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Argentina. Hacia una Agricultura sustentable.

Publicado: 8 de mayo de 2006
Fuente: SAGPyA
Los sistemas de producción en la Argentina registraron en la última década un cambio hacia una agricultura continua y el desplazamiento de la frontera agrícola hacia zonas tradicionalmente ganaderas. A su vez, los montes o bosques fueron ocupados por la ganadería que sufrió un corrimiento a zonas marginales y ecológicamente frágiles. Este proceso de agriculturización ha generado una simplificación de los sistemas productivos, muchos de los cuales se han caracterizado por una deficiente planificación y «diseño» de las rotaciones y la preponderancia de un sólo cultivo en las mismas, la soja y su combinación con el trigo (trigo/soja de segunda) Según diversos investigadores, esta situación ya se evidencia en algunas zonas como un creciente deterioro de los suelos – desde el punto de vista físico, químico y biológico – y de perpetuarse, podría impactar negativamente sobre los hábitats naturales y la biodiversidad que ha caracterizado históricamente los procesos productivos de nuestro país. Si bien, por cuestiones macroeconómicas y de mercado, los cambios tecnológicos y la ocurrencia de un ciclo húmedo permitieron un aumento de la producción total y del rendimiento unitario de los cultivos de granos, este proceso no fue acompañado por una racional rotación y nutrición de las secuencias de cultivos (Fontanetto y Keller, 2003; Satorre, 2004). Esta situación genera preocupación respecto a la sostenibilidad del desarrollo del sector agropecuario, en particular, por la pérdida del capital natural sobre el cual se sustenta. Este tipo de agricultura ha generado una serie de consecuencias que afectan en mayor o menor medida al sistema productivo. Se produjo una disminución de la eficiencia energética dado que cada vez se necesita mayor cantidad de energía para producir aumentos de rendimientos. Similar situación se presenta con los agroquímicos, ya que se genera una dependencia creciente de los mismos y en mayores dosis, con posibilidad de generar contaminación de suelos y aguas e incorporarse en la cadena trófica y biomagnificarse. Los suelos disminuyeron su capacidad productiva, en parte, por el uso de una inadecuada tecnología no asociada a la capacidad de uso de los mismos, que se tradujo en pérdidas por erosión. Esto fue acompañado por una disminución en el contenido de nutrientes y una depresión en sus reservas debido a que el nivel de extracción fue a tasas superiores a las de reposición y a una inadecuada secuenciación de cultivos. Asímismo no debe dejar de contemplarse la pérdida de calidad de los acuíferos dado por la salinización y la contaminación que puede producirse por un exceso de residuos de agroquímicos (adaptado de Sarandón, 2003). Este esquema de producción conlleva a la pérdida de biodiversidad y erosión genética dado que se cultivan pocas especies en detrimento de otros sistemas productivos alternativos con bases ecológicas y socioculturales más adecuados. Por todo lo expuesto es necesario reflexionar sobre las prácticas que tiendan a la sustentabilidad de los sistemas productivos teniendo en cuenta que son considerados sistemas sustentables aquellos que permiten proteger la integridad de los recursos naturales, ser rentables para el productor y ser socialmente aceptables para contribuir al crecimiento económico y el bienestar de la sociedad. Del concepto de sustentabilidad se desprende que ésta no es un estado permanente, sino que representa una trayectoria más o menos sostenible dentro del proceso productivo donde cada empresa deberá asumir el compromiso de mantener la calidad de los recursos utilizados para asegurar producciones futuras (Spedding, 1995, Satorre 2004). En el contexto actual, las tecnologías de procesos se han convertido en una verdadera necesidad para mantener la sustentabilidad de los diferentes sistemas productivos que se desarrollan en vastas zonas del país, concebidas desde una óptica sistémica que tenga en cuenta las interrelaciones y valore el conocimiento científico. La combinación de rotaciones que incluyan gramíneas y un correcto manejo de los residuos de cosecha son necesarios para mantener el stock de Carbono orgánico de los suelos. Es importante tener en cuenta que la materia orgánica es la fuente natural de los nutrientes que necesitan los cultivos y una disminución de su contenido en los suelos de alta producción, particularmente los de la región pampeana húmeda, acarrea problemas no solamente en cuanto al balance de nutrientes, sino que también afecta la calidad de los mismos en cuanto a propiedades físicas, químicas y biológicas. El manejo de una fertilización balanceada, una rotación ajustada a las condiciones de suelo y clima junto con prácticas de labranza adecuadas o la inclusión de la siembra directa, genera una agricultura más sustentable, debido a una mayor acumulación de materia seca, al aporte de residuos que permitan incorporar una mayor cantidad de Carbono al suelo y contribuyan a mantener o mejorar los niveles de materia orgánica. La reserva de nutrientes del suelo es un recurso no renovable, y si bien los suelos de algunas regiones del país se caracterizan por una alta fertilidad natural, la misma se va perdiendo en la medida que no se reponen los nutrientes que son extraídos. Esto puede resultar en caídas de producción de granos y forrajes, los que constituyen una parte sustancial de las divisas que recibe el país en concepto de exportaciones. Los recursos técnicos para disminuir los riesgos de contaminación por nitrógeno (N) y fósforo (P) son semejantes a los señalados para el manejo de estos minerales, con especial énfasis en el ciclo biogeoquímico de estos nutrientes y en el ciclo del agua, que permitan elegir el momento preciso de fertilización. También es necesaria la conservación de la heterogeneidad genética, ya que la agricultura se beneficia directamente con la conservación de la diversidad biológica, en especial la vegetación espontánea que no compite con el cultivo. Ésta brinda sitios de refugio y/o alimentación de predadores o enemigos naturales de ciertas plagas, allí anidan especies polinizadoras y aumenta la diversidad de microorganismos descomponedores de los residuos que luego de alguna u otra forma pasan a formar parte del suelo. Las malezas son especies espontáneas que han evolucionado en el agroecosistema ocupando nichos abiertos por los diferentes manejos del mismo. El manejo integrado de malezas enfoca el problema utilizando todas las técnicas adecuadas y conocimientos existentes para reducir una población a niveles tales que los perjuicios económicos que produzcan se hallen por debajo de un umbral económico aceptable (Fernández, O A, 1982). Las mejores prácticas agronómicas son los que favorecen la conservación de los recursos naturales, entre ellas, la siembra directa, la labranza reducida, la rotación de cultivos anuales con pasturas perennes, la elección de especies o variedades resistentes a determinadas plagas, el control mecánico y biológico de malezas, y enfermedades, correcta elección de las épocas de siembra y cosecha, el uso de plaguicidas de baja toxicidad y persistencia y el mantenimiento de sitios con vegetación natural. Para poder tener una apreciación del efecto de la actividad productiva del sector rural en el mediano y largo plazo, resulta importante disponer de un conjunto de indicadores que ayuden a evaluar las tendencias o riesgos de la sustentabilidad en los actuales sistemas productivos. Hay indicadores que directa o indirectamente intentan reflejar esa tendencia o, dicho de otra manera, el sentido de la trayectoria de sustentabilidad, y la participación que tienen las tecnologías en su mantenimiento. Mantener la productividad agrícola depende de un manejo cuidadoso de la interacción entre los componentes ecológicos y tecnológicos de la producción. Por todo lo expuesto es necesario dar el puntapié inicial para concientizar a los distintos sectores involucrados en el proceso productivo, y esto se hará a través de la educación, capacitación y difusión de ésta problemática.
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SAGPyA
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