La ganadería en el trópico exige animales que no solo sobrevivan, sino que produzcan carne y leche bajo condiciones de estrés térmico y humedad. En este escenario, el ganado Sardo Negro (Bos indicus) se ha consolidado en México como una raza resiliente y dócil. Sin embargo, su creciente popularidad y los métodos modernos de reproducción plantean una interrogante crítica: ¿estamos estrechando demasiado la base genética en la búsqueda del animal perfecto?
Un reciente análisis genealógico realizado por investigadores de la Universidad Veracruzana y la Universidad de Bari (Italia), disponible como preimpresión en Preprints.org (
https://doi.org/10.20944/preprints202511.1886.v1), pone bajo la lupa la estructura poblacional de esta raza para entender su viabilidad a largo plazo.
Una raza joven con un crecimiento explosivo
El estudio analizó el pedigrí de 8,653 animales nacidos entre 1985 y 2022, pertenecientes a seis hatos representativos de Veracruz y Chiapas. Los datos revelan que la población de Sardo Negro ha crecido sostenidamente, especialmente en la última década. Sin embargo, este éxito numérico esconde una fragilidad estructural: la base genética se sustenta en muy pocos individuos.
Los investigadores encontraron que solo 21 ancestros explican el 50% de la variabilidad genética de la población estudiada. Aunque el número total de animales es alto, el Tamaño Efectivo de la Población (Ne) —un indicador que refleja la cantidad de reproductores que realmente aportan diversidad a la siguiente generación— se estimó en apenas 22 animales en las generaciones más recientes. Para poner esto en perspectiva, la FAO recomienda un Ne de al menos 50 para evitar la pérdida de diversidad a corto plazo.
El efecto de la Inseminación Artificial y la selección de campeones
El análisis genealógico arroja luz sobre las causas de este fenómeno. Existe una desproporción notable en el uso de reproductores: mientras que las vacas promedian 3 crías, los toros alcanzan un promedio de 31 descendientes, evidenciando una fuerte presión de selección sobre los machos.
El uso intensivo de inseminación artificial y transferencia de embriones ha permitido replicar masivamente la genética de unos pocos toros "elite". Si bien esto acelera el progreso genético fijando características deseables (como la producción de leche o la conformación carnicera), conlleva el riesgo de reducir la variabilidad necesaria para que la raza se adapte a desafíos futuros, como nuevas enfermedades o cambios climáticos más drásticos.
Consanguinidad: ¿Estamos en zona de peligro?
A pesar de la reducción en el tamaño efectivo de la población, el estudio trae noticias tranquilizadoras para los criadores actuales. El coeficiente de consanguinidad promedio (F) se sitúa en un 2.5%, cifra que se mantiene dentro de niveles aceptables (por debajo del límite crítico del 6.25%).
No obstante, los autores advierten una tendencia al alza. El "Intervalo Generacional" calculado fue de 7.9 años, un periodo largo en comparación con razas lecheras especializadas. Paradójicamente, este intervalo prolongado ha jugado a favor de la raza, ralentizando la pérdida de diversidad genética, aunque también significa un progreso genético más lento por año.
Implicaciones prácticas para el productor y el técnico
Para el ganadero comercial y de registro, este estudio ofrece una hoja de ruta clara para el manejo reproductivo:
Rotación de sementales: Es vital evitar el uso repetitivo de las mismas líneas de sangre, por muy exitosas que sean en la pista o en la báscula.
Intercambio entre hatos: El análisis muestra que la mayoría de los hatos funcionan como multiplicadores que usan toros propios o externos, pero el flujo genético entre subpoblaciones es lo que mantiene la salud de la raza. Fomentar el intercambio de genética entre ganaderías que no estén emparentadas es crucial.
Índice de Conservación Genética (GCI): El estudio sugiere incorporar este índice en las decisiones de apareamiento. Seleccionar animales con un alto GCI (que portan genes de fundadores menos representados) ayuda a retener alelos únicos que podrían perderse.
Conclusión
El Sardo Negro en México goza de buena salud genética actual, pero las luces amarillas se han encendido en el tablero. La raza no muestra un cuello de botella irreversible, pero la dependencia de pocos sementales para abastecer a una población creciente es una estrategia que tiene fecha de caducidad si no se gestiona con criterios de diversidad. El desafío para las asociaciones de criadores y técnicos será equilibrar la innegable mejora productiva que ofrece la selección moderna con la necesidad biológica de mantener una "caja de herramientas" genética amplia para el futuro.
¿Consideran que las asociaciones de criadores deberían limitar el número de pajillas o descendientes por toro para forzar una mayor variabilidad genética, o el mercado debe seguir dictando el uso intensivo de los mejores sementales?