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Argentina - Bacterias multirresistentes: una amenaza oculta que crece

Publicado: 9 de julio de 2017
Fuente: INTA Informa, Junio 2017
El incremento en la aparición de cepas resistentes a los antibióticos plantea un serio reto a la comunidad científica. Un equipo de especialistas argentinos analiza las consecuencias que podría tener tanto para la salud pública como para las actividades agropecuarias.
Conocidas por causar algunas de las enfermedades más peligrosas del mundo, las bacterias están presentes en el 90 % del cuerpo humano. Al contrario de la creencia popular, la presencia de las más de 10.000 especies diferentes de estos microorganismos –en la piel, en el sistema digestivo y en el respiratorio– ayuda a la salud. Sin embargo, también existe un grupo más reducido como Escherichia coliSalmonella spp., Staphylococcus aureusKlebsiella pneumoniaeAcinetobacterCampylobacter spp., que es capaz de causar infecciones y enfermedades como cólera y escarlatina, entre otras. En la edición de la revista RIA 43 N.º 1 Abril 2017 especialistas especialistas argentinos analizan la problemática y trabajan en la identificación y desarrollo de prácticas de manejo sanitario para minimizar los efectos.
Si bien existen en el planeta mucho antes que los animales y el hombre, en los últimos años, su capacidad de adaptación y velocidad de multiplicación –en sólo 20 minutos, algunas especies de bacterias puede reproducirse y dar lugar a dos microorganismos nuevos–, sumado a un uso inadecuado de los antibióticos, derivó la aparición de cepas multirresistentes.
“La resistencia a los antimicrobianos es un problema realmente grave en América Latina y en el mundo. En países con alto consumo de antibióticos, las bacterias son más resistentes”, aseguró Alejandra Corso, jefa del Servicio Antimicrobianos del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas –ANLIS “Dr. Carlos G. Malbrán”, quien advirtió: “Las bacterias tienen la facultad de mutar y transferir genes de resistencia, no sólo a individuos de la misma especie sino también a especies diferentes, por lo que cuanto mayor sea el uso de antibióticos mayor es la posibilidad que éstos fenómenos ocurran”.
Según un informe elaborado en el marco del Seminario sobre Ciencia y Salud, realizado en 2016 en Boston –Estados Unidos–, en la actualidad, las infecciones por bacterias son la segunda causa de muertes humanas en el mundo y se estima que, para 2050, esa cifra ascendería a 10 millones de personas.

La disponibilidad y el uso de antibióticos –en humanos, animales y cultivos– resultan fundamentales no sólo para la salud sino también para la productividad de los sistemas agropecuarios.
Ahora bien, la disponibilidad y el uso de antibióticos –en humanos, animales y cultivos– resultan fundamentales no sólo para la salud sino también para la productividad de los sistemas agropecuarios. Además, de acuerdo con la FAO “contribuyen a la seguridad alimentaria, la inocuidad de alimentos y el bienestar animal”. No obstante, su administración inadecuada derivó en la aparición de cepas multirresistentes, lo que representa un problema creciente y plantea un gran desafío para la comunidad científica.
Sin embargo, hablar de multirresistencia no es lo mismo que hacer referencia a superbacterias. Según la OMS, si bien ambas tienen la capacidad innata de encontrar nuevas formas de resistir a los tratamientos y transmitir material genético, para las primeras puede desarrollarse algún producto nuevo, mientras que para las segundas no habría nada que pueda minimizar sus efectos.
Para Delia Enria, directora del Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Dr. Julio I. Maiztegui”, “quizás uno de los problemas emergentes más importantes sea, precisamente, la resistencia bacteriana asociada a las superbacterias, para las cuales ya no hay antibióticos con el cual uno pueda tratar a los pacientes”.
En este sentido, Enria instó a “prestar mucha más atención en nuestras prácticas cotidianas, porque en la medida que no podamos hacer un uso correcto de los antibióticos tendremos que prepararnos para que las superbacterias sean cada vez más frecuentes”.

Organismos como el INTA y el Senasa promueven acciones para minimizar los efectos de la aparición y propagación de bacterias resistentes.
Considerado como un escenario que está cada vez más cerca, “debemos estar preparados para adquirir conocimiento sobre cómo se producen las variaciones en las bacterias y dónde están los puntos débiles para actuar”, analizó la Directora del Instituto Maiztegui.
Conocidos también como antimicrobianos, los antibióticos se usan tanto en la producción vegetal como en la animal para el tratamiento de enfermedades o con fines no terapéuticos –para promover el crecimiento animal–. En este contexto, organismos como el INTA y el Senasa promueven acciones para minimizar los efectos de la aparición y propagación de bacterias resistentes.
El consumo anual total de antibióticos en el sector agrícola varía considerablemente, por lo que es un dato muy difícil de estimar. De hecho, según la FAO “los sistemas de vigilancia y recopilación de datos son deficientes en muchos países y, solo 42 cuentan con sistemas de recolección de datos sobre el uso de antimicrobianos en la ganadería”.
Debido a la dimensión que tomó el tema en los últimos años, la FAO presentó el plan de acción sobre la resistencia a los antimicrobianos 2016-2020. Se trata de una iniciativa que busca “reducir el avance de la resistencia a los antimicrobianos en los sistemas agrícolas, porque representan una amenaza cada vez más grave para la salud pública y la producción sostenible de alimentos”.
Según el documento, factores como la falta de normas y fiscalización del uso, el cumplimiento deficiente del tratamiento, el uso no terapéutico y las ventas sin receta o por internet, entre otros, contribuyeron con esta situación.
“Entre las consecuencias de la resistencia a los antimicrobianos figuran la incapacidad de tratar las infecciones con buenos resultados, lo que conlleva una mayor mortalidad; el aumento de la gravedad o la duración de las enfermedades; las pérdidas de productividad, y la reducción de los medios de vida y la seguridad alimentaria”, enumera la publicación.
“El problema de la resistencia de las bacterias no respeta límites; es global y complejo”, afirmó Corso y aclaró: “No se revierte sólo con la correcta administración de un antibiótico. Hace falta tomar conciencia real porque en muchos sistemas de producción intensivos, como en las granjas avícolas o en los feedlots, se utilizan para estimular el crecimiento y prevenir posibles infecciones resultado del hacinamiento”.

Corso: “El problema de la resistencia de las bacterias no respeta límites; es global y complejo”.

Producciones intensivas
En la Argentina, la producción de carne vacuna derivada de sistemas de engorde a corral (feedlot) tuvo una gran inserción en el mercado, sobre todo para abastecer el consumo interno. Y, si a esto le sumamos el avance de los establecimientos dedicados a los porcinos y las granjas de aves, la intensificación agropecuaria es significativa.
Gustavo Zielinski, coordinador del Programa Nacional de Salud Animal del INTA, confirmó que “los sistemas agropecuarios intensivos utilizan antibióticos, al menos una vez, en el ciclo productivo”. Y agregó: “Si a esto le sumamos que esa administración responde a criterios preventivos, y muchas veces, sin un control profesional, el control resulta casi imposible”.
En las granjas –dedicadas a la producción de cerdos o de pollos– el suministro de antibióticos no sólo se dirige al control de una enfermedad, sino que promueven el crecimiento. El documento publicado por la FAO advierte que, en el futuro, dos terceras partes del aumento estimado del uso de antimicrobianos se registrarían en el sector de la producción animal.
“En los sistemas intensivos, en determinado momento del ciclo, se sabe que es probable que se produzca un pico de infecciones respiratorias o entéricas, por lo que la manipulación de medicamentos es habitual”, aseguró Zielinski quien reflexionó sobre la implementación de buenas prácticas de manejo sanitarias: “Existen productores que entienden los alcances de un uso indiscriminado y eligen seguir un esquema planificado y ordenado, en el que no suministran antibióticos en todo el ciclo. Es más costoso en términos de organización, pero al final del proceso, tiene sus beneficios”.
Parte de un buen manejo sanitario incluye el diagnóstico certero de la enfermedad para detectar qué tipo de antibiótico hace falta, cuándo hace falta, en qué momento y para qué bacteria. Más allá de esto, según el especialista del INTA, en los sistemas intensivos el problema aparece cuando el contacto directo entre los animales es mayor y, debido a que la transmisión de agentes es frecuente, pueden desarrollarse enfermedades respiratorias o entéricas.
Para Zielinski, el concepto de bioseguridad implica contar con animales libres de la mayor cantidad de enfermedades posibles basados en la aplicación de medidas de higiene, manejo productivo –correcta densidad, buen manejo del flujo, instalaciones adecuadas, entre otras– y sanitario –monitoreos periódicos, correcto diagnóstico y aplicación de vacunas–. “El costo productivo de un mal manejo es muy grande; sin las medidas de bioseguridad apropiadas se puede perder todo un lote de animales”, indicó.
La bioseguridad incluye todas las medidas de manejo que se realizan, en una granja aviar o en un criadero porcino, enfocadas a reducir el riesgo de enfermedades para evitar que se perjudique el rendimiento y obtener productos de calidad óptima.
Fuente
INTA Informa, Junio 2017
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Gustavo Carlos Zielinski
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria - INTA
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