Un reciente artículo publicado en ALFA. Revista de Investigación en Ciencias Agronómicas y Veterinarias revela un panorama preocupante para la avicultura: la presencia generalizada de micotoxinas en los concentrados comerciales destinados a pollos de engorde. El estudio, elaborado por Carlos Emilio Ballén Guerrero, Jonathan Daniel Oña Loor y César Aníbal Robalino Briones, analiza investigaciones publicadas entre 2019 y 2024 y confirma que estas toxinas continúan representando uno de los principales desafíos sanitarios y productivos del sector.
Las micotoxinas —metabolitos tóxicos producidos por hongos como Aspergillus, Fusarium y Penicillium— afectan materias primas clave en la dieta aviar, especialmente maíz y soya. Según el trabajo, su impacto trasciende lo productivo: además de reducir la ganancia de peso, la conversión alimenticia y el consumo de alimento, causan daños hepáticos, renales, alteraciones inmunológicas y fallos en la vacunación. En algunos casos extremos pueden incrementar la mortalidad del lote.
Los autores destacan que entre las micotoxinas de mayor relevancia se encuentran las aflatoxinas, fumonisinas y tricotecenos (T-2 y DON). Datos citados por Jalilzadeh-Amin et al. indican que el 90% de las muestras evaluadas presentan contaminación, y más de la mitad contienen dos o más micotoxinas simultáneamente, lo que potencia los efectos adversos por sinergias tóxicas. En el caso de la zearalenona, prevaleció en el 58% de las muestras analizadas en uno de los estudios revisados.
El artículo describe además las concentraciones críticas a partir de las cuales se observan daños en pollos. Por ejemplo, la aflatoxina B1 genera hepatotoxicidad y reducción del crecimiento desde 20 ppb, mientras que el DON provoca disminuciones en consumo y ganancia de peso entre 1 y 5 ppm, además de comprometer la salud intestinal. Las fumonisinas, aun cuando los pollos muestran tolerancia relativa, afectan la síntesis de esfingolípidos y pueden desencadenar problemas respiratorios y retrasos en el crecimiento.
El informe también apunta factores que favorecen la contaminación, como alta humedad, pluviosidad durante la cosecha y malas prácticas de almacenamiento, y señala la transferencia de toxinas a productos aviares, especialmente aflatoxinas y ocratoxinas, lo que implica riesgos para la inocuidad alimentaria.
En cuanto a soluciones, los investigadores destacan la eficacia de los secuestrantes de micotoxinas —entre ellos minerales como bentonita, nanosílice o productos comerciales como Mycofix® Plus— que han demostrado mejoras en parámetros productivos y reducción del daño tisular. Asimismo, se mencionan estrategias emergentes como el uso de prebióticos, por ejemplo fibra de nopal, capaces de modular la microbiota intestinal para disminuir parcialmente los efectos tóxicos.
El trabajo concluye que el control de micotoxinas debe ser una prioridad estratégica para garantizar la rentabilidad y sostenibilidad de la industria avícola. La vigilancia continua, la adopción de programas de monitoreo y el uso combinado de secuestrantes y ajustes nutricionales son medidas clave para reducir el impacto de estos contaminantes.