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Montecor: La Pyme que creció debajo de un árbol

Publicado: 7 de enero de 2019
Fuente: https://www.lavoz.com.ar. Walter Giannoni
Sacrificio, persistencia e innovación, las tres claves de esta industria del interior que apunta al mercado externo.
 Cristina Monteverde es una de las damas de la maquinaria agrícola del país. Junto con su esposo, Omar Borgiani, comenzaron tan de abajo que sólo recuerda días de interminable sacrificio para construir Montecor. La marca hoy está impuesta, exporta e innova, pero reconoce que para vender hay que salir a buscar el negocio.
–Le comenté a un colega del agro que venía para acá y me dijo: “Cristina la tiene clara”.
–(Ríe) Siempre dicen lo mismo.
–Pero se ha hecho fama por algo ¿Por qué? ¿Es demasiado realista?
–No, no hay que ser tan negativos. Hasta marzo tenemos un cuadro más o menos bueno, después hay que ver porque no sabemos si una vez que empiece la cosecha el productor va a gastar o va a esperar. En nuestro caso, hasta ahora, trabajamos todo el día, sin disminuir las horas, con todo el personal que hoy tenemos. Tenemos trabajo pero buscándolo, ¿no? Siempre hay que exportar y hacer máquinas nuevas. Por eso no paramos.
–La sequía se notó mucho más de lo que se suponía. La falta de dólares hizo eterno el año.
–Sí, hizo largo el año, ahora hay agua, no se pueden quejar con eso. Pero se juntaron varias cosas. Hay productores que ya venían mal de años anteriores y les apareció la seca. A eso se sumaron los problemas de la economía. Este es un momento para mantenerse, no hay que pedir otra cosa.
–¿Qué tipo de rebote espera en la demanda de máquinas?
–2019 va a ser un año duro, la gente va a comprar porque tiene necesidades. Nosotros acá tenemos que hacer cosas nuevas y buscar oportunidades afuera. Vamos a todas las exposiciones, pero para el año próximo será difícil que la industria Pyme participe masivamente. Me parece que hay que ahorrar donde se pueda.
–¿Qué mira el productor agropecuario con el que habla?
–Hasta que no tenga la cosecha en la bolsa no va a gastar, va a esperar hasta último momento para soltar los pesos. Y ahí vamos a salir todos los fabricantes a ofertar. No irá al banco a pedir crédito, pese a que hay mucha oferta de préstamos. Prefiere la financiación de la industria o al contado si lo tiene. Existen todavía productores con reservas, lo vemos acá.
–El que tenía dólares a 20 pesos hizo una diferencia.
–El productor que reservó dólares te dice: “Voy a esperar y quiero pagar en 10 cuotas”.
–¿Para la industria es difícil de llevar?
–Sí, por los problemas financieros. No hay dónde colocar los cheques. Yo no vendo un cheque a 90 días, aunque me cobren el 38 por ciento. Necesitamos tasas mucho más bajas para refinanciar, si no todo el mundo está juntando cheques esperando que baje la tasa para ir a la Bolsa a venderlos.
–¿Los insumos también cambiaron radicalmente a lo largo del año?
–Siguen aumentando, eso es así. Una vez que pagaste, fuiste. Más que nada las commodities y lo importado.
 
Todos arriba. Con Omar, su esposo y fundador; Patricia y Gastón, sus hijos.
–Cuando dice “productos nuevos”, ¿qué hay?
–Hicimos el mixer más grande de Sudamérica, de 33 metros cúbicos, para tambos importantes. Además de eso, mixers estáticos estacionarios. Las tolvas pasaron a ser abulonadas en lugar de soldadas, con un sistema modular para usar el mismo chasis en distintos tamaños. La máquina se arma ya pintada.
–¿En qué países consiguen vender?
–En Chile, en Bolivia, en Paraguay y en Uruguay. Y en Venezuela, a través de un cliente privado, habría una gran oportunidad, pero es complicado ingresar las máquinas. Nos llevaban de a 27 máquinas por vez para usar en los tambos.
–Este nivel del dólar los mató por los insumos, pero los beneficia en la exportación.
–Siempre y cuando esté a 38 o a 39 pesos; si no, no se puede competir. Nos pasan por arriba. A 36 ya estaríamos mal. Para exportar se necesita un dólar alto.
–¿Cómo deciden los cambios tecnológicos?
–Primero, escuchando a la gente y visitando exposiciones afuera. Tenemos un muy buen departamento de ingeniería que efectúa el desarrollo y lo baja para que iniciemos la producción. Mi marido está totalmente metido en esto. Contamos en la oferta con una máquina para cada temporada del campo, son 17 productos diferentes con sus variantes.
–¿Cuénteme cómo nació Montecor?
–(Omar): Debajo de un árbol. Yo era empleado de Comofra hasta que un día decidí independizarme. Empecé fabricando los sinfines. No teníamos nada, una soldadora y la sombra de una planta. Ya estábamos casados con Cristina. Seguí con la reparación de plantas de silos hasta que, con la edad, la altura me hizo desistir. Ahí empecé a fabricar acoplados y tanques chiquitos. Después el resto.
–(Cristina): Yo era empleada de la cooperativa, mediodía allá y otro mediodía aquí. En 1988 ya me quedé definitivamente en Montecor. Tomábamos tolvas viejas y les hacíamos reformas. Ese fue el empujón. Los viernes pelábamos pollos para vender el fin de semana y los lunes de vuelta al taller. Hasta criábamos chanchos para vender.
–¡Dios mío!
–Estaba embarazada y con la bolsa en la bicicleta salía a vender. Necesitábamos comer y comprar chapa. Así juntábamos las monedas. Empezamos de abajo mal.
–¿Hubo algo decisivo que los hiciera crecer?
–Sí, un señor Vicario nos dice: ¿por qué no hacen mixers que se los compro? “Vos sos loca”, me dijo mi marido. Un muchacho que conocía el rubro nos hizo los planos, otra persona se sumó y trajo los caños. Teníamos los sinfines hechos en el patio, pasa un auto, un Mercedes Benz, y se frena. Iban cuatro. Nos piden una botella de agua. Abren la capota y humeaba. “¿Qué están haciendo?”, nos pregunta uno.
–Se fue dando la charla...
–“Unos mixers, pero recién empezamos”, les dije. “A mí me hacen falta”, me responde. Los cinco hombres nos compraron un sinfín cada uno y nos dejaron los cheques. Yo corría por el galpón con los cheques en la mano, el lunes salimos desesperados a comprar chapa (ríe). Les entregamos aquellos mixers y son clientes nuestros todavía.
–¡Qué historia!
–También con productos para ganadería hicimos un gol de mediocampo. Omar soldaba los comederos y yo con un fierro le tenía la chapa.
–¿Cuándo la empresa alcanzó cierto equilibrio y madurez?
–En 2005, después de años malos, teníamos entregas a 90 y a 120 días.
–Tienen 100 empleados, una planta industrial. Es toda una empresaria. ¿Lo siente así?
–A veces no. Es como natural. Nos había caído la venta, me subí a un avión para ir a Chile y volví con tolvas vendidas. No me quedo quieta. Con Omar fuimos a Paraguay a vender. Es un país donde la agricultura y la ganadería explotaron. Uruguay, en cambio, no. Nuestros productos requieren mucho servicio posventa, porque hay cosas que en el campo no pueden esperar, como alimentar a los animales.
–¿Cómo sigue?
–Es difícil saberlo. Yo creo que no hay otro camino que este, pero existe un problema grave: al empleado no le alcanza. Si paga alquiler, no come. Para mí, los más afectadas por la crisis son las Pyme y la clase media. Los salarios necesitan por lo menos 35 a 40 por ciento de aumento y eso funde a varias empresas.
El texto original de este artículo fue publicado el 23/12/2018 en La Voz por Walter Giannoni
 
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https://www.lavoz.com.ar. Walter Giannoni
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