Una duda histórica corroe frecuentemente la confianza entre los eslabones de la cadena cárnica: ¿recibe el productor un "valor justo" por la hacienda que envía a faena? Existe la sospecha latente de que, cuando el precio de la carne sube en los mercados internacionales o en el abasto interno, ese beneficio no siempre se "derrama" hacia el ganadero con la misma velocidad o magnitud. Para responder a esta inquietud con datos duros y no con intuiciones, un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) de Uruguay y el INALE presentó un revelador análisis econométrico en la reciente reunión de la Asociación Latinoamericana de Producción Animal (ALPA), publicado en el volumen 33 de los Archivos Latinoamericanos de Producción Animal (
https://ojs.alpa.uy/index.php/ojs_files).
La transmisión de señales: del corte al animal
El estudio, liderado por Bruno Lanfranco y sus colaboradores, parte de una premisa económica fundamental: en un mercado competitivo, el precio al que la industria vende la carne debe reflejar las condiciones de la demanda. Si el sistema funciona de manera transparente, esta "señal" de precio debería transmitirse eficazmente hacia atrás en la cadena, desde el valor de los cortes hasta el precio del animal en pie.
Para verificar si esto ocurre en la realidad, los investigadores analizaron un periodo extenso y significativo, desde marzo de 2007 hasta junio de 2023, utilizando datos del Instituto Nacional de Carnes (INAC) de Uruguay. La clave del estudio radicó en comparar dos indicadores maestros:
El Novillo Gordo (NG): El precio que efectivamente recibe el productor por su animal con destino a faena.
El Novillo Tipo (NT): Un indicador que refleja el valor promedio generado tras el proceso industrial; es decir, cuánto vale lo que sale del frigorífico (carne, menudencias, subproductos) ponderando tanto el mercado interno como la exportación, manteniendo la misma proporción biológica de un novillo típico de razas británicas.
La lupa matemática sobre el mercado
Lejos de una comparación simple, el equipo aplicó una técnica de cointegración conocida como modelo de rezagos distribuidos autorregresivos (ARDL). En términos sencillos, esta herramienta permite determinar no solo si los precios se mueven juntos, sino la calidad y velocidad con la que la información viaja de un punto a otro de la cadena.
Los resultados fueron contundentes. El modelo logró replicar los valores reales de los novillos engordados basándose en el valor recibido por la industria con un grado de precisión muy alto. Esto implica que existe una relación de largo plazo sólida y un ajuste casi inmediato: cuando el negocio del frigorífico mejora, el precio al productor acompaña esa tendencia.
Conclusión: Transparencia validada
El hallazgo sugiere que, al menos en el caso analizado, el sistema de precios funciona como un transmisor eficiente de señales. La correlación hallada demuestra que el valor pagado al productor no es arbitrario, sino que está fuertemente anclado a la realidad comercial que enfrenta la industria frigorífica al vender sus productos. Este tipo de evidencia es vital para desmitificar fricciones comerciales y entender que, en un mercado integrado, la suerte de la industria y la del productor están matemáticamente unidas.
¿Cree que este nivel de transparencia en la transmisión de precios se replica de igual manera en los mercados ganaderos de otros países de la región?