Durante los meses de calor, desde finales de marzo hasta noviembre, la producción avícola en República Dominicana enfrenta un desafío ambiental considerable. Las altas temperaturas y la humedad relativa afectan directamente el rendimiento de los pollos, principalmente al incidir en su sistema inmunológico.
Este debilitamiento favorece la aparición de enfermedades oportunistas, como la hepatitis por cuerpos de inclusión, causada por un virus con varios serotipos, que lamentablemente no se puede curar con medicamentos, sino prevenir con vacunas.
En República Dominicana, y países similares de Latinoamérica, esta enfermedad se manifiesta durante el verano, especialmente entre los días 16 y 30 del ciclo productivo, y puede durar entre cinco y siete días. La mortalidad puede alcanzar entre el 15% y el 40% en un galpón, pero el mayor impacto está en los pollos que sobreviven: presentan crecimiento lento, desuniformidad y retraso para alcanzar el peso de mercado, lo que afecta directamente la rentabilidad de la parvada.
La hepatitis es una enfermedad infecciosa transmitida por adenovirus, la cual se comporta de manera oportunista, ya que hace su aparición cuando las aves están inmunocomprometidas. El virus en campo puede variar en cepas que no siempre coinciden en su totalidad con las vacunas aplicadas a las aves reproductoras, por lo cual la inmunidad transmitida al pollito pudiese estar comprometida y no proveer los niveles de protección necesarios ante una eventual exposición al antígeno.
Es fundamental monitorear el comportamiento de la enfermedad en toda la integración, así como la revisión continua del programa de inmunización con miras a gestionar la ocurrencia de la enfermedad de forma inteligente y oportuna.
En cuanto a la nutrición, es imprescindible garantizar dietas que apoyen un crecimiento acelerado, incluso en condiciones desfavorables. La colaboración con el nutricionista para formular dietas más concentradas en nutrientes y con aditivos específicos puede marcar la diferencia.
Por ejemplo, el uso de protectores hepáticos desde el nacimiento hasta los 21 días fortalece el hígado, órgano fundamental para la digestión y absorción de nutrientes, especialmente grasas, afectadas por la hepatitis.
Además, la incorporación de aditivos como betaína y vitaminas E y C en niveles supra requerimientos, junto con aminoácidos como la metionina, ayuda a mejorar la respuesta del pollo a las condiciones de calor y estrés. Un buen arranque, con pollos alcanzando pesos adecuados en la primera semana, reduce la duración e impacto de la enfermedad, acortando el pico de mortalidad y favoreciendo un mejor desempeño productivo.
Por último, la bioseguridad juega un papel clave. La coordinación entre patólogos, técnicos y personal de granja para implementar medicaciones transitorias y la posible aplicación de nebulizaciones con desinfectantes eficaces puede reducir la incidencia de enfermedades secundarias como colibacilosis o problemas respiratorios que suelen acompañar esta condición.
En resumen, la hepatitis por cuerpos de inclusión es un problema complejo y multifactorial que impacta significativamente la rentabilidad en los meses de verano. La estrategia para manejarla debe incluir una nutrición óptima, bioseguridad estricta y monitoreo constante para minimizar su efecto.
Documentar y medir el problema antes, durante y después del brote es vital para tomar decisiones acertadas y evitar reacciones tardías. No todos los proyectos ni galpones presentan los mismos desafíos, por lo que conocer bien la situación específica de cada uno es la base para implementar soluciones efectivas.