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Reaparecio el "Mal de Río Cuarto"

Publicado: 22 de enero de 2007
Fuente: La Nación
Después de 10 años del último ataque importante, el "mal de Río Cuarto" afectó al maíz; se calcula que hay unas 300.000 hectáreas con síntomas de la enfermedad; se perderían 400 mil toneladas. En una campaña en que no pocos señalan que el maíz se ha convertido en protagonista, por la recuperación de precios respecto del ciclo anterior, el acompañamiento de un clima más favorable -tras la fuerte sequía del año pasado- y proyecciones de una cosecha que se perfila récord, con 20 millones de toneladas, no todas parecen ser luces en el cultivo. El "mal de Río Cuarto", una enfermedad que llega hasta el cereal por un insecto -conocido como chicharrita- que porta un virus que ocasiona un desarrollo anormal de las plantas, ha vuelto a golpear. Después del ataque importante que significó en 1996/1997, expandiéndose a diferentes regiones y llevándose por lo menos el 20% de la cosecha, la enfermedad es un problema relevante en el sudoeste de Córdoba, con centro en la región endémica. No con la gravedad de aquel entonces, pero sí en un nivel como para que productores y técnicos ya consideren que en sólo cuatro departamentos de esta provincia hay 200.000 hectáreas con el mal. Lo suficiente para levantar otra vez la guardia contra la enfermedad. Pero hay más: existen estimaciones de que en todo el país serían casi 300.000 las hectáreas afectadas. De hecho, se ha observado el mal en lotes del oeste y norte bonaerense y el sur de Santa Fe con una incidencia mayor que lo habitual. Los maíces pisingallos son los más afectados. "Sólo en los departamentos de Juárez Celman, Río Cuarto, General Roca y Roque Sáenz Peña, en el sudoeste cordobés, donde hay 400.000 hectáreas de maíz, tranquilamente en el 50% (de la superficie) hay "mal de Río Cuarto" con síntomas de muy leves a muy severos", expresó a LA NACION Gustavo Martini, coordinador de la Mesa de Agricultura de Aacrea Zona Centro y asesor del CREA Carnerillo. ¿Hoy ya se puede hablar de menor producción por esta enfermedad? En la Asociación Maíz Argentino (Maizar), donde hace sólo unas semanas proyectaron una cosecha de 20 millones de toneladas del cereal, ya han trazado lo que podría ser un cálculo general. "Podría haber 400.000 toneladas menos de producción", señaló Juan Gear, presidente de Maizar. Pese a este número, que se traduciría en una pérdida económica de 40 millones de dólares para los productores, sobre un valor estimado de US$ 3000 millones para la cosecha de maíz, la producción en el nivel país no se resentiría de manera considerable. "Con «mal de Río Cuarto» y todo igual vamos a estar arriba de los 20 millones de toneladas", señaló Gear. En una campaña como la anterior, que tuvo bajos precios para el cereal, menor área y una sequía que derivó en una pérdida de 4,5 millones de toneladas, si hubiera existido el mismo ataque de hoy el cóctel adverso para el cultivo habría sido todavía más complicado. Al margen de ello, muchos creen que en esta campaña la enfermedad ha vuelto a dejar su marca, o su voz de alerta, como dicen otros, para recordar lo que ya significó. Cuando en 1996/1997 se dio el ataque fuerte en vastas regiones, sobre 3,41 millones de hectáreas sembradas el rinde en el nivel país se ubicó en 4556 kilos por hectárea. Pasado el ataque, al año siguiente, con una producción de 3,18 millones de hectáreas el rendimiento se recuperó y alcanzó los 6078 kilos por hectárea. Por lo pronto, con la campaña 2006/2007 avanzando en las diferentes áreas de producción, en la actualidad lo que más salta a la vista son las plantas que presentan un daño severo, según afirman productores y técnicos. En rigor, para el "mal de Río Cuarto" existe una escala para daños, que va de 0 a 3. Mientras que en los niveles anteriores puede haber, según el grado de la escala, síntomas leves, enaciones y deformaciones sobre la espiga, en el último valor de la escala aparece el daño más severo, con enanismo. "Hoy lo que podemos ver son las plantas con grado 3, pero no las de 2 y 1 (una planta puede aparentar una altura normal pero tener, sin embargo, el mal)", destacó Martini. En líneas generales, las plantas con grado 3 pueden rendir de un 70 a un 80 y hasta un 100% menos. Las que tienen un grado 2 de la enfermedad, con deformaciones de espiga, bajan su rendimiento entre un 30 y un 40%. En tanto, las plantas de grado 1 pueden llegar a perder entre un 15 y un 20 por ciento de rendimiento. Menos rinde Aunque a los ojos de cualquiera choca la imagen de una planta enana o de una espiga deformada, para los productores afectados por la enfermedad se trata de un problema grave, que reapareció con fuerza justo en un año en el que el maíz es casi la estrella de la campaña. Entre otros, Federico Cola, miembro del CREA Carnerillo, es uno de los productores que sufrieron la enfermedad en el sur de Córdoba. Con el "mal de Río Cuarto" tiene unas 400 hectáreas afectadas, sobre unas 900 hectáreas sembradas. "En la superficie afectada estamos hablando de que habría un 50% de merma en el potencial de rinde", señaló este productor. Igual que Cola, a Fernando Lagos, del CREA Carnerillo, también lo afectó el "mal de Río Cuarto". En su caso, tiene porcentajes de incidencia que van, según la fecha de siembra, hasta el 30 por ciento. Si bien con un poco menos de incidencia, Orlando Daita, del CREA Alejandro - Chaján, tampoco pudo escaparle a la enfermedad. De 700 hectáreas, tiene un 7-8%. "Pero no como un lote específico, sino en general", aclaró Daita, al tiempo que agregó: "Si bien tuve una incidencia baja, he visto casos de gente con el 90 por ciento". En este contexto, hoy vale preguntarse qué sucedió para que, después del importante ataque de 1996/1997, la enfermedad irrumpa con una incidencia mayor a lo habitual. El "mal de Río Cuarto" tiene una particularidad importante: aunque esté presente todos los años, puede pasar inadvertida o golpear como en esta oportunidad. No hay una sola causa que motivó el ataque, sino varias. En primer lugar, en la zona endémica hubo una gran población de la chicharrita, el vector transmisor del virus de la enfermedad. Además, por efecto de la sequía, muchos productores tuvieron que sembrar más tarde respecto de las siembras tempranas con las que ya estaban trabajando para tratar de escapar de la chicharrita. En este punto, el objetivo es claro: sortear los picos de población con siembras tempranas. Después está la alternativa de ir a fechas más tardías al pico de población. Aunque la falta de humedad derivó en maíces con siembras más tardías de lo normal, que sufrieron un importante impacto de la enfermedad, también hubo inconvenientes en lotes con siembras tempranas. "Los lotes más problemáticos están sembrados entre el 15 y el 20 de octubre", indicó Cola. Por lo general, Cola siempre apostó a sembrar a partir del 15 de septiembre. Pero esta campaña no pudo seguir esa política por la sequía y terminó sembrando las 400 hectáreas con problemas entre el 15 y el 22 de octubre. En el caso de Lagos, la sequía también influyó. En años anteriores, tenía el 80% de la siembra al 20 de septiembre. Esta vez fue distinto: del total de la siembra logró hacer sólo un 30% como implantación temprana. Entre otras cosas, un dato llamativo es que hay productores que le apuntan a la genética. "No es sólo fecha de siembra; aquí también se conjugó el material genético. Usé híbridos que supuestamente daban como tolerantes [a la enfermedad] y [luego] se comportaron como susceptibles", indicó Cola. "Confiamos [los productores] en que no teníamos el problema. Respecto de los semilleros, me da la sensación de que siguen con el mismo nivel de susceptibilidad con los materiales clásicos, salvo algún semillero en particular", manifestó Lagos. Aparte de esto, hay dos cosas para destacar. Según productores y técnicos, los lotes con buena fertilización inicial registraron una menor incidencia de la enfermedad. Quienes usaron curasemillas sistémicos también habrían tenido una menor incidencia.
Fuente
La Nación
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