Con 852 millones de personas en el mundo que sufren de subnutrición crónica y
un aumento previsto de la población de 2 000 millones de personas para 2030,
sólo será posible alimentar a este creciente número de personas y reducir el
hambre si se logra incrementar considerablemente el rendimiento agrícola. El
aumento de la producción alimentaria dependerá en gran medida de las
inversiones en gestión del agua.
Más productividad por gota
La agricultura es el sector que consume más agua dulce, utiliza alrededor del 70 por
ciento del total extraído. Conforme los recursos hídricos disminuyen y se intensifica la
competencia de otros sectores por el agua, el sector agrícola enfrenta un complejo
desafío: producir más alimentos de mejor calidad usando menos agua y asegurar la
sostenibilidad del medio ambiente.
La disponibilidad de agua varía enormemente según las regiones, y en algunas zonas es
muy escasa. Sin embargo, incluso en zonas con un suministro hídrico limitado, la
irrigación puede incrementar mucho la productividad agrícola y es fundamental para
mejorar la seguridad alimentaria.
Casi toda el agua usada para cultivar se obtiene de la humedad del suelo aportada por
las lluvias. La irrigación proporciona solamente un 10 por ciento del agua destinada a la
agricultura, pero tiene una función vital. Cuando llueve poco o con irregularidad, la
irrigación garantiza la producción agrícola y permite a los agricultores diversificarse e
invertir en opciones agrícolas más productivas, lo cual no sólo significa una mayor
seguridad alimentaria y una mejor nutrición para la población rural, sino también la
creación de empleos, mayores ganancias y mejores oportunidades comerciales.
En efecto, la productividad de las tierras de regadío es aproximadamente tres veces
mayor que la de las tierras de secano. Aún cuando la agricultura de regadío cubre apenas
el 20 por ciento de las tierras cultivadas del mundo, contribuye con el 40 por ciento del
total de la producción de alimentos.
Los recursos hídricos subexplotados de algunas zonas de África ofrecen grandes
posibilidades para el riego, sobre todo mediante la utilización de tecnologías sencillas y
poco costosas. África usa menos del 6 por ciento de sus recursos hídricos renovables,
comparado con el 20 por ciento en Asia. Además, en África se riega sólo el 7 por ciento
de la tierra cultivable, comparado con el 38 por ciento de Asia.
Incrementar la eficacia
Los pequeños sistemas de recolección de aguas, riego y drenaje realizados en el ámbito
de las comunidades rurales con mano de obra local, ofrecen una opción eficaz y de bajo
costo para mejorar la gestión del agua. Estas soluciones no tienen por qué ser
complicadas y, en ocasiones, suponen cambios menores en la manera de hacer las cosas.
La captación de agua (recogerla en estructuras que van desde surcos hasta pequeñas
presas) permite al agricultor conservar el agua pluvial y dirigirla a los cultivos. Del mismo
modo, dirigir el agua sólo donde es necesaria, como sucede en el riego por goteo, a
menudo es más eficaz que anegar campos enteros o usar aspersores.
“Es necesario instaurar estrategias de gestión de los recursos hídricos cuidadosamente
estudiadas, junto con programas destinados a mejorar la eficacia y la productividad en la
utilización del agua,” señala Pasquale Steduto, Jefe del Servicio de Recursos, Fomento y
Aprovechamiento de Aguas de la FAO.
Los sistemas públicos de irrigación - que representan el grueso de los sistemas de riego
en el mundo- han contribuido a reducir la pobreza y a disparar la producción agrícola en
Asia, el Cercano Oriente y en algunas partes de América Latina, pero muchos de estos
sistemas están anticuados y afrontan actualmente el desafío de su modernización.
“Es necesario contar con mejores infraestructuras y servicios hídricos más flexibles y
fiables para hacer frente a la evolución de las condiciones del mercado y a las prioridades
sociales y ambientales", señala Steduto.
“El crecimiento económico sostenible en muchos países en desarrollo sólo es posible por
medio de un fuerte sector agrícola,” añade la Subdirectora General de la FAO, Louise
Fresco. “Para incrementar la producción alimentaria de manera sostenible, se vuelven
necesarias sustanciales inversiones públicas y privadas en infraestructura, tecnología y
perfeccionamiento de la capacidad técnica de los agricultores y de los responsables de la
gestión del agua. La mejor ordenación del agua es el motor de crecimiento del desarrollo
rural.”