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Argentina. Desafíos de la intensificación agrícola en el Cono Sur

Publicado: 27 de marzo de 2006
Fuente: Roberto Díaz Rosello - INIA La Estanzuela (Uruguay
Resumen del trabajo presentado en el Seminario Internacional sobre Indicadores de Calidad de Suelo (Marcos Juárez, 20-22/04/05) El crecimiento de la agricultura de granos ocurre simultáneamente con enormes cambios en la tecnología y estructura de producción en los últimos cinco años. Claramente asistimos a un quiebre tecnológico que hace evidente como nunca el potencial de los cambios técnicos para modificar la estructura económica, social y ambiental de la producción. En un escenario tan cambiante es difícil anticipar cómo serán los sistemas de producción que tendremos que atender en los próximos años. Sin embargo, ante tantas posibilidades de cambio, la sostenibilidad de los sistemas productivos debe ser nuestra primer preocupación de análisis, de modo de capitalizar todas las oportunidades y anticipar potenciales problemas. En la agricultura del entorno regional se destacan algunas características que son marcadamente diferentes a otras cuencas agrícolas del mundo. En primer lugar la posibilidad de crecimiento de la frontera agrícola por la disponibilidad de tierras cultivables aún no explotadas. En menos de cuarenta años la región creció de 20 a 65 millones de hectáreas de agricultura de granos. Mas de un millón de tierras vírgenes fueron incorporadas, por año, a la agricultura de granos en las últimas cuatro décadas. Prácticamente todo ese crecimiento a partir de los 70 responde al crecimiento del cultivo de soja. En cuarenta años el área cultivada aumentó 320 % veces mientras que el área agrícola de todo el mundo aumentó 15 % en el mismo período. La producción se multiplicó 7.5 veces en el período y la región ya produce cerca de 200 millones de toneladas de estos granos constituyendo el principal subsector de la economía agraria regional con un valor estimado de más de 30.000 millones de US$. La soja ocupa gran parte del crecimiento agrícola desde comienzos de los años setenta. En seis años se duplicó la producción regional. La base de este relanzamiento del cultivo es sustancialmente tecnológica, pues esta región lidera el proceso de modernización de la agricultura. Pasada la mitad de los años noventa se inicia el rápido proceso de transformación de la agricultura con laboreo convencional a la Siembra Directa. Ese cambio técnico es fuertemente impulsado por grandes economías en la función de producción al bajar el precio del glifosato y posteriormente las sojas resistentes a herbicidas. Las ventajas productivas de estas innovaciones son un nuevo salto de competitividad que inducen el gran crecimiento en las áreas de este cultivo en toda la región basado en la siembra directa con registros sensiblemente superiores a 30 millones de hectáreas. Desde la perspectiva de la sostenibilidad el cambio más relevante está precisamente asociado a la proporción de oleaginosos en relación a los cereales. En la década de los sesenta los cultivos cerealeros -principalmente maíz y trigo- constituían más del 90% del total. Treinta años más tarde el área de oleaginosos ya supera a los cereales en una relación de aproximadamente 65% a 35%. y el uso del suelo con alta proporción de oleaginosos se encamina a valores negativos en el balance de carbono en muchas regiones productivas . El Cono Sur enfrenta el enorme desafío de encontrar alternativas de diversificación productiva frente a la monoculturización creciente liderada por el cultivo de soja. El crecimiento productivo da oportunidad a los sectores de producción, investigación y transferencia de pensar propuestas de mediano y largo plazo que permitan reorientar el sendero productivo actual, anticipando los problemas futuros. La viabilización de los cultivos de invierno (principalmente el cultivo de trigo) es crucial para mantener el suelo cubierto y residuos que reduzcan la erosión aún en sistemas de siembra directa. La mayor parte de los sistemas productivos dominantes actualmente tienen balances de nutrientes muy negativos. El balance negativo de carbono y nitrógeno es especialmente preocupante por sus efectos indirectos y es allí donde, el éxito económico y productivo de los abonos verdes y las pasturas plurianuales con leguminosas, puede desempeñar un gran rol mejorando la sustentabilidad productiva.
Fuente
Roberto Díaz Rosello - INIA La Estanzuela (Uruguay
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