciona, será hasta Marzo aproximado si Dios quiere, bueno Amigazo, que Dios te bendiga y la Virgen te acompañe, Suerte nos vemos.
Recomendar
Responder
Gustavo Romero
Gustavo Romero
19 de enero de 2007
A los caballos españoles Baile, música, arte, cultura y éxito de nuestros caballos Reproducimos este artículo que nos envían por e-mail, que si bien no identificamos nos parece altamente significativo Los caballos bailan al viento. Las palabras bailan con la música. Las canciones nos incitan a bailar. El baile, las palabras, la música, las canciones…. el baile otra vez. ¿Y los caballos bailan al viento? ¿Y los caballos bailan con la música ¿Y los caballos bailan cuando oyen cantar? Sí, es así. Los caballos bailan y los jinetes procuran controlar los impulsos desanimados y motivar sus movimientos con la cadencia y el arte que todos necesitamos. ¡Y cómo bailan los caballos andaluces! Los caballos de Andalucía, los caballos de España, son capaces de bailar con nuestra música, con nuestra inspiración, con nuestros sentimientos y con el amor que somos capaces de otorgar. Caballos, música, danza, Andalucía y España fundidos en el abrazo rítmico que los caballos de doma PRE son capaces de donarnos. Así es, así es otra vez y así lo será muchas veces pues nuestros caballos PRE y con los jinetes españoles son capaces de emocionarnos no sólo a nosotros sino a muchos más, que han percibido el arte por ellos expresado como la primera manifestación de una parcela importante de nuestra cultura. Bailan y bailan y vuelven a bailar y nos cansan a nadie sino que queremos que repitan su danza hasta la saciedad, que nunca llega, en una gran demostración ecuestre con arte y exquisita cultura que es capaz de ganar, como bien lo han demostrado en los últimos años ante los ojos estupefactos de tantos, pero siempre dejando un recuerdo imborrable y del máximo orgullo.
Recomendar
Responder
Andrés Oñate Bañados
30 de enero de 2007
Hola Amigo. En un artículo indica que cuando intente pararse de manos, le rompes un huevo, esto le causa una sorpresa, ya que parece que lo dañas con el líquido que le chorrea por la cabeza y frente, y no dañas al animal. Saludos. Estoy en la cordillera por Malalcahuello, y en estos momentos de paso por Temuco, y pude ver mis correos; en cuanto esté en Santiagotde busco más información. Andrés
Recomendar
Responder
Patricio Eduardo
Patricio Eduardo
30 de enero de 2007
Muchas gracias Andrés... lo intentaré mañana cuando lo troye... espero que resulte... se ve que sabes mucho de caballos... así que te pregunto una más... Cuando lo compré, la persona que me ayudo a elegirlo, que al fin y al cabo fue un sucio negociante... me dijo que le podía sacar una nube que tiene en el ojo... Pero como ya ganó su parte, ahora brilla por su ausencia... Tú sabes de algún remedio natural para esto... es como una clara de huevo, pero sólo está en la parte de abajo del ojo... A todo esto y como información, este estafador se llama Julio Cornejo... lo comento para que no engañe a más personas, ya que él está muy metido en el ambiente corralero... Muchas gracias.
Recomendar
Responder
Gustavo Romero
Gustavo Romero
1 de febrero de 2007
Amigo Patricio: Con respecto a tus dudas, te comentaré que lo de la parada de manos, te refieres a que el caballo se para en seco, o se para y se levanta; si es levantada o hacheo (movimiento de abajo hacia arriba de la cabeza en señal de protesta), pues es bueno saber a qué nos enfrentamos. En principio, el truco que te indica el amigo Andrés, lo conozco, pero nunca lo he experimentado ni he visto a nadie hacerlo, pero no significa esto que no funcione. Yo primero te diré que revises la embocadura de tus caballos; muchas veces puede ser una cadeneta demasiado tensa, un bocado con mucha palanca o una mano muy dura. Todas estas causas penden ser las que han generado o estén generando el problema. Si el caballo se para y echa la cara arriba sin levantarse de manos, entonces, con una gamarra a la cincha se solucionará el problema; la gamarra es una correa de cuero que va desde la cincha hasta el bocado, enganchándose ésta en la argolla central de la cadenilla. También las hay conocidas como tijerillas, que la única diferencia que tienen es que Van a los pilares del bocado. Si el caballo se levanta, has de pensar que la embocadura no es la correcta, y que tiene demasiado castigo, y si a esto le sumamos una mano dura en riendas, es fácil echarse el caballo encima. Si puedes, habla con quien te lo vendió, y pregúntale qué tipo de embocadura tenía el caballo, y si el caballo se para, arréale con las piernas o con las espuelas si está enseñado a ésta. Hay animales que al estar acostumbrados a ser montados con espuelas, cuando los montas sin ellas no andan o no respetan al jinete como si éste las llevara, el caballo se dará cuenta de inmediato si las llevas o no, y los hay que sólo trabajan si te las pones, si no nada. En cuanto a lo de la nube, ciertamente hay antibióticos que si lo pueden evitar, pero siempre antes de que ésta aparezca en el ojo; una vez que ha aparecido, se podrá operar, pues no deja de ser una telilla que dificulta la visión del animal, lo que en humanos conocemos como cataratas. Espero haberte solucionado alguna de tus dudas, y recibe un cordial saludo. Gustavo Romero
Recomendar
Responder
Patricio Eduardo
Patricio Eduardo
1 de febrero de 2007
Gustavo, muchas gracias por tu respuesta. La verdad es que el caballo se para de manos cuando rehusa hacer algo; ya lo probé con guatana (frena de cuero), que es muy blanda, y ocurrió lo mismo. Es más, ayer lo troyaron sin jinete y no dió ningún problema, pero al subirse éste, y estando sólo con jaquema (bozal), lo trató de troyar e inmediatamente partió con su show de pararse en manos. Lamentablemente no le puedo preguntar al que me lo vendió, ya que este tipo en resumidas cuentas me estafó, ya que el caballo lo compré para rodeos (media luna), y con esta maña no me es útil ya que no se comporta como debería en esos eventos.Claro está que este tipo no me quiso regresar el dinero cuando se lo pedí, así que ahora sólo me queda tratar con el caballo, que no es un mal animal, pero tiene ese detalle de comportamiento. Espero que con esta información me puedas ayudar. Gracias.
Recomendar
Responder
Gustavo Romero
Gustavo Romero
2 de febrero de 2007
Amigo Patricio: Veamos, no nos vamos a parar en qué le produce este resabio, lo que trataremos es de corregírselo, y yo siempre recomiendo que al caballo para corregirle algún tipo de resabio, tendremos que empezar con él como si de un potranco nuevo se tratara, le trabajaremos pie a tierra, con cuerda de unos 6 m y un picadero o corral de unas dimensiones apropiadas para este fin, con tralla (fusta larga de doma pie a tierra, de unos 1,60m de larga), y le haremos rotaciones a paso y a trote en ambas manos, y veremos qué respuesta nos va dando al trabajo y al cambio de manos, a la parada y al arranque; si el caballo se nos detiene a su antojo, lo hostigaremos un poco con la fusta. Para este trabajo te recomiendo que la embocadura sea simplemente un filete, quizás el resabio es debido a un bocado de mucha palanca, los bocados en general sólo se han de utilizar cuando el caballo tenga bien hecha la boca, el usarlos directamente nos puede producir un recorte del avance así como una parada no deseada. Por el contrario, el filete no nos recorta el avance, pero es un freno deficiente para caballos con mucha chispa. Bájale y no le consientas las paradas no deseadas; si esto te lo realiza sin montarlo, bien, luego lo montas o que alguien lo monte, y tú o el ayudante que esté en el centro del picadero para pedirle el trabajo desde el suelo. Esto es muy importante, el caballo en principio sólo ha de reconocer una voz de mando, y ha de ser clara y tajante. Cuando éste rehúse al trabajo, bien inicia la cuerda con jinete y ayudante pie a tierra; éste le ha de pedir al caballo el trabajo que desee realizar éste, y si rehúsa le hostigará con la fusta larga. Así durante varios días hasta que el caballo vaya a la voz con el jinete encima. Cuando hayamos conseguido esto, invertiremos el orden: el que manda es el jinete. Cómo lo hacemos? intercalando las órdenes, o que el que estaba pie a tierra se suba al caballo y le mande desde arriba. Cuando éste responda, cambiaremos la fusta de pie a tierra por la que llevará el jinete, una de 0,50 aproximadamente, para que el animal sepa que el mando está en su lomo, poco a poco y según nos responda El caballo irá dejando el ayudante y la cuerda de dar picadero para pasar solamente a las manos del jinete. Si ves que el caballo te ofrece poca seguridad con el filete solamente, le puedes agregar una serreta a la nariz que frena al caballo, pero no tanto como un bocado. Esta es la técnica. Espero que te resulte. Has de tener en cuenta que para quitar los resabios has de tener mucha paciencia con el animal y ser insistente; le ha de quedar muy claro que quien manda eres tú, y que ha de hacer lo que tú quieres, sin tener lugar a dudas. A la vez has de darle la proporción necesaria de caricias y buenas maneras para que éste no te coja miedo a tí o al trabajo. Bueno, ya me contarás. Un saludo. Gustavo Romero
Recomendar
Responder
Patricio Eduardo
Patricio Eduardo
8 de febrero de 2007
Andres, Definitivamente, el tema del huevo no funciona... estoy tratando de la otra forma... cuando troya solo no tiene problemas, pero cuando sube el jinete... inicia la función... Lo otro es que cuando se está solo con él en la troya se entrega mucho más... pero en cuanto llega alguien y se para fuera de ésta... el caballo inmediatamente se dirige o se para frente a las personas que llegan... Gracias...
Recomendar
Responder
Gustavo Romero
Gustavo Romero
9 de febrero de 2007
Amigo Patricio: Poco a poco entiendo mejor lo que le sucede a tu caballo. Aquí decimos que los caballos que son vagos de carácter linfático, que en un principio parecen ser animales más dóciles que los de mucho brío o chispa, a la larga son peores, pues desarrollan la defensa de negarse al trabajo. Yo personalmente prefiero al igual que en las personas, los animales de sangre, pues aunque en un inicio su doma es algo más complicada, una vez que están domados son los mejores caballos que hay para ser montados. También se puede dar el caso por lo que cuentas que el caballo tenga un exceso de caricias mal suministradas y a destiempo; qué quiere decir esto. Pues que cuando el caballo ha hecho algo mal, en vez de castigarlo lo han premiado, error común entre la gente que piensa que sólo con buenas maneras se doma un caballo, pues cuando el animal se porta bien, premio, pero cuando éste se porta mal, castigo, es así de sencillo y de natural. En las manadas, o simplemente cuando están con otros caballos, éstos no tiene compasión a la hora de agredirse mutuamente y con severidad para hacer respetar su puesto, su espacio, o su comida. Con esto no quiero decir que maltrates a tu caballo, pero que un fustazo a tiempo quita muchas tonterías, que si no se corrigen enérgicamente producen este tipo de comportamiento, por lo que te recomiendo que sigas el método que anteriormente te indiqué, y que no le permitan las paradas, aunque cuando le hostigues salga al galope, entonces le paras, pero cuando tú se lo ordenes. La única manera que tiene de corregir esto es utilizando el método drástico, y cuando el caballo obedezca, lo premias, pero si no nunca, pues le confundirás y no sabrá qué hacer. Y ante el trabajo se parará como defensa al ver que no se le hostiga, y tendrás un caballo que aquí los llamamos aborregados, animales sumamente inútiles que a la mínima se paran y no responden a las exigencias del jinete. Ten paciencia y trabaja de este modo, al poco irás viendo los resultados. Al tratarse de un caballo linfático tendrás que trabajar el doble; evita y corta de raíz estas aptitudes, si no con el tiempo irá a más, y su defensa puede convertirse en un ataque, pues el caballo no te vera como líder. Un saludo y seguimos en contacto. Gustavo Romero
Recomendar
Responder
¿Quieres comentar sobre otro tema? Crea una nueva publicación para dialogar con expertos de la comunidad.
Súmate a Engormix y forma parte de la red social agropecuaria más grande del mundo.