Micotoxinas en ponedoras: Amenaza para la producción de huevos. ¿Cómo mitigarlas?

Las micotoxinas no suelen verse, pero sus efectos se sienten en la productividad. Un reciente meta-análisis liderado por Alexandra C. Weaver y colaboradores, publicado en la revista Toxins (https://doi.org/10.3390/toxins16040171
), puso números concretos a un problema conocido por productores y técnicos: incluso niveles variables de micotoxinas en la dieta pueden reducir de manera significativa el desempeño de las gallinas ponedoras, afectando tanto la cantidad como el peso de los huevos.

El trabajo analizó de forma integrada ocho ensayos realizados en seis países, con un total de 1.774 aves, para evaluar el impacto de dietas contaminadas con micotoxinas y el efecto de suplementar esas dietas con un extracto de pared celular de levaduras. La fortaleza del estudio está en su enfoque: no se trata de un solo ensayo, sino de una síntesis estadística que permite ver tendencias robustas más allá de condiciones experimentales puntuales.

Los resultados confirman lo que muchos sospechan en campo. Las ponedoras alimentadas con dietas contaminadas presentaron una reducción promedio de 50 gramos en el peso corporal, una caída de 6,3 puntos porcentuales en la producción de huevos y una disminución cercana a 2 gramos en el peso del huevo. Puede parecer poco, pero en sistemas comerciales esos cambios se traducen rápidamente en pérdidas económicas, cambios de categoría comercial del huevo y menor eficiencia global del sistema.

El punto interesante del estudio aparece cuando se analiza la inclusión del extracto de pared celular de levaduras durante el desafío con micotoxinas. Bajo esas condiciones, la producción de huevos aumentó en promedio 4,2 puntos porcentuales respecto de las aves que consumieron micotoxinas sin protección, y el peso del huevo se incrementó en 1,37 gramos. En términos prácticos, eso permitió recuperar cerca de dos tercios de la producción perdida por efecto de las micotoxinas.

Para el productor, la pregunta clave es si estas mejoras justifican la inversión. El análisis económico incluido en el trabajo ofrece una respuesta concreta: considerando un período promedio de 9,5 semanas, la suplementación permitió obtener alrededor de 2,7 huevos adicionales por gallina alojada y un aumento acumulado de 240 gramos de masa de huevo. Con esos números, el retorno de la inversión estimado fue de 4,65 a 1, una relación difícil de ignorar en contextos de márgenes ajustados.

Desde el punto de vista técnico, el estudio también abre el debate sobre la magnitud real del problema. Las micotoxinas evaluadas incluyeron aflatoxinas, deoxinivalenol, fumonisinas, zearalenona y toxina T-2, muchas veces presentes en combinación. Esta co-ocurrencia, frecuente en materias primas reales, puede explicar por qué los efectos productivos aparecen incluso cuando las concentraciones individuales no superan límites regulatorios. En ese escenario, estrategias de mitigación de amplio espectro cobran especial relevancia.

Para el ámbito académico y técnico, el trabajo deja dos mensajes claros. Primero, que las micotoxinas no solo afectan la sanidad, sino indicadores productivos clave como la producción y el peso del huevo, con impacto directo en la rentabilidad. Segundo, que herramientas nutricionales como los extractos de pared celular de levaduras pueden atenuar significativamente esos efectos, aunque no siempre devuelvan el desempeño exactamente a los niveles de un lote sin desafío.

La conclusión de los autores es directa: en un contexto donde la contaminación por micotoxinas es frecuente y muchas veces inevitable, la inclusión de este tipo de aditivos puede ser una estrategia eficaz para sostener la eficiencia productiva y la rentabilidad de las granjas de ponedoras. El debate, hacia adelante, pasa por definir dosis, contextos de uso y su integración con otras prácticas de manejo y control de calidad de los alimentos.