Explorar
Comunidades en español
Anunciar en Engormix

" SOMOS RESPONSABLES DE AQUELLO QUE DOMESTICAMOS" Bioetica ( Bienestar Animal)

Publicado: 24 de junio de 2013
Por: Elena De Varona Rodriguez
Tomo esta frase del estupendo libro de Antoine de Saint-Exupéry, “El principito”, como proa de reflexión, en torno al injustificable abandono de los animales por parte de las personas que están a cargo de ellas. El motor de arranque fue una reciente vivencia personal, la de una oveja abandonada por su dueño (o por alguien cercano) cerca de donde vivo. La dejó, con la orden de quedarse quieta, amarrada a un poste, casi al atardecer. Y allí quedó esperando el inocente animal sin saber que sus únicos y probables compañeros serían la noche, la sed, el hambre, la potencial lluvia y el sol calcinador del siguiente día. Quedó aguardando, tranquila y confiada, con esa seguridad que sólo ellos tienen cuando están en manos de las personas que han constituido su familia. Al principio, pensé que el dueño podría haberla dejado allí un momento para hacer una rápida visita a alguna casa cercana adonde no pudiera llegar con ella (era lo que deseaba creer internamente, porque mi corazón se resiste a aceptar la insensibilidad humana), pero cuando la noche, rápida y voraz, se aproximó, la alternativa del abandono se convirtió en certeza y me dispuse a recogerla. ¿Cómo podía dejarla allí, sola y confundida, en medio de la oscuridad...? Casi a rastras, porque, «fiel como un perro», no quería separarse del lugar adonde aquella persona le había ordenado quedarse, segura de que volvería a buscarla, conseguí llevarla hasta mi casa para darle cobijo, agua y comida. De más está decir que ni aquella noche ni a la mañana siguiente probó bocado alguno, y no era para menos. Porque un animal no está diseñado para comprender el abandono. Y voy a explicar por qué? Estamos tan acostumbrados a la presencia de los animales en nuestras vidas que creemos conocerlos, cuando no es así. Pocos saben, por ejemplo, que son animales sociales, diseñados por la naturaleza para vivir en manada, en grupo. Esta es una de las más fuertes razones por las que dos especies (la humana y la canina) han conseguido una feliz, productiva y armónica asociación durante cerca de 40 mil años. El perro fue el primer animal que domesticamos, miles de años antes que a aquellos que llamamos «animales de granja» o «productivos», y fue él también, por cierto —según estudiosos—, uno de los elementos que facilitó a la naciente humanidad dar ese gran salto evolutivo que fue pasar de recolectora y cazadora a agricultora y ganadera. Por esta razón, porque es un animal eminentemente social, no concibe, no entiende, no asimila, el aislamiento, la soledad ni el abandono de los suyos. Él se percibe como un miembro inseparable de su manada, que es, en el caso de los domesticados, su familia humana. De modo que, si abandonar a cualquier animal es un acto inhumano, abandonar a una oveja, un perro lo es mucho más. Como si esto fuera poco, hay personas que por diversas razones extreman los lazos afectivos que los unen a sus mascotas, al punto de que estas ya no saben dónde terminan sus dueños y empiezan ellas. Son esos que llegan a padecer las mismas enfermedades de sus amos o que sufren ansiedad por separación cuando estos se van al trabajo y los dejan solos. Quedan ladrando, aullando o destrozando objetos dentro de la casa. No es malcriadez, no es locura. Es desajuste, es falta de adecuada socialización y de un correcto manejo por parte de los dueños. Hay casos de separación cuyas consecuencias son incluso más graves. Conozco el de una bella galga española que murió de un infarto después que su dueña la regalara, sin previo aviso, a otra persona. Hay quienes creen que los animales pueden regalarse así, sin más ni más, como se regala una estola o un perfume. No. Cuando una persona no tiene la posibilidad de conservar a su mascota y decide cedérsela a otra, debe irla adaptando poco a poco a la separación y familiarizándola con el nuevo entorno. Que el próximo dueño la venga a recoger, que le dé un paseo corto y la devuelva, así por algunos días. Que la lleve luego a su casa por breves períodos, hasta que pueda dejarla consigo de manera definitiva sin que ello entrañe un shock para el animalito. Aun así, el antiguo dueño debe enviar el animal a su nueva morada con su manta de dormir, su plato y su correa, e, incluso, con alguna pieza de ropa (del amo) que ya no use, porque esta conserva su olor y eso le facilita el drástico cambio. No es tan difícil, si uno se lo propone, ponerse en la piel de un animal abandonado, ya que los seres humanos también somos animales sociales, hechos para vivir en familia y en comunidades. No por gusto, en la antigüedad, uno de los peores castigos que se podía imponer a una persona era el destierro. Ese es, en verdad, un duro castigo para cualquier humano, alejado, contra su voluntad, de los suyos y de aquello que le es familiar. Pues bien, para los animales funciona de la misma manera. No son nada sin su manada o, en su defecto, sin sus dueños. Nuevos olores, nuevos ruidos, nuevas costumbres, los estresan y desconciertan. Dejarlos abandonados en la calle es, en verdad, no solo irresponsable, sino abusivo y cruel. Hay animales que llegan a establecer lazos tan indisolubles con sus dueños que, como sabemos, hay muchos que se niegan a continuar viviendo cuando estos mueren. No hay que ir muy lejos para comprobarlo. En el cementerio Cristóbal Colón de La Ciudad de La Habana, puede visitarse la tumba de Jeannete Ryder, fundadora de una institución de caridad en los primeros años del siglo XX, conocida como Bando de Piedad. Sobre su sepulcro, acostada, aparece esculpida la imagen de esta noble mujer, y a sus pies, la de su perro Rinti, quien se echó allí a la partida de su dueña y la siguió en su viaje hacia la muerte. Por eso, debemos pensarlo muy bien antes de adoptar un animal, puede ser muy bonito, pero crece y tal vez dejará de ser, a nuestros ojos, tan gracioso y simpático como el primer día. Por otra parte, es un bebé al que hay que enseñar con mucha paciencia las reglas del lugar, como hacer sus necesidades en el lugar que consideremos apropiado (no a golpes, gritos, sino con programación y con conocimiento sobre la manera adecuada de tratarlos). Si no somos realmente amorosos, pacientes y tolerantes y nos cansamos de ellos, porque los animales, sí, dan algún trabajo debido a que son niños eternos (siempre dependerán de nosotros), no es justo deshacernos de ellos como se tira un papel al cesto. Por eso, debemos pensarlo muy bien antes de tener un animal, puede ser muy bonito, pero crece y tal vez dejará de ser, a nuestros ojos, tan gracioso y simpático como el primer día. Por otra parte, un cachorro es un bebé al que hay que enseñar con mucha paciencia las reglas de la casa, como hacer sus necesidades en el lugar que consideremos apropiado (no a golpes, gritos ni periodicazos, sino con programación y con conocimiento sobre la manera adecuada de adiestrar a los perros). Si no somos realmente amorosos, pacientes y tolerantes y nos cansamos de él, porque los animales, sí, dan algún trabajo debido a que son niños eternos (siempre dependerán de nosotros), no es justo deshacernos de él como se tira un papel al cesto. Es una criatura viva y abandonarlo es condenarlo a un destino que tiene un 95% de probabilidades de ser funesto. Si fue su dueño el que murió y quedó desprotegido, seamos compasivos y apiadémonos de esa mascota que pudo haber sido tan querida y valiosa para él o para ella. Eso también es solidaridad, caridad. ¿Nos gustaría que, a nuestra partida, maltrataran nuestros familiares y amigos aquello que amamos más? La oveja de mi anécdota —que ahora se llama Cesy— fue muy afortunada. Circulé un correo con su foto y su triste historia y enseguida apareció una familia noble que la acogió. Pero la mayoría de los casos no tiene un final feliz. De modo que, como decía el Principito, «Seamos responsables de aquello que domesticamos». Nadie nos obliga a tener un perro, un gato, un conejo, una jicotea, un curiel, un pez o cualquier otro animalito; por tanto, el compromiso que contraemos con ellos, cuando los adoptamos, es de por vida. Un animal abandonado pasará hambre y sed, se enfermará y difícilmente podrá valerse por sí solo en este extraño mundo que los humanos hemos creado, en el cual no hemos dejado apenas espacio para el natural desarrollo de las plantas y los animales, que son, por derecho propio, tan dueños de este planeta como nosotros mismos. Este es un mensaje para aquellos, que como nosotros, se ocupan y preocupan por la protección de los animales en cualquier parte de: “Esta nuestra única y contaminada nave espacial, que cada 24 horas da la vuelta sobre su eje imaginario.” Llegue hasta Temple Grandin en E.U, Leopoldo Estol en Argentina, Carmen Gallo en Chile, Carla F. Molento en Brasil, Marcela Vargaz y Roberto Vieto en Costa Rica, Olga Domenech en España y tantos y tantos colegas que hacen que un Mundo Mejor, también sea Posible para nuestros animales…
Autores:
Elena De Varona Rodriguez
Universidad de Camaguey
Seguir
Únete para poder comentar.
Una vez que te unas a Engormix, podrás participar en todos los contenidos y foros.
* Dato obligatorio
¿Quieres comentar sobre otro tema? Crea una nueva publicación para dialogar con expertos de la comunidad.
Crear una publicación
Súmate a Engormix y forma parte de la red social agropecuaria más grande del mundo.
Iniciar sesiónRegistrate