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El Banco Mundial destaca cambio en parte de cuenca lechera uruguaya

Publicado: 30 de julio de 2020
Fuente: rurales.elpais.com.uy/
En tiempos del coronavirus, “cuando las penurias y la incertidumbre han afectado a muchos sectores económicos en todo el mundo, incluida la producción de carne y leche, la manera en que Uruguay gestionó una crisis anterior permite albergar esperanzas de una recuperación sostenible”. Así comienza un artículo del Banco Mundial (BM) donde destaca el cambio que se produjo en parte de la producción lechera.
 
El BM recuerda que “en marzo de 2013, tras muchos años de expansión de la industria láctea, los residentes de Montevideo descubrieron que el agua que salía de las canillas tenía mal olor y sabor. Aunque la floración algal solo sobrecargó temporalmente la capacidad de tratamiento de la empresa estatal de abastecimiento de agua y saneamiento (OSE), ese episodio puso de relieve el deterioro de la calidad del río Santa Lucía que abastece de agua potable a más de la mitad de los habitantes del país”.
“En un análisis se estableció que la contaminación difusa de la cuenca hidrográfica, impulsada en gran parte por la ganadería, constituía el 80% del problema”, señala.
 
El organismo recuerda que fueron necesarias inversiones para “mejorar la producción láctea” ya que los tambos ubicados en la cuenca del río Santa Lucía vertían los efluentes de la vaca sin tratamiento.
 
Pero, con esas inversiones y otras medidas, Uruguay logró “conciliar la agricultura con normas ambientales más estrictas”, destaca el BM y eso se da “en un momento en que los sistemas alimentarios, a nivel mundial, están sujetos a presiones para atender las crecientes expectativas de los ciudadanos en lo referente a la seguridad, la salud y el impacto ambiental de los alimentos y bebidas”, señala.
 
La diferencia es que ahora “el estiércol de sus vacas se canaliza hacia depósitos de decantación (o piletas). Luego, la mezcla de sustancias orgánicas líquidas y sólidas se rocía cuidadosamente sobre los pastizales utilizando un sistema de bombeo”, explica el organismo.
 
“En otras palabras, el abono rico en nutrientes, un subproducto de la industria láctea que causa problemas cuando da lugar a eutrofización o cianobacterias en el agua, ahora se recoge y recicla en forma de fertilizante natural, contribuyendo así al crecimiento de cultivos y pastizales sanos”, añade.
 
Así se instaló este sistema de gestión de efluentes “en alrededor de 500 de los 1.200 tambos lecheros situados en la cuenca del río Santa Lucía”, indica el artículo.
 
“Además, todos los productores de la cuenca deben proporcionar planes para la producción lechera sostenible que se mapean y monitorean en el marco de un sistema integrado de información, el Sistema Nacional de Información Agropecuaria (SNIA), como parte de una iniciativa nacional más amplia orientada a establecer una gestión más adecuada de los recursos naturales y mejorar la toma de decisiones utilizando tecnología digital”, agrega.
 
“El Proyecto de Gestión Sostenible de los Recursos Naturales y el Cambio Climático, respaldado por un préstamo del Banco Mundial aprobado en 2011 (ver aparte), financió parcialmente el sistema y las inversiones del SNIA. El Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, que gestiona las inversiones en curso, considera que un sector productivo respetuoso del medio ambiente es fundamental para el desarrollo sostenible del país y requiere apoyo específico en forma de nuevas tecnologías y prácticas, así como ayuda financiera para los pequeños y medianos productores agropecuarios”, explica el BM.
 
Remarca que “se estableció que los predios lecheros con más de 500 vacas debían invertir su propio dinero para instalar el sistema de depósitos de decantación, pero se proporcionó asistencia financiera y técnica a los pequeños y medianos productores que conforman la mayor parte del paisaje lechero de la cuenca, con énfasis en aquellos establecimientos que planteaban un mayor riesgo para la calidad del agua debido a su tamaño o ubicación”.
 
El otro aspecto destacado por el BM es que “con el tiempo, el sistema incrementará los medios de subsistencia de los productores lecheros al reducir sus gastos en fertilizantes químicos en una época en que el alto costo de los insumos y la fluctuación de los precios de la leche producen márgenes inciertos”.
 
Según el artículo el hecho de “reducir la carga de fósforo y nitratos que entran en la cuenca, las inversiones en sistemas de gestión mejorada de los efluentes permiten que OSE disminuya los tratamientos costosos en la toma de agua del río Santa Lucía situada en la localidad de Aguas Corrientes”.
 
El informe consultó a Juan Peregalli, que dirige un equipo de control y desempeño ambiental de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama). El funcionario destacó que el plan multisectorial de control de la contaminación implementado después del incidente de 2013 está comenzando a mostrar resultados: aunque la producción de leche en la cuenca del río Santa Lucía ha aumentado, la calidad del agua ha dejado de deteriorarse.
 
“Se ha estabilizado. No obstante, los tambos son solo una de las múltiples fuentes de contaminación. Las industrias y los hogares también contribuyen”, expresó.
 
El organismo adelanta que lo siguiente “será ampliar el control de la contaminación fuera de la cuenca hidrográfica de Santa Lucía a fin de cubrir los residuos de efluentes en el resto del país” y en palabras de Peregalli: “a inversión en sostenibilidad no es únicamente un costo, también es importante para la competitividad de nuestro país”.
 
 
 
Más sostenible no asegura precio, pero sí mercados.
 
 
 
El artículo del Banco Mundial resalta que “las empresas que compran gran cantidad de leche, como Nestlé y Unilever, inspeccionan periódicamente los tambos para examinar la manera en que se produce” el alimento y también “para evaluar la calidad” del mismo “teniendo en cuenta múltiples parámetros”.
 
No obstante, “la leche de mayor calidad, producida de un modo más inocuo para el medio ambiente, no asegura, necesariamente, precios más altos”, recuerda el organismo multilateral.
Aunque, la producción sostenible sí “impulsa el acceso del país a los mercados. Ese acceso vale mucho más que cualquier precio”, señaló Gabriel Oleginni, gerente del Área de Producción Lechera y Relaciones Cooperativas de Conaprole en el citado artículo.
 
El Banco Mundial destaca a Conaprole que congrega a más de 1.800 productores de leche, es una de las principales empresas exportadoras de Uruguay, con colocaciones a 50 países, por un valor aproximado de US$ 600 millones al año.
 
“En conjunto, cerca del 78% de las exportaciones uruguayas se originan en sus cadenas de valor agrícolas, incluidas las exportaciones de cortes “premium” de carne vacuna a mercados rigurosos, gracias a su sistema de trazabilidad individual que cubre todo el ganado del país”, destaca el artículo.
 
“Las prácticas lecheras más sostenibles también son un paso crucial en el camino para restaurar la confianza entre los productores de alimentos y bebidas de las zonas rurales y los exigentes consumidores urbanos”, señala el artículo del Banco Mundial.
 
 
Testimonios de Productores. 
 
El pasado y el presente del tambo.
El artículo del BM consultó a productores. Uno de ellos, Richard Irureta, cuyas 80 vacas pastan en un campo de 60 hectáreas en el departamento de Canelones, “en el pasado simplemente manguereaba los desechos que se suelen acumular sobre la superficie pavimentada cuando se ordeñan vacas, y dejaba que los efluentes se escurrieran tierra abajo hacia un pequeño arroyo que bordea su tambo” y reconoce: . “me gustaría que no fuese cierto, pero es la verdad”. Hoy la situación cambió y los efluentes de sus vacas van a piletas de decantación para ser tratados.
 
Asistencia clave para la inversión.
La asistencia financiera permitió que Cono y Carmen Puig, una pareja que actualmente se dedica a ordeñar 80 vacas en el departamento de Florida, pudieran hacer frente a una inversión que oscila entre los US$ 30 000 y US$ 45 000 para tener el tratamiento de efluentes necesario. “Los Puig mencionaron que durante 21 años, desde su casamiento, no se habían tomado ni un solo día libre, tanto debido a la naturaleza exigente del trabajo de ordeñe como a la falta de dinero”, destacó el BM. su vecino, Daniel Valdez que gestiona un pequeño tambo reconoce: “el trabajo es duro”.
 
Problema se convirtió en solución.
El tambero Richard Irureta de Canelones, explicó en el artículo del Banco Mundial que utiliza el sistema de reservorio de efluentes para luego convertirlo en abono desde hace cuatro años. Considera que la calidad del abono y la oportunidad de su aplicación también son superiores a los usos de productos químicos en una sola vez. Irureta dijo al BM que aplica residuos de efluentes en sus campos, una hectárea por vez, cada 15 días y señaló: “el suelo se mantiene fuerte todo el año. La materia orgánica seca es especialmente útil para mejorar el suelo antes de plantar sorgo”.
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rurales.elpais.com.uy/
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Gabriel Oleggini
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