La acidificación en los suelos, y la consecuente pérdida de fertilidad, es un problema que afecta principalmente a las regiones con una larga historia agrícola, como Europa, y a otras donde el fenómeno existe de manera natural, como Australia. En la Argentina, algunos trabajos científicos advirtieron que los cultivos locales también podrían verse perjudicados. No obstante, un reciente estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) comprobó que los ambientes pampeanos gozan de buena salud, al menos en este aspecto.
“Desde hace muchos años existe preocupación en la comunidad científica respecto de que los suelos de la Región Pampeana se estarían acidificando. Nosotros hicimos un muestreo regional para evaluar diferentes variables de fertilidad, entre ellas la acidez. Como conclusión principal pudimos determinar que no hay acidificación en los sitios agrícolas analizados, o que es muy baja”, dijo Roberto Álvarez, profesor titular de la cátedra de Fertilidad y Fertilizantes de la FAUBA.
Al respecto, explicó que “los problemas de acidificación en el suelo provocan la pérdida de fertilidad. Además de bajar el pH (medida directa de acidez), disminuye la cantidad de cationes (como calcio, magnesio y potasio), que además de ser nutrientes esenciales para las plantas contrarrestan naturalmente la acidez. En algún momento, si el proceso avanza, los suelos se vuelven hostiles”. Además, detalló que este fenómeno aparece principalmente en suelos con muchos siglos de agricultura, donde con cada campaña se cosechan granos y, junto con ellos, los cationes presentes en sus tejidos. La aplicación de algunos fertilizantes nitrogenados también podría acelerar la aparición del problema.
“Estos procesos no suceden en la Región Pampeana porque tenemos una agricultura más joven, de no más de 150 años, y en esta región el uso de fertilizantes es muy reciente, e incluso todavía bajo. Por otra parte, los suelos pampeanos originalmente tampoco son ácidos: tienen un pH que en superficie varía entre 6 y 7, valores adecuados para los cultivos”, detalló Álvarez, y agregó que, pese a estas condiciones favorables, “igual había preocupación”.
Muestreo pampeano
El trabajo de la FAUBA demandó 10 años, desde los muestreos —realizados entre 2007 y 2008— hasta las determinaciones de los valores de acidez, que concluyeron en 2018. En total, se evaluaron 400 sitios en toda la Región Pampeana y la del Espinal originalmente boscoso que la circunda, abarcando las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y La Pampa. Además, se revisó toda la literatura científica disponible desde 1990 hasta la actualidad donde se reportaban procesos de acidificación.
Tanto en el trabajo a campo, como mediante el análisis de la información publicada, se obtuvo el mismo resultado: “el proceso de acidificación por la agricultura en la Región Pampeana es muy bajo, con un 3% de disminución media del pH, lo que es equivalente a 0.1 unidades”, aseguró Álvarez. “En el estrato superficial del suelo se detectó acidificación en el 25% de los sitios, mientras que en el resto no se registró este proceso”, apuntó.
“El mensaje que uno daría a los productores es que la acidificación no es un problema por el cual deberían preocuparse. Además, los suelos pampeanos originalmente no son ácidos porque tienen una cantidad considerable de carbonato de calcio (CaCO3), que funciona como un neutralizador de la acidez. En nuestro muestreo detectamos que un 75% de los suelos —entre los 400 sitios analizados— tiene grandes cantidades de CaCO3, y estimamos que por mucho tiempo
no van a tener problemas de acidificación. Estamos hablando de décadas e, incluso, de siglos”, afirmó, y aclaró que “en el 25% restante —en los suelos que contienen menos CaCO3— habría que ser más cuidadoso”.
En tanto, advirtió que en la Región Pampeana los suelos no se degradan porque estén acidificados, sino porque se compactaron o porque disminuyó la materia orgánica y la fertilidad, según el caso. En este sentido, advirtió que la fertilidad fosforada bajó al 30% en comparación con los valores históricos (antes de que se cultivaran los suelos), y la fertilidad nitrogenada disminuyó entre 60 y 70%, también en relación con la de sitios no cultivados. A pesar de estas pérdidas, los cultivos no mermaron sus rendimientos debido a que la tecnología compensó esa degradación de los suelos.
Bajo los árboles
Además de los sitios agrícolas, el muestreo de la FAUBA incluyó zonas no cultivadas y cubiertas por árboles, principalmente por eucaliptos y casuarinas. En los sitios no cultivados encontraron un pH promedio de 6,4 —con una variación de entre 5,5 y 7,5—. En los sitios arbolados, los investigadores hallaron que la acidez total del suelo se incrementó 50%, en promedio. Al respecto, Álvarez consideró que los nutrientes que absorben los árboles, como calcio y magnesio, se van perdiendo del suelo porque quedan en la biomasa del árbol, y esta situación provoca una disminución del pH de 0.6 unidades.
El equipo de la FAUBA halló resultados similares en la bibliografía consultada: “El análisis de toda la información disponible referida al tema muestra que cuando los árboles son talados nos llevamos los cationes y el sistema funciona de una forma similar a la agricultura, con lo cual la acidificación podría ser permanente. Pero si los árboles talados se queman en el lugar cuando se hace desmonte, esos cationes que están en la biomasa del monte vuelven al suelo y la acidificación se revierte”.
“Cuando se analiza de forma adecuada la información ya publicada, se advierte que los lugares donde la agricultura pampeana avanzó sobre áreas boscosas (como en El Espinal), los suelos no sólo no se acidificaron, sino que al liberar los nutrientes que estaban en la biomasa (porque por lo general el monte se quema luego de ser desmontado) se alcalinizaron; o sea, que aumentó el pH”, informó Álvarez, aunque coincidió en que, de ningún modo, esta afirmación debe interpretarse como un aval a los desmontes, que tienen otros efectos negativos sobre el suelo, reducen la biodiversidad y afectan el funcionamiento general del ecosistema.
Acidificación en el mundo
Según el profesor de a FAUBA, Australia es uno de los países que más estudió el problema de la acidificación y los mecanismos para corregirla porque sus suelos naturalmente son muy ácidos. En otras regiones como América del Norte y Europa también se suelen realizar prácticas para combatir la acidez porque gran parte de su agricultura se realiza sobre suelos ácidos.
“De todos modos no es necesario que existan tantos años de agricultura como en Europa para que surja el problema de la acidez”, sostuvo Álvarez. Por ejemplo, en la actualidad, en China se está cultivando en grandes áreas con suelos parecidos a los pampeanos, que originalmente no eran ácidos, pero que hoy comienzan a verse afectados por el problema.
En este sentido, explicó que en China cada campaña cosechan en promedio 10 veces más materia seca por hectárea que en nuestro país: “No sólo es más alto el rendimiento en grano de los cultivos, sino que los productores asiáticos levantan todos los residuos para darles de comer a los animales en los establos y fabricar biocombustibles, por ejemplo”.
Lo cierto es que en China la agricultura extensiva cosecha en promedio unas 25 toneladas de materia seca por ha/año, mientras en la Región Pampeana se cosechan aproximadamente 2,5. Además, los productores asiáticos agregan 500 kg de nitrógeno por hectárea como fertilizante, mientras en nuestra región la dosis media se sitúa en alrededor de 30 kg.
Este manejo asiático de los cultivos (que se lleva la fertilidad de los suelos con cada cosecha y emplea dosis de fertilizantes 20 veces más altas que las pampeanas) provocó que en las últimos dos décadas se generara una gran acidificación de los suelos. “O sea que no hacen falta miles de años de agricultura, sino 20 años de una producción muy intensiva”, lamentó.
En relación al manejo agrícola, y la posibilidad de acelerar los procesos de acidificación de los suelos con prácticas que no son sustentables, ¿el monocultivo de soja podría alentar este fenómeno en la Argentina? Según Álvarez, “los cultivos tienen distintas tendencias a acidificar. Si bien las especies que más acidifican, en general, son las leguminosas (la alfalfa y la soja, entre otras), estos cultivos no se fertilizan con nitrógeno. Con lo cual por un lado la planta es más acidificadora, pero el manejo que se le hace es menos propicio a generar acidez. Entonces no me parecería que, en principio, el monocultivo de soja lleve a una acidificación especial de los suelos”.