Nuestros sistemas de producción de leche se basan en el uso de pasturas bajo pastoreo, complementadas con forrajes conservados y diferentes tipos de concentrados según la época del año.
Por eso, el uso eficiente de las pasturas y la incorporación de estrategias de suplementación son factores clave para incrementar la productividad aprovechando el potencial genético de nuestras vacas, que en la actualidad es superior a los 6000 litros/lactancia/año.
Un intento de equilibrar el sistema
El objetivo de la suplementación es equilibrar la base forrajera en función a los requerimientos del animal incorporando distintos alimentos. Los más comunes son:
concentrados energéticos (grano de maíz o sorgo, silaje de maíz con alto grano),
proteicos (expeller de soja o girasol, silaje de soja),
energético-proteicos (semilla de algodón, poroto de soja)
fibrosos (henos o silajes).
La respuesta de la suplementación se evalúa a través de la eficiencia de conversión (litros de leche/kilos de suplemento).
Y en este proceso, se pueden dar diferentes efectos:
la adición: es el logro del equilibrio buscado a través de la suma de los efectos de los distintos ingredientes que produce una respuesta animal superior a 1, 2 kg de leche/kg de suplemento consumido.
la sustitución: es el reemplazo de un alimento por otro. Se produce cuando se suplementan animales que consumen a voluntad una pastura o un silaje de excelente calidad. En estas circunstancias, los animales "eligen" un alimento, generando una baja respuesta productiva (0,6 kg de leche/ kg de suplemento consumido)
la depresión: es una resta de efectos (uno o más alimentos pueden estar deprimiendo el consumo total) por desbalance de dieta.
El beneficio económico de la suplementación depende de la relación precio de la leche-precio de los suplementos y especialmente de la estrategia de manejo que se aplique para usarlos.