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Como se creó el mito de las hormonas en la alimentación de los pollos

Publicado: 17 de junio de 2015
Por: Grupo de Trabajo Avícola G.T.A. "Dr. Bobby Fisher"
No existe en el mundo hormona de crecimiento de pollo en forma comercial y ninguna otra hormona puede hacer crecer un pollo. 
La hormona de crecimiento del pollo es específica, producida por el propio pollo, solo puede hacer crecer a los pollos y no tiene ningún efecto sobre el ser humano, ni sobre ninguna otra especie.
Las otras hormonas de las que tanto los profesionales como la gente sospecha son los anabólicos, ya sea estrógenos o cualquier otra hormona que pueda afectar el normal desarrollo sexual.
El pollo de hoy en día tiene un período de crianza muy corto, de alrededor de 50 días, logrando un crecimiento superior a los 50 gramos diarios, con un peso promedio a la faena de 2.600 gramos y un consumo de alimento aproximado de 5.200 gramos.
Estos resultados son el fruto de un intenso programa de selección aplicado por las líneas genéticas a sus pies de cría y a sus abuelos, para obtener líneas de reproductores capaces de transferirles a su descendencia, los pollos parrilleros, ese extraordinario “vigor híbrido”.
También es necesaria una nutrición adecuada, que les permita expresar todo este potencial genético; una eficaz medicina preventiva y una exigente bioseguridad a fin de prevenir enfermedades infecciosas y parasitarias. No menos importante, es el esmerado cuidado de las condiciones medio ambientales y el uso de los implementos adecuados, así como el correcto y cuidadoso manejo al que son sometidos los pollos durante estos escasos 50 días de crianza.
 
EL MITO
Sí existe un mito muy arraigado en el acerbo popular respecto del uso de hormonas en la producción avícola.
Suponemos que el origen del mito de las hormonas y el pollo, está relacionado con un hecho ocurrido en la década del 50, diez años antes del comienzo de la avícola industrial.
En aquellos años se usó en Europa un estrógeno sintético denominado DES, cuya finalidad era “caponizar” hormonalmente los pollos machos, para obtener un mayor engorde y una carne más tierna (a las hembras se las destinaba a producir huevos).
Este estrógeno sintético se aplicó en varias especies y en avicultura se utilizó en gallitos de más de cien días de edad, que en aquel tiempo y a esa edad no pesaban más de 1,700 kg.
Fue una alternativa a la castración quirúrgica que se efectuaba ocasionalmente para lograr aves de 3 kg. en 6 meses y carne relativamente tierna.
Se lo aplicaba como un implante en el cogote y la ingestión de los mismos con residuos de esta hormona sintética, dio origen a un caso aislado de ginecomastia que tuvo difusión en textos de medicina.
Aunque ocurrió hace 50 años, la historia se popularizó y aflora esporádicamente, basada principalmente en el desconocimiento de cómo se crían, alimentan y qué base genética tienen los pollos hoy.
La razón por la cual no se usan hormonas ni anabólicos en producción avícola, es sencillamente porque no funcionan en los pollos que desarrolló la avicultura industrial, dotados de una extraordinaria capacidad de crecimiento, producto de los programas de selección.
 
BREVE EXPLICACIÓN CIENTÍFICA:
La explicación a esta falta de respuesta es muy sencilla. Está demostrado que el mecanismo de acción de los anabólicos hormonales es indirecto, es decir, actúan sobre el “eje somatotrópico del crecimiento”, a nivel de la Adenohipófisis, estimulando la liberación de hormona de crecimiento (STH). Este aumento de somatotropina circulante estimula los receptores GRF de los hepatocitos, induciendo la expresión del gen IGFI, lo que desencadena un aumento de la producción e increción a la circulación periférica de los factores de crecimiento insulínico (IGFI e IGFII) o somatomedinas, así como el de  sus respectivas proteínas plasmáticas transportadoras (IGFBP). Estas somatomedinas circulantes son las responsables de los efectos sistémicos de la STH (Control endocrino del crecimiento), relacionados con el crecimiento corporal.
 La STH también incrementa la producción local de IFGI y la expresión de los receptores IGFIR en diversos tejidos (óseo, muscular y adiposo), responsables del control paracrino o autocrino del crecimiento.
Ya que se trata de un animal muy joven, el pollo presenta durante todo su período de crianza un “eje somatotrópico del crecimiento” trabajando naturalmente a pleno, con niveles muy altos de somatotropina y somatomedinas circulantes así como de expresión de receptores IGFRI en los tejidos periféricos. Esto torna prácticamente imposible lograr una respuesta, tratando de estimular iatrogénicamente un sistema que se encuentra trabajando a su máximo potencial.
 
EN CONCLUSIÓN: 
TODO EL MUNDO PUEDE CONSUMIR POLLO CON ABSOLUTA GARANTÍA Y TRANQUILIDAD. NO TIENEN NINGUNA HORMONA AGREGADA DE NINGÚN TIPO.
Solo deben asegurarse que los pollos tengan la identificación del productor responsable y el número oficial de habilitación del establecimiento por SENASA, información que encontrará en la bolsa que lo contiene o la cucarda fijada en la piel.
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