Comer puede ser peligroso, pero no comer es mortal (D. Park 2002). Con esta frase  se puede comenzar cualquier tema relacionado con la inocuidad de los alimentos.  Y al hablar de inocuidad de los alimentos se deben considerar no solo la contaminación  microbiológica y la contaminación química de origen humano,  sino también la contaminación por sustancias tóxicas naturales.  Dentro de éstas se incluye a las micotoxinas, sustancias que empiezan a  ser consideradas de gran importancia en la nutrición humana y animal.
 
 Las micotoxinas son compuestos químicos de bajo peso molecular, producidos  por hongos, que tienen efectos patológicos tanto en humanos como en animales.  Las micotoxinas llegan a afectar sistemas específicos del organismo pero  generalmente dañan el hígado o los riñones por lo que alteran  los procesos metabólicos del animal produciendo condiciones adversas que  llevan a efectos como hígado pálido, agrandado y friable, inflamación  de riñones, lesiones orales, disminución de la respuesta inmunológica,  mala absorción de nutrientes, reducción del crecimiento, alteración  de la fertilidad, etcétera. El grado del daño depende de las micotoxinas  involucradas, del nivel de contaminación del alimento y del tiempo en que  se ha consumido el alimento.
Aunque el número total de micotoxinas se desconoce y se estime que existan    miles de metabolitos fúngicos potencialmente tóxicos, solo algunas    de ellas han sido estudiadas y asociadas a una intoxicación. Entre las    micotoxinas de mayor preocupación para la industria pecuaria se pueden    mencionar: Aflatoxinas, Tricotecenos (Vomitoxina, Nivalenol, Neosolaniol, Toxina    T2, Diacetoxyscirpenol), Zearalenona, Fumonisinas, Ocratoxina A, Citrinina,    Esterigmatocistina, Ácido Ciclopiazónico, Patulina, alcaloides    del ergot, y Moniliformina. Estas micotoxinas se encuentran en la mayor parte    de los insumos de la industria pecuaria, entre los que se pueden mencionar el    maíz, el sorgo, la soya, los ensilados, la pasta de algodón e    incluso la leche.
Por consiguiente, es necesario prevenir la aparición de micotoxinas    en la cadena alimenticia. Para esto se debe ver el problema desde un punto de    vista integral que incluya desde la producción de los granos hasta el    consumidor final. Es claro que para la industria pecuaria es muy difícil    poder influir en la etapa de producción de granos, pero si se puede exigir    mejor calidad en los mismos de tal forma que se puedan evitar los problemas    consecuentes. Esto es de suma importancia ya que se debe considerar que una    vez formadas las micotoxinas es muy difícil evitar sus efectos negativos    sobre la productividad. Además existen grandes problemas para obtener    una muestra representativa de grandes lotes y por si esto no fuera poco, un    análisis de micotoxinas confiable es de alto costo. Así pues,    el objetivo de este trabajo es presentar algunos aspectos relevantes sobre las    micotoxinas, la determinación de ellas y las posibilidades de controlar    sus efectos en la industria pecuaria.
Formación de Micotoxinas.
 Los hongos productores de micotoxinas por lo general pertenecen a los géneros  Fusarium, Aspergillus y Penicillium. La formación de micotoxinas depende  de la cepa específica del hongo que prolifere en el sustrato y de factores  ambientales como la humedad, la temperatura y el oxígeno. Por lo tanto,  la contaminación con micotoxinas puede variar según las condiciones  geográficas, climáticas, métodos de producción, tipos  de almacenamiento y también según el tipo de insumo. Un aspecto  importante a recalcar es que no todos los hongos producen micotoxinas, por lo  que no todos los granos contaminados con hongos tienen micotoxinas.
 
 En el caso de algunos insumos la contaminación con micotoxinas se da principalmente  en el campo, como es el caso de las toxinas producidas por el hongo Fusarium.  Entre estas toxinas se tienen a los Tricotecenos ( DON o Vomitoxina, Toxina T2,  DAS), la Zearalenona y la Fumonisina. Sin embargo, dependiendo de las condiciones  ambientales el hongo Aspergillus también puede desarrollarse. Con frecuencia  la presencia de micotoxinas está asociada a una infección fúngica  patógena que ocasiona daños al cultivo mismo por lo que la utilización  de fungicidas es una práctica común. Sin embargo, el uso de estos  productos químicos debería hacerse con cuidado, ya que un uso inadecuado  de ellos puede llevar incluso a un incremento en la contaminación debido  al stress ocasionado al hongo.
La contaminación de los granos después de la cosecha se da principalmente    por los hongos Aspergillus sp y Penicillium sp que producen, el primero las    muy conocidas Aflatoxinas, pero también pueden producir Esterigmatocistina,    Ácido Ciclopiazónico, Ocratoxina A o Patulina, dependiendo de    la especie que se desarrolle. En esta etapa la formación de micotoxinas    se puede evitar mediante el control de la humedad desde la recepción    en el almacén. El objetivo de controlar la humedad es mantener los insumos    libres de crecimiento fúngico y así evitar la formación    de micotoxinas, no hay que olvidar que una vez iniciado el crecimiento fúngico    el agua producida por el metabolismo del hongo puede dificultar el secado. Es    importante mencionar que el contenido de humedad considerado seguro depende    del grano almacenado, por ejemplo a 20 oC para el maíz se considera alrededor    del 14%, para el trigo 15% y para cacahuate 7%.
La contaminación con micotoxinas, como puede deducirse, es un proceso    aditivo, que comienza desde el campo de cultivo y se incrementa en los pasos    subsecuentes de cosecha, almacenamiento y uso final. Un ejemplo, muy claro de    esto se muestra en un estudio realizado por Jones et al (1982) donde se analizó    Aflatoxina en un maíz desde la recepción en bodega hasta el alimento    final en la granja. Los análisis mostraron un aumento desde 1.2 ppb a    la recepción del grano a 8.8 ppb en la granja, es decir un incremento    de 8 veces en todo el sistema de producción.
En el caso de las explotaciones pecuarias es muy importante no descuidar ningún    paso en la producción del alimento. Se deben tener procesos adecuados    de almacenamiento: que incluyan bodegas en buen estado, la sanidad del almacén,    evitar la entrada de humedad, hacer un buen manejo de la temperatura y aireación    y evitar los insectos, roedores y aves.
Para tener una idea de los niveles de contaminación encontrados en la    industria pecuaria mexicana los cuadros 1 y 2 muestran los resultados de los    análisis realizados en el Laboratorio de Nutek durante el cuarto trimestre    del año 2002. El cuadro 1 muestra los datos para muestras de maíz    y el cuadro 2 para muestras de sorgo. En estos cuadros se presentan el número    de muestras recibidas por el laboratorio, el porcentaje de esas muestras que    fueron positivas a la contaminación con micotoxinas y el nivel de contaminación    máximo reportado. Se observa que en el caso del maíz la presencia    de Fumonisina es la de mayor preocupación por su alta incidencia. En    el caso del sorgo la Zearalenona fue la que se presentó con mayor frecuencia.    En ambos granos no se detectó la presencia de Ocratoxina A y la incidencia    de la Toxina T2 fue baja. Estos resultados muestran claramente que en nuestros    días se está teniendo la presencia de micotoxinas en una parte    importante de las granjas mexicanas, con los consecuentes problemas asociados    a ellas.
Cuadro 1.
 Nivel de contaminación con micotoxinas en muestras de maíz  durante los meses de octubre, noviembre y diciembre del 2002.
 
 Cuadro 2. 
 Nivel de contaminación con micotoxinas en muestras de sorgo durante los  meses de octubre, noviembre y diciembre del 2002.
 
 Análisis de Micotoxinas.
 Como se intuye, el análisis de micotoxinas hace su aparición en  el proceso productivo cuando empieza el almacenamiento de los granos. Y aquí,  es donde realmente comienza la responsabilidad de la industria pecuaria. Se debe  comprar grano de buena calidad y evitar así que el insumo contaminado llegue  a los animales. Además se debe tener un programa adecuado de manejo de  materiales para disminuir la posibilidad de que el grano y el alimento lleguen  a contaminarse. Dentro de este programa es importante contar con métodos  de análisis químico que sean confiables. Por consiguiente, el análisis  de las micotoxinas adquiere una gran importancia, pues cualquier acción  a tomar, ya sea una reclamación al vendedor de granos o una modificación  en la dieta o manejo, está fundamentada en el valor reportado por el laboratorio.
 
 La determinación de micotoxinas no es algo simple, dado que ellas se encuentran  distribuidas de manera heterogénea en el insumo. Sin embargo, de manera  simple, el análisis puede dividirse en tres etapas cruciales a saber: (1)  la toma de la muestra en el lote, (2) molienda de la muestra y toma de la submuestra  y (3) extracción y cuantificación de la micotoxina.
 
 El primer factor que llega a tener una influencia directa en el resultado es el  muestreo. El problema del muestreo, en el caso de micotoxinas, es un problema  bastante fuerte y representa la mayor fuente de error en los resultados (Whitaker  et al 1974). En este aspecto hay consenso respecto a que un mal procedimiento  de muestreo lleva a resultados que difieren de un laboratorio a otro. Por lo tanto,  se recomienda seguir un procedimiento de muestreo establecido y que el tamaño  de muestra para el análisis en granos no sea inferior a 5 kg (NOM-188-SSA1-2000).  El envío de la muestra al laboratorio debe hacerse en bolsa de papel Kraft  para el caso de granos y alimentos.
Una vez que la muestra llega al laboratorio ésta pasa por un proceso    de preparación que consiste en molienda y cuarteo para obtener una submuestra    pequeña pero representativa que es analizada. Para esto se lleva a cabo    un proceso de extracción mediante el uso de solventes orgánicos    o mezclas de ellos con agua. La eficiencia de la extracción de las micotoxinas    va a depender del tipo de solvente utilizado. Posterior a esto, en algunos métodos    se lleva realiza un proceso de limpieza o purificación para eliminar    las impurezas que pueden interferir con la cuantificación.
Para la cuantificación existen diferentes métodos de análisis    que pueden ser utilizados pero la selección siempre se debe basar en    que el método a utilizar sea confiable, aplicable y práctico (Horwitz    1982). La confiabilidad se refiere a su exactitud en la determinación    y a su variabilidad o precisión y es el parámetro más importante    a considerar desde el punto de vista analítico. Además es necesario    que el método se aplique a una variedad amplia de muestras y que sea    práctico con respecto al costo, tiempo de análisis y capacitación    para su realización. El método de cromatografía de líquidos    (HPLC) es un método exacto y preciso que ha sido aceptado como método    oficial (AOAC International 994.08) y como método de referencia para    algunas micotoxinas. Otros métodos de referencia son la Cromatografía    de Gases (GC), que se utiliza para el análisis de Tricotecenos y la Cromatografía    de Capa Fina (TLC). Sin embargo estos métodos no son, ampliamente utilizados,    pues requieren de instrumentación de elevado costo y de una alta capacitación    del usuario. Por consiguiente en los últimos años se han desarrollado    métodos inmunoquímicos para facilitar el análisis. La ventaja    de estos métodos es que son rápidos, simples y de bajos requerimientos    instrumentales. Por consiguiente, en el caso de un gran número de análisis    a realizar, los métodos inmunoquímicos representan una buena alternativa.    Sin embargo, su mayor desventaja es que se presentan interferencias que ocasionan    falsos positivos que conllevan a una interpretación problemática.    Por lo tanto, los valores positivos obtenidos con estos métodos conviene    que sean confirmados mediante un método de referencia.
 
 Los métodos inmunoquímicos comerciales se pueden dividir básicamente    en métodos que utilizan columna de inmunoafinidad y métodos ELISA.    Aunque el método de columna de inmunoafinidad fue originalmente desarrollado    para la cuantificación mediante Fluorometría, en la actualidad    las columnas han sido utilizadas para la purificación y concentración    de las micotoxinas para su detección posterior mediante HPLC, GC y TLC.    Los métodos ELISA son generalmente utilizados como monitoreo rápido.    Otro aspecto importante es que el método analítico utilizado por    el laboratorio haya sido desarrollado y validado para el tipo de insumo analizado.
Es importante que el método seleccionado por un laboratorio sea validado    en sus instalaciones y para esto se pueden comparar los resultados contra los    de un método de referencia. Así la confiabilidad del método    analítico se asegura. La validación del método debe incluir    entre otros parámetros la exactitud y la precisión. La exactitud    de un método se define como el nivel de concordancia entre el valor verdadero    o aceptado y el valor observado o medido por el método en cuestión.    Con frecuencia la exactitud se reporta como recobre o como "BIAS".    El recobre no es otra cosa que el valor en porcentaje de la división    del valor medido entre el valor verdadero. "BIAS" es la diferencia    entre el valor medido y el valor verdadero. La exactitud nos indica que tan    lejos está el valor medido del valor verdadero y está relacionada    con el error sistemático de la medición. Por otra parte la precisión    de un método puede ser definida como el grado de concordancia entre una    serie de mediciones repetidas de una muestra homogénea y normalmente    se expresa con la desviación estándar relativa o coeficiente de    variación. La precisión está relacionada con el error aleatorio    de la medición
 
 
 Identificación de la micotoxicosis.
 La micotoxicosis puede definirse como una enfermedad producida por la ingestión    de alimento contaminado con micotoxinas. Por consiguiente, es de hecho una intoxicación,    que puede ser aguda o crónica, dependiendo del nivel de contaminación    de los alimentos.
En caso de micotoxicosis, el diagnóstico resulta complicado ya que por    lo regular no se presenta una micotoxina sola y la intoxicación es, con    algunas excepciones, casi siempre del tipo crónica por lo que no se presenta    un cuadro clínico definido. Sin embargo hay ciertas características    que son típicas de esta intoxicación, como es que siempre está    relacionada con el alimento o asociada con algún ingrediente del mismo.    La enfermedad resultante de la intoxicación no es contagiosa y además    puesto que las micotoxinas se encuentran de manera heterogénea en el    alimento, muchas veces se observan brotes aislados en animales consumiendo la    misma partida de alimento. Algunas veces puede observarse contaminación    micótica del alimento. Otra característica es que los animales    mejoran con el retiro del alimento contaminado, sin embargo la recuperación    es lenta. Otro punto importante es considerar que muchas veces cuando se detecta    el problema, por la observación de una caída considerable en la    producción, el alimento que lo causó probablemente ya se terminó.
Aunque el diagnóstico definitivo se basa en el hallazgo de las micotoxinas    en el alimento, contenido intestinal o sus residuos o metabolitos en tejidos,    sangre y orina, es importante recordar que el análisis de micotoxinas    está sujeto a muchas fuentes de variación que complican la situación.    Cabe mencionar que con frecuencia el cuadro clínico se complica con otras    enfermedades oportunistas, ya que las micotoxinas al ser inmunosupresoras hacen    más susceptible al animal a las infecciones. Por lo que normalmente el    diagnóstico es más presuntivo, basado en las características    de la intoxicación, en la experiencia y en descartar otro tipo de enfermedad.
 
 
 Efectos de algunas micotoxinas de importancia en la industria pecuaria.
 Las Aflatoxinas son un grupo de metabolitos tóxicos producidas por Aspergillus    flavus y por Aspergillus parasiticus, y aunque existen varios compuestos relacionados    con las Aflatoxinas, sólo cuatro de ellos, Aflatoxinas, B1, B2, G1 y    G2 se encuentran de manera natural en los granos y alimentos. De estos compuestos    la Aflatoxina B1, es la de mayor preocupación ya que es la más    tóxica y está asociada con el cáncer de hígado.    Afecta a todas las especies animales y la patología se presenta con hígado    graso, pálido, descolorido, inflamado y friable. La afectación    del hígado ocasiona una disminución en la síntesis de las    enzimas digestivas (Osborne y Hamilton 1981) por lo que se produce un síndrome    de mala absorción, que ocasiona una disminución en la ganancia    de peso y en la producción de huevo. Las Aflatoxinas también afectan    los procesos de coagulación de la sangre, los mecanismos de transporte    de lípidos y además causa inmunosupresión lo que favorece    la susceptibilidad del animal a enfermedades oportunistas.
La intoxicación con Aflatoxinas y otras micotoxinas ha sido estudiada    intensamente a nivel laboratorio donde las dosis son elevadas para poder observar    los efectos que en campo se llegan a presentar con niveles bajos de contaminación.    La razón de esto se debe a que en las instalaciones pecuarias la intoxicación    puede complicarse con otros factores estresantes. La influencia de ciertas condiciones    de estrés no identificadas fue mostrada en un experimento de laboratorio,    donde se observó que pollos que consumieron alimento contaminado con    900 ppb de Aflatoxinas no mostraron efectos sobre el peso corporal, mientras    que los que consumieron alimento con 75 ppb presentaron una afectación    en el peso similar a la producida por el consumo de alimento con 2700 ppb, todo    esto bajo las mismas condiciones de experimentación (Doerr et al 1983).    De manera similar en un estudio con aves de postura (Lara et al 2003) se mostró    que en el mismo experimento se pueden tener respuestas muy diferentes entre    grupos de animales consumiendo alimento con el mismo nivel de contaminación    de Aflatoxinas y Zearalenona.
En el caso del ganado lechero se ha mencionado que 100 ppb de Aflatoxinas pueden    reducir la producción de leche (Paterson y Anderson 1982), sin embargo    en este caso el problema está enfocado mas sobre los residuos de la Aflatoxina    M1 en leche. Se sabe que las vacas transforman del 0.3% al 4.8% de la Aflatoxina    B1 contenida en el alimento en Aflatoxina M1, con un promedio de biotransformación    de 1.7% (Van Egmond 1989). Considerando que la FDA fija un valor de 0.5 ppb    de Aflatoxina M1 en la leche, se tiene que el valor máximo de Aflatoxina    B1 en el alimento es del orden de 20 ppb. En el caso de la Comunidad Europea    el valor límite de Aflatoxina M1 en leche es de 0.05 ppb. Los residuos    de Aflatoxina aparecen en la leche en unas 12 horas después del inicio    del consumo de alimento contaminado y desaparecen en unos 2 ó 3 días,    después que el alimento contaminado se ha retirado (Kiermeier 1979, Frobish    et al 1986).
Los Tricotecenos son un grupo muy amplio de micotoxinas, producidas por el    género Fusarium, que producen vómito, diarreas, irritación,    hemorragias y necrosis en el tracto digestivo (Wyllie y Morehouse 1977). La    Toxina T2 y el Diacetoxiscirpenol (DAS) son los compuestos más tóxicos    de este grupo y han sido relacionadas con lesiones orales y lenguas negras en    aves. La presencia de la Toxina T2 ha estado asociada a una disminución    en el consumo de alimento, disminución en la ganancia de peso y a hemorragias    intestinales. La toxina T2, es tóxica al tejido intestinal, al tejido    linfoide, al hígado y a los riñones. En resumen la T2, es muy    irritante para el tracto gastrointestinal lo que puede llevar a hemorragias    y necrosis, con presencia de diarrea.
El Deoxinivalenol (DON) o Vomitoxina también pertenece a este grupo    de Tricotecenos y su nombre se deriva del hecho que produce vómito y    rechazo de alimento en algunas especies. Estudios recientes con DON, han sugerido    que su consumo causa una elevación de la IgA que puede ocasionar una    nefropatía (Riley 2002). Por otro lado, el Nivalenol, es 10 veces más    tóxico que el DON, pero no ha sido estudiado ampliamente.
La Ocratoxina A es nefrotóxica y es producida principalmente por Aspergillus    ochraceus o Penicillum viridicatum. El síndrome más frecuente    es aumento del tamaño del riñón, teniendo éste un    color pálido, apareciendo quistes y necrosis epitelial. Durante la intoxicación    aguda, los animales están deprimidos, con anorexia, ascitis, edemas subcutáneos    y mesentéricos. En la intoxicación crónica disminuye el    apetito y el crecimiento de los animales, aumenta el consumo de agua y aparece    poliuria. Otros efectos producidos por la Ocratoxina A son la alteración    de los procesos de coagulación sanguínea con aparición    de coagulopatías y la disminución de los carotenoides séricos    por lo que disminuye la pigmentación en aves (Huff y Hamilton 1975).    
 
 La Zearalenona es una micotoxina producida principalmente por el hongo Fusarium    graminearum en granos y alimentos. Es una lactona del ácido resorcílico    que presenta actividad estrogénica (Diekman y Green 1992, Krska 1999).    Al parecer la Zearalenona sufre un doblez en su estructura que permite que el    grupo hidroxilo se oriente adecuadamente para facilitar el enlace con los receptores    de los estrógenos. Existe una familia de compuestos relacionados con    la Zearalenona, que son derivados de su estructura original. Aunque estos compuestos    presentan baja toxicidad, es decir su ingestión no causa daños    severos, sus efectos estrogénicos y anabólicos causan problemas    de reproducción muy fuertes en todas las especies animales. La patología    se presenta con inflamación y tumefacción de la vulva (vulvovaginitis),    engrosamiento de las mamas, aumento de la matriz, preñez ficticia, abortos,    disminución de la viabilidad del feto y disminución de la camada,    trastorno general de la fertilidad, y en el caso de los machos se presenta atrofia    testicular y afeminamiento.
Las Fumonisinas, son micotoxinas producidas por el hongo Fusarium verticillioides    (moniliforme). Algunas evidencias han sugerido que puede causar edema pulmonar    en cerdos, otros signos clínicos encontrados son elevado nivel de colesterol    en el suero, bajos niveles de lípidos en el hígado, lesiones pancreáticas    y degeneración de la membrana intracelular. Estudios realizados en aves    han reportado que los pesos del hígado, proventrículo y molleja    aumentan, mientras que los del corazón y del bazo disminuyen. La fumonisina    B1 es hepatotóxica y nefrotóxica en algunos animales entre los    cuales se incluyen ratas, caballos, monos, conejos, ovejas y cerdos. Esta toxina    es identificada como la causante de leucoencefalomalacia equina (una enfermedad    del cerebro que es fatal). Además se le relaciona con la alta incidencia    de cáncer en el esófago en humanos.
La Patulina es una sustancia con propiedades antibióticas pero es considerada    como una toxina inmunosupresora (CAST 2003). Es producida por algunas cepas    de Penicillium y Aspergillus. Aunque no ha sido estudiada ampliamente, se menciona    que es neurotóxica, ya que puede producir síndrome nervioso e    incluso ocasionar parálisis del sistema digestivo. 
 
 
 Control de la micotoxicosis.
 Como se mencionó anteriormente, la mejor manera de evitar estos problemas    es la prevención, sin embargo muchas veces las medidas de prevención    son insuficientes y a esto se debe que la FAO (Bhat y Vasanthi 1999) estime    que gran parte de los granos del mundo se encuentran contaminados con micotoxinas.    Por consiguiente, se han buscado diversas formas para tratar el grano contaminado,    teniendo en cuenta que el procedimiento ideal de descontaminación debe    ser fácil de usar, de bajo costo y no debe producir compuestos que también    sean tóxicos. Además, el proceso debe ser irreversible y no debe    alterar la palatabilidad ni el valor nutricional del grano o alimento tratado.
Los métodos de descontaminación se pueden dividir básicamente    en métodos físicos, químicos, fisicoquímicos y biológicos.    Esta división es de manera convencional, pues algunos métodos    utilizan combinaciones de los diferentes principios de acción.
Entre los métodos físicos se incluyen la separación mecánica,    la flotación, separación por color o la remoción de los    finos o granos quebrados, lavado con soluciones, irradiación. Probablemente,    una de las formas más fáciles de realizar en una industria pecuaria    sea la separación de finos y granos quebrados con lo cual se reduce de    una manera importante la contaminación con micotoxinas, sin embargo con    frecuencia no se hace. La eliminación de finos no se hace debido a un    concepto equivocado de utilizar al máximo los granos pero se ahorraría    mas eliminándolos pues se evitarían muchos problemas productivos
Una amplia variedad de sustancias químicas se han estudiado para la    eliminación de algunas micotoxinas, entre estas sustancias se puede mencionar    el uso de amoniaco, formol, hidróxido de calcio, bisulfito de sodio,    ozono, cloro, monometilamina, etc. (Miller y Trenholm 1994). Sin embargo, el    método de amoniación es el que ha recibido mayor atención    para la eliminación de Aflatoxinas y se ha usado en Estados Unidos y    Europa.
Los métodos biológicos operan a través de procesos bioquímicos.    Entre ellos se puede mencionar el uso de microorganismos, enzimas, modificación    genética de granos, modificación genética de hongos, para    inocular cepas no toxigénicas.
En el caso de las explotaciones pecuarias se han buscado diferentes alternativas    para enfrentar problemas de micotoxicosis. Estas alternativas van desde el retiro    del alimento hasta modificaciones en la dieta, tales como un aumento de proteína    o de aminoácidos específicos, aumento de grasas insaturadas, incremento    de vitaminas (Hoehler y Marquardt 1996) y el uso de algunos antibióticos    (Smith et al 1971) o antioxidantes. Sin embargo la aplicación de estos    procesos en la industria pecuaria resulta poco práctica, por lo que el    uso de métodos fisicoquímicos y específicamente el uso    de adsorbentes adicionados a la dieta se ha convertido en la alternativa más    viable. Esto ha traído como consecuencia que el uso de adsorbentes de    micotoxinas sea cada día mayor, pero también lo sea el número    de productos que aparecen en el mercado. Por consiguiente el productor pecuario    se encuentra ante una amplia gama de productos que ofrecen desde soluciones    reales hasta soluciones mágicas.
Un adsorbente de micotoxinas es un material inerte, capaz de fijar a su superficie    la micotoxina y salir del organismo junto con las heces. El adsorbente evita    que la micotoxina sea absorbida por el animal y evita así el efecto tóxico    de ella. En el mercado existen varias clases de adsorbentes y dentro de las    mismas existen diferentes calidades. La selección adecuada del adsorbente    es un factor crítico para tener buenos resultados. Se deben tomar en    cuenta entre otros factores su espectro de acción, su capacidad de adsorción,    su calidad y su respaldo tecnológico. Es importante mencionar que las    capacidades de adsorción evaluadas “in vitro” van desde casi    0 % hasta valores cercanos al 100%, y que existen pocos adsorbentes que tienen    afinidad por micotoxinas específicas, como la Zearalenona. Además,    el proceso de destoxificación que funciona “in vitro” no    necesariamente mantiene su eficacia en la evaluación con animales.
De una manera general, los adsorbentes pueden ser divididos en dos grandes    grupos: los aluminosilicatos y los adsorbentes con principio orgánico.    En este segundo grupo se tiene a los polímeros, los productos adsorbentes    con enzimas, los productos derivados de las levaduras y los organoaluminosilicatos    completamente sustituidos y los organoaluminosilicatos parcial y selectivamente    sustituidos.
Los aluminosilicatos comprenden una familia muy grande de minerales con diferentes    propiedades de superficie, pero generalmente del tipo hidrofílica (Lara    et al 1998). Este tipo de adsorbentes tiene una alta afinidad por Aflatoxinas    pero muy baja para toxinas de menor polaridad como la Zearalenona, e incluso    la Ocratoxina A (Rivera et al 1999).
La falta de buenos resultados de los aluminosilicatos para enfrentar otras    micotoxinas diferentes de las Aflatoxinas, trajo como consecuencia la aparición    en el mercado de los productos con principio orgánico. Dado que las micotoxinas    menos polares no son adsorbidas por la superficie hidrofílica se investigó    la posibilidad de utilizar adsorbentes con fracciones orgánicas que permitan    modificar la polaridad de la superficie (Lara et al 1999, 2000) o aplicar principios    específicos de acción a través de enzimas o microorganismos    (Garthwaite 1997), o basados en levaduras (Stanley et al 1993) o pared celular    de ellas.
Dado que el uso de organoaluminosilicatos es nuevo, conviene mencionar que    estos productos son aluminosilicatos cuya superficie se encuentra cubierta con    un compuesto orgánico que le confiere propiedades organofílicas    y además puede proporcionarle grupos funcionales específicos.    La molécula orgánica proporciona ahora los sitios activos que    van a interaccionar con las micotoxinas, es decir ahora el aluminosilicato solo    funciona como un soporte que lleva consigo el compuesto orgánico. También    es muy importante decir que estos materiales presentan muy diversas propiedades    que van a depender de los compuestos orgánicos empleados, del proceso    de fabricación y de las características del aluminosilicato utilizado    como soporte. Por consiguiente, dentro de este grupo de adsorbentes puede presentarse    una variedad muy grande de materiales, por lo que al igual que los aluminosilicatos    tienen que ser evaluados en vivo para poder garantizar su eficiencia.
 
 
 Conclusión.
 La contaminación con micotoxinas es un problema de graves repercusiones    económicas y de salud. A pesar de los numerosos estudios realizados,    todavía hay mas interrogantes que respuestas. La presencia de micotoxinas    en los alimentos para animales representa un desafío para la industria,    ya que por lo regular la intoxicación se da por varias micotoxinas al    mismo tiempo y los efectos se complican por la presencia de otros factores.    Dado que es muy difícil obtener insumos libres de toda contaminación    se han propuesto diversas formas para el manejo de este problema. Así    se han establecido valores límites de contaminación y propuesto    diferentes alternativas de control. En este último aspecto, la alternativa    actual más práctica para controlar la micotoxicosis en la industria    pecuaria es la del uso de adsorbentes de micotoxinas, sin embargo, este tema    es muy polémico pues existen muchas opciones en cuanto a productos. Finalmente    se puede decir que al cuidar el alimento que consumen los animales en producción    se contribuye a la inocuidad alimentaria, que repercute en una mejor nutrición    humana y en un menor número de enfermedades. 
 
 
 
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Agradecemos sinceramente la desinteresada colaboración de los autores y la gentil disposición de la Asociación Mexicana de Nutrición Animal (AMENA) y del Colegio Latinoamericano de Nutrición Animal (CLANA). Gracias a todos ellos, Engormix.com acerca el resultado de años de investigación internacional al servicio del productor animal.