23 de febrero de 2013
Parte I sobre salud, parásitos en general y Tripanosomiasis: el médico Larry Dossey en su libro Tiempo, Espacio y Medicina, hablando de la unidad y los modelos de salud, dice textualmente: Los modelos actuales con que contamos en relación con la salud parecen implicar que nos encontramos en un Universo al que no pertenecemos, al que hemos sido arrojados por accidente. Nuestra misma existencia se concibe como resultado de una serie de mutaciones aleatorias en un medio hostil. Se desconoce qué es lo que puso en marcha la cadena de la vida, tal vez un accidente químico que jamás llegaremos a descifrar. Desde una situación desesperada luchamos con todas nuestras fuerzas contra las dolencias y las enfermedades (…) Nacidos sin haberlo elegido, caminamos inexorablemente hacia una muerte igualmente no elegida, en medio de un Universo condenado él mismo a morir (...) En el mundo existe la enfermedad, pero entraña para los seres humanos y animales en general la misma oferta que cualquiera otra perturbación natural: la posibilidad de evolucionar a un nuevo y más elevado nivel de complejidad psicofísica (…) La enfermedad ha dejado de constituir una tragedia absoluta. Sin ella, jamás se habrían desarrollado los mecanismos de supervivencia de nuestra propia especie, como es la capacidad inmunológica; porque el salto a los nuevos niveles de enriquecimiento interno sólo es posible con base en la superación del desafío que supone las perturbaciones sufridas. En este contexto, la enfermedad está ligada a la vida y al progreso. La vida tal como la conocemos, exige la enfermedad, es parte de ella. La enfermedad es algo más que un negro presagio de muerte. Podemos entenderla en adelante como un prenuncio de vida.
Con base en lo que nos dice Dossey deberíamos preguntarnos ¿qué beneficios han alcanzado tanto parásitos y hospederos animales y humanos, a través de la simbiosis natural que han tenido durante miles de años en el curso de la co-evolución? Por ejemplo, el protozoario hematógeno Trypanosoma spp., ha producido enfermedad y muerte durante miles de años en diferentes especies animales, incluido el Ser Humano, y todavía lo hace ¿por que sin él pareciera, según Dossey, no se habrían alcanzado los niveles de enriquecimiento interno en el proceso co-evolutivo de que gozan nuestros animales hoy en día? ¿Jamás se hubieran desarrollado entonces los mecanismos de supervivencia de las diferentes especies animales que nos incumben como profesionales del agro? Interesante y difícil razonamiento, pero las epidemias y pandemias que frecuentemente vemos, podrían entonces estar haciendo su trabajo útil, en la preservación de la vida misma no solamente para nosotros, sino para multitud de especies que habitan el globo terráqueo.
Pero pareciera sí, que el cuerpo, la salud y la enfermedad, se funden como un todo en lo intemporal del Universo durante el intrincado proceso de la co-evolución hacia la diversidad. Si vamos más allá de la visión puramente médica de los microorganismos, nos dicen Margulis y Sagan en su libro Microcosmos, que si tratáramos de considerarlos como nuestros antepasados, como los seres vivos más antiguos de la Tierra, nuestros sentimientos cambiarían y de sentir miedo y odio hacia ellos, pasaríamos a respetarlos y a tratarlos con más consideración ¿Será posible llegar hasta allá? Lo dudamos por ahora.
Las diferentes especies de plantas y animales al tratar de superar los límites establecidos en ecosistemas, como arriba mencionamos, se vuelven vulnerables a depredadores o reguladores de población que con ellos conviven y co-evolucionan, retornando el equilibrio a los ecosistemas alterados. Pudiera ser entonces que todos los sistemas tanto animales como vegetales llevaran consigo como algo normal y dentro del proceso co-evolutivo, sus propios depredadores, alterándose la armonía dentro del proceso simbiótico, si los límites espaciales establecidos para las diferentes especies ya adaptadas dentro de distintos ecosistemas se vulneran de una u otra manera; el hambre, la penuria alimenticia, podría ser uno de los “gatillos” que disparara los mecanismos de supervivencia o de muerte en endosimbiontes, hasta alcanzar los ecosistemas el equilibrio perdido, o destruirse totalmente.
A través del mundo viviente nos encontramos con sistemas vivos anidando dentro de otros sistemas vivos, como conceptúa el biólogo británico Joseph Woodger, citado por Capra . Todo un nuevo concepto biológico dentro de la red de la vida aún más en la era biotecnológica en que nos encontramos inmersos. ¿Qué pasará con plantas y animales dentro de agro ecosistemas, que a través de la ingeniería genética se han hecho resistentes a patógenos que estarían controlando en forma natural su expansión manteniendo así el equilibrio dentro de los diferentes nichos ecológicos o biomas? ¿Se ha pensado en los atrayentes que de una u otra manera mantienen el equilibrio terrestre? La desaforada carrera biotecnológica no está considerando esa posibilidad. La miopía sistémica entre los investigadores puramente mecanicistas, persiste.
El nuevo concepto anteriormente emitido de depredadores propios tanto en especies vegetales como animales, tal vez era evidente en los departamentos de Arauca, Meta y Vichada (Orinoquia colombiana), cuando existían en los años 70s y 80s grandes hatos de ganado bovino y equino. El Trypanosoma vivax y el T. evansi , de bovinos, equinos, chiguiros, caninos y humanos respectivamente, protozoarios sanguíneos de transmisión mecánica, producían epidemias de grandes proporciones en la época de verano, más cuando éste era intenso. Morían cientos y miles de equinos y bovinos en hatos sabaneros, en donde el sobrepastoreo y la degradación del suelo eran evidentes y el estrés nutricional marcado.
Después de esta mortandad, todo parecía regresar a la normalidad en esos ecosistemas intervenidos o agro ecosistemas, algo que en esa época no entendíamos, ya que nos concentrábamos como investigadores mecanicistas en el poder patógeno de los tripanosomas como hematozoarios depredadores únicamente, sin tener en cuenta el proceso simbiótico natural de la co-evolución. Todavía no existe entre nosotros una explicación enteramente satisfactoria para explicar el fenómeno, pero a la luz del nuevo paradigma ecológico, comienza poco a poco a develarse el misterio. Esto nos abre a nosotros médicos veterinarios zootecnistas e investigadores en general, un insospechado mundo de posibles averiguaciones dentro del nuevo modelo ya mencionado.
¿Es el hambre o la inanición en el proceso de endosimbiosis entre el hospedero y el “parásito,” lo que podría desencadenar la muerte de los dos? Debemos comprender que los dos tipos de organismo utilizan los productos del metabolismo del contrario para sobrevivir, pero si el “parásito” mata a su hospedero, significaría que todavía no ha renunciado a su independencia o autoafirmación y su agresividad no ha disminuido; no ha negociado todavía su permanencia simbiótica o colaboración en el camino hacia alguna parte ¿Estaremos empezando por primera vez a tratar de dilucidar la ecuación salud-enfermedad y sus interrelaciones y dependencias tropicales? Creemos que sí.
En el tan mencionado libro Microcosmos de Margulis y Sagan, encontramos un párrafo sobre depredación, que dice lo siguiente <<A la larga, los depredadores más crueles, tales como los microorganismos causantes de terribles enfermedades, originan su propia ruina al matar a sus víctimas. La depredación moderada (el ataque que no mata o que lo hace de manera lenta) es un tema que se repite en la evolución. Los precursores depredadores de las mitocondrias [organelos que viven en el citoplasma de las células eucariotas o nucleadas, produciendo energía], invadían a sus huéspedes y los explotaban, pero la presa resistía. Obligados a contentarse con una parte de la presa (sus productos de desecho) en vez de con todo su cuerpo, algunos precursores de las mitocondrias se multiplicaban pero no mataban a sus proveedores de nutrientes. Con el tiempo, la hostilidad se convirtió en intercambio [en coexistencia]. Un bello e interesante párrafo.
El insigne fisiólogo veterinario H. Hugh Dukes , en los años treinta, observó en un grupo significativo de bovinos, estadísticamente hablando, y en un ambiente tropical, que el protozoario de la sangre Babesia bovis que convive con esta especie y con su principal vector biológico la garrapata Boophilus microplus, podría ser el causante del descenso en el tenor de hemoglobina en la sangre de los animales en la estación seca, impidiendo la preñez de estos en época de penuria forrajera, debido a la aparición de ovarios estáticos consecuencia según el investigador, de la baja tasa de la molécula hemoglobina en los glóbulos rojos. El tenor de hemoglobina retornaba a la normalidad a principios de la época de lluvias con el retoño de los pastos para la alimentación animal, así como la funcionalidad ovárica de los bovinos observados. ¿Casualidad o simbiogénesis evolutiva? La babesiosis como enfermedad siempre la hemos estudiado en medicina veterinaria como patógeno causante de numerosas muertes en varias especies animales en climas tropicales medios y bajos, principalmente! ¿Equivocados? Posiblemente. Aquí, sin embargo, tendríamos que tener en cuenta los llamados ritmos circadianos o procesos rítmicos diarios o endógenos diarios (ritmo nictemeral), debido a que la mayoría de organismos animales poseemos una periodicidad endógena adquirida en el curso de la filogénesis, llamada reloj biológico. Existe también un ritmo anual en mamíferos, patentes en particular en fluctuaciones de la actividad metabólica reproductiva, pero su discusión se encuentra todavía lejos de la esencia de estos ensayos.
La garrapata Boophilus microplus es el vector más eficiente de la Babesiosis y de la Anaplasmosis en bovinos, y humanos esplenectomizados o no, más de la babesiosis, ya que existe transmisión transovárica del protozoario; los huevos eclosionan y las larvas ya son infectivas. En investigaciones realizadas, observamos que la Babesia bovis específicamente y casualmente pensamos nosotros, controlaba la población de su vector principal B. Microplus a nivel de laboratorio, las mataba. Era de esperar entonces que algo parecido ocurriera o se investigara en condiciones de campo. Sin embargo y sin pensar en esto, nos concentramos en aquel entonces en estudiar la resistencia desarrollada por el vector a los diferentes acaricidas o ixodicidas disponibles en el mercado (clorinados, fosforados, piretroides y otros), sin pensar que mediante la utilización de estos, se estaba produciendo seguramente la desestabilización de los agro-ecosistemas ganaderos. ¿Investigadores sin visión sistémica? Tampoco se investigó si existían otros variables que pudieran estar ocasionando la muerte de las garrapatas en condiciones de laboratorio.
Al respecto, es por nosotros conocido, que aproximadamente diez millones de kilómetros cuadrados en África se encuentran “protegidos del pastoreo de ganado bovino” por la presencia de la mosca tsetse (Glosina spp.), vector biológico de la tripanosomiasis (Trypanosoma brucei, T. vivax y T. congolense, principalmente). Sólo unas pocas cabezas de ganado tolerantes al flagelado pastorean las sabanas. La tripanosomiasis entonces, ha sido responsable según diferentes investigadores, de “grandes pérdidas” en la producción de carne y leche que podrían estar alimentando miles de africanos. ¡La tripanosomiasis responsable como enfermedad de causar grandes pérdidas a la ganadería de leche y carne en África, cuando está protegiendo millones de kilómetros cuadrados de sabanas en donde pastorean también miles de animales silvestres, de los cuales hemos aprendido muy poco todavía! Qué absurdo.
Algunas razas de ganado bovino entre ellas la D´ama, Red Bororo, Kuri y multitud de especies silvestres en África son tolerantes a la tripanosomiasis, y los investigadores que todavía no han podido desarrollar una vacuna totalmente efectiva contra los flagelados, afortunadamente, están detrás de la identificación de la combinación de genes que confiere a ese grupo de bovinos tolerancia a la enfermedad, pero sin preguntarse cómo es que esas razas adquirieron tolerancia o cómo la mayoría de animales salvajes son refractarios a ella. ¿No sería posible que a través de la co-evolución, de la simbiogénesis, parte del genoma de los flagelados se haya incorporado horizontalmente de una u otra manera al genoma de los hospederos, haciéndolos refractarios o tolerantes a la tripanosomiasis como enfermedad, en pro del proceso co-evolutivo hacia alguna parte? O se aplicaría aquí el principio del médico Dossey, del fortalecimiento en eficiencia del subsistema inmunológico, a través de una larga simbiogénesis o negociación durante el proceso co-evolutivo; es posible.
Es conocido también, que algunos virus específicos de especies animales (retrovirus, específicamente) pueden también pasar o transportar ácido desoxirribonucleico (ADN) de un huésped a otro en el proceso de infección, o colonización del genoma. Dossey de nuevo, conceptúa que es posible que la evolución de los virus, dentro o fuera del huésped, tuviera por objeto transferir bloques de ácido nucleico lo que difuminaría las fronteras entre los diferentes organismos y especies animales añadiría, lo que sería un proceso indispensable para la supervivencia de animales domésticos y del ser humano, en su camino hacia la adaptación al entorno. ¿Podríamos citar aquí a la influenza aviar y ahora la porcina y su transmisión a humanos? ¿O a los virus de patogenias hemorrágicas como el Ébola, Machupo y Junín? ¿O al paramixovirus que en Malasia causó más de doscientas muertes en humanos y mató miles de cerdos, relacionado este con murciélagos frugívoros? ¿O el virus causante de la enfermedad llamada Borna en equinos, encontrado este en el 8% del genoma humano, y relacionado ahora con enfermedades mentales? En estos ejemplos existe transmisión de agentes víricos de animales domésticos y silvestres a humanos ¿Difuminaría estas transmisiones o interacciones, las fronteras genéticas entre diferentes organismos y especies animales incluyendo a seres humanos? ¿Y cual sería la finalidad o el significado? ¿La adaptación al cambiante medio ambiente? Es posible.
Continuará