Pocas plantas reúnen tantas propiedades útiles como la Azaridachta indica, perteneciente a la familia de las meliáceas, conocida también como margosa y neem en lenguaje indio.
Este árbol, oriundo del sudeste asiático, se le encuentra en abundancia en África Occidental y América Latina. Alcanza poco más de diez metros de altura, sus flores son blancas y los frutos amarillos o verdes con una semilla en cada uno.
Crece en los suelos más pobres y es capaz de fertilizarse a sí mismo: las raíces absorben sales nutrientes que, posteriormente, son almacenadas en las hojas; cuando estas caen, las sustancias vitales, concentradas, retornan a la tierra. Así se fertilizan los terrenos improductivos, al punto de tornarse cultivables en pocos años.
También las semillas de la margosa contienen una sustancia que impide el desarrollo de los parásitos. No es venenosa y, por tanto, no daña a los humanos. Esta planta tiene gran valor para los países en desarrollo, particularmente como fuente de pesticidas vegetales y forraje para el ganado.
Todas las partes del árbol poseen propiedades medicinales. Se le considera purificador del aire y eficaz auxiliar en el combate contra la fiebre palúdica y el cólera. La savia que despide su tronco constituye un estimulante, o un tónico con efecto calmante sobre la piel y las membranas mucosas, en dependencia del tratamiento.
Del fruto fermentado se obtienen gas metano y carbohidratos. El aceite de la semilla se emplea como combustible para lámparas. Además, previene las inflamaciones y constituye un aditivo en la industria cosmética. La corteza también posee virtudes antinflamatorias y una compañía alemana patentó una pasta dental que contiene el extracto.