La enfermedad de Newcastle sigue siendo una de las amenazas virales más persistentes y económicamente devastadoras para la avicultura mundial. Pero el verdadero desafío no es solo el virus, es su capacidad de evolucionar bajo presión vacunal. En vastas regiones del mundo, mientras se continúa vacunando con genotipo II (La Sota, B1, Entéricas), el virus que realmente circula y causa los brotes más severos pertenece al genotipo VII, un linaje altamente variable y mucho más agresivo.
El resultado es un escenario peligroso; aves vacunadas que no mueren, pero sí se infectan, sí replican el virus y sí lo diseminan, creando el ambiente perfecto para que el GVII se adapte, mute y se vuelva aún más virulento. Esta dinámica silenciosa — la llamada presión de selección heteróloga (Porque el GII tiene un alto distanciamiento genético de la GVII)— ha permitido la expansión global de variantes del genotipo VII y la aparición de formas más fuertes y difíciles de controlar.
Hoy sabemos que continuar usando vacunas que no coinciden antigénicamente con el virus de campo no solo es insuficiente sino que favorece la supervivencia del virus y acelera su evolución. Por ello, el desarrollo de vacunas homólogas, alineadas con el genotipo VII, se ha convertido en una necesidad estratégica para romper este ciclo de escape viral y recuperar el control sanitario.
Cuando se vacuna con genotipo II (GII) en un ambiente donde circula genotipo VII (GVII), la protección que se genera es incompleta:
• Buena protección contra la mortalidad dependiendo de la salud inmunológica del ave
• Mala protección contra la replicación viral
• Excreción prolongada del virus
• Anticuerpos que no se ajustan bien a las proteínas F y HN del GVII
La inmunidad parcial permite que el virus siga replicando dentro del ave, y crea una presión de selección que favorece la supervivencia y la producción de variantes de GVII que:
• Escapan mejor a los anticuerpos generados por la vacuna GII
• Replican con mayor velocidad
• Excretan más cantidad de virus
• Presentan mutaciones en los epítopos de F y HN que la inmunidad vacunal reconoce en forma deficiente
• Con el tiempo, esto impulsa la permanencia de variantes más virulentas y mejor adaptadas a un entorno vacunado.
El genotipo VII de Newcastle es altamente diverso e incluye varios subgenotipos, todos ellos antigénicamente distintos al genotipo II:
• La clasificación de las variantes del GVII pasó de un sistema de letras a un sistema numérico (principalmente VII.1.1 y VII.2) para rastrear mejor las cepas velogénicos que persisten y evolucionan bajo la presión de los programas de vacunación.
• Actualmente, los subgenotipos de GVII más relevantes se agrupan en:
1. VII.1: Que incluye a las cepas VIIb, VIId, VIIe, VIIj, VIIf, VIIi.
2. VII.1.1: (AISLADO EN PERU), este es el sub-genotipo dominante y más ampliamente disperso a nivel global. Incluye las cepas que antes se conocían principalmente como VIIb, además de VIId, VIIe, VIIj, VIII. Su distribución es mundial, siendo la principal causa de brotes graves en Europa, Asia, África y América.
3. VII.1.2: Que incluye a la VIIf
4. VII.2: Este clado representa una divergencia significativa y es prevalente, en particular, en el sudeste asiático (como Indonesia y Malasia), aunque también se ha detectado en África y Oriente Medio. Agrupa cepas previamente identificadas como, VIIh, VIIi y VIIk.
La distancia antigénica entre GII y las variantes de GVII explica por qué la protección heteróloga es limitada y por qué el virus evoluciona rápidamente bajo presión vacunal.
En estudios experimentales realizadas en aves vacunadas con GII y desafiadas con GVII han mostrado:
• Excreción viral prolongada
• Replicación elevada en tráquea y pulmón
• Transmisión del virus entre aves vacunadas
• En algunos casos, el virus de GVII que pasa por aves vacunadas acumula mutaciones en la proteína F, lo cual indica un proceso de selección dentro de un huésped parcialmente inmunizado.
En países como China, Indonesia, Nigeria, Egipto, Brasil y Colombia se ha observado:
• Alta circulación de GVII pese a vacunación intensiva con GII
• Brotes graves en granjas correctamente vacunadas
• Aparición de nuevos subgenotipos dentro del clado VII
• Incremento de la diversidad genética del GVII
• Mantenimiento del virus en forma endémica
Esto confirma que la vacunación heteróloga con GII permite la persistencia y evolución del virus.
La presión vacunal favorece mayor virulencia porque el virus enfrenta anticuerpos que no lo neutralizan completamente, por lo que sobreviven las variantes capaces de escapar facilitando que la replicación sea más rápida lográndose una alta transmisión.
Cuando la vacuna no coincide antigénicamente con el virus de campo, las variantes más agresivas persisten en las aves induciendo a graves mutaciones. Este patrón también ha sido observado en Influenza, Bronquitis Infecciosa, Marek, Gumboro, REO, Anemia, Laringotraqueitis etc. etc.
¿Cómo ayuda la genética reversa en el control del NEWCASTLE?
La genética reversa es una técnica moderna que permite construir vacunas más precisas. Su funcionamiento, explicado de manera simple, es el siguiente:
1. Se identifica qué variante de GVII está circulando (por ejemplo VIIi, VIIj o VIIk).
2. Se copia la información genética de las proteínas F y HN de esa variante.
3. Esa información se coloca dentro de un virus vacunal seguro y atenuado, como La Sota.
4. Se genera así una vacuna con las mismas proteínas externas que la cepa de campo, pero sin virulencia.
En otras palabras, la genética reversa permite crear vacunas “a la medida” del genotipo de NEWCASTLE que circula en el campo. Proporcionando una respuesta inmune mucho más específica y eficiente frenando la evolución del virus. Por eso son consideradas vacunas homólogas, y representan el enfoque más eficaz para controlar las múltiples variantes de NEWCASTLE.