La necesidad de diversificar riesgos, salir del esquema de monocultivos y mejorar el flujo de fondos conduce a intensificar los sistemas agrícolas, realizando un mayor número de cultivos por año. Una intensificación sustentable de las secuencias agrícolas implica el aumento de la productividad por un uso más eficiente de los recursos disponibles y un mayor aporte de carbono a los suelos cultivables. A esto último puede contribuir la inclusión de cereales en la secuencia de cultivos, entre ellos el maíz. Sin embargo, este cultivo es altamente susceptible a las deficiencias hídricas ocurridas alrededor de la floración, las que podrían ser más probables a medida que la secuencia agrícola se va intensificando y el agua es usada más intensamente por los cultivos previos. Como contraparte, el uso más intenso del agua en las secuencias agrícolas podría reducir los efectos negativos de eventuales excedentes hídricos, relacionados con la erosión, el anegamiento de áreas bajas o la contaminación de acuíferos subterráneos o superficiales. Esto hace necesario analizar el uso del agua del cultivo de maíz en secuencias agrícolas con distinto grado de intensificación y su relación con el rendimiento.
¿En qué consistió la experiencia?
Con el objetivo de analizar el uso del agua del cultivo de maíz en secuencias agrícolas con distinto grado de intensificación y su relación con el rendimiento, se evaluó un ensayo de secuencias agrícolas en la EEA Paraná durante los ciclos agrícolas 2012/13 y 2013/14. Los tratamientos evaluados incluyeron cultivos de maíz que participaron en secuencias agrícolas con distinto grado de intensificación: monocultivo de maíz (M-M), maíz-soja (M-S), maíz- trigo-soja de segunda (M-T/S) y maíz sobre un cultivo de cobertura de arveja-trigo-soja de segunda (CC/M-T/S). Las secuencias se encuentran estabilizadas, habiendo iniciado el experimento en el año 2008. El ensayo se condujo en secano y los cultivos no estuvieron limitados por restricciones nutricionales o adversidades bióticas. Se evaluó el rendimiento a partir de muestras de los cultivos realizadas luego de alcanzar la madurez fisiológica. La cantidad de agua consumida por el cultivo (evapotranspiración) se estimó realizando un balance hídrico, sobre la base de los cambios en el contenido de agua en el suelo (0-1,6 m) y las lluvias.
Un año lluvioso y otro más seco…
Los dos ciclos agrícolas evaluados contrastaron en la distribución de las lluvias. Mientras 2012/13 tuvo lluvias muy superiores a los promedios históricos desde antes de la siembra del maíz hasta una vez finalizado el periodo crítico del cultivo (588 mm), en 2013/14 las lluvias estuvieron más cerca de las normales (350 mm) aunque hacia el final del periodo de fijación de granos estuvieron por debajo (Fig. 1). Cabe aclarar que en 2013/14 la falta de humedad superficial del suelo hasta mediados de octubre retrasó la siembra de maíz, lo que provocó que la floración se ubique en el mes de enero de 2014, comenzando 13 días más tarde que en la campaña anterior.
Rendimiento y agua en el suelo
En el ciclo agrícola más lluvioso (2012/13), el rendimiento de maíz no difirió significativamente entre las distintas secuencias, mientras que en el ciclo más seco (2013/14) el rendimiento de maíz en las secuencias más intensas fue menor que el de una secuencia maíz-soja (Fig.2). En este año más seco, el rendimiento de maíz se asoció con la cantidad de agua consumida y también con el agua almacenada en el suelo a la siembra del maíz.
El agua consumida por el cultivo de maíz en la secuencia más intensa (CC/M-T/S) fue menor que en el resto de las secuencias (Fig. 3), independientemente del año considerado.
En el ciclo más lluvioso (2012/13), el rendimiento de maíz no dependió del agua consumida ni del agua almacenada en el suelo, tanto a la siembra como a la floración. Lógicamente, las mayores lluvias ocasionaron que las distintas secuencias no tuvieran diferencias en el agua almacenada en el suelo (Fig. 4).
La intensificación en años secos
En el año más seco (2013/14), el consumo de agua del maíz dependió de la cantidad de agua almacenada en el suelo a la emergencia del cultivo. En la secuencia más intensa (CC/M-T/S), el agua consumida por el cultivo de cobertura de arveja previo al cultivo de maíz produjo diferencias en el contenido de agua del suelo a la siembra del maíz (37-52 mm), en comparación con las otras secuencias con menor grado de intensificación. Estas diferencias no fueron repuestas por las lluvias sino hasta principios de noviembre (maíz con 2-3 hojas desarrolladas) reduciendo el consumo total de agua del maíz y probablemente también el rendimiento, debido al crecimiento limitado durante la primera parte del ciclo del cultivo.
Desde el momento en que se aplicó el herbicida para suprimir el cultivo de cobertura (23 de agosto) hasta fin de octubre llovieron menos de 95 mm en el año más seco. Un análisis de probabilidad de lluvias muestra que la probabilidad de que la lluvia acumulada durante septiembre-octubre sea mayor a ésta cantidad es del 80 % (Fig. 5). Es decir que, aproximadamente un año de cada cinco, el maíz de las secuencias más intensas sembrado en época tradicional sobre un cultivo de cobertura podría estar limitado por el agua almacenada en el suelo condicionando el consumo inicial de agua y posiblemente el rendimiento del cultivo.
No obstante, frente a pronósticos de años más secos, se pueden implementar estrategias orientadas a aumentar el periodo de barbecho previo al cultivo de maíz, para que las diferencias en la cantidad de agua almacenada en el suelo tiendan a desaparecer por efecto de las lluvias. El adelantamiento del momento de supresión del cultivo de cobertura o el retraso de la fecha de siembra del maíz a época tardía o de segunda serían algunas de las estrategias posibles ante estos pronósticos.
Por último, al analizar la eficiencia con que el maíz usó el agua consumida para producir granos se observó que ésta fue menor en la secuencia más intensa (CC/M-T/S) en el año más seco (2013/14, Fig. 6).
Consideraciones Finales
En un año lluvioso no se encontraron diferencias entre secuencias agrícolas en el rendimiento ni en otras variables hídricas del cultivo de maíz. En cambio, en el año más seco de los evaluados, debido a menores cantidades de agua almacenada a la siembra y a un consumo y eficiencia en el uso del agua consumida más bajos, el rendimiento de maíz en la secuencia más intensa fue menor que en las secuencias con menor grado de intensificación.