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Nutriscore o el semáforo de la polémica

Publicado: 23 de febrero de 2021
Por: Carlos Buxadé Carbó. Catedrático de Producción Animal. Profesor Emérito. Universidad Politécnica de Madrid - Universidad Alfonso X el Sabio. España
En el primer cuatrimestre del presente año 2021, está previsto implementar en España el modelo de etiquetado NUTRISCORE, que ya es utilizado, por ejemplo, en Francia.
Se trata de un muy visible etiquetado frontal que pretende poner de manifiesto el perfil nutricional global de una serie de productos. Para ello hace uso de un gráfico (como se especifica, a modo de semáforo) recurriendo a cinco colores (del verde oscuro al rojo) y a cinco letras mayúsculas (A, B, C, D y E):
 Nutriscore o el semáforo de la polémica - Image 1
No obstante, este sistema no está exento de críticas, algunas de las cuales deseo poner de manifiesto en los párrafos que siguen, porque me parecen importantes para los consumidores.
La primera crítica al sistema NUTRISCORE se fundamenta en que, en principio, este sistema de etiquetado implica inicial y exclusivamente a los productos procesados y envasados.
Por esta razón, tal y como ya ha denunciado la OCU, quedarían fuera del mismo toda una serie de importantes productos, desde la perspectiva del consumo y del consumidor, tales como, por ejemplo, los productos frescos (carnes, pescados, frutas verduras, etc.), los productos con un solo ingrediente y que no estén procesados (miel o aceite de oliva virgen, no procesado, etc.), bebidas alcohólicas, alimentos que se venden en envases pequeños, menos de 25 cm (barritas de cereales, chocolatinas, etc.), los platos preparados, etc.
La segunda crítica al sistema NUTRISCORE nace del algoritmo de cálculo en que se fundamenta. El mismo se basa en el cálculo de la cantidad de energía de ciertos nutrientes por 100 gramos o por 100 mililitros, amén del porcentaje de presencia de ciertos alimentos; pero no se tiene en cuenta, como ya ha puesto también de manifiesto la Federación Española de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD), un binomio muy importante: la cantidad y la frecuencia con que un producto así etiquetado es consumido.
Una tercera crítica al sistema se fundamenta en que el mismo realmente no valora la cantidad de nutrientes en su conjunto (que es un aspecto absolutamente fundamental), sino sólo de ciertos ingredientes y por separado.
Una cuarta crítica nace del hecho de que NUTRISCORE no  mide las necesidades concretas de determinados grupos de población con carencias nutricionales.
Una quinta crítica está en la  ambigüedad de este etiquetado frontal unida, en ocasiones, a su imprecisión y/o inadecuación real. Así, por ejemplo, es el caso  de las patatas pre – fritas, peladas, cortadas y congeladas que vienen en bolsa listas para freír, que tienen una excelente clasificación A, pero no se ha tenido en cuenta aquí que deben ser fritas para poder ser consumidas, con lo cual perderían esa buena valoración. Por otra parte está el caso de  los yogures con sabor a fruta y azucarados, que están clasificados con la letra B, al igual que algunos cereales azucarados para los desayunos infantiles o los anacardos ponderados con la letra C igual que los frutos secos fritos.
Por otra parte, el sistema, cuya visibilidad por parte del consumidor, como ya se ha indicado, está fuera de toda duda, tampoco considera el grado ni la naturaleza del procesamiento de los alimentos, ni tampoco la procedencia y la calidad de la proteína de los mismos.
Paralelamente, y este es un tema clave para los alimentos de origen animal, aunque no exclusivamente, no hace diferenciación alguna en lo que se refiere a la calidad y a la cantidad de la grasa que lleva un alimento (hablamos de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados) y tampoco tiene en cuenta el importante papel que juegan los compuestos bioactivos (con una gran trascendencia fisiológica)  ni valora ni cuantifica la presencia de vitaminas y de minerales.
En definitiva y aquí es a donde quería llegar y la razón de esta nota; este sistema de etiquetado “semáforo” puede llevar al “consumidor tipo” a cometer una serie de importantes errores si fundamenta únicamente en el sistema de clasificación NUTRISCORE la elección de los alimentos a consumir.
Lo que sí es cierto, al menos en mi opinión, es que este sistema de etiquetado puede ser una primera referencia útil, pero no definitiva ni mucho menos, a la hora de realizar el llenado de la bolsa de la compra.
Una vez más, “no hay que confundir la gimnasia con la magnesia”.
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Autores:
Carlos Buxadé Carbó
Universidad Politécnica de Madrid - UPM
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Alfonso Jurado
23 de octubre de 2022
Es difícil establecer un eficiente, seguro y justo método de valoración alimenticio, cuando para hacerlo bien hay que considerar múltiples factores, la interacción entre ellos, y sus efectos sobre las personas destinatarias, que en más o en menos siempre presentarán alguna diferencia. Por otro lado, se supone que los algoritmos empleados deberán ser de conocimiento y alcance público, así como también deberían conocerse quienes son sus usuarios.
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