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La vaca en el tremedal

Publicado: 13 de febrero de 2017
Por: Valentin Ramos
Nadie quien saboreé un vaso de leche o ingiera una arepa rellena con mantequilla y queso, puede imaginar las asperezas cotidianas que vive un productor ganadero para lograr alcanzar cualquiera de los tres productos mencionados: leche, mantequilla y queso, esto, sin hablar del maíz con el cual se prepara la harina refinada para hacer las arepas.
La actividad del productor de medianos recursos es dura, son muchos los problemas que debe afrontar para lograr unos cuantos cántaros del blanquecino producto lácteo, sobre todo cuando su infraestructura adolece de recursos adecuados, entre otros, uno muy importante: la tierra. Es palpable, cuando se rota ganado por potreros, como su verdor desaparece en pocos días después de haberles introducido el rebaño. La tierra se empequeñece. No alcanza para nada. El pasto se convierte en añicos y bosta.
 
Nuestra finquita “La Talanquera” tiene de apenas 80 hectáreas, por tanto en tiempos de verano nos la vemos negras para mantener el plantel de animales en óptimas condiciones. Tenemos pasto de corte, compramos pacas y suplementos alimentarios, aparte se adquiere granulado, que cada día resulta más costoso y difícil de ubicar. Todo esto es lucha y ganas, sobre todo para quien ama sus animales y disfruta la actividad. Si no hay disfrute, no hay esperanzas ni logros.
 
Dentro de esta problemática cotidiana, rodeada de otras situaciones que requieren esfuerzo y tesón optamos con otra alternativa adicional: alquilar potreros vecinos que están en desuso; ya lo hemos hecho durante algunos años, enfrentando siempre los diversos padecimientos que se presentan en el traslado y posteriormente con el cuido y vigilancia del ganado. Como es sabido no es fácil trabajar con el personal obrero que siempre sale con algunas de la suyas y descuidan a los animales; con, un “todo está bien jefe” subsanan su inoperancia. Esto trae como consecuencia que los sábados y los domingos sean los días de más trabajos para nosotros los dueños. Son los días de las sorpresas…y… que sorpresas.
 
Recientemente, un domingo cualquiera, retirábamos un pequeño rebaño de unos potreros alquilados; al traerlos al corral central para el contaje final detectamos que faltaba una vaca, una de color marrón con algunas manchas blancas en el lomo: “la Manchada” como la llamábamos. No quedó otra que salir nuevamente a sabanear. Después de cierto tiempo Lucio el encargado la encontró; estaba atrapada en un tremedal formado en un naciente de agua, apenas se le veían las manchas blancas del lomo y la cabeza que agitaba con azoro. La movía mostrando su angustia para escapar del silencioso barrial, pero todo era inútil, su lucha era infructuosa, a más movimientos más hundimiento. Ahí comenzó nuestra lucha. Cuatro hombres para salvar a un ser de quizás más de 500 kilos. Vida o muerte. Solo recordábamos que la vaca estaba gestando.
 
La tarea fue ardua, con apenas un poco de café en el estómago comenzó la tarea de liberar al animal de aquel agresivo pantano. Dos personas metidas en el barro, una por cada lateral del animal retiraba el barro a mano pelada, no había otra forma, el barro  viscoso y empapado de agua no aceptaba ningún tipo de herramientas, pues se quedaba adherido a éstas y era dificultoso separarlo. Las palas, picos y escardillas resultaban inoperantes. Las manos eran nuestros mejores instrumentos. Tratábamos de liberar al animal del barro de sus patas, de tal manera que pudiera accionarlas y en consecuencia facilitar la operación de salvamento.
Esta labor se mantuvo casi por dos horas, barro y mas barro, piedras atravesadas y la eterna humedad que no cesaba ni un instante; aparte, la molestia de soportar los bruscos movimientos de la vaca que movía constantemente la cabeza lanzando peligrosos topetazos. Gracias al creador, no golpeó a ninguno de los participantes.
Luego de descubrirles  y acercarnos a las patas las amarramos independientemente una de otra; la derecha delantera y la derecha trasera, la idea era jalarlas del lado contrario y tumbar la vaca de costado. Luego, en segunda instancia repetir la operación de jalado para darle una voltereta de tal forma que callera en zona seca. Así fue, a fuerza de jalones y empujones manuales la vaca giró la voltereta quedando en este instante en el lado seco del terreno. En esta voltereta fue fundamental la ayuda de dos leñadores de las inmediaciones, quienes con su moto sierra cortaron dos gruesas y largas varas con las que nos ayudaron a hacer palanca en el cuerpo de la vaca. ¡Viva carajo…! fue nuestra expresión ante el éxito. “Lo logramos. Verdaderamente, somos apretados”. Comentamos.
 
El animal como pudo se echó y se mantuvo en un largo reposo. Con el cuerpo adolorido, maltrecho y  embadurnado de barro parecía una vaca de chocolate. La actividad de rescate que empezó a las 7:00 am concluía a las 11:30 am. Esa fue nuestra sorpresita dominguera. Describirla no fue tan fácil pero realizarla fue todavía más difícil. Estas maniobras no se aprenden a ejecutar en la universidad, se aprenden en la vida, con la profesora… “ doña Vivencia” acompañada de voluntad e ingenio. El librito “Manual práctico para la cría de bovinos” en estos casos sirve de muy poco. Más sirven los rudimentos de “física práctica” aplicados a casos inesperados del mundo bovino.
La vaca quedó en el sitio reposando, fue mucha la violencia y angustia que sufrió. Con el resto del rebaño partimos a nuestra finca, para al siguiente día regresar a buscar al maltratado animal.
 
El lunes, a primeras horas de la mañana. Lucio el encargado y otro trabajador regresaron a buscar a la vaca. Sorpresa, no estaba donde se había dejado. Revisando un poco el entorno inmediato encontraron al animal desbarrancado por una pronunciada pendiente cercana al tremedal. Al fondo estaba el animal, se había desnucado, había perecido recientemente, el cuerpo todavía mantenía su calor corporal natural. En seguida los hombres tomaron la decisión de descuartizarla y aprovechar la carne para la venta y consumo.  Era la única alternativa. Lo más triste del proceso fue que el animal que sabíamos estaba gestando, portaba dos becerritos en sus entrañas. Caso no muy común en ganadería. En nuestra finca segunda vez que se presenta.
 
Esta historia es alarmante, triste y lamentable pero deja en perspectiva de provecho que los nacientes de agua embarrialados deben ser cercados con por lo menos cuatro hilos de alambres de púas o eléctricos y dejar un escurridero dirigido hacía una tanquilla de hormigón armado con bordes redondeados, donde se almacene el agua y los animales puedan beber sin peligro. Recomendamos cubrir sus alrededores con materiales duros como piedra y desechos de construcción de mampostería. Hay que evitar empantanamiento en los alrededores de la tanquilla, por eso, para evitar derrames laterales se recomienda hacerle en el nivel de salida un canal de desagüe.
 
Los tremedales son peligrosos, generalmente están cubiertos de maleza verde y pasan desapercibidos, en consecuencia si un animal puede ser afectado, cualquier humano inexperimentado puede caer estos y si anda solo es posible que pase un mal rato o pierda la vida. Después que un pie se sumerge en ellos es difícil retirarlo. El esfuerzo de supervivencia, buscando apoyo, lleva a introducir el otro pie, que también quedará atascado. Atención, cuando cunde el pánico  la desesperación hace de las suyas. ¡Ojo, cuidado con los tremedales! Resultan peligrosos. Cérquelos y coloque una señal de alerta. La experiencia nos enseña. La historia relatada es suya, aprovéchela. No espere que le suceda. 
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Néstor Simón Montiel Urdaneta
14 de febrero de 2017
Con todo respeto Es verdad que estas situaciones no se les enseña a los estudiantes en las aulas, como ud., dice se aprenden en la vida, en la vivencia diaria. Pero ese art?., esta bueno para entregarcelo a un Premio novel de la literatura y que lo titule La Agonia en el Tremedal
Jose Nocedo
Nutrición Balanceada S.A.
11 de octubre de 2019
Excelente narración de un suceso que no es muy común, pero tampoco raro. A pesar de los problemas cotidianos hay que aprovechar las satisfacciones que siempre encontramos en la vida del campo. Saludos.
Felix Martinez
15 de febrero de 2017
Hola, buenas noches. Hice la pregunta del tratamiento con calcio, puesto que la contractura muscular causa hipocalcemia, y eso es importante para la recuperación de la vaca. Agradecería si hay respuesta especializada, porque no basta con sacar el animal del tremedal, sino salvarlo. Un saludo cordial, Félix Martínez Navas
Edgar W. León O.
15 de febrero de 2017
TOMANDO EN CONSIDERACIÓN QUE ESTO NOS HA PASADO A MUCHOS DE NOSOTROS, AL LEER ESTE ARTÍCULO, PARECE COMO SI LA HISTORIA SE ESTUVIERA REPITIENDO. A PESAR DEL DESENLACE FINAL, LA VIVENCIA CONTADA DE ESTA FORMA ES HASTA BONITA. AL AMIGO VALENTÍN LE RECOMIENDO QUE HAGA USO MÁS SEGUIDO DE ESA FACILIDAD DE EXPRESIÓN Y NARRATIVA PARA QUE NOS ECHE CUENTOS O HISTORIAS MÁS SEGUIDO. EN LAS ACTIVIDADES DEL CAMPO HAY MUCHO DE QUE HABLAR, HAY MUCHA TELA QUE CORTAR. MIS SALUDOS Y RESPETOS PARA USTED AMIGO VALENTÍN RAMOS.
Felix Martinez
13 de febrero de 2017
Hola, buenas noches En alguna oportunidad tuvimos experiencia parecida y soluciones de glucosa con calcio la mejoraron mucho. Agradecería la opinión de veterinarios acerca del tratamiento. Un saludo cordial, Félix Martínez Navas
Jesus Rangel
13 de febrero de 2017
Buena historia y bien contada, a veces es bueno encontrarse con articulos no tan tecnicos/academicos, de temas importantes. Saludos
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